Solamente la clase obrera mundial puede acabar con la escalada militar de los EE.UU.-OTAN y con la intervención de Rusia en Ucrania
Manifestación del CERCI – 25 de febrero de 2022
Los Estados Unidos (EE.UU.) no aceptaron la exigencia de Rusia de no incorporar a Ucrania en la OTAN. Así, cerraron la posibilidad de un acuerdo diplomático. Biden tenía plena claridad de que Putin no podría retroceder con las manos vacías después de cercar militarmente a Ucrania. Es por eso que, desde los EE.UU., el jefe del imperialismo mundial afirmaba con toda certeza que Putin ordenaría la invasión de Ucrania. El gobierno ucraniano reclamó por la insistencia con que Biden anunciaba la inminencia de la invasión. Pero se mostró incapaz de tomar una decisión propia de abrir la discusión de un acuerdo con Rusia. El curso de los acontecimientos dependía enteramente de los EE.UU., que estaban por llevar el conflicto a un impasse y de ahí a la invasión de Ucrania por Rusia.
La campaña internacional de la prensa controlada por las potencias fue de que EE.UU., los aliados europeos y la OTAN estaban por una solución pacífica, y que Rusia avanzaba en el camino de la guerra. El aparato publicitario comandado desde Washington invirtió completamente la verdad de los hechos, pintando a Rusia como una fuerza poderosa, que estaba en la ofensiva. En la realidad, Rusia estuvo y está a la defensiva. El ultimátum de Putin al gobierno de Ucrania de interrumpir las tratativas de incorporarse a la Unión Europea y la OTAN se debió al cerco de los EE.UU. y de la OTAN a Rusia, que, desde el derrumbe de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en 1991, viene paso a paso instalando bases militares en el Este Europeo y el Báltico, volcadas contra su rival económico y militar en Europa Oriental.
En todos los choques y guerras civiles que envolvieron a Rusia y a las ex-repúblicas soviéticas estaban presentes los intereses de la burguesía estadounidense y europea. Ahora, Rusia continúa con sus acciones militares de división de Ucrania y anexión territorial, lanzadas desde la crisis de 2014. El reconocimiento formal, por el Parlamento ruso, de la independencia de las autonombradas repúblicas populares de Donetsk y Luhansk, forma parte del desmembramiento y posesión de Crimea por Rusia. La bravata proferida por Putin de que Ucrania pertenece por derecho histórico a Rusia, reportando al imperio Gran-Ruso y condenando a la Revolución proletaria por haber creado la URSS, no hace sino demonstrar que, en su posición defensiva, frente al cerco estadounidense, realiza una ofensiva sobre el pueblo ucraniano. Y, por otro lado, la farsa de Biden, con la denuncia de que Putin pretende reeditar la URSS, refleja la necesidad del imperialismo de poner a Rusia de rodillas.
No bastaron, para los EE.UU. y aliados europeos, el colapso de la URSS y la aparición de innumerables repúblicas opositoras a Rusia, que tuvo que adaptarse a una Federación restringida. El objetivo central de la Guerra Fría había sido cumplido bajo los gobiernos de Gorbachov y Yeltsin. La liquidación de la URSS fue de orden histórico, ya que interrumpió el proceso de transición del capitalismo al socialismo, que implicaba el desenvolvimiento de la revolución mundial. El problema estaba en que Rusia se había tornado en una potencia regional, basada en las conquistas de la Revolución proletaria y de la constitución de la URSS, que congregó a los pueblos oprimidos por el imperio Gran-Ruso.
Las potencialidades económicas de Rusia son gigantescas, frente a una Europa agotada y en declinación. La reorganización de la centralización autoritaria y la reversión por Putin del proceso desordenado de la restauración capitalista, luego de la liberación de fuerzas anárquicas de la crisis política, que se profundizó bajo el gobierno golpista de Yeltsin, chocaron con el plan de los Estados Unidos de tornar Rusia en una más de las semicolonias, aunque con distinción. La Guerra Fría fue oficialmente declarada extinta, pero, en realidad, solo cambió de forma, ya que los Estados Unidos mantuvieron la OTAN y la potenciaron contra Rusia.
Es en ese marco que se llegó a la intervención y guerra en Ucrania. Está clarísimo que la posición militar del gobierno y de la oligarquía rusos es defensiva frente al cerco imperialista, pero ofensiva frente a Ucrania exprimida entre los intereses de la burguesía imperialista y los de la oligarquía restauracionista. Es fundamental distinguir el lugar de los EE.UU. y de Rusia en ese choque de fuerzas. Igualarlos significa ocultar el lugar que cada uno pasó a tener en el ámbito del capitalismo mundial en desintegración, después de la liquidación de la URSS.
Solamente es posible al proletariado y a los demás explotados expulsar las fuerzas militares rusas de Ucrania, llevando hasta las últimas consecuencias la lucha de clases por la expulsión de los EE.UU. de Europa. La Rusia restauracionista no tiene cómo mantener su condición de potencia regional, a no ser sometiendo a las ex-repúblicas soviéticas a la condición de serviciales. Y el imperialismo no tiene cómo oxigenar la economía mundial, hundida en la estagnación y marcada por recesiones cada vez más desintegradoras, a no ser avanzando sobre el dominio ruso regional y sobre sus recursos internos, así como sobre las aspiraciones chinas de mantener los espacios ocupados en el orden internacional después del fi n de la URSS. Todo indica, por tanto, que la OTAN no irá a batirse directamente con las Fuerzas Armadas rusas.
Las divisiones en la burguesía europea expresan el temor de que sectores del imperialismo de los EE.UU. incentivan la guerra. Lo máximo que Rusia podrá obtener con la ocupación militar de Ucrania es retardar su incorporación a la OTAN. La tendencia es de crisis en la región, impulsar todavía más las fuerzas centrífugas y aumentar la animosidad de las ex-repúblicas soviéticas contra Rusia. Los Estados Unidos cuentan con esa posibilidad, y van a apretar todavía más el cerco militar. Aunque sea la segunda potencia bélica, Rusia no tiene cómo pasar a la ofensiva y batirse contra la amplia alianza imperialista, montada por los Estados Unidos en la pos-guerra y por medio de la Guerra Fría. La alianza recién formada con China constituye una fuerza mundial considerable, pero la posibilidad de armarse para una guerra con los Estados Unidos es menos probable que la mayor apertura de sus países a la penetración del capital financiero. Lo esencial, está en que la confrontación militar en Ucrania evidencia un nuevo momento de la manifestación de las tendencias bélicas del imperialismo.
La unidad de la clase obrera europea contra la ofensiva de los EE.UU.-OTAN es el punto de partida para cambiar el curso de la guerra, apuntando las armas contra la burguesía imperialista y la oligarquía restauracionista rusa. El proletariado estadounidense, ciertamente, rompería su letargo. La desorganización de la clase obrera mundial es el factor determinante de la situación en que se coloca, objetivamente, la confrontación de los EE.UU. con Rusia.
Las manifestaciones contradictorias de los acontecimientos han permitido al gigantesco aparato de propaganda de las potencias ocultar al imperialismo como el factor determinante de la detonación de la guerra en Ucrania, el día 24 de febrero. La clase media mundial está siendo atizada a condenar a Rusia y a apoyar a los carniceros imperialistas. Está siendo convencida de olvidarse de los hechos pasados, como la guerra en Vietnam en 1975, los bombardeos de la OTAN sobre la ex-Yugoslavia en 1999, la invasión de Estados Unidos e Inglaterra a Irak en 2003, la intervención en la guerra civil de Siria y de Libia en 2011. No hay intervención y guerra en que los Estados Unidos no estén presentes.
Putin llama al ejército ucraniano a derribar al presidente de la República e instalar un nuevo gobierno. Así, se posiciona enteramente en el terreno burgués de la solución de la crisis política. Los explotados de ninguna forma deben apoyar esa acción, que no corresponde a la lucha de clases mundial contra el imperialismo. El proletariado y demás oprimidos están frente a la tarea de retomar el camino de la independencia política, combatiendo con sus propios métodos y programa a la oligarquía ucraniana, que obstinadamente se vuelca a someter el país a la Unión Europea y a la OTAN. Se trata de construir sus propios organismos de poder, y poner en pie una dirección política que se posicione por la unidad de Ucrania y la unidad de todos los oprimidos del continente. Las condiciones de la guerra exigen la urgencia de que el proletariado intervenga con sus propias banderas.
La bandera del desmantelamiento de la OTAN y la expulsión de los Estados Unidos en todas partes en que tengan bases militares debe estar en la línea de lucha. Solamente así es posible luchar contra la invasión rusa de Ucrania, restablecer su unidad territorial, conquistar la autodeterminación y acabar con los conflictos étnicos. Ese es el camino para organizar la lucha en Rusia y en las ex-repúblicas soviéticas, bajo la bandera del socialismo.
¡Fuera los Estados Unidos de Europa! ¡Desmantelamiento de la OTAN! ¡Retiro de las Fuerzas Armadas rusas de Ucrania! ¡Por una Ucrania independiente y soviética!