CERCI

Documentos escritos por Lenin y Trotsky sobre la cuestión ucraniana

Acompañando las declaraciones del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional (CERCI), publicamos un conjunto de documentos escritos por Lenin y Trotsky. En estos documentos se encuentran las raíces de la crisis actual y la posición programática del marxismo-leninismo-trotskismo.

Las declaraciones del CERCI se basan en estas raíces. Ciertamente, han surgido nuevos problemas en la actualidad, como consecuencia de la destrucción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y del asedio militar a Rusia impuesto por Estados Unidos y la OTAN.

Sólo con las bases programáticas del internacionalismo proletario, es posible que la vanguardia con conciencia de clase se sitúe en el terreno de la lucha contra la posibilidad de que el choque entre Rusia y Estados Unidos evolucione hacia una guerra. Las secciones del CERCI deben cerrar filas en torno a la línea internacionalista expuesta en las declaraciones.

LOS KADETES Y EL PROBLEMA DE UCRANIA Lenin, julio de 1913

¿COMO DEFIENDE EL OBISPO NIKON A LOS UCRANIANOS? Lenin, 13 de septiembre de 1913

MANIFIESTO AL PUEBLO DE UCRANIA, CON UN ULTIMÁTUM A LA RADA UCRANIA Lenin, 3 de diciembre de 1917

RESOLUCION DEL CC DEL PC(b)R SOBRE EL PODER SOVIETICO EN UCRANIA Lenin, 2 de diciembre de 1919

CARTA A LOS OBREROS Y CAMPESINOS DE UCRANIA A PROPOSITO DE LAS VICTORAS SOBRE DENKIN Lenin – Publicado el 4 de enero de 1920

LA CUESTION UCRANIANA Trotsky, León – 22 de abril de 1939

STALIN, DEPOSITARIO INTERINO DE UCRANIA Trotsky, León 18 de setiembre de 1939

UCRANIA Lenin, 15 de junio de 1917

UCRANIA Y LA DERROTA DE LOS PARTIDOS GOBERNANTES DE RUSIA Lenin, 17 de junio de 1917

 


 

LOS KADETES Y EL PROBLEMA DE UCRANIA

Lenin, julio de 1913

Desde hace tiempo se alude en la prensa y desde la tribuna de la Duma (por ejemplo, en el discurso del socialdemócrata Petrovski), a la completa indecencia, al carácter reaccionario y a la insolencia de las manifestaciones de ciertos influyentes kadetes (con el señor Struve a la cabeza) en toro del problema ucraniano.

Días atrás encontramos en Riech, órgano oficial del partido Kadete, un artículo del señor Mijaíl Moguilianski, colaborador regular del periódico, que no se puede pasar por alto.

El artículo es una verdadera hostigación chovinista contra los ucranianos por su “separatismo”. “Arriesgado aventurerismo”, “delirio político”, “aventura política”, son algunas de las expresiones que abundan en el artículo del señor Mijaíl Moguilianski, ¡adherente inmaculado de Nóvoie Vremia, que se oculta bajo el manto de la “democracia”! No obstante, el partido “demócrata” constitucionalista cobija descaradamente este artículo, lo pública con simpatía y con su silencio aprueba ese desembozado chovinismo.

El propio señor Mijaíl Moguilianski señala que en el Congreso de Estudiantes de toda Ucrania, celebrado en Lvow, algunos socialdemócratas ucranianos, emigrados ucranianos de Rusia, hablaron también contra la consigna de independencia política para Ucrania, hablaron contra el socialdemócrata Dontsow, que propuso la resolución sobre “una Ucrania independiente”, aproada en el Congreso por la mayoría de los presentes, con dos votos en contra.

Por consiguiente, se deduce que no todos los socialdemócratas coincidieron con Dontsov. Pero los socialdemócratas que polemizaron con él esgrimieron argumentos propios, discutieron desde la misma tribuna y procuraron convencer al mismo auditorio.

El señor Mijail Moguilianski perdió todo sentido de elemental decencia política cuando lanzó contra Dontsov y contra todo el Congreso de Estudiantes Ucranianos su grosera invectiva tomada del léxico de los centurionegristas, sabiendo perfectamente que a sus adversarios les era imposible refutar las opiniones de Riech, que les era imposible hablar ante el auditorio ruso desde la misma tribuna y con igual energía, claridad y libertad.

¡Nuestros kadetes son demócratas de pacotilla! Y lo son también quienes toleran sin una airada protesta semejantes impertinencias de los kadetes. Los marxistas no se dejarán marear jamás por las consignas nacionalistas, sean gran rusas, polacas judías, ucranias u otras. Los marxistas no olvidan tampoco el deber elemental que tiene cualquier demócrata, de combatir cualquier persecución a cualquier nación por su “separatismo”, el deber de luchar por el reconocimiento de igualdad plena e incondicional de las naciones, y de su derecho a la autodeterminación.

Pueden sustentarse opiniones diferentes acerca de qué debe ser esta autodeterminación en cada caso concreto, desde el punto de vista del proletariado. Puede y debe discutirse con social-nacionalistas como Dontsov, pero la ruin persecución por “separatismo”, la persecución a personas que no pueden defenderse, es el colmo de la desvergüenza por parte de nuestros kadetes.

(Tomo 20, Ediciones AKAL)


 

¿COMO DEFIENDE EL OBISPO NIKON A LOS UCRANIANOS?

Lenin, 13 de septiembre de 1913

Kíevskaya Misl informa que el obispo Nikon, miembro de la Duma de Estado, derechista, ha sido el primero en firmar el proyecto de ley presentado en la Duma acerca de la escuela y las sociedades ucranias.

El contenido del proyecto de ley es: autorizar la enseñanza en ucraniano en las escuelas primarias; designar maestros ucranianos; implantar la enseñanza de la lengua ucrania y de la historia de Ucrania; no perseguir a las sociedades ucranias ni clausurarlas «por razones administrativas y, a menudo, por pura arbitrariedad».

Así pues, al compañero de partido de Purishkévich -al obispo Nikon- en algunos casos no le gusta la arbitrariedad.

El obispo Nikon supone con razón que el problema planteado por él «es un problema de extraordinaria importancia, que atañe a la deformación de los 37 millones de seres que integran el pueblo ucraniano»; que «Ucrania, rica, bella, talentosa, floreciente y poética, es condenada a la degeneración, al embrutecimiento gradual y a la extinción lenta».

La protesta contra la opresión de los ucranianos por los rusos es completamente justa. Pero vean ustedes con qué argumentos defiende el obispo Nikon las reivindicaciones ucranias:

«El pueblo ucraniano no busca una decantada autonomía, el restablecimiento de Zaporózhskaya Sech; los ucranianos no son separatistas … Los ucranianos no son alógenos, son nuestros, son hermanos carnales nuestros, y por eso precisamente no se les debe poner límites en el idioma y en el desarrollo cultural nacional; porque, de otro modo, nosotros mismos los equipararemos a los hebreos, los polacos, los georgianos y otros, que son verdaderamente alógenos».

Así pues, la cuestión se reduce a que el obispo ucraniano Nikon y sus correligionarios mendigan a los terratenientes rusos privilegios para los ucranianos basándose en que son hermanos, en tanto que los hebreos ison alógenos! Dicho más franca y simplemente: estamos de acuerdo con oprimir a los hebreos y otros como alógenos si se nos hacen concesiones.

¡Conocido cuadro de defensa de «la cultura nacional» por todos los nacionalistas burgueses, desde los de las centurias negras hasta los liberales e incluso hasta los demócratas burgueses!

El obispo Nikon no quiere saber en absoluto que es imposible defender de la opresión a los ucranianos sin defender de toda opresión a los demás pueblos sin excepción, sin desterrar absolutamente de la vida estatal el concepto de «alógeno», sin defender la completa igualdad de derechos de todas las nacionalidades. Es imposible defender a nadie de la opresión nacional sin aplicar de manera consecuente la más amplia autonomía local y regional y el principio de que todos los asuntos del Estado sean resueltos por voluntad de la mayoría de la población (es decir, el principio de la democracia consecuente).

Para el obispo Nikon, el lema de «cultura nacional» de los ucranianos equivale, en realidad, al lema de propaganda de la extrema reacción en lengua ucrania, al lema de cultura clerical ucrania.

Los obreros conscientes han comprendido que el lema de «cultura nacional» es un engaño clerical o burgués, independientemente de que se trate de la cultura rusa, ucrania, hebrea, polaca, georgiana o cualquiera otra. Hace 125 años, cuando no existía aún la división de la nación en burguesía y proletariado, el lema de cultura nacional podía ser un llamamiento único y cabal a luchar contra el feudalismo y el clericalismo. Pero desde entonces, la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado crepita en todas partes. La división de la nacion «única» en explotadores y explotados es un hecho consumado.

Únicamente los clericales o los burgueses pueden hablar de la cultura nacional en general. Las masas trabajadoras pueden hablar sólo de la cultura internacional del movimiento obrero mundial. Únicamente esta cultura significa la igualdad de derechos de las naciones plena, auténtica y sincera, la ausencia de opresión nacional y la realización de la democracia. Únicamente la unidad y la fusión de los obreros de todas las naciones en todas las organizaciones obreras en la lucha contra el capital conduce a «la solución del problema nacional».

(Extraído de las obras completas Tomo 24, edición progreso)


 

MANIFIESTO AL PUEBLO DE UCRANIA, CON UN ULTIMÁTUM A LA RADA UCRANIA

Lenin, 3 de diciembre de 1917

Teniendo en cuenta los intereses de la unidad y la unión fraternal de los obreros y de las masas trabajadoras y explotadas que luchan por el socialismo; y teniendo en cuenta, el reconocimiento de estos principios por numerosas resoluciones de los organismos de la democracia revolucionaria, de los soviets y, en particular, del II Congreso de los Soviets de toda Rusia, el Consejo de Comisarios del Pueblo, el gobierno socialista de Rusia, confirma una vez más el derecho a la autodeterminación de todas las naciones que fueron oprimidas por el zarismo y la burguesía gran rusa, incluso el derecho de estas naciones de separarse de Rusia.

Por eso nosotros, el Consejo de Comisarios del Pueblo, reconocemos a la República Popular de Ucrania el derecho de separarse por completo de Rusia o de establecer con la República, de Rusia un pacto, en el que se fijen entre ambas relaciones federativas u otras semejantes.

Nosotros, el Consejo de Comisarios del Pueblo, reconocemos desde ahora, sin restricciones ni reservas, todo cuanto se refiera a los derechos nacionales y a la independencia nacional del pueblo ucraniano.

No hemos dado un solo paso contra la república burguesa de Finlandia, que por el momento sigue siendo burguesa, que equivalga a restringir los derechos nacionales o la independencia nacional del pueblo finés; tampoco daremos paso alguno que restrinja la independencia nacional de ninguna nación —sea ésta la que fuere— de las que integran o desean integrar la República rusa.

Acusamos a la Rada de una política burguesa falsa, que encubre con frases nacionalistas, política que se expresa desde hace tiempo en el no reconocimiento de los soviets y del poder soviético de Ucrania (entre otras cosas, la Rada se negó a convocar inmediatamente un congreso regional de los soviets ucranianos, como habían exigido los soviets de Ucrania). Esta política falsa, que no nos permite reconocerla como representante con plenos poderes de las masas trabajadoras y explotadas de la República Ucrania, ha hecho que en los últimos tiempos la Rada tomara medidas que anulan cualquier posibilidad de acuerdo.

Fueron, en primer lugar, medidas para la desorganización del frente.

La Rada traslada y retira del frente a las unidades ucranias, mediante órdenes unilaterales, destruyendo así el frente unido común antes de la delimitación de las fronteras, lo que sólo puede hacerse por medio del acuerdo formal entre los gobiernos de ambas repúblicas.

En segundo lugar, la Rada ha procedido a desarmar las tropas soviéticas que se encuentran en Ucrania.

En tercer lugar, la Rada presta apoyo al complot y la rebelión kadete-kalédinista contra el poder soviético. Alegando en forma evidentemente falsa supuestos derechos de autonomía del «Don y el Kubán” y ocultando con ello las acciones contrarrevolucionarias de Kaledin, que chocan con los intereses y las reivindicaciones de la enorme mayoría de la población trabajadora cosaca, la Rada deja pasar por su territorio las tropas que van a unirse a Kaledin y se niega a dejar pasar a las que van a combatirlo.

Dado que la Rada se coloca en este terreno de traición inaudita a la revolución, en el terreno de apoyo a los kadetes y kaledinistas, los peores enemigos de la independencia nacional de los pueblos de Rusia, los enemigos del poder soviético y de las masas trabajadoras y explotadas, aunque ella fuese el órgano indiscutido de poder estatal supremo de una república burguesa independiente de Ucrania, total y formalmente reconocido, nos obligaría a declararle la guerra sin vacilación alguna.

En este momento, por lo tanto, en vista de las circunstancias expuestas, el Consejo de Comisarios del Pueblo, plantea a la Rada, ante los pueblos de las repúblicas de Ucrania y de Rusia, las siguientes preguntas:

1) ¿Se compromete la Rada a abandonar los intentos de desorganizar el frente común?

2) ¿Se compromete la Rada en lo sucesivo, a no dejar pasar unidades militares de ningún tipo con destino al Don, los Urales u otras partes, sin el acuerdo del comandante en jefe?

3) ¿Se compromete la Rada a ayudar a las tropas revolucionarias en su lucha o contra la rebelión contrarrevolucionaria kadete-kaledinista?

4) ¿Se compromete la Rada a cesar sus intentos de desarmar a los regimientos soviéticos y a la Guardia Roja Obrera de Ucrania, y a devolver inmediatamente las armas a quienes les fueron quitadas?

En caso de no recibir respuesta satisfactoria a estas preguntas en el término de 48 horas, el Consejo de Comisarios del Pueblo considerará a la Rada en estado de guerra declarada con el poder soviético en Rusia y en Ucrania.

(Extraído del TOMO 28, Ediciones AKAL)


 

RESOLUCION DEL CC DEL PC(b)R SOBRE EL PODER SOVIETICO EN UCRANIA

Lenin, 2 de diciembre de 1919

En cuanto a la actitud a mantener ante el pueblo trabajador de Ucrania, que se está liberando de la invasión temporal de las bandas de Denikin, el CC del PCR resuelve que:

1) Aplicando invariablemente el principio de la autodeterminación de las naciones, el CC considera necesario confirmar una vez más que el PCR sustenta el punto de vista del reconocimiento de la independencia de la Republica Socialista Soviética de Ucrania.

2)Considerando indiscutible para todo comunista y para todo obrero consciente la necesidad de establecer la más estrecha unión entre todas las Repúblicas Soviéticas en su lucha contra las fuerzas amenazadoras del imperialismo mundial, el PCR sostiene que la forma de esa unión será determinada en última instancia por los propios obreros y campesinos trabajadores ucranianos.

3)Actualmente, las relaciones entre la RSSU y la RSFSR están determinadas por el vínculo federativo, basado en las resoluciones del CEC de toda Rusia del 1 de junio de 1919 y del CEC de Ucrania del 18 de mayo de 19191 ‘ 1 (se adjunta la resoluci6n).

4)Teniendo en cuenta que la cultura ucrania (el idioma, la escuela, etc.) fue oprimida durante siglos por el zarismo y las clases explotadoras de Rusia, el CC del PCR obliga a todos los miembros del Partido a contribuir por todos los medios a eliminar cuantos obstáculos se opongan al libre desarrollo del idioma y la cultura ucranianos. Puesto que los muchos siglos de opresión han dado lugar al surgimiento de tendencias nacionalistas entre los sectores atrasados de las masas ucranias, los miembros del PCR están obligados a dar pruebas de la mayor tolerancia y precaución con respecto a esas tendencias, oponiéndoles, en explicaciones fraternales, la identidad de intereses entre los trabajadores de Ucrania y de Rusia. Los miembros del PCR residentes en territorio ucraniano deberán poner en práctica el derecho de las masas trabajadoras a estudiar en idioma ucraniano y a hablar su lengua materna en todas las instituciones soviéticas; deberán contrarrestar por todos los medios los intentos de relegar artificialmente a segundo plano el idioma ucraniano y aspirarán a convertirlo, por el contrario, en instrumento de educación comunista de las masas trabajadoras. Deberán adoptarse inmediatamente medidas para asegurar que en todas las instituciones soviéticas haya un número suficiente de empleados capaces de hablar en ucranío y que en el futuro todos los empleados sepan explicarse en ese idioma.

5)Es preciso asegurar el contacto más estrecho entre las instituciones soviéticas y la población campesina autóctona, para lo cual deberá establecerse como norma que, incluso en los primeros momentos, al instaurarse los comités revolucionarios 132 y los Soviets, sean mayoría en ellos los campesinos trabajad0res y que los campesinos pobres ejerzan una influencia decisiva.

6)Teniendo en cuenta que en Ucrania, en mayor proporción todavía que en Rusia, la población es predominantemente campesina, es tarea del Poder soviético en Ucrania ganarse la confianza no sólo de los campesinos pobres, sino también de los amplios sectores de campesinos medios, cuyos auténticos intereses los vinculan muy estrechamente con el Poder soviético. En particular, aunque manteniendo los principios fundamentales de la política de abastecimiento de víveres (acopio de cereales por el Estado a precios fijos, sistema de contingentación obligatoria), deben modificarse los métodos de su aplicación, adaptándolos cuidadosamente a las condiciones del campo ucraniano.

El objetivo inmediato de la política de abastecimiento de víveres en Ucrania debe ser 1a requisa de excedentes de cereales sólo en la medida estrictamente limitada que sea indispensable para abastecer a los pobres de Ucrania, a los obreros y al Ejército Rojo. Al hacer la requisa de excedentes, debe prestarse especial atención a los intereses de los campesinos medios, a los que hay que distinguir rigurosamente de los kulaks. Es imprescindible desenmascarar, ante los campesinos ucranianos, la demagogia contrarrevolucionaria que trata de c0nvencerlos de que la finalidad de la Rusia Soviética es llevar cereales y otros productos alimenticios de Ucrania a Rusia.

Los agentes del poder central, todos los funcionarios del Partido, instructores políticos, etc., tienen que considerar como su deber hacer participar lo más ampliamente posible a los campesinos pobres y medios en las tareas de gobierno en todas las esferas.

Con el mismo fin -la instauración del auténtico poder de los trabajadores- deberán tomarse inmediatamente medidas para impedir· que las instituciones soviéticas sean inundadas por elementos de la pequeña burguesía urbana de Ucrania, que ignora las condiciones de existencia de las amplias masas campesinas y que en muchos casos se encubre con el ideario comunista.

La condición para admitir a estos elementos en las filas del Partido y en las instituciones soviéticas deberá ser una verificación preliminar de su aptitud para el trabajo y de su fidelidad efectiva a los intereses de los trabajadores, principalmente en el frente, en las filas del ejército. En todas partes y en cualquier circunstancia, estos elementos deberán ser sometidos al riguroso control de clase del proletariado.

Sabemos por experiencia que, por falta de organización de los pobres, una gran parte de las armas que se hallan en poder de la población rural ucrania está concentrada, inevitablemente, en manos de los kulaks y contrarrevolucionarios, lo que en realidad conduce no a la dictadura de los trabajadores, sino a la dominación de los bandidos kulaks; en vista de ello, es tarea primordial de la edificación soviética en Ucrania, retirar t0das las armas y concentrarlas en manos del Ejército Rojo obrero y campesino.

7) La política agraria deberá prestar especial atención a los intereses de las haciendas de los campesinos pobres y medios. Las tareas de la política agraria en Ucrania son: A) Total abolición de la gran propiedad terrateniente, restablecida por Denikin, y entrega de las tierras a los campesinos con poca o ninguna tierra b) Fundar sovjoses en proporciones estrictamente necesarias, ateniéndose en cada caso a los intereses vitales de los campesinos de la zona; c) Al agrupar a los campesinos en comunas, arteles, etc., se debe aplicar en forma estricta la política del Partido, que no permite en este caso coerción alguna, dejando exclusivamente a los campesinos la libertad de decidirlo por sí mismos y castigando con severidad cualquier intento de implantar el principio de la coerción.


 

CARTA A LOS OBREROS Y CAMPESINOS DE UCRANIA A PROPOSITO DE LAS VICTORAS SOBRE DENKIN

Lenin – Publicado el 4 de enero de 1920

Camaradas, hace cuatro meses, a fines de agosto de 1919, tuve ocasión de dirigir una carta a los obreros y campesinos con motivo de la victoria sobre Kolchak.

Ahora público de nuevo esta carta íntegra para los obreros y campesinos de Ucrania, con motivo de las victoria sobre Denikin.

Las tropas rojas han tomado Kíev, Poltava y Járkov y avanzan victoriosamente hacia Rostov. En Ucrania hierve la insurrección contra Denikin. Es preciso reunir todas las fuerzas para derrotar definitivamente a las tropas de Denikin, que intentaron restablecer el poder de los terratenientes y de los capitalistas. Es preciso aniquilar a Denikin para estar a cubierto de la más mínima posibilidad de una nueva invasión.

Los obreros y campesinos de Ucrania deben conocer las enseñanzas que ha proporcionado a todos los obreros y campesinos rusos la experiencia de la conquista de Siberia por Kolchak y de su liberación por las tropas rojas, después de largos meses de opresión de los terratenientes y capitalistas.

La dominación de Denikin en Ucrania ha sido una prueba tan dura como la de Kolchak en Siberia. Indudablemente las enseñanza que se desprenden de esta dura prueba harán que los obreros y campesinos de Ucrania -como en el caso de los obreros y campesinos de los Urales y de Siberia- comprendan mejor las tareas del Poder soviético y lo defenderán con mayor firmeza

En Rusia, la propiedad de los terratenientes ha sido abolida. Es necesario hacer lo mismo en Ucrania, y el Poder soviético de los obreros y campesinos ucranianos debe consolidar la supresión total de la propiedad señorial sobre la tierra, la completa emancipación de los obreros y campesinos ucranianos de toda opresión por parte de los propios terratenientes.

Pero, además de esta y otras muchas tareas que han estado y están planteadas a la vez ante las masas trabajadoras de Rusia y Ucrania, existen tareas especiales para el Poder soviético en Ucrania. Una de estas tareas especiales merece en la actualidad una extraordinaria atención. Es el problema nacional, es decir, el problema de si Ucrania debe ser la República Socialista Soviética de Ucrania, independiente y unida a la República Socialista Federativa Soviética de Rusia por medio de una alianza (federación), o debe fundirse con Rusia en una República Soviética única. Todos los bolcheviques, todos los obreros y campesinos conscientes deben meditar atentamente sobre esta cuestión.

La independencia de Ucrania ha sido reconocida por el Comité Ejecutivo Central de la RSFSR (República Socialista Federativa Soviética de Rusia) y por el Partido Comunista (bolchevique) de Rusia. Por eso, es evidente -y ha sido reconocido por todos- que sólo los obreros y campesinos de Ucrania, en su Congreso de los Soviets de Ucrania, pueden decidir y decidirán la cuestión de fusionar Ucrania con Rusia o dejar a Ucrania como una república independiente, y en este último caso, qué clase de ligazón federativa debe establecerse entre esta república y Rusia.

¿Cómo, pues, debe resolverse esta cuestión desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores, desde el punto de vista del éxito de su lucha por la total emancipación del trabajo del yugo del capital?

En primer lugar, los intereses del trabajo exigen la más completa confianza y la unión más estrecha entre los trabajadores de los diferentes países, de las diferentes naciones. Los partidarios de los terratenientes y capitalistas, los partidarios de la burguesía tratan de dividir a los obreros, de exacerbar las querellas y los odios nacionales con objeto de debilitar a los obreros y fortalecer el poder del capital.

El capital es una fuerza internacional. Para triunfar sobre ella hace falta la unión internacional de los obreros, su fraternidad internacional.

Nosotros somos enemigos de los odios nacionales, de las querellas nacionales y del aislamiento nacional. Somos internacionalistas. Aspiramos a una unión estrecha y a la completa fusión de los obreros y campesinos de todas las naciones del mundo en una República Soviética mundial única.

En segundo lugar, los trabajadores no deben olvidar que el capitalismo ha dividido las naciones, por un lado, en un pequeño número de naciones opresoras, dominantes (imperialistas), soberanas y privilegiadas y, por otro, en una inmensa mayoría de naciones oprimidas, dependientes y semi-dependientes, que no gozan de igualdad de derechos. La más criminal y reaccionaria de las guerras, la de 1914-1918, acentuó esta división, exacerbando con ello los rencores y los odios. A través de los siglos ha ido acumulándose la indignación y la desconfianza de las naciones sin plenos derechos y dependientes en las naciones imperialistas y opresoras, de naciones como la ucrania en naciones como la rusa.

Nosotros queremos una unión voluntaria de las naciones: una unión que no tolere violencia alguna de una nación sobre otra, una unión que se base en la más plena confianza, en la clara conciencia de la unidad fraternal, en un acuerdo plenamente voluntario. Tal unión no se puede realizar de golpe; es preciso llegar a ella a fuerza de grandísimo cuidado y paciencia para no malograr la obra, para no provocar la desconfianza, para dar tiempo a que desaparezca la desconfianza engendrada por siglos de opresión de los terratenientes y capitalistas, por el régimen de la propiedad privada y los odios producidos por los sucesivos repartos de esta propiedad.

Por eso, aspirando constantemente a la unidad de las naciones, yendo inflexiblemente contra todo lo que las divida, debemos ser muy prudentes, pacientes y transigentes con las supervivencias de la desconfianza nacional. Debemos ser intransigentes e intolerantes con todo lo que afecte a los intereses fundamentales del trabajo en su lucha por sacudirse el yugo del capital. En cuanto a cómo determinar ahora, temporalmente, las fronteras estatales -ya que nosotros aspiramos a su completa destrucción – no es una cuestión fundamental e importante, sino secundaria. Esta cuestión puede y debe esperar, porque la desconfianza nacional suele estar muy arraigada en las amplias masas de campesinos y pequeños propietarios, y toda precipitación puede acentuarla, es decir, puede perjudicar la causa de la unidad total y definitiva.

La experiencia de la revolución obrera y campesina de Rusia, de la Revolución de Octubre-Noviembre de 1917, la experiencia de sus dos años de lucha victoriosa contra la invasión de los capitalistas internacionales y rusos, ha demostrado con claridad meridiana que los capitalistas han sabido explotar momentáneamente la desconfianza nacional de los campesinos y pequeños propietarios polacos, letones, estonios y finlandeses en los rusos; han logrado sembrar durante cierto tiempo la discordia entre aquéllos y nosotros con motivo de esta desconfianza. La experiencia ha demostrado que esta desconfianza va siendo superada y está desapareciendo, pero con extrema lentitud, y que cuanto más cuidado y paciencia pongan de su parte los rusos, que han sido largo tiempo una nación opresora, con tanta mayor seguridad se borrará esta desconfianza. Precisamente por haber reconocido la independencia de los Estados polaco, letón, lituano, estonio y finlandés nos ganamos lenta, pero infaliblemente, la confianza de las más atrasadas masas trabajadoras de los pequeños Estados vecinos, las más engañadas y sojuzgadas por los capitalistas. Este es, precisamente, el camino más seguro para arrancarlas a la influencia de «sus» capitalistas nacionales, el más acertado para conquistar su completa confianza y para conducirlas hacia la futura República Soviética internacional única.

Mientras Ucrania no esté completamente liberada de Denikin y hasta que se reúna el Congrso de los Soviets de toda Ucrania su Gobierno es el Comité Revolucionano de toda Ucrania. En este Comité Revolucionario, al lado de comunistas bolcheviques ucranianos, trabajan como miembros del Gobierno comunistas borotbistas ucranianos. Lo que distingue a los borotbistas de los bolcheviques es, entre otras cosas, que aquéllos defienden la independencia incondicional de Ucrania. Los bolcheviques no hacen de esto objeto de divergencias, de desunión, no ven en esto ningún obstáculo para un trabajo solidario de los proletarios. Lo principal es que haya unidad en la lucha contra el yugo del capital, por la dictadura del proletariado, pues los comunistas no deben tener divergencias por cuestiones de fronteras nacionales o de las relaciones federativas o de otra naturaleza entre los Estados. Entre los bolcheviques hay partidarios de la independencia completa de Ucrania, como también los hay de la unión federativa más o menos estrecha o de la fusión plena de Ucrania con Rusia.

Las divergencias por estas cuestiones son inadmisibles. Estas cuestiones serán resueltas por el Congreso de los Soviets de toda Ucrania.

Si un comunista ruso insiste en la fusión de Ucrania con Rusia, los ucranianos sospecharán fácilmente que no defiende tal política por consideraciones de unidad de los proletarios en la lucha contra el capital, sino por los prejuicios del antiguo nacionalismo ruso, del imperialismo. Tal desconfianza es natural y, hasta cierto· punto, inevitable y justificada, ya que a lo largo de los siglos y bajo la opresión de los terratenientes y capitalistas, los rusos han asimilado los infames y abyectos prejuicios del chovinismo ruso.

Si un comunista ucraniano insiste en la independencia estatal incondicional de Ucrania, se puede sospechar de él que no defiende tal política desde el punto de vista de los intereses temporales de los obreros y campesinos ucranianos en su lucha contra el yugo del capital, sino bajo el peso de los prejuicios nacionales pequeñoburgueses, de pequeño propietario. Porque la experiencia nos ha demostrado centenares de veces como los «socialistas» pequeñoburgueses de diversos países -todos esos pseudos-ocialistas polacos, letones, lituanos, mencheviques georgianos, eseristas, etc.- se han disfazado de partidarios del proletariado con el único fin de hacer pasar fraudulentamente la política de conciliación con «su» burguesía nacional en contra de los obreros revolucionarios. Esto lo vimos en el ejemplo de la política de Kerenski, en febrero-octubre de 1917 en Rusia; lo hemos visto y lo vemos en todos los países.

Por lo tanto, es muy fácil que surja la desconfianza mutua entre los comunistas rusos y ucranianos. ¿Cómo combatirla? ¿Cómo vencerla y conquistar la confianza recíproca?

El mejor medio es el trabajo conjunto para defender la dictadura del proletariado y el Poder soviético en la lucha contra los terratenientes y capitalistas de todos los países, contra sus intentos de restablecer su omnipotencia. Tal lucha conjunta mostrará claramente en la práctica

Quien rompe la unidad y la alianza más estrecha entre los obreros y campesinos rusos y ucranianos, ayuda a los Kolchak y a los Denikin, ayuda a los tiburones capitalistas de todos los países.

Por eso nosotros, los comunistas rusos, debemos reprimir con extremo rigor la menor manifestación de nacionalismo ruso que surja en nuestras flas, pues estas manifestaciones, que son en general tina traición al comunismo, causan un daño enorme, separándonos de los camaradas ucranianos, y con eso hacen el juego a Denikin y a su política.

Por eso nosotros, los comunistas rusos, debemos transigir en las divergencias con los comunistas bolcheviques y borotbistas ucranianos cuando estas divergencias se refieren a la independencia estatal de Ucrania, a las formas de su alianza con Rusia y, en general, a la cuestión nacional. Nosotros todos, los comunistas rusos, ucranianos y de cualquier otra nación, debemos ser intolerantes e intransigentes en las cuestiones de la lucha del proletariado que son fundamentales, cardinales e idénticas para todas las naciones, en las cuestiones de la dictadura del proletariado, en la inadmisibilidad de la conciliación con la burguesía, en la inadmisibilidad de la división de las fuerzas que nos defienden contra Denikin.

Vencer a Denikin, aniquilarlo, hacer imposible la repetición de una invasión semejante: tal es el interés fundamental de los obreros y campesinos rusos y ucranianos. La lucha es larga y difícil, pues los capitalistas de todo el mundo ayudan a Denikin y ayudarán a los Denikin de todo género.

En esta larga y difícil lucha, nosotros, los obreros rusos y ucranianos, debemos marchar estrechamente unidos, pues es indudable que separadamente no podremos salir victoriosos. Sean cuales fueren las fronteras de Ucrania y Rusia, sean cuales fueren las formas de sus relaciones como Estados, no son cosas tan importantes; en esto se puede y se debe hacer concesiones, se puede ensayar esto, aquello y lo otro; la causa de los obreros y. campesinos, la causa de la victoria sobre el capitalismo no sucumbirá p0r ello.

Pero si no sabemos conservar la unión más estrecha entre nosotros, la unión contra Denikin, la unión contra los capitalistas y los kulaks de nuestros países y de todos los demás, es seguro que la causa de los trabajadores sucumbirá en ese caso por largos años, en el sentido de que los capitalistas podrán aplastar y estrangular tanto a la Ucrania Soviética como a la Rusia Soviética.

La burguesía de todos los países, todos los partidos pequeñoburgueses, todos los partidos «conciliadores», que admiten la alianza con la burguesía en contra de los obreros, se han esforzado más que nada en dividir a los obreros de las diferentes nacionalidades, en despertar la desconfianza y romper la estrecha unión internacional y la fraternidad internacional de los obreros. Si la burguesía lo consigue, la causa de los obreros está perdida. Que los comunistas de Rusia y Ucrania, con un trabajo conjunto, paciente, perseverante y tenaz, desbaraten las intrigas nacionalistas de toda burguesía, los prejuicios nacionalistas de todo género, y den a los trabajadores del mundo entero un ejemplo de alianza verdaderamente sólida de los obreros y campesinos de diferentes naciones en la lucha por el Poder soviético, por la destrucción del yugo de los terratenientes y capitalistas, por la República Federativa Soviética mundial.


 

La cuestión ucraniana

Trotsky, León – 22 de abril de 1939

La cuestión ucraniana, que muchos gobiernos y tantos “socialistas” e incluso “comunistas” han tratado de olvidar o relegar a las profundidades de la historia, se halla nuevamente a la orden del día, esta vez con fuerza redoblada. El reciente agrava­miento de la cuestión ucraniana se relaciona ínti­mamente con la degeneración de la Unión Soviética y de la Comintern, los éxitos del fascismo y la inmi­nencia de una nueva guerra imperialista. Crucificada por cuatro estados, Ucrania ocupa ahora en el destino de Europa la misma posición que una vez ocupó Polo­nia, con la diferencia de que las relaciones mundiales son actualmente mucho más tensas y los ritmos del proceso mucho más acelerados. En el futuro inmediato, la cuestión ucraniana está destinada a jugar un impor­tante papel en la vida europea. Por algo Hitler planteó tan ruidosamente la creación de una “Gran Ucrania”; y fue también por algo que dejó de lado esta cuestión con tan cauta rapidez.

La Segunda Internacional, expresando los intereses de la burocracia y la aristocracia obrera de los estados imperialistas, ignoró completamente la cuestión ucraniana. Incluso su ala izquierda no le prestó la necesaria atención. Basta recordar que Rosa Luxem­burgo, a pesar de su brillante intelecto y su espíritu genuinamente revolucionario, consideró admisible afirmar que la cuestión ucraniana era la invención de un puñado de intelectuales. Esta posición dejó una profunda huella hasta en el propio Partido Comunista Polaco. Los dirigentes oficiales de la sección polaca de la Comintern vieron la cuestión ucraniana más como un obstáculo que como un problema revolucionario. De ahí los constantes intentos oportunistas de desviar esta cuestión, suprimirla, pasarla silenciosamente por alto o posponerla para un futuro indefinido.

El Partido Bolchevique, no sin dificultad y sólo gradualmente bajo la constante presión de Lenin, pudo adquirir un enfoque correcto de la cuestión ucraniana. El derecho a la autodeterminación, es decir a la sepa­ración, fue extendido igualmente por Lenin tanto para los polacos como para los ucranianos. El no reconocía naciones aristocráticas. Todo intento de evadir o posponer el problema de una nacionalidad oprimida lo consideraba expresión del chovinismo gran ruso.

Después de la toma del poder, tuvo lugar en el partido una seria lucha por la solución de los numero­sos problemas nacionales heredados de la vieja Rusia zarista. En su carácter de comisario del pueblo para las nacionalidades, Stalin representó invariablemente la tendencia más burocrática y centralista. Esto se evi­denció especialmente en la cuestión de Georgia y en la de Ucrania.[2] Hasta la fecha, la correspondencia sobre estas cuestiones no ha sido publicada. Esperamos poder editar la pequeña parte de que disponemos. Cada línea de las cartas y propuestas de Lenín vibra con la urgencia de conformar en la medida de lo posible a aquellas nacionalidades que habían sido oprimidas en el pasado. En cambio, en las propuestas y declara­ciones de Stalin, se destacaba invariablemente la ten­dencia al centralismo burocrático. Con el fin de garanti­zar “necesidades administrativas”, es decir los inte­reses de la burocracia, los más legítimos reclamos de las nacionalidades oprimidas fueron declarados manifestaciones de nacionalismo pequeñoburgués. Estos síntomas ya podían percibirse tempranamente en 1922-1923. Desde esa época, han tenido un monstruoso crecimiento, llevando a una completa asfixia a cual­quier tipo de desarrollo nacional independiente de los pueblos de la URSS.

En la concepción del viejo Partido Bolchevique, la Ucrania Soviética estaba destinada a convertirse en el poderoso eje en torno al cual se unirían las otras secciones del pueblo ucraniano. Durante el primer período de su existencia, es indiscutible que la Ucrania Soviética fue una poderosa fuerza de atracción en rela­ción a las nacionalidades, así como estimuló la lucha de los obreros, los campesinos y la intelectualidad revolu­cionaria de la Ucrania Occidental esclavizada por Polonia. Pero, durante los años de reacción termidoriana, la posición de la Ucrania Soviética y, con ella, el planteo de la cuestión ucraniana en su conjunto cambió brus­camente. Cuanto más profundas fueron las esperanzas despertadas, más tremendas fueron las desilusiones.

La burocracia también estranguló y saqueó al pueblo de la Gran Rusia. Pero en las cuestiones ucra­nianas las cosas se complicaron aun más por la masacre de las esperanzas nacionales. En ninguna otra parte las restricciones, purgas, represiones y, en general, todas las formas de truhanería burocrática asumieron dimen­siones tan asesinas como en Ucrania, al intentar aplastar poderosos anhelos de mayor libertad e inde­pendencia profundamente arraigados en las masas. Para la burocracia totalitaria, la Ucrania Soviética se convirtió en una división administrativa de una unidad económica y de una base militar de la URSS. Que no quede duda: la burocracia de Stalin erige estatuas a la memoria de Shevchenko pero lo hace sólo con el fin de aplastar más minuciosamente al pueblo ucraniano bajo su peso y obligarlo a cantarle himnos a la camarilla vio­ladora del Kremlin en el idioma del Kobzar.[3]

Respecto a las partes de Ucrania que hoy están fuera de sus fronteras, la actitud actual del Kremlin es la misma que hacia todas las nacionalidades oprimidas, las colonias y semicolonias; son moneditas de cambio en sus combinaciones internacionales con los gobiernos imperialistas. En el reciente Decimoctavo Congreso del “Partido Comunista”, Manuilski, uno de los más repugnantes renegados del comunismo ucraniano, explicó con bastante franqueza que no sólo la URSS sino también la Comintern (la “falsa-unión” según la formulación de Stalin) se negaban a solicitar la emancipación de los pueblos oprimidos cuando sus opresores no eran enemigos de la camarilla moscovita en el poder. Stalin, Dimitrov y Manuilski defienden actualmente a la India contra Japón, pero no contra Inglaterra. Los burócratas del Kremlin están dispuestos a ceder definitivamente Ucrania Occidental a Polonia a cambio de un acuerdo diplomático que les parezca provechoso. Estamos lejos de los días en que no se atrevían más que a episódicas combinaciones.

No queda ni rastro de la anterior confianza y simpa­tía de las masas ucranianas hacia el Kremlin. Desde la última “purga” asesina en Ucrania, nadie quiere en el Oeste pasar a formar parte de la satrapía del Kremlin que continúa llevando el nombre de Ucrania Soviética. Las masas obreras y campesinas de la Ucrania Occidental, de Bukovina, de los Cárpatos ucranianos están confundidas: ¿a quién recurrir? ¿qué pedir? Esta situación desvía naturalmente el liderazgo hacia las camarillas ucranianas más reaccionarias, que expresan su “nacionalismo” tratando de vender el pueblo ucraniano a uno u otro imperialismo en pago de una promesa de independencia ficticia. Sobre esta trágica confusión, basa Hitler su política en la cuestión ucraniana. Dijimos en una oportunidad: si no fuera por Stalin (por ejemplo, la fatal política de la Comintern en Alemania), no habría Hitler. A eso puede agregarse ahora: si no fuera por la violación de la Ucrania Sovié­tica por parte de la burocracia stalinista, no habría política hitlerista en Ucrania.

Aquí no nos detendremos a analizar los motivos que impulsaron a Hitler a descartar, al menos por un tiempo, la consigna de la “Gran Ucrania”. Estos motivos deben buscarse, por un lado, en las fraudu­lentas combinaciones del imperialismo germano y, por el otro, en el temor de evocar un espíritu maligno al que podría ser dificil exorcizar. Hitler regaló los Cárpatos ucranianos a los carniceros húngaros. Si bien no lo hizo con la aprobación expresa de Moscú, sí al menos con la seguridad de que esta aprobación vendría en el futuro. Es como si Hitler le hubiera dicho a Stalin: “Si me estuviera preparando para atacar mañana a la Ucrania Soviética, habría mantenido los Cárpatos en mis manos”. En respuesta, Stalin, en el Decimoctavo Congreso, salió abiertamente en defensa de Hitler contra las calumnias de las “democracias occidentales” ¿Hitler intenta atacar a Ucrania? ¡Nada de eso! ¿Pelear con Hitler? No hay la menor razón para hacerlo. Obviamente Stalin interpreta como un acto de paz el traspaso a Hungría de los Cárpatos ucra­nianos.

Esto significa que parte del pueblo ucraniano se ha convertido en moneda de cambio para los cálculos internacionales del Kremlin. La Cuarta Internacional debe comprender claramente la enorme importancia de la cuestión ucraniana no sólo en el destino del este y sudeste europeos sino de Europa en su conjunto. Se trata de un pueblo que ha demostrado su viabilidad, numéricamente igual a la población de Francia y que ocupa un territorio excepcionalmente rico y, además, de la mayor importancia estratégica. La cuestión de la suerte de Ucrania está planteada en todo su alcance. Hace falta una consigna clara y definida, que corresponda a la nueva situación. En mi opinión hay en la actualidad una sola consigna: Por una Ucrania Soviética de obreros y campesinos, unida, libre e independiente.

Este programa está, ante todo, en irreconciliable contradicción con los intereses de las tres potencias imperialistas: Polonia, Rumania y Hungría. Sólo pacifistas irrecuperablemente imbéciles son capaces de pensar que la emancipación y unificación de Ucrania puede llevarse a cabo por medio de pacíficas tratativas diplomáticas, referéndums o decisiones de la Liga de las Naciones, etcétera. Por supuesto, no son mejores las soluciones que proponen los “nacionalistas”, que consisten en ponerse al servicio de un imperialismo contra el otro. A esos aventureros, Hitler les dio una invalorable lección arrojando (¿por cuánto tiempo?) los Cárpatos a los húngaros, que inmediatamente exterminaron a no pocos ucranianos leales. Mientras la cuestión dependa del poderío militar de los estados imperialistas, la victoria de un bando u otro sólo puede significar un nuevo desmembramiento y un vasallaje aun más brutal del pueblo ucraniano. El programa de independencia de Ucrania en la época del imperia­lismo está directa e indisolublemente ligado al pro­grama de la revolución proletaria. Sería criminal alimentar ilusión alguna a ese respecto.

¿Pero -gritarán a coro los “amigos” del Kremlin- la independencia de Ucrania Soviética significaría su separación de la URSS? ¿Qué tiene eso de terrible?, contestamos. Nos es ajeno el culto apasionado por las fronteras estatales. No sostenemos la posición de una totalidad “unida e indivisible”. Después de todo, incluso la constitución de la URSS reconoce el derecho de sus pueblos federados a la autodeterminación, es decir a la separación. Así, ni siquiera la propia oligar­quía del Kremlin se atreve a negar este principio, aunque sólo tiene vigencia en el papel. El más mínimo intento de plantear abiertamente la cuestión de una Ucrania independiente significaría la inmediata ejecu­ción bajo el cargo de traición. Pero es precisamente este despreciable equívoco, esta despiadada persecu­ción de todo pensamiento nacional libre, lo que ha llevado a las masas trabajadoras de Ucrania, en grado mucho mayor que las de la Gran Rusia, a considerar monstruosamente opresivo el dominio del Kremlin. Ante una situación interna de esas características, es naturalmente imposible hablar de que la Ucrania Occidental se una voluntariamente a la URSS, tal como ésta es actualmente. En consecuencia, la unificación de Ucrania presupone la liberación de la Ucrania Soviética de la bota stalinista. También en esta cuestión la camarilla bonapartista cosechará lo que ha sem­brado.

¿Pero no significaría esto el debilitamiento militar de la URSS?, aullarán con horror los “amigos” del Kremlin. Respondemos que el debilitamiento de la Unión Soviética se debe a las tendencias centrifugas en permanente crecimiento que genera la dictadura bonapartista. En caso de guerra, el odio de las masas hacia la camarilla gobernante puede llevar al colapso de las conquistas de Octubre. La fuente de los senti­mientos derrotistas se encuentra en el Kremlin. En cambio, una Ucrania Soviética independiente se convertiría, aunque sólo fuera por interés propio, en un poderoso baluarte sudoccidental de la URSS. Cuanto más pronto sea socavada, derribada, aplastada y barrida la actual casta bonapartista, más firme se volverá la defensa de la República Soviética y más seguro estará su futuro socialista.

Naturalmente, una Ucrania independiente de obreros y campesinos podría luego unirse a la Fede­ración Soviética; pero voluntariamente, sobre condi­ciones que ella misma considere aceptables, lo que a su vez presupone una regeneración revolucionaria de la URSS. La auténtica emancipación del pueblo ucraniano es inconcebible sin una revolución o una serie de revoluciones en el Oeste, que puedan conducir en última instancia a la creación de los estados unidos soviéticos de Europa. Una Ucrania independiente podría unirse a esta federación como miembro iguali­tario e indudablemente lo haría. La revolución prole­taria en Europa, a su vez, no dejaría en pie ni una piedra de la repugnante estructura del bonapartismo stalinista. En ese caso, sería inevitable la estrecha unión de los estados unidos soviéticos de Europa y la regenerada URSS, y representaría infinitas ventajas para los continentes europeo y asiático, incluyendo, por supuesto, a Ucrania. Pero aquí nos estamos des­viando a cuestiones de segundo o tercer orden. La cuestión de primer orden es la garantía revolucionaria de la unidad e independencia de la Ucrania de obreros y campesinos en la lucha contra el imperialismo, por un lado, y contra el bonapartismo moscovita, por el otro.

Ucrania es especialmente rica en experiencias de falsos caminos de lucha para conseguir la emancipación nacional. Allí todo ha sido probado: la Rada [gobierno] pequeñoburguesa y Skoropadski, Petlura, una “alianza” con los Hohenzollern y combinaciones con la Entente.[4] Luego de estos experimentos, sólo cadáveres políticos pueden seguir depositando esperanzas en cualquier fracción de la burguesía ucraniana como líder de la lucha nacional por la emancipación. Unica­mente el proletariado ucraniano es capaz no sólo de realizar esta tarea -revolucionaria en esencia-, sino también de tomar la iniciativa para lograr su solución. El proletariado y sólo el proletariado puede congregar en torno suyo a las masas campesinas y la intelectua­lidad nacional genuinamente revolucionaria.

Al comienzo de la última guerra imperialista, Melenevski (“Basok”) y Skoropis-Yeltujovski trataron de colocar al movimiento de liberación ucraniano bajo el ala de Ludendorff, general de los Hohenzollern. Para hacerlo, se disfrazaron de izquierdistas. Los marxistas revolucionarios los echaron de una patada. Esa es la forma en que deben actuar los revolucionarios en el futuro. La inminente guerra habrá de crear una atmósfera favorable a todo tipo de aventureros, cazadores de milagros y buscadores del vellocino de oro. Estos caballeros, que tienen especial preferencia por calentarse las manos al fuego de la cuestión nacional, no deben ser admitidos en las filas del movimiento obrero. ¡Ni el más mínimo compromiso con el imperia­lismo, sea fascista o democrático! ¡Ni la más mínima concesión a los nacionalistas ucranianos, sean clerical-reaccionarios o liberal-pacifistas! ¡No al “frente popular”! ¡Completa independencia del partido proletario como vanguardia de los trabajadores!

Esta me parece la política correcta para la cuestión ucraniana. Hablo aquí personalmente y en mi propio nombre. Hay que abrir la discusión internacional sobre el tema. El primer lugar en esta discusión correspon­derá a los marxistas revolucionarios ucranianos. Los escucharemos con gran atención. ¡Pero les conviene apurarse! Queda poco tiempo para preparativos!

[1] La cuestión ucranianaSocialist Appeal, 9 de mayo de 1939, donde se ti­tulaba “El problema de Ucrania”. La política que plantea está mucho más explicada en Escritos, Tomo XI (1939-1940).

[2] En el verano de 1922 surgieron desacuerdos sobre la manera en que Rusia controlaba las repúblicas no rusas de la Federación Soviética. Stalin estaba por presentar una nueva constitución, mucho más centralista que su predecesora­ de 1918, que restringiría los derechos de las nacionalidades no rusas transformando a la Federación de Repúblicas Soviéticas en una Unión So­viética, a lo que se oponían con todas sus fuerzas georgianos y ucranianos. Lenin esta vez apoyó a Stalin; recién en diciembre de 1922, después de recibir el informe de una comisión investigadora independiente que había enviado a Georgia, cambió de opinión sobre los acontecimientos ocurridos en esa re­gión. Planteó entonces que los derechos de los georgianos, ucranianos y otras nacionalidades no rusas eran más importantes que las necesidades de centralización administrativa que aducía Stalin. Lenin expresó esta opinión en su artículo “Sobre la cuestión nacional y la ‘autonomización’” (Obras completas, T.36).

[3] Taras Shevchenko (1814-1861): poeta ucraniano que llegó a ser conside­rado el padre de la literatura nacionalista de su país. Fundó una organización para promover la igualdad social, la abolición de la esclavitud, etcétera. Sigue siendo el símbolo de las aspiraciones y fines del pueblo ucraniano. Kobzar fue su primer libro de poesías (publicado en 1840), considerado gene­ralmente como una de las más grandes obras de la literatura ucraniana. El título está tomado de un antiguo instrumento de cuerdas y simboliza la va­riada herencia ucraniana.

[4] Pavel Skoropadski (1873-1945): general del ejército zarista, en 1918 fue durante un breve período el gobernador títere de Ucrania cuando las tropas alemanas ocuparon el país y disolvieron la Rada. Su régimen cayó después de la derrota de Alemania en la Primera Guerra Mundial. Simon V. Petlura (1877-1926): fue socialdemócrata de derecha antes de la Revolución. En junio de 1917 se lo designó secretario general para asuntos militares de la Rada ucraniana. se alió con Polonia en la guerra soviético-polaca de 1920.

 


Stalin, depositario interino de Ucrania

Trotsky, León 18 de setiembre de 1939

La guerra, como la revolución, se caracteriza por des­truir de un golpe las fórmulas imbéciles y dejar al desnu­do la verdad que esconden. La defensa de la democracia es una fórmula hueca. La invasión a Polonia es una realidad sangrienta.

Hoy queda claro que, al mismo tiempo que la Comin­tern sacaba a relucir su clamorosa campaña en favor de las democracias y contra el fascismo, el Kremlin prepara­ba el entendimiento militar con Hitler contra las supues­tas democracias. Hasta un imbécil tiene que comprender ahora que los juicios de Moscú, que sirvieron para des­truir a la Vieja Guardia bolchevique acusándola de cola­boración con los nazis, no fueron más que un camuflaje para ocultar la alianza stalinista con Hitler. El secreto se ha revelado. Mientras las misiones británica y francesa discutían con Voroshilov una defensa más efectiva de Polonia, el mismo Voroshilov discutía con los represen­tantes del estado mayor alemán el mejor modo de aplas­tar y dividir a Polonia. El Kremlin no sólo engañó a Chamberlain, Daladier y Beck, sino también, sistemáti­camente, a la clase obrera de la Unión Soviética y de todo el mundo.

Algunos fatuos y snobs me acusan de dejarme llevar en mis horribles pronósticos por mi “odio” a Stalin. ¡Como si las personas serias se dejaran llevar por sus sentimien­tos personales en lo que respecta a los problemas de importancia histórica! Los hechos inexorables demues­tran que la realidad es más horrible que cualquiera de mis pronósticos. Al entrar en territorio polaco los ejérci­tos soviéticos sabían de antemano hasta qué punto se confundirían -como aliados, no como enemigos- con los ejércitos de Hitler. La operación se decidió en base a las cláusulas secretas del pacto germano-soviético; la cola­boración entre los estados mayores de ambos países sería continua; la invasión stalinista no es más que un com­plemento simétrico de las operaciones hitleristas. Tales son los hechos.

El Kremlin, que hasta hace muy poco trataba de ganarse la amistad de Varsovia (para traicionarla), decla­raba criminal la consigna de autodeterminación para Ucrania occidental (Galizia oriental). Las purgas y ejecu­ciones en la Ucrania soviética fueron provocadas funda­mentalmente por el hecho de que los revolucionarios ucranianos aspiraban, contra la voluntad de Moscú, a la liberación de Galizia de la opresión polaca. Ahora el Kremlin trata de disimular su intervención en Polonia con un compungido interés en la “liberación” y “unifi­cación” de los pueblos de Ucrania y la Rusia Blanca.

En realidad, la Ucrania soviética está más amarrada que cual­quier otra parte de la Unión Soviética por las feroces cadenas de la burocracia de Moscú. La aspiración de varios sectores de la nación ucraniana a su liberación e independencia es totalmente legítima y muy intensa. Pe­ro estos anhelos se dirigen también contra el Kremlin. Si la invasión logra su objetivo el pueblo ucraniano se encontrará “unificado”, no en la libertad nacional sino en la esclavitud burocrática. ¡Además, no habrá una sola persona honesta que apruebe la “emancipación” de ocho millones de ucranianos y rusos blancos al precio de la esclavitud de veintitrés millones de polacos! Incluso si el Kremlin eventualmente organizara un plebiscito en la Galizia ocupada, al estilo de Goebbels, no engañaría a nadie. Porque no se trata de emancipar a un pueblo oprimido sino de extender el reinado de la opresión burocrática y el parasitismo.

La prensa hitlerista da su aprobación absoluta a la “unificación” y “liberación” de los ucranianos bajo las garras del Kremlin. Con esto Hitler cumple dos objetivos: primero, arrastrar a la Unión Soviética a su órbita militar; segundo, avanzar un paso más en la solución de su programa de una “Gran Ucrania”. La política de Hitler es la siguiente: establecer un orden determinado para sus conquistas, una después de la otra, y crear, con cada nueva conquista, un nuevo sistema de “amistades”. En la etapa actual Hitler concede la “Gran Ucrania” a su amigo Stalin como depositario interino. En la próxima etapa planteará el problema de quién es el propietario de Ucra­nia, él o Stalin.

Hay quienes osan comparar la alianza Stalin-Hitler con el tratado de Brest-Litovsk. ¡Qué burla! Las negociacio­nes de Brest-Litovsk se llevaron a cabo abiertamente, a la vista de toda la humanidad. La Unión Soviética, a fines de 1917 y comienzos de 1918, no contaba con un solo batallón en condiciones de luchar. La Alemania de los Hohenzollern atacó Rusia y tomó provincias y depósitos militares soviéticos. Al gobierno soviético no le quedó otra posibilidad concreta que firmar el tratado de paz. Definimos abiertamente esta paz como la capitulación de una revolución desarmada ante un enemigo poderoso. No veneramos a los Hohenzollern; denunciamos públicamen­te la paz de Brest-Litovsk como una extorsión y un robo. No engañamos a los obreros y campesinos. El actual pacto Stalin-Hitler se concluyó pese a la existencia de un ejército de varios millones de soldados, y su objetivo inmediato fue facilitar a Hitler el aplastamiento de Polo­nia y la división de ésta entre Berlín y Moscú. ¿Dónde está la analogía?

Las palabras de Molotov de que el Ejército Rojo se cubrirá de “gloria” en Polonia constituyen una imborra­ble vergüenza para el Kremlin. El Ejército Rojo recibió la orden de derrotar en Polonia a los que ya habían sido derrotados por Hitler. Esta es la tarea vergonzosa y criminal que los chacales del Kremlin le asignaron al Ejército Rojo.

(Extraído de obra Escritos, Leon Trotsky, tomo XI, 1939-1940, vol. 1, CEIP)


UCRANIA

Lenin, 15 de junio de 1917

El fracaso de la política del nuevo gobierno provisional, de coalición, se destaca cada vez más claramente. El “Acta universal’’ relativa a la organización de Ucrania, publicada por la Rada Central de Ucrania y aprobada el 11 de junio de 1917 por el Congreso del ejército de toda Ucrania, es una revelación directa de esa política y una prueba documental de su fracaso.

Sin separarse de Rusia, sin desprenderse del Estado ruso —se dice en dicha Acta— el pueblo ucraniano debe tener derecho a disponer de su propia vida en su propia tierra. . , Todas las leyes por las cuales se determine el orden en Ucrania sólo podrán ser promulgadas por esta Asamblea ucrania. En cambio las leyes que determinen el orden de todo el Estado ruso, deberán ser promulgadas por el Parlamento de toda Rusia.

Son palabras perfectamente claras. En ellas se declara con toda precisión que el pueblo ucraniano no quiere separarse de Rusia en el momento actual. Exige la autonomía, sin negar la necesidad de la autoridad suprema de un “Parlamento de toda Rusia”. Ningún demócrata, y mucho menos un socialista, se atreverá a negar la plena legitimidad de las exigencias ucranias. Ningún demócrata podrá tampoco negar el derecho de Ucrania a separarse libremente de Rusia. Sólo el reconocimiento absoluto de este derecho nos permite abogar por la libre unión entre los ucranianos y los gran rusos, por la asociación voluntaria de los dos pueblos en un solo Estado. Sólo el reconocimiento absoluto de este derecho puede romper en la práctica, completa e irrevocablemente, con el maldito pasado zarista, en el que se hizo todo para causar el distanciamiento mutuo de dos pueblos tan afines por su idioma, su territorio, su carácter y su historia. El maldito zarismo convirtió a los gran rusos en verdugos del pueblo ucraniano, y fomentó en éste el odio contra quienes llegaron hasta prohibir a los niños ucranianos hablar y estudiar en su lengua materna.

Los demócratas revolucionarios de Rusia, si quieren ser verdaderamente revolucionarios y verdaderamente demócratas, deben romper con ese pasado, deben reconquistar para sí mismos, para los obreros y campesinos de Rusia, la confianza fraternal de los obreros y campesinos ucranianos. Y esto no puede conseguirse sin el pleno reconocimiento de los derechos de Ucrania, inclusive el derecho a la libre separación.

Nosotros no somos partidarios de los Estados pequeños. Estamos por la más estrecha unión de los obreros del mundo contra los capitalistas “propios” y de todos los demás países. Pero precisamente para que tal unión sea voluntaria, el obrero no confía ni por un minuto en la burguesía rusa o en la burguesía ucrania, defiende hoy el derecho de los ucranianos a la separación, sin imponerles su amistad, sino esforzándose por conquistar su amistad al tratarlos como sus iguales, sus aliados y hermanos en la lucha por el socialismo.

Riech, el periódico de los enfurecidos contrarrevolucionarios burgueses que están casi locos de rabia, ataca salvajemente a los ucranianos por su “arbitraria” resolución. Dice que “la conducta de los ucranianos” “es un atentado directo contra la ley, que exige la aplicación inmediata de rigurosos y legítimos castigos”. Huelga todo comentario a este ataque de los salvajes contrarrevolucionarios burgueses. ¡Abajo la burguesía contrarrevolucionaria! iViva la libre unión de los campesinos y obreros libres de la libre Ucrania con los obreros y campesinos de la Rusia revolucionaria!


 

UCRANIA Y LA DERROTA DE LOS PARTIDOS GOBERNANTES DE RUSIA

Lenin, 17 de junio de 1917

Los partidos gobernantes de Rusia, es decir, los kadetes, que tienen la mayoría en el gobierno y la omnipotencia del capital en la economía, y los eseristas y mencheviques, que poseen actualmente la mayoría indiscutible en el país (pero que son impotentes dentro del gobierno y en la economía capitalista del pais) han sufrido todos una derrota manifiesta en la cuestión ucrania, y lo que es más, una derrota en escala nacional en un problema importantísimo.

Los eseristas y los mencheviques toleraron que el gobierno provisional de los kadetes, es decir, de la burguesía contrarrevolucionaria, no cumpliese con su deber democrático elemental, no declarase que está por la autonomía de Ucrania y su derecho a « separarse libremente. Los ucranianos, según informa hoy en Dielo Naroda el ministro Chernov, exigieron muchísimo menos. Sólo querían “que el gobierno provisional proclame en un documento especial que no se opone al derecho del pueblo ucraniano a la autonomía”. Una exigencia que no puede ser más modesta, ni más legítima. Igualmente modestas son las otras dos exigencias: 1) Ucrania elegirá por intermedio de su pueblo un representante ante el gobierno central de Rusia. Muestra la modestia de esta exigencia el hecho de que en 1897 los gran rusos formaban el 43 por ciento de la población de Rusia y los ucranianos el 17 por ciento; ¡¡es decir, que los ucranianos podrían pedir, no uno de los 16 ministros, sino seis!! 2) En Ucrania habrá «un representante del gobierno central de Rusia, elegido por la población local”. ¿Puede existir algo más legítimo? ¿¿Con qué derecho se atreve un demócrata a infringir el principio, probado por la teoría y confirmado por la experiencia de las revoluciones democráticas, según el cual “ningún funcionario para la población local debe ser designado desde arriba”??

Al oponerse a estas exigencias, tan modestas y legítimas, el gobierno provisional dio prueba de un descaro inaudito, de una insolencia salvaje por parte de los contrarrevolucionarios, de una , auténtica manifestación de la política gran rusa “de Derzhimorda”, ¡¡Los eseristas y mencheviques se mofaron de sus propios programas partidarios, al tolerar semejante proceder del gobierno, y ahora lo defienden en sus periódicos!! ¡Hasta qué ignominia han llegado los eseristas y mencheviques! ¡Qué deplorables son hoy los subterfugios de sus órganos Dielo Naroda y Rabóchaia Gazeta!

Caos, confusión, «leninismo en el problema nacional”, anarquía: tal es la gritería, propia de un terrateniente desaforado, que ambos periódicos lanzan a los ucranianos.

Dejemos la gritería. ¿Cuál es la esencia de su argumento?

Hasta que se convoque la Asamblea Constituyente no es posible determinar de un modo “formal” las fronteras de Ucrania, ni su libertad, ni su derecho a percibir impuestos, etc., etc; he aquí su único argumento. Exigen una “garantía de normalidad”; en esta ¡expresión del editorial de Rabóchaia Gazeta reside toda la esencia de su argumento.

Pero eso, señores, es una evidente mentira, un manifiesto descaro por parte de los contrarrevolucionarios; ¡¡esgrimir semejante argumento significa prácticamente ayudar a los verdaderos traidores y renegados de la revolución!!

«Garantías de normalidad”…Piensen sólo un segundo en estas palabras. En ninguna parte de Rusia, ni en el gobierno central, ni en institución local alguna (prescindiendo de una pequeña institución: las dumas de distrito de Petrogrado) existen garantías de normalidad. A ciencia cierta no hay normalidad. A ciencia cierta, no hay «normalidad” en la existencia de la Duma del Estado ni del Consejo de Estado. A ciencia cierta no hay “normalidad” en la composición del gobierno provisional, pues su composición es una burla a la voluntad y la conciencia de la mayoría de los campesinos, obreros y soldados de Rusia. A ciencia cierta no hay “normalidad” en la composición de los soviets (de dos obreros, campesinos y soldados), pues, hasta hoy, estas instituciones no han establecido garantías para la estricta plenitud y la estricta democracia de las elecciones. Sin embargo, impide que nuestro partido y toda la masa de obreros y campesinos nos consideren a los soviets, hasta ahora, como la mejor expresión de la voluntad de la mayoría de la población. En ninguna de Rusia hay, ni puede haber, ni ha habido jamás momentos revolucionarios como los actuales, “garantías de normalidad”. Todos lo entienden así y nadie pide que sea de otro modo;’ todo el mundo comprende que es inevitable que sea así.

¡Sólo para Ucrania “nosotros” exigimos “garantías de normalidad”!

El miedo, señores eseristas y mencheviques, los ha paralizado, y han cedido ante los alaridos contrarrevolucionarios terratenientes y capitalistas gran rusos, capitaneados por Rodrinko, Miliukov, Lvov, Teréschenko, Nekrásov, Shingariov y Cía. Son ya la imagen perfecta de gente intimidada por los nacientes (y “acechantes”) Cavaignac.

No hay nada de terrible, no hay ni sombra de caos en las resoluciones y exigencias de los ucranianos. Accedan a esas exigencias, perfectamente legítimas y modestas, y en Ucrania habrá una autoridad tan efectiva como en las demás partes de Rusia, donde la única autoridad son los soviets (¡¡que no poseen “garantías de normalidad”!!). La “garantía de ante todos los problemas, y no sólo ante el problema ucraniano, se la darán a ustedes y a todos los pueblos de Rusia los futuros parlamentos, la futura Asamblea Constituyente, pues, hoy, con toda seguridad, no existe en Rusia “normalidad” ante ningún problema. Accedan al pedido de los ucranianos, ordena la razón, pues de otro modo las cosas empeorarán; por la fuerza no lograrán contener a los ucranianos, sino sólo irritarlos. ¡Accedan al pedido de los ucranianos y allanarán el camino para la mutua confianza entre amibas naciones, para su alianza fraternal sobre la base de la igualdad!

Los eseristas y los mencheviques, como partidos gobernantes han sufrido una derrota en el problema ucraniano porque se dejaron llevar por los kadetes contrarrevolucionarios tipo Cavaignac.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *