Organizar desde las bases la huelga general para imponer un inmediato ajuste de salarios y jubilaciones
Ante la insoportable suba de precios –
El gobierno privilegia las ganancias de un puñado de terratenientes y exportadoras antes que el pan que faltará de la mesa de decenas de millones de familias. La burocracia de los sindicatos, de la CGT y la CTA, defienden al gobierno del FMI y los grandes empresarios en lugar de defender a los trabajadores.
El Indec mostró una suba de los precios de alimentos de 7,5% sólo en febrero y en la provincia de Buenos Aires llegó al 8,6%. Es la mayor suba de los últimos 5 años y antes del efecto “guerra”. Los próximos meses pueden ser iguales o peores.
El gobierno dice ahora que tomará medidas para frenar la violenta escalada de precios, una “guerra a los especuladores”, pero la inflación no deja de escalar desde hace años demoliendo los ingresos populares. Es una muestra de la incapacidad de la burguesía y sus gobiernos para resolver una cuestión que es esencial para la gran mayoría.
Es una tontería de los medios oficialistas decir que los empresarios suben los precios “porque quieren desestabilizar al gobierno”. Suben los precios porque quieren aumentar sus ganancias, y no quieren ningún freno para su apetito.
Es mentira que la razón principal por la que los precios suben es por la emisión monetaria o el déficit fiscal como insisten los empresarios, los medios de comunicación y los supuestos especialistas en economía. Sin emisión monetaria, bajo control del FMI, Macri logró en 2019 la inflación más elevada en 28 años, más de 53%. Ni la dolarización de Cavallo pudo contener la inflación, su modelo estalló en mil pedazos.
Es parte de la mentira decir que somos víctimas de la inflación internacional, cuando los productos alimenticios se producen en el país, no se importan. Lo que hay que decir es que los empresarios cobran el precio internacional aunque los costos locales sean de los más bajos del mundo. Como si los alimentos fueran importados.
No se pueden controlar los precios subiendo un poquito las retenciones a las exportaciones, porque las empresas fijan sus precios tomando en cuenta el valor internacional de los cereales, las carnes o lo que sea y los multiplican por la cotización del dólar oficial que se ajusta todos los días. Por ejemplo, el precio internacional del trigo subió 75% en un año, en dólares, aunque se suban las retenciones 2, 3 o 5%, no afecta el ingreso extraordinario que están teniendo, y ni siquiera eso aceptan los señores de la tierra. No se pueden controlar los precios con discursos o con apelaciones morales mostrando cuántos pobres hay.
Otra mentira de los especialistas en engañar a la opinión pública es que para bajar los precios hay que ampliar la oferta. Argentina produce más de 22 millones de toneladas de trigo y consume aproximadamente 7 toneladas en el año. La oferta supera largamente el consumo local. Gobierno, empresarios y medios nos quieren tomar por tontos, para que no podamos ver cuál es el verdadero problema.
El problema es la gran propiedad de los medios de producción, es el control monopólico por parte de un puñado de empresas nacionales y extranjeras de sectores vitales de la economía que tienen dolarizados los precios de las mercancías. El problema es que los gobiernos gobiernan para esos sectores que no admiten ninguna intromisión del Estado, ninguna regulación, ningún control. Es otra mentira decir que “gobiernan para todos” o que “cuidan la mesa de las familias”.
Esos sectores monopólicos están en guerra contra los intereses y necesidades de la mayoría y no dudan de utilizar todos los medios de comunicación, de organizar piquetes y cortes y desabastecer el mercado interno para imponernos sus políticas que apuntan a tener las máximas ganancias, pagar lo mínimo de impuestos y fugar todo lo que pueden.
¿Cuál es la respuesta para terminar con la inflación? Apertura de los libros de toda la economía, conocer los verdaderos costos de producción, conocer todas las maniobras de los capitalistas para potenciar sus ganancias. Es el control obrero de la producción. Los trabajadores controlando los procesos en cada empresa para incrementar la producción y abastecer el mercado. Es la confiscación de los principales centros de distribución para que todos los productos puedan llegar el mercado con los mejores precios para los consumidores.
Es estatizar el comercio exterior para establecer qué se produce, a quiénes se vende, a qué precios, qué cantidades, monopolizando el movimiento de divisas y garantizando el abastecimiento del mercado interno a precios que se puedan pagar. Es terminar con la usura bancaria estatizando el sistema, para abaratar los créditos y entregando créditos a quien verdaderamente los necesita para producir, no para especular.
Es terminar con los latifundios, transformándolos en granjas colectivas, para decidir cómo se produce. Pero también es necesario monopolizar la exploración, producción y distribución hidrocarburífera, empezando por estatizar YPF, la suba permanente de los precios de los combustibles impacta inmediatamente en el transporte y la logística. Y también con el monopolio privado en la producción de aluminio, acero, etc.
Estas medidas simples, que afectan a una insignificante minoría de la población que los tiene bajo su control, no las puede tomar un gobierno que se somete a esa minoría. Esas medidas sólo pueden ser tomadas por una clase que no tiene ningún interés en la propiedad privada, ni nacional ni internacional, por la clase obrera que deberá ganarse el apoyo de la gran mayoría oprimida.
Claro que estas medidas no se resuelven por medio de leyes, mesas de negociación, o constituciones, se resuelven por medio de una rebelión popular, por medio de una revolución social.
Es por eso urgente conquistar la independencia sindical de la clase obrera, recuperar todas las organizaciones sindicales y sociales. Y es urgente que la clase obrera se independice políticamente que construya su dirección revolucionaria, su partido, que encarne su propia estrategia de poder.
La clase obrera sólo debe confiar en sus propios métodos de lucha, en su propia organización y dirección política. Perder toda ilusión en los mecanismos de conciliación de clases, de confianza en los gobiernos patronales, en el congreso. Por esa vía seguirá de frustración en frustración y la barbarie en la sociedad no dejará de crecer.
Es una tarea que parece gigantesca, ¿por dónde empezar? Por impedir que sigan desvalorizando la fuerza de trabajo. Con semejantes niveles de inflación de más del 50% anual es necesario ajustar mes a mes salarios y jubilaciones de acuerdo a los precios reales de los alimentos, luchar por un salario y una jubilación mínimos que cubran lo que cuesta la canasta familiar, que es lo mínimo que se necesita para vivir como personas.
Esto se conquista sólo mediante la acción directa de todos los trabajadores, por medio de la huelga general hasta imponerlo. De todos los trabajadores, ocupados y desocupados, registrados o no, precarizados, etc. Una lucha unida de todos los trabajadores. Paralizar el país para poner freno a la voracidad patronal y la cobardía e incapacidad de los gobernantes. Este es el trabajo que tenemos que realizar. Por este camino también derrotaremos todas las políticas y compromisos con el FMI. Esta lucha se la impondremos a los burócratas vendidos, como ya lo hemos hecho, de ellos no hay que esperar más que traiciones.
La lucha por los reclamos más urgentes, por pan y por trabajo, abrirá el camino para elevar el programa, plantear cómo alcanzamos la soberanía del país conquistando el poder los que nunca gobernamos, la clase obrera y los oprimidos de la ciudad y el campo.