Terminar con la oligarquía terrateniente
En el país que produce alimentos para más de 450 millones de personas en el mundo no puede garantizar el plato de comida en la mesa de millones de familias.
Unos pocos exportadores, la mayoría extranjeros, unos pocos latifundistas y empresarios del agronegocio, multiplican sus ganancias, que ya eran elevadas mientras la gran mayoría no cubre con sus ingresos lo que cuesta la canasta familiar y cada vez peor, más lejos, por la escalada de precios que engorda los bolsillos de los productores de alimentos.
Estas contradicciones no pueden ser conciliadas, deben ser resueltas para terminar de una vez con esta situación insoportable. El Gobierno ha decidido desde el principio proteger las ganancias y la propiedad concentrada de esos pocos empresarios y empresas contra las necesidades de la gran mayoría.
Los más poderosos de los poderosos se movilizan, rechazan que les toquen una moneda, que les cobren más impuestos, utilizan todos los medios de comunicación para defenderse, utilizan a sus politiqueros, economistas y periodistas para defender sus privilegios.
No solo no quieren pagar más impuestos sino que reclaman que les bajen los que existen. Los precios internacionales pegaron un salto, por los efectos de la pandemia y ahora por la guerra.
Los precios en dólares de los granos en Chicago subieron hasta 32% en tres meses, lo que mejoró las ganancias de los propietarios de campo de hasta casi 44% en el caso del trigo. El girasol se elevó 63% pasando de 430 dólares por tonelada a 700 en marzo. El maíz 39,70% que pasó de 204 a 285 dólares la tonelada. La soja 45,9% de 329 a 480; 16,28% el sorgo, de 215 a 250 y 14,28% para la cebada de 245 a 280 dólares.
Los mayores incrementos de los márgenes de ganancia fueron para el maíz (31,38%), la soja de primera (32,79%), la de segunda (43,09%) y en especial el trigo, que pasó de 152 a 282 la hectárea, con un alza del 85,52%.
Aquí se revela el parasitismo terrateniente, una clase que sin hacer nada, por el simple hecho de ser dueña de la tierra, ve aumentadas sus formidables ganancias (su renta agraria) gracias a la guerra. Se apropian de una mayor parte de la riqueza nacional, que la pagamos los trabajadores con la reducción del poder adquisitivo de nuestros salarios con la altísima inflación de los alimentos.
Los latifundios deben ser expropiados. Realizar la revolución agraria, resolviendo la tarea que la burguesía nunca pudo concretar. La burguesía entrelazó sus intereses con la gran propiedad agraria y el capital bancario dejando irresuelta esta tarea democrática. Ese sector poderoso, parasitario, que estuvo detrás de todos los golpes militares, aliado fundamental del imperialismo y los gobiernos más conservadores debe ser expropiado. El Estado debe apoderarse completamente de la renta de los terratenientes y transformar esas tierras en granjas colectivas. Esta tarea sólo será realizada por la clase obrera en el poder junto a la mayoría oprimida, como producto de una revolución social.