Las medidas del imperialismo agravan la crisis económica mundial
Sólo la clase obrera organizada y movilizada puede dar una salida progresiva a la guerra
POR Brasil – Masas 659 – Editorial, 6 de marzo de 2022
Estados Unidos no aceptó la petición de Rusia de que Ucrania no entrara en la OTAN, cuando todavía sólo había movimiento de tropas rusas en la frontera de los dos países. Así, no dejó a Putin otra alternativa que ocupar militarmente Ucrania y avanzar hacia el derrocamiento del gobierno de Zelenski.
El imperialismo tenía claro que una retirada con las manos vacías de las Fuerzas Armadas rusas era impensable. Al no buscar un acuerdo para neutralizar a Ucrania, Biden tenía absolutamente claro que la guerra sobrevendría. También estaba claro que la OTAN no podía intervenir directamente contra la operación militar de Rusia.
La división en el seno de la burguesía europea sobre tal acción puso un límite a la directiva estadounidense de fomentar una guerra más allá de las fronteras de Ucrania. El gobierno y la oligarquía ucraniana admitieron haber convertido a su país en un peón de la directiva imperialista para cerrar el cerco militar de Rusia. Todos eran perfectamente conscientes de que Ucrania quedaría arruinada, de que no había forma de resistir militarmente la incursión de las tropas rusas, de que las instalaciones nucleares no tenían forma de ser protegidas, de que habría matanzas de civiles y de que se formaría una ola de refugiados. Tanto Estados Unidos como sus aliados europeos, así como Rusia, habían calculado las bárbaras consecuencias de la guerra, que aún no se sabe hasta dónde pueden llegar.
Rusia no es una potencia económica, pero se ha conservado como potencia militar en la posguerra, incluso cuando se valía de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, completamente degenerada, y muy lejos de la que se originó en la Revolución de Octubre de 1917. Por ahora, estas condiciones han permitido a Putin ir a la guerra en Ucrania, un paso mucho más audaz que el dado en Georgia. Estados Unidos cuenta con la debilidad económica de su adversario, para atacarlo por su flanco más débil. Biden ha conseguido reunir a las potencias europeas para que reaccionen en el frente de la guerra comercial, y fomentar la resistencia popular enviando armas y recursos a Zelenski.
El plan de Biden para ahogar la economía rusa se puso en práctica. Pero no como los americanos pretendían. La retirada de Rusia del sistema internacional de pagos (Swift) afectó a una parte de los bancos y operaciones financieras rusas. Esto se debió a que los europeos no podían correr el riesgo de que Rusia se viera obligada a cortar el suministro de gas. La vieja guerra comercial entre los monopolios petroleros por el gasoducto que une a Rusia, el productor, con Europa, el consumidor, se hizo evidente. La aceptación por parte de Alemania de la suspensión de la entrada en funcionamiento del gasoducto Nord Stream demostró el objetivo de Estados Unidos de limitar -y, si es posible, controlar- la capacidad de Rusia de influir en el mercado de estas materias primas estratégicas.
Las tendencias belicosas del imperialismo se han acentuado en el último período, en consonancia con la intensificación de la guerra comercial de Estados Unidos contra China y Rusia, fundamentalmente. El avance del cerco de la OTAN a Rusia, a través de las antiguas repúblicas populares de Europa del Este y las ex repúblicas soviéticas, forma parte del cerco que Estados Unidos está construyendo alrededor de China. Desde 2005, el imperialismo estadounidense ha aumentado la presión sobre su competidor más poderoso.
La persistencia de la crisis mundial pone a la mayor potencia en curso de colisión con todos los países que ofrecen algún tipo de resistencia a los intereses de la burguesía norteamericana. China, en Asia, y Rusia, en Europa, forman dos puntos de convergencia de la guerra comercial. Este movimiento mundial del imperialismo estadounidense está en la base de la crisis de Ucrania.
Es visible que las medidas económico-financieras aplicadas contra Rusia afectarán a toda Europa y al resto del mundo. Ya se está produciendo una importante subida de los precios del petróleo, el gas, de las materias primas y los alimentos. Los monopolios esperan ganar mucho con el conflicto ucraniano. Todo ello en unas condiciones en las que las masas mundiales siguen sufriendo las consecuencias catastróficas de la pandemia. Las medidas dictatoriales impuestas por Estados Unidos golpearán, no sólo a Rusia, sino también a la mayoría de las economías débiles del capitalismo mundial. No sólo golpearán a los explotados rusos -lo que ya sería muy condenable-, sino también a los explotados de todo el mundo.
La bandera de la derogación inmediata de las medidas antinacionales y antipopulares de Biden y aliados se une a las que viene enarbolando el Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional (CERCI): «por el desmantelamiento de la OTAN; el fin de las bases militares estadounidenses en Europa y el mundo; la retirada inmediata de las tropas rusas de Ucrania; por la autodeterminación y la unidad territorial de Ucrania; la recuperación de las conquistas revolucionarias del proletariado por la Revolución de Octubre, y por la edificación de la URSS». Sólo la clase obrera organizada y movilizada, como dirección de la mayoría oprimida, puede encontrar una salida progresiva a la crisis del capitalismo en descomposición y a la guerra.