Perú: Castillo tambalea, la derecha se fortalece
Las masas deben luchar bajo la estrategia revolucionaria frente a la crisis del poder burgués
Días después de la segunda vuelta (6 de junio de 2021), los partidos de derechistas y la burguesía peruana organizaron una ofensiva contra el presidente nacional-reformista. Estas fuerzas políticas controlan las instituciones y las principales palancas económicas del país. Así, cuando las condiciones políticas lo permitieran, podrían derrocar a Castillo mediante un golpe institucional.
A las renuncias de ministros, la ofensiva judicial contra el presidente por cargos de corrupción y los recurrentes pedidos de destitución, se suma ahora la ruptura entre Castillo y el partido que lo llevó a la presidencia (Perú Libre), que a su vez se declaró en oposición al gobierno. Esto ocurre cuando el apoyo social y popular de Castillo está cayendo en picada. Esto favorece a la derecha, que en las últimas semanas ha intensificado la ofensiva para su destitución, que ahora tiene condiciones más favorables para avanzar.
El capital monopolista no ha apoyado (hasta ahora) la destitución de Castillo. El presidente ha abandonado su limitado programa reformista de la campaña electoral y aplica las medidas que favorecen a los monopolios y al capital financiero. La garantía de la continuidad de la extracción de minerales (con salarios depreciados y venta a precios mundiales) ha favorecido los extraordinarios beneficios de la burguesía imperialista. El Jefe de Estado también ha aceptado que las universidades privadas condicionen la política educativa del gobierno, y que la Iglesia tenga poder de veto sobre sus contenidos. La reforma agraria ha sido archivada y sustituida por créditos que agravarán la insolvencia de los pequeños productores, pero que servirán para subvencionar a los terratenientes, dueños de la mayor parte de las tierras concesionadas para la producción agrícola. El aumento de los precios y la falta de insumos agrícolas, producto de la crisis y la guerra en Ucrania, han apalancado las ganancias y los ingresos de la burguesía y las oligarquías, que monopolizan el comercio interior, mientras destruyen rápidamente las condiciones de producción de los campesinos, y el consumo de los asalariados.
Las masas siguen, por tanto, sufriendo las heridas desintegradoras de la desocupación, la precariedad laboral, el congelamiento salarial, la desintegración del poder adquisitivo de los salarios y el avance de la pobreza. En estas condiciones, las huelgas y manifestaciones han ido creciendo y radicalizándose. Al levantarse en defensa de las condiciones de vida de los oprimidos, se chocan con la política pro-burguesa de Castillo, que ya ha sido calificada abiertamente como una traición por las masas que lo elevaron a la presidencia.
El gobierno pequeñoburgués es incapaz de equilibrarse entre las fuerzas sociales antagónicas que lo rodean. Las tendencias de la crisis y sus consecuencias en la vida de las masas lo obligarán a apoyarse aún más en la burguesía, lo que condiciona su permanencia en el gobierno. Y profundizarán aún más el abismo entre su permanencia en el gobierno y las necesidades vitales de las masas.
Si el golpe institucional tiene éxito, la crisis se resolverá a favor de la burguesía y en contra de los intereses de los explotados. La ausencia de la dirección revolucionaria del proletariado es el principal factor político e histórico que impide que el resultado de la crisis del régimen burgués abra el camino a la revolución social.
En todo caso, la desagregación del gobierno es favorable para que la vanguardia con conciencia de clase cumpla la urgente tarea de construir el partido marxista-leninista-trotskista. Se trata de ayudar a las masas a traducir su rechazo al gobierno impostor mediante la lucha por el programa de reivindicaciones de la mayoría oprimida y la propaganda de la estrategia socialista.
(POR Brasil – Masas nº668)