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No defendemos la democracia burguesa

Ante el atentado contra Cristina Kirchner la mayoría de las organizaciones políticas y sindicales, la mayoría de los manifestantes se ha pronunciado en “defensa de la democracia”.

Siempre se habla de democracia en general, sin mencionar su contenido de clase.  Los revolucionarios somos absolutamente claros: la democracia burguesa es un régimen de explotación, es la dictadura de la burguesía, en la que el poder sigue en las mismas manos que bajo la dictadura más sanguinaria. Dictadura y democracia se continúan. Existe una continuidad de intereses, sólo cambian las formas de dominación. Esta definición molesta a la gran mayoría, pero no podemos dejar de decirlo. La izquierda omite pronunciarse sobre el tema. No confundimos democracia con libertades democráticas, que deben ser defendidas. Luchamos por una verdadera democracia, que sea producto de la revolución social, de la expropiación de los grandes medios de producción, donde los hasta ayer oprimidos decidan cómo organizar y planificar la economía para su propio beneficio.

Rechazamos que nos digan que sólo se puede elegir entre democracia y dictadura militar, que nos exploten, empobrezcan, saqueen, desocupen, pero sin que nos apunten directamente con los fusiles. Bajo esta democracia se ha producido la mayor entrega y el mayor retroceso en las condiciones de vida y de trabajo. Bajo esta democracia suman decenas los muertos por rebelarse, suman cientos los presos y miles los procesados por luchar, muchísimos con causas inventadas o apoyadas en normas de la dictadura, se criminalizan todas las formas de protesta y lucha popular y para eso cuentan con su Justicia, sus espías y sus esbirros de uniforme o de civil.

Esta democracia es la del “punto final”, la “obediencia debida”, los “indultos”, “el 2×1”, etc. que sólo pudieron ser revertidos con la gigantesca movilización popular. La impunidad sigue vigente para miles de represores y fundamentalmente para la burguesía que ordenó y financió el golpe, para los burócratas que entregaron a nuestros compañeros, para las cúpulas eclesiásticas que bendijeron el genocidio, la apropiación de cientos de niños que aún no recuperan su identidad, las violaciones y para los medios de comunicación que fueron un soporte necesario para la dictadura, que obtuvieron ventajas económicas por su servicio y que hoy dominan el país.

Con todos ellos no hay nada que negociar, nada que conciliar, en todos ellos seguimos encontrando la raíz de la violencia que se sacude sobre nosotros cada día. La llamada “convivencia democrática” es que nos resignemos, que no nos rebelemos frente a ellos. Y que logremos la “unidad nacional”. No habrá convivencia hasta que terminemos con ellos. Ellos tienen plena conciencia cuando dicen “o ellos o nosotros”, su política sigue siendo aplastarnos, quitarnos hasta el último derecho. Ellos son expresión de la acelerada descomposición y pudrición capitalista.

No dejemos que sigan envenenando a la mayoría con la “defensa de la democracia”, el “consenso democrático”, la “convivencia” y la “conciliación”, que buscan anestesiarnos, paralizarnos frente a la bestia opresora. Ellos buscan imponer por todos los medios sus políticas. El gobierno se derechiza cada vez más y les concede todo lo que reclaman, y se suma a los planteos que culpan a los pobres y hambrientos de sus propias calamidades y que encima se animen a protestar.

La Justicia no se puede reformar, de ella sólo se pueden esperar más palos, más agresiones. Sólo la movilización popular puede imponer la vigencia de todas las libertades democráticas, y desprocesar y descriminalizar a todos los luchadores. Tiene un enorme valor la respuesta espontánea de cientos de miles que se empezaron a movilizar para expresar primero su repudio a la persecución y ahora contra el atentado. Tiene que servir para levantar la guardia, para exigir a las centrales sindicales el paro y el plan de lucha por las libertades y para enfrentar de conjunto las políticas de ajuste contra los oprimidos.

Bajo la democracia se incuban las bandas de ultraderecha, fascistas, que buscan el choque contra las organizaciones sindicales y sociales, contra su organización y movilización y pasan del discurso a la acción. Buscan liquidar todas las libertades y todos los derechos. Esa es la tendencia en todo el mundo ante la descomposición del capitalismo que lleva también a la derechización de los gobiernos que no pueden satisfacer los reclamos populares y avanzan con ajustes y ataques a las masas. En algunos países de Latinoamérica se expresa en una creciente violencia criminal contra los luchadores y quienes tratan de expresarlos.

El atentado contra Cristina Kirchner es un atentado contra las libertades democráticas. Ya sabemos que defiende el sistema capitalista, que pagó la deuda externa, que lo llevó a Fernández y a Massa al gobierno, pero no se puede desconocer que expresa a un sector político con amplio respaldo popular y que es por eso la persiguen y proscriben, para descabezar a ese sector.

 

(nota de MASAS nº421)

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