Se profundiza la crisis política
La clase obrera debe intervenir con su propia política con independencia del gobierno, de los burócratas, de las patronales
La mayor preocupación es la suba constante, imparable, de los precios, destruyendo los ingresos, quitando el pan de la mesa de los trabajadores.
La propaganda del gobierno y sus cómplices, desde el principio, es que su política es “ganarle a la inflación”, aunque sea poquito, pero ganarle a la inflación. Para evitar referirse a recuperar todo lo perdido en años anteriores. Esta propaganda se percibe como falsa. La realidad es que la inflación nos está ganando por goleada. Solo unos pocos sindicatos logran mantener el poder adquisitivo de sus salarios. La gran mayoría no deja de retroceder en el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones, ni que hablar de los trabajadores en negro, o de los que no tienen un empleo regular.
Los índices de inflación, los más elevados en décadas, son peores cuándo se ve el incremento de los precios de los alimentos, los que más impactan en el bolsillo popular. Es un fenómeno tan brutal que no puede esconderse. Tienen que reconocer desde el gobierno que tener trabajo estable y en blanco no garantiza no ser pobre, ya que la gran mayoría está muy lejos de cubrir lo que cuesta la canasta familiar.
Al mismo tiempo que se percibe el incremento de la pobreza, la miseria, la precarización laboral, el desempleo de millones, nos hacen saber que unas pocas empresas, que los dueños de los campos, tienen ganancias extraordinarias, que se aprovechan de los elevados precios internacionales de las materias primas. Nos dicen que la producción de alimentos y otras mercaderías indispensables están en manos de unos pocos monopolios, muchos multinacionales. Que el dólar se sigue ajustando para acompañar la inflación (más bien para arrastrarla), que las tasas de interés suben también para acompañar la inflación, o que las tarifas deben ajustarse, para que los bancos y las empresas de servicios mantengan sus enormes ganancias. Y encima nos dicen que ni siguiera quieren pagar nuevos impuestos, ni los que ya existen.
Todos sabemos que si el dólar se ajusta, si las tasas de interés se ajustan, si las tarifas se ajustan, si unos pocos monopolios controlan la producción y distribución, la inflación no se detiene y seguirá destrozando nuestras condiciones de vida.
Esta es la consecuencia de una política de respeto a la gran propiedad privada, superconcentrada, es lo que explica que tengan superganancias mientras crecen las penurias de la mayoría. Esta es la política del Fondo Monetario que se aplica desde hace varios años. Y que se agrava por su imposición de que se reduzca el déficit presupuestario y que no haya emisión monetaria. Ajuste sobre ajuste. Y peor, reclaman que las jubilaciones son elevadas comparadas con los salarios…
Lo más grave es la impotencia que genera la parálisis de la CGT/CTA y la gran mayoría de los sindicatos que debieran organizar la lucha de conjunto para terminar con esta situación dramática que se vive. Antes la excusa era la pandemia y que no se podían movilizar o salir a la lucha, pasó la pandemia y siguen paralizados porque por encima de todo defienden al gobierno y sus políticas, defienden a las grandes patronales, defienden sus propios intereses, dando la espalda a los intereses de los trabajadores.
Esta situación insoportable es el motor de las movilizaciones constantes, multitudinarias, desde los barrios, en todo el país, reclamando trabajo, mejorar las ayudas, que lleguen alimentos a los comedores en cantidad y calidad, que entreguen las herramientas que prometieron, que se ponga en marcha un plan IFE para sostener a aquellos que no tienen ningún ingreso, etc. Es el motor que impulsa los reclamos de los trabajadores para que se ajusten con urgencia los salarios, que se adelanten los porcentajes ya acordados en paritarias, que se resuelvan bonos urgentes para atenuar el golpe de los precios. Estas movilizaciones, cortes, acampes, asambleas, van a contramano del gobierno y toda la burocracia que lo sostiene.
La respuesta miserable del gobierno, con todos sus alcahuetes periodistas y economistas, fue tratar de mostrar que los indicadores de la economía están bien, que la situación va mejorando, que se ampliaron los presupuestos, que están haciendo mesas de diálogo con empresarios y sindicalistas, que la culpa es de Macri y la pandemia, que hay que tener paciencia… y mientras tanto dieron rienda suelta a una campaña de acusaciones a las organizaciones que participan de las luchas, a acusarlas de que estaban haciendo política, que estaban haciendo el juego a la derecha, que estaban tratando de dividir al Frente que gobierna y amenazando con medidas represivas.
Esta crisis del gobierno, del Frente de Todos, del peronismo se expresa en numerosos debates y críticas que trasladan la frustración y ruptura de una mayoría que se ilusionó con las promesas del nuevo gobierno que ven como cobarde e incapaz, que se puso de rodillas frente al imperialismo y que teme meterse con los pilares neoliberales. Muchos se preguntan para qué sirve mantener la unidad con un gobierno que preserva los intereses de los más poderosos en el momento más dramático que vive la población en mucho tiempo. Y piden un cambio de rumbo para que no se rompa el Frente y poder aspirar a ganar las elecciones del próximo año.
En este sentido las leyes que lanzaron “para que la deuda la paguen los que la fugaron” y “aquellos que tienen sus dineros en el exterior sin declarar”, el levantamiento del secreto bancario e impositivo, o el proyecto de impuesto a las ganancias “inesperadas”, busca contener las críticas al gobierno y mostrar que están dispuestos a afectar los intereses de los sectores más poderosos. Son leyes demagógicas que no alteran lo esencial de su política propimperialista.
Necesitamos otra unidad, unidad de los luchadores, de los que quieren luchar con nuestros propios métodos, para preparar la huelga general como parte de un plan de lucha que debe ser impuesto desde las bases, desde las fábricas, transporte, comercios, escuelas, desde los barrios, por un pliego de reclamos que concentre los principales problemas de la mayoría, empezando por un salario y una jubilación que alcancen como mínimo lo que cuesta la canasta familiar; por pleno empleo, por terminar con toda forma de precarización laboral.
Es por este camino que podemos enfrentar las políticas del fondo monetario, sus políticas de ajuste, impedir el saqueo del país, desconocer toda la deuda externa, recuperar los ríos, el mar, lagos, puertos, minas, las tierras y yacimientos, pelear por los presupuestos necesarios para educación y salud que deben ser estatales.
Esa vanguardia que lucha debe hacerse consciente de la necesidad de pelear por nuestro propio poder, por un gobierno obrero-campesino, de la mayoría oprimida de la ciudad y el campo, por medio de una verdadera revolución social y de la urgencia por resolver la crisis de dirección revolucionaria construyendo su partido.