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Brasil: Lula justifica su candidatura en la FIESP

No es nada nuevo ni una herejía que Lula almuerce en la Federación de Industrias del Estado de San Pablo (FIESP) con grandes empresarios y banqueros. Lula ya ha gobernado durante dos mandatos para la burguesía. Tenía como vicepresidente al empresario José Alencar, dueño de Coteminas, que exprime a obreros y obreras. Y ahora tiene al ex gobernador y ex PDB Geraldo Alckmin, cuya elección fue para demostrar a los capitalistas que tendrá a su lado un hombre tallado en la política burguesa.

En la mesa del almuerzo estaban el hijo del propio José Alencar, Josué Gomes da Silva, presidente de la FIESP, y los jefes de Bradesco, Itaú, Pepsico, etc. Cabe recordar que Pepsico está cerrando una de sus unidades en São Paulo, y despedirá a cientos de trabajadores.

Según los informes, la reunión fue solicitada por el propio Lula. Esto forma parte de las reuniones ya celebradas con los principales empresarios. La posibilidad de que el candidato petista gane es grande. De forma que los empresarios están interesados en transmitir sus «preocupaciones» a Lula. Una de ellas se refiere a la reforma laboral, aprobada por el gobierno golpista de Michel Temer, con quien Lula espera una reconciliación, siguiendo una de las normas de la política burguesa, que el pasado es el pasado. Todo tipo de alianza electoral y gubernamental es válida.

En cuanto a la reforma laboral, el propio PT ya había aconsejado a Lula que no utilizara el término «revocación». Aunque el ex presidente quisiera, si fuera elegido, la burguesía no permitiría la derogación de una medida fundamental para la protección del capital, especialmente en las condiciones de empeoramiento de la crisis económica. Finalmente, Lula dejó claro que lo máximo que haría sería un ajuste en la ley, siguiendo el ejemplo de lo que hizo el gobierno socialdemócrata de España.

Entre las conversaciones, según la prensa, el presidente del PT trató de mostrar que la colaboración entre los sindicatos y los empresarios es la mejor política a seguir. En el momento en que la economía se reactiva, la población debería tener algún acceso al resultado. Lula trató así de mostrar a los pesos pesados, que en definitiva controlan el Estado, que sigue con la vieja cantilena petista de «crecimiento sostenible con distribución de la renta».

El mensaje principal, sin embargo, fue que su gobierno garantizará «la responsabilidad fiscal y la previsibilidad». En otras palabras, hará lo que sea necesario para crear un buen ambiente económico para que los capitalistas sigan explotando la fuerza de trabajo, especulando con la deuda pública y acumulando aún más capital.

Las masas pobres y miserables tienden a reconducir a Lula a la presidencia. Su experiencia con el gobierno ultraderechista y oscurantista de Bolsonaro les demuestra que se equivocaron al creer en sus promesas de elevar la tierra al cielo. El recuerdo que guardan de Lula es, en cambio, el de quien mejoró un poco el salario mínimo y adoptó la línea de «políticas sociales», siendo sus principales logros los programas «Bolsa Família», «Minha Casa, Minha Vida», «ProUni», «Reuni» y «Cotas Raciais», así como la demarcación de tierras indígenas. La situación económica mundial y nacional permitió al gobierno de Lula verter migajas de la abundante mesa de los capitalistas a las capas más necesitadas de la mayoría oprimida.

Durante el gobierno de Dilma Rousseff, la situación cambió drásticamente. La presidenta fue derrocada por el impeachment en su segundo mandato. En este marco de crisis económica y política, que la Operación Lava Jato llevó a Lula a la cárcel sobre la base de un proceso judicial escandaloso. El derrocamiento del PT y el encarcelamiento de Lula sirvieron al ascenso de la ultraderecha, encabezada por Bolsonaro, después de que el país fuera gobernado por la dictadura civil de Temer.

La crisis económica -marcada por la recesión de 2016- no fue superada. Se mantiene el estancamiento del crecimiento de las fuerzas productivas, como tendencia general de la economía brasileña. Temer y Bolsonaro han impulsado las contrarreformas más amplias y profundas de la historia económica y social de Brasil.

Las reformas laborales y de la seguridad social sólo fueron posibles gracias al periodo anterior marcado por la política de conciliación de clases del PT y de los aliados de izquierda (PCdoB, etc.). Los sindicatos y gremios han sido profundamente burocratizados, corrompidos y estatizados. Lula es la expresión social y la encarnación política de este proceso de subordinación de las organizaciones de la clase obrera a los intereses de la burguesía y del imperialismo.

La clase obrera y los demás explotados han soportado y siguen soportando las consecuencias de la pandemia, el cierre de fábricas, el desempleo, el subempleo y la caída de los salarios. El predominio de la política de conciliación de clases en los sindicatos y movimientos explica que las luchas se hayan enterrado y que los explotados se encuentren desamparados en sus organizaciones.

En la Pandemia, la burocracia sindical, sin excepción, aplicó los planes de emergencia del gobierno de Bolsonaro y del Congreso Nacional. Ante la oleada de cierres de fábricas, los burócratas maniobraron en las asambleas, para imponer los acuerdos de despido a los trabajadores, renunciando a la lucha por los puestos de trabajo y por mantener la producción

Tras superar la fase más difícil de la pandemia, las centrales y movimientos rompieron su parálisis, pero para preparar el camino a las elecciones, bajo la consigna de «Fuera Bolsonaro e  Impeachment». Una vez agotada la posibilidad del impeachment, pasaron a dedicarse a la disputa electoral, con la candidatura de Lula como motor. Bajo este movimiento, se cerraron fábricas, los despidos masivos aumentaron la tasa de desempleo, los salarios perdieron poder adquisitivo y la pobreza, la miseria y el hambre aumentaron.

La feroz campaña electoral anula las necesidades más básicas de los explotados. Este es el significado más profundo de la reunión de Lula con los capitalistas de la Fiesp. La vanguardia clasista y revolucionaria tiene en frente un combate con los partidos de la burguesía, con los reformistas electorales y con la burocracia sindical pro-capitalista, en torno a la subordinación de los oprimidos y su independencia de clase. Estas dos líneas definen las posiciones en los sindicatos y movimientos. Cada vez es más importante la agitación y la propaganda del programa de reivindicaciones de la clase obrera, el método de acción directa (huelgas, manifestaciones, etc.), la organización colectiva y la estrategia revolucionaria, que es la de la revolución proletaria.

(POR Brasil – Masas nº668)


El programa electoral de Lula es burgués

En una manifestación de selectos participantes del frente que apoya la candidatura de Lula – PT, PSB, PCdoB, Solidariedade y PSOL – se dio a conocer su segunda versión del programa electoral. La crítica de la derecha liberal es que nada ha cambiado. Los cambios del primer al segundo proyecto serían cosméticos. Al ala más izquierdista del frente electoral no le gustó el retroceso de la posición sobre la reforma laboral. La supresión de la promesa de «revocar» la maldita contrarreforma sonó como una concesión al vicepresidente Geraldo Alckmin, y a personas como Paulinho da Força, jefe de Solidariedade

Todos, desde la derecha liberal hasta la izquierda reformista, saben que si Lula gana, una vez que se siente en el sillón de la presidencia, no cumplirá su promesa de derogar la reforma laboral.

La derecha liberal está a favor de la candidatura de Simone Tebet, de la tercera vía. Y la izquierda reformista sueña con el regreso triunfal de Lula, como si fuera posible llevar a cabo reformas profundas en la economía, empezando por restaurar los viejos derechos laborales, arrancados a los asalariados en la dictadura civil de Temer. Sin embargo, la esencia de la contrarreforma laboral, que dio a los capitalistas mayor libertad para explotar la fuerza de trabajo y extraer una mayor tasa de plusvalía, no cambiará.

En cuanto a la nefasta reforma de la Seguridad Social, no hay ni la sombra de una promesa de revocarla. Pero hay una promesa de «reconstrucción de la seguridad social». La intención se resume en gravar a los más ricos, luchar contra la evasión fiscal y eximir de impuestos al consumo.

Ante la presión de sectores del gran capital para avanzar en la privatización de Petrobras, Eletrobras, Correos, Banco do Brasil y Caixa Económica, la promesa es evitarla. Dice que Petrobras se fortalecerá como empresa estatal, ampliando su ámbito de actuación y su capacidad de producción, además de adoptar una pauta de precios que no siga los condicionamientos internacionales. Promete «reindustrializar» el país y llevar a cabo la famosa «reforma agraria». En esta línea, promete «revalorizar el salario mínimo», por lo que el programa ya no promete ni siquiera duplicar su valor, como se prometió en el pasado y no se ha cumplido.

Sin duda, esta lista de promesas es diferente a la de los demás candidatos, que abrazan la causa liberal o ultraliberal. Las características del proyecto del PT y su frente electoral se identifican más con el nacionalismo, aunque limitado y temeroso.

La posibilidad de que Lula recorra el camino del nacionalismo burgués en confrontación con las fuerzas liberales y ultraliberales, es decir, francamente proimperialistas, son mínimas. Tendría que recurrir a las masas. El PT y su frente político tendrían que recurrir a las centrales, sindicatos y movimientos, movilizando las fuerzas sociales de los explotados. Esta posibilidad es casi nula, como indica la práctica de la política de conciliación de clases, opuesta a la lucha de clases.

Es con esta diferencia de rasgos nacionalistas y reformistas que el frente electoral petista espera canalizar el descontento de los explotados ante el gobierno de Bolsonaro y la desmoralización de los viejos partidos oligárquicos de la burguesía. El programa electoral de Lula es de contenido y orientación burguesa. Su naturaleza de clase no puede ocultarse. Sólo puede servir a la burguesía, y nunca a la clase obrera y al resto de los trabajadores.

Precisamente por ser burguesa, no puede cumplir sus principales promesas, que en general corresponden a la soberanía nacional, la tarea democrática de la reforma agraria y la protección de los asalariados.

El capitalismo sobrevive en las condiciones de la desintegración de sus fuerzas productivas y el avance de la barbarie social. Es imposible reformarlo. Lula, si es elegido, acabará sometiéndose a las determinaciones del imperialismo y a la voluntad de la oligarquía nacional.

La vanguardia con conciencia de clase está obligada a combatir tanto a la derecha liberal y ultraliberal burguesa como a la izquierda nacionalista y reformista, sin dejar de mostrar a los explotados sus diferencias y las consecuencias de sus políticas. Básicamente, todo el programa burgués y la línea política correspondiente se oponen al programa de reivindicaciones de los explotados, a su propia estrategia histórica, a la organización independiente y a la lucha de clases.

(POR Brasil – MASAS nº667)

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