¡Fuera Estados Unidos de Taiwan! ¡Fuera el imperialismo de Asia!
No bien concluía la Cumbre de la OTAN en Madrid, apenas después de que Biden fuera a Oriente Medio para formar una alianza con la monarquía saudí contra Rusia, China, Irán y Siria, la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU, Nancy Pelosi, pisó suelo taiwanés, en un claro gesto de provocación hacia el gobierno chino. Una provocación que tenía el contenido expreso de negar la ascendencia de China sobre el territorio taiwanés.
La Cumbre de Madrid se celebró a raíz de la guerra en Ucrania. Sirvió para revisar el Plan Estratégico de este brazo armado de Estados Unidos en Europa, creado tras la Segunda Guerra Mundial en abril de 1949. Se destacan dos puntos: la ampliación de su capacidad militar y la extensión de su acción a Asia. Esto significa aumentar la escalada militar y las tensiones internacionales hasta niveles similares a los de una situación previa a la guerra mundial.
Evidentemente, el recrudecimiento de las tendencias bélicas, encarnadas por el imperialismo, bajo la hegemonía estadounidense, ya se estaba produciendo antes del inicio de la guerra en Ucrania. Fue precisamente el avance del cerco de la OTAN sobre Rusia lo que desencadenó el enfrentamiento, que estalló el 24 de febrero de este año. China se vio obligada a ponerse del lado de Rusia, aunque en una alianza informal. Estados Unidos presionó al gobierno chino para que no enviara armas al gobierno ruso, y fue escuchado. El imperialismo podía suministrar armamento de última generación al gobierno de Ucrania, mientras que China tenía que contenerse en la esfera comercial y diplomática, ante un aliado que necesitaba y necesita armas.
Esta imposición puso de manifiesto la prepotencia de Estados Unidos y el temor de China a tener que enfrentarse a la furia estadounidense. Sin embargo, el gobierno de Biden permitió que la demócrata Nancy Pelosi creara una amenaza internacional para el gobierno de Xi Jinping, violando la soberanía de China sobre Taiwán.
La reunión de la representante estadounidense con la presidenta Tsai Ing-wen, del Partido Democrático Progresista de Taiwán (PPD), se saldó con una declaración de apoyo a la separación e independencia de China. Se deduce que Biden y la burguesía estadounidense han decidido hacer caso omiso de la «Ley de Relaciones con Taiwán» de 1979, aprobada por el Congreso de Estados Unidos, que reconoce la ascendencia de China sobre la Isla del Estrecho de Formosa. También pisotea la decisión de la ONU de 1971, que dejó de reconocer a Taiwán como Estado independiente y soberano.
Se puede ver que los acuerdos imperialistas con China, realizados en las condiciones en que el gobierno chino impulsaba el proceso de restauración capitalista iniciado en los años 70, ya no sirven para regular las relaciones que dieron a China el derecho formal sobre Taiwán. Sucede que Taiwán nunca ha dejado de estar bajo la influencia de Estados Unidos, desde que el Partido Nacionalista Kuomintang de Chiang Kai-shek se refugió en la isla de Formosa, que pasó a llamarse Taiwán, como resultado de su derrota por la revolución social, dirigida por el Partido Comunista Chino, bajo el liderazgo de Mao Tse-Tung. Por tanto, Taiwán no se integró en las transformaciones revolucionarias, antiimperialistas y anticapitalistas.
El Kuomintang estableció relaciones de producción capitalistas bajo la dependencia de las potencias imperialistas. En marzo de 1996 se celebraron elecciones presidenciales directas. Esto llevó a China a disputar y movilizar flotas en el Estrecho de Formosa. Estados Unidos reaccionó con su poderío naval. En ese momento, el imperialismo dejó claro que no permitiría que China ejerciera su soberanía, frente a un Taiwán estratégico para los intereses estadounidenses en Asia, y fundamentalmente frente a la propia China.
Las buenas relaciones entre los dos países se habían establecido sobre la base de la voluntad del gobierno chino de abrir sus fronteras nacionales a la penetración del capital multinacional y de impulsar la restauración capitalista. El «Plan de Reforma y Apertura» de 1978 fue asimilado por Estados Unidos y sus aliados, bajo el cálculo de subordinar a China a la órbita del imperialismo. Sin embargo, su proyección económica internacional, su dominio de la alta tecnología en áreas sensibles para Estados Unidos y su entrada en el club de países con armas nucleares, situaron a China como un obstáculo para el mantenimiento de la hegemonía estadounidense.
La Primera Guerra Mundial logró el reparto del mundo como resultado de las contradicciones del capitalismo en la época imperialista. No los resolvió. Con la Segunda Guerra Mundial se produjo una nueva y aún más amplia partición. Las contradicciones se mantuvieron, y la crisis mundial, hoy, lleva al imperialismo a un camino mucho más peligroso, por la necesidad de una nueva partición, que implica derrocar a China, Rusia y todos los países aliados a ellos. Esto sigue siendo una tendencia, pero avanza a un ritmo más rápido que en décadas pasadas.
La declaración del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional dice: «El CERCI ha estado llevando a cabo una campaña internacionalista por el fin de la guerra en Ucrania, bajo la directriz de que la tarea es unir a la clase obrera en torno a las banderas y tareas revolucionarias. Los acontecimientos han demostrado lo acertado de la defensa del desmantelamiento de la OTAN y de todas las bases militares estadounidenses en Europa; la revocación de todas las sanciones económico-financieras a Rusia; por la autodeterminación, la integridad territorial y la retirada de las fuerzas militares rusas de Ucrania. Añaden: ¡Fuera Pelosi de Taiwán! ¡Repudio a la provocación imperialista!
Obreros, campesinos y demás trabajadores, el único camino para detener la ofensiva imperialista contra China y Rusia y frenar el curso de la guerra es el de la revolución, que ponga al proletariado en el poder y fortalezca el internacionalismo comunista».
POR Brasil – Massas 670, editorial, 7 de agosto de 2022