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Colombia – Petro presidente: Preparar a las masas para la lucha en defensa de sus reivindicaciones

El nacional-reformista Gustavo Petro ganó la segunda vuelta con más del 50% de los votos. Su victoria sobre el candidato «independiente» de la derecha, Rodolfo Fernández, fue presentada por la izquierda reformista de América Latina como una derrota histórica de la derecha. El Partido Obrero (PO, Argentina), por su parte, declaró que será «favorable» a la lucha de los asalariados contra el régimen.

Ambas valoraciones confluyen en asociar la derrota electoral de la derecha, que ha gobernado el país desde la fundación de la República, como un cambio radical en el escenario político de la lucha de clases. El propio Petro alimenta esta farsa, junto con su vicepresidente, França Márquez, señalando que es una victoria de los «de abajo» contra los «de arriba», y que cambiaría definitivamente el país.

La abrumadora mayoría de los trabajadores, los campesinos y el pueblo fueron el pilar electoral y social de su victoria. La ruptura de las masas con los partidos y políticos burgueses se amplió. Fue la posibilidad cierta de su victoria en los días previos lo que provocó incluso la caída de la abstención, que pasó de más del 52% en la primera vuelta al 42% en la segunda.

Las ilusiones de las masas en la posibilidad de que un gobierno llamado «progresista» y de «izquierda» ascienda al mando político del Estado semicolonial, democratice el país, acabe con el terrorismo policial y paramilitar y, fundamentalmente, abra el camino a amplias reformas económicas y sociales, son claros indicadores de la ausencia de una dirección revolucionaria, que se refleja distorsionadamente en la recomposición de la gobernabilidad burguesa, a través de un partido y un candidato no deseados por la burguesía; pero que podría jugar un papel relevante en el objetivo de contener y disciplinar institucionalmente las tendencias de la lucha de clases.

A pesar de los retrocesos en el avance de la lucha de las masas, que se levantaron contra el régimen burgués, en 2019 y 2021, las tendencias latentes de revuelta siguen presentes. El hecho de que el abstencionismo electoral se mantenga en un nivel alto indica que hay sectores de los trabajadores, del campesinado y de la juventud oprimida (especialmente los que estaban en primera línea y constituían el sector más radicalizado de las huelgas y levantamientos), que ya no creen o tienen poca fe en las vías democrático-burguesas para resolver sus problemas. Sin embargo, no fue más que una protesta pasiva, porque no expresó este rechazo instintivo en un programa político. La crisis de la dirección revolucionaria se expresa en toda su gravedad en esta contradicción.

Pero la luna de miel del recién elegido gobierno nacional reformista con estas condiciones favorables para dar sus primeros pasos se deshará en cuanto la crisis capitalista dé un nuevo salto. Es decir, no tendrá las ventajas que han tenido los gobiernos «democráticos y populares» como Lula, Evo Morales, Rafael Correia y Hugo Chávez.

En la época de estos gobiernos, el auge de la economía mundial y los elevados beneficios de los monopolios permitieron arrojar algunas migajas a los explotados en forma de reformas sociales ultra limitadas, aumentos salariales y ampliación de los subsidios sociales. Sin embargo, Petro asumió el mando del Estado burgués en un período de colapso de la economía mundial, de avance de la miseria y el hambre, de alto desempleo y de violentas ofensivas burguesas contra las condiciones de vida de las masas. Seguramente tendrá una mayoría parlamentaria, pero pronto se verá sometida a las maniobras de los partidos oligárquicos y de la burguesía semicolonial dentro de las instituciones. También tendrá que lidiar con un aparato represivo, subordinado a las facciones de la burguesía narcotraficante y oligárquica. También tendrá que afrontar la no solución del problema guerrillero y adoptar una posición frente a las fracciones de las antiguas FARC y del ELN, que siguen operando, y así dar una solución definitiva a los «Acuerdos de Paz» con la guerrilla y el ejército para desmilitarizar el país.

Por primera vez en la historia del país, un gobierno de la izquierda burguesa y pequeñoburguesa llega a la dirección del Estado. Esto explica que las ilusiones democráticas en el nuevo gobierno serán un factor importante en la nueva coyuntura política, para contener los instintos de revuelta de las masas. Otro factor nuevo y más poderoso será la proyección de la política de conciliación de clases. Basta con ver que las direcciones sindicales han trabajado abiertamente por su victoria, y se ven obligadas a pedir al nuevo gobierno que no desaliente prematuramente las aspiraciones de los explotados.

Sin embargo, estas condiciones políticas momentáneamente favorables pronto desaparecerán. La experiencia de los gobiernos reformistas de Perú (Castillo) y Chile (Boric) muestran que tarde o temprano Petro se verá obligado a tomar el rumbo de la violenta ofensiva imperialista contra la vida de las masas. Lo que lo pondrá en conflicto con sus necesidades vitales.

El punto de partida de la política revolucionaria está en comprender que las tendencias objetivas de la crisis obligarán a las masas a reaccionar ante la miseria y la destrucción de los salarios, los empleos y los derechos con la acción colectiva. Es con esta comprensión que la vanguardia con conciencia de clase avanzará en la tarea de ayudar a superar las ilusiones democráticas en el nuevo gobierno, y traducir la acción instintiva de las masas en política consciente. Las bases del programa que los unificará y les permitirá dar pasos en su independencia de clase ya las pusieron ellos, cuando lucharon contra las contrarreformas antipopulares del gobierno reaccionario de Iván Duque, en 2021: aumento inmediato de los salarios; ninguna reforma de la seguridad social; ninguna medida que elimine derechos conquistados; por una educación universitaria pública y gratuita; por una renta mínima universal para los desocupados; aumento de la inversión pública en transporte y sanidad; defensa de las libertades democráticas; desmantelamiento del aparato represivo, etc. Se trata, pues, de reunirlos en un pliego reivindicativo común y proyectar así a los oprimidos con una sola fuerza contra la burguesía y su Estado.

Es construyendo el partido marxista-leninista-trotskista, vinculado a la lucha y a los organismos de las masas, y levantando la estrategia revolucionaria, que la vanguardia evitará que las masas se hundan en la apatía o en la pasividad, cuando vean caer al suelo sus ilusiones en el nuevo gobierno

(POR Brasil  – Masas nº667)

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