Bolivia: El papel insustituible del proletariado en la lucha revolucionaria

𝘼𝙡𝙛𝙤𝙣𝙨𝙤 𝙑𝙚𝙡𝙖𝙧𝙙𝙚 𝘾𝙝. 19-06-2022 (Renno)

El proletariado, por el lugar que ocupa en el proceso de la producción, por no ser propietario de los medios de producción, es instintivamente comunista; depende por entero de la venta de su fuerza de trabajo al burgués y, por ello, sus intereses chocan con los de la burguesía (la clase propietaria de los grandes medios de producción), interesada en sacar del trabajo del obrero la mayor cuota de ganancia (plusvalía). Sólo podrá liberarse de la esclavitud burguesa, y liberar al conjunto de la sociedad, aboliendo la propiedad privada de los grandes medios de producción, socializándolos, que pasen a ser propiedad de toda la sociedad, liberando así las fuerzas productivas que han alcanzado un altísimo grado de desarrollo al punto de que podrían producir para cubrir las necesidades de toda la humanidad de manera planificada acabando con el hambre en el mundo y con la depredación de la naturaleza, producto de la angurria burguesa concentrada en las grandes transnacionales que dominan la economía mundial (imperialismo).

El proletariado es la clase revolucionaria de nuestra época, independientemente del grado de desarrollo de los distintos países. En los países capitalistas atrasados como es Bolivia, la superación de su atraso pasa por la liberación nacional del yugo imperialista. Esta lucha que implica al conjunto de los explotados y oprimidos, sólo puede triunfar bajo la dirección política del proletariado, con la instauración de la dictadura proletaria contra la caduca burguesía, bajo la forma del gobierno obrero-campesino y de todos los oprimidos.

Para que la clase obrera pueda cumplir con su condición de clase revolucionaria, debe convertirse de clase en sí, es decir, que existe, en clase para sí, que desarrolla política revolucionaria organizada en partido político. Partido Obrero revolucionario que expresa los objetivos históricos, la manera de materializarlos hasta su culminación en la revolución realizada por la mayoría de las masas oprimidas y explotadas timoneadas por el proletariado.

Los críticos posmodernistas, antimarxistas, minimizan el papel revolucionario de la clase obrera, planteando la emergencia de nuevos “actores sociales”, al margen de su composición clasista y, por tanto, de sus limitaciones políticas frente a la gran propiedad privada de los medios de producción, concibiendo una lucha limitadamente reformista, democrática, en el marco del respeto al orden social burgués, es decir, al capitalismo. Eso es el masismo en nuestro caso. A estas alturas, el contenido proburgués y proimperialista de la política del MAS está fuera de discusión, es un hecho evidente.

Todas las corrientes pequeño-burguesas pretendidamente de izquierda y las stalinistas, se han agotado y prácticamente desaparecido del escenario político hundidas en el charco de la politiquería burguesa, por esa su política reformista proburguesa que niega la necesidad de la revolución proletaria como única vía de liberación nacional.

Dentro del proletariado nacional, el sector minero encabezó la política revolucionaria desde la Tesis de Pulacayo, pasando por todo el periodo de diferenciación del nacionalismo, culminando en la Asamblea Popular de 1971.

Ahora corresponde nuevamente organizar a la clase obrera bajo sus propias banderas revolucionarias, retomando su vieja tradición de lucha que permanece latente como una referencia histórica que, en la medida en que la impostura masista se hunde y la crisis social y económica capitalista se agudiza, plantea ante las masas la necesidad de una verdadera transformación de esta sociedad caduca.

La lucha de las masas y su proceso de maduración pasa necesariamente por la respuesta obrera que se dé a los problemas concretos que en este momento enfrentan

 

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