Se agrava la crisis mundial y se proyecta la lucha de clases
La guerra en Ucrania persiste en el tiempo. Nada indica que un acuerdo de paz esté cerca. El avance de Rusia en la región de Donbass indica que está cerca de lograr su objetivo militar. En respuesta, el imperialismo ha aprobado el inicio del proceso de adhesión de Ucrania y Moldavia a la Unión Europea. Se sabe que esto no es más que una medida de propaganda política, ya que se tarda años en llegar a una decisión final. Pero es una señal de que el conflicto se extenderá en el tiempo. Y que el asedio de la OTAN a Rusia continuará, sea cual sea el acuerdo que ponga fin a la guerra.
La zona de enfrentamiento más reciente es el enclave ruso de Kaliningrado. La prohibición por parte de Lituania de que Rusia utilice el ferrocarril para transportar mercancías es una clara provocación del imperialismo. La región del Báltico engloba a países como Finlandia y Suecia, que se han mostrado proclives a someterse a la OTAN. La declaración del gobierno finlandés de que se está preparado para una confrontación con Rusia es un síntoma más de los peligros de que la guerra trascienda las fronteras de Ucrania.
Se nota la aprensión de Putin cuando se quejó de Estados Unidos en el Foro Económico Brics en los siguientes términos: «Nuestros empresarios se ven obligados a desarrollar su actividad en condiciones difíciles, ya que los aliados occidentales omiten los principios básicos de la economía de mercado, del libre comercio«. Y al mismo tiempo, Xi Jinping, de China, denunció que Estados Unidos se aprovecha de «su posición dominante en el sistema financiero mundial para imponer sanciones de forma desaforada (…)».
Estas manifestaciones reflejan el agravamiento de la crisis económica mundial, que surgió en el contexto de la pandemia y se intensificó con la guerra de Ucrania. La subida de los precios de los combustibles y de los productos agrícolas está afectando mucho a las masas. Todo indica que las previsiones de los organismos internacionales son correctas, que la economía mundial sufrirá un gran retroceso en los próximos años, en función de la caída del crecimiento en Estados Unidos y China.
Las manifestaciones de sectores del imperialismo europeo, de que es necesario encontrar una salida a la guerra, muestran hasta qué punto la explosión de la inflación, las dificultades para mantener el funcionamiento de las cadenas comerciales, la probable caída de la tasa de ganancia de determinados sectores, las exorbitantes ganancias de los cárteles petroleros y las presiones recesivas pesan en la división del frente occidental que alimenta la guerra en Ucrania.
Sin embargo, el principal problema es que la miseria y el hambre han dado un salto de gigante. El peso de la desintegración del capitalismo es cada vez más insoportable para la clase obrera y los demás trabajadores. Las autoridades e instituciones internacionales advierten del peligro de que irrumpa la lucha de clases. Las crisis políticas están tomando forma en varias partes del mundo. Estados Unidos e Inglaterra, siendo potencias, son los ejemplos más visibles en este momento, pero en Francia, Emmanuel Macron sigue perdiendo su capacidad de gobernar. Las crisis políticas y la lucha de clases son expresiones del proceso de desintegración de la economía mundial y de las relaciones sociales.
La huelga general de los trabajadores del ferrocarril y del metro en Inglaterra chocó frontalmente con el gobierno de Boris Johnson, que ha congelado y reducido el poder adquisitivo de los salarios cuando la inflación se eleva, además de precarizar las relaciones laborales. La lucha de los trabajadores del transporte público inglés señala que, en Europa, se están gestando las tendencias de la revuelta de masas.
América Latina fue duramente sacrificada por la política burguesa en el período de la pandemia, y ahora está soportando el peso de la guerra en Ucrania y las sanciones económicas, dictadas por los Estados Unidos. La crisis política y la lucha de clases también marcan la vida del continente. La reanudación de las protestas indígenas en Ecuador se dirige contra el gobierno burgués de Guillermo Lasso y el Congreso Nacional oligárquico. La reciente elección de Gabriel Boric en Chile, y ahora de Gustavo Petro, reflejan las contradicciones que asaltan a las masas oprimidas. Una parte de ellos rechaza los viejos partidos burgueses y se deja arrastrar por el reformismo, impotente ante el capitalismo en descomposición; otra parte desconoce las elecciones y las instituciones de la burguesía. En Brasil, el regreso de Lula y del PT a la presidencia es casi seguro. Esto significa fortalecer la política de conciliación de clases, en contraposición a la lucha independiente del proletariado. En Argentina, Bolivia y Nicaragua, los gobiernos que se presentan como reformistas están sumidos en una profunda crisis política. Bajo sus pies fermenta el descontento obrero y popular, impulsado por el desempleo, el subempleo, los bajos salarios, la miseria y el hambre.
Es en estas condiciones que la vanguardia con conciencia de clase y los destacamentos más avanzados del proletariado tienen ante sí la tarea de superar la crisis de dirección política. La situación es favorable. Se trata de ligar el programa de reivindicaciones y la estrategia revolucionaria con las revueltas en curso.
La campaña del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional por el fin de la guerra en Ucrania, el desmantelamiento de la OTAN y de las bases militares estadounidenses, la derogación del bloqueo económico y financiero de Rusia, la autodeterminación, la integridad territorial y la retirada de las tropas rusas de Ucrania es de especial importancia. ¡Por la unidad revolucionaria del proletariado mundial, para poner fin a la guerra y enfrentar la marcha de la miseria y el hambre!
POR Brasil- Masas 667 – editorial, 26 de junio de 2022