América Latina: Enfrentar la crisis del capitalismo con la política de la clase obrera, que debe entroncar con las rebeliones populares que ya se aproximan
Manifiesto del V Congreso del CERCI
La descomposición y la podredumbre capitalistas se descargan brutalmente sobre las espaldas de la mayoría oprimida. La pandemia ha demostrado que los gobiernos ni siquiera pueden velar por la salud de las masas. Cientos de miles de muertes lo demuestran. Y también mostró su preocupación por salvar a las empresas antes que a la vida, destinando a ellas recursos extraordinarios. Ni así han dejado de despedir y suspender a los trabajadores, bajar los salarios, quitar derechos y cerrar empresas. Los capitalistas aprovecharon la política de aislamiento social de los gobiernos y la paralización de las organizaciones sindicales. Cuando los estragos de la pandemia estaban terminando, comenzó la guerra en Ucrania y sus efectos también recayeron sobre los oprimidos, con alimentos y energía sobrevalorados, potenciando la inflación y agravando las tendencias recesivas de la economía. La pobreza, el desempleo y el hambre siguen creciendo, junto con los peores flagelos de la barbarie que avanza.
Pero la crisis es anterior. Viene de la enorme crisis financiera internacional de 2007/8. Y aún antes, de la aplicación furiosa de los planes más agresivos del imperialismo para destruir los derechos laborales, saquear los recursos, endeudar a nuestros países, reprimarizar las economías. Lo que se conoció como neoliberalismo, promoviendo la mayor concentración, centralización y transnacionalización del capital. En América Latina es donde más han avanzado estas políticas, especialmente desde la dictadura de Pinochet en Chile, cuyo modelo debeía ser imitado. El imperialismo busca permanentemente descargar sus crisis sobre las semicolonias, cargando aún más las penurias de las masas, lo que no es suficiente. Repetidamente, las potencias avanzan con nuevos ataques, nuevos ajustes. La sumisión colonial de nuestros países es insoportable.
La bancarrota del imperialismo ha agravado la guerra comercial, especialmente desde el gobierno de Trump, que se ha convertido en una guerra militar. Y tiene consecuencias para nuestros países. Estados Unidos quiere recuperar el control casi total que tenía sobre el continente. Se vivió trágicamente la pandemia, tratando de imponer sus vacunas y bloqueando la entrada de vacunas rusas y chinas. EE.UU. busca alinear a todos los gobiernos detrás de sus intereses, provocando todo tipo de conflictos. El avance de las tendencias hacia una Tercera Guerra Mundial tendrá consecuencias catastróficas para nuestros países.
Si la barbarie ha podido avanzar es por el miserable papel de las direcciones sindicales y políticas de las masas, no por falta de voluntad de lucha. Las direcciones nacional-reformistas, estalinistas y socialdemócratas se han adaptado a las presiones del imperialismo y han renunciado a la lucha de clases. Todos se incorporaron, de un modo u otro, al democratismo, al legalismo. Los sectores más combativos fueron aislados y reprimidos.
El capitalismo de la época imperialista es un capitalismo de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones. Sus fuerzas productivas están en total contradicción con las relaciones de producción, basadas en la gran propiedad privada y limitadas por las fronteras nacionales. Esta condición estructural, como última fase del desarrollo capitalista, ha dejado atrás su etapa anterior en la que era posible para la burguesía llevar a cabo reformas económicas, políticas y sociales. Por eso los gobiernos que se pretenden reformistas en América Latina fracasan, acaban sometiéndose al imperialismo y chocando con las masas oprimidas. Sobre la base de las experiencias con el reformismo, la vanguardia consciente ayuda al proletariado a emanciparse de todas las variantes de la política burguesa y a marchar al frente de la mayoría oprimida hacia la conquista del poder y el establecimiento de un gobierno obrero y campesino, expresión gubernamental de la dictadura del proletariado.
Las masas buscan todas las formas de reaccionar, superando bloqueos y limitaciones, apelando a su organización y métodos de lucha. Enormes luchas populares como las de Chile, Ecuador, Colombia y Bolivia, que chocan constantemente con el mismo obstáculo, las ilusiones de que es posible transformar y reformar este sistema, este régimen político. Esto con promesas de redistribución de la renta, mejores presupuestos, mayores derechos civiles, limitación de la voracidad de las multinacionales, etc. La desilusión no tarda en llegar, y de nuevo las masas vuelven a la lucha.
Los gobiernos recurren a la represión contra los que resisten, contra sus luchas, combinándola con la persecución judicial, la criminalización de los movimientos y de los luchadores y la intervención en sus organizaciones. La tendencia es la derechización de los regímenes políticos, ante la incapacidad de la burguesía de satisfacer las demandas más urgentes. El V Congreso del CERCI orienta a sus secciones y a la vanguardia combativa a prestar la máxima atención a la persecución política y sindical de quienes luchan contra los gobiernos y sus políticas antiobreras y antipopulares.
Las formas democráticas no pueden contener la revuelta popular durante mucho tiempo, porque las condiciones de vida y de trabajo empeoran cada día y ya no hay confianza en que vayan a mejorar en un futuro próximo. Así que los explotadores empujan a las masas a resistir. No hay forma pacífica y conciliadora de resolver las demandas más urgentes de las masas. El capitalismo sólo puede garantizar más hambre, miseria y desempleo. No hay forma de invertir esta tendencia. Las vías electorales, parlamentarias y constituyentes son una trampa que engaña, desmoviliza y frustra a las masas en lucha.
Las masas chocan cada vez más rápidamente con las ilusiones alimentadas por los discursos izquierdistas y nacional-reformistas. La reciente experiencia en Chile, con el voto contra la Constitución, es en buena medida un rechazo a la política proimperialista del gobierno de Boric y a la farsa constitucional de intentar hacer creer que es posible reformar la Constitución y derrocar la de Pinochet, sin liquidar antes sus bases materiales (la gran propiedad en manos de un puñado de familias y el capital multinacional). El rápido descenso del apoyo popular a Boric se expresa en el resultado de la votación. Y anticipa una crisis aún mayor del gobierno.
Por eso insistimos en que no se debe confiar en los gobiernos que se presentan como antineoliberales y son incapaces de enfrentarse a la gran propiedad multinacional. Un próximo gobierno del PT en Brasil no podrá hacer ni siquiera las pequeñas concesiones que hizo en su anterior experiencia. En todos estos procesos es visible la ausencia o la debilidad de la dirección revolucionaria de las masas, porque hay condiciones extraordinarias para avanzar en este campo, en la construcción del partido revolucionario. Gran parte de la izquierda, incluida la llamada izquierda trotskista, ha sido arrastrada al electoralismo, para apoyar a los candidatos burgueses, siempre en nombre de la prevención de un mal mayor, su voto a Boric, o antes a Haddad en Brasil, o a Castillo en Perú, o su apoyo al MAS en Bolivia y su permanente exigencia de constituyentes son prueba del abandono de la estrategia política de la clase obrera.
Es necesario ayudar a las masas a superar el democratismo, a confiar en su propia fuerza, en sus propios métodos de lucha, en su propia organización, en su propio programa de reivindicaciones y en su propia estrategia política. No hay nada que esperar del agotado nacional-reformismo, incapaz de resolver los problemas más urgentes de las masas y que ha acabado de rodillas ante el capital financiero. Es necesario conquistar la independencia política y sindical, romper con las políticas de conciliación de clase. Las direcciones sindicales que controlan la mayoría de las centrales y los sindicatos son tributarias de estas posiciones políticas, transmisores de la política burguesa en su interior.
Es hora de resolver la construcción de la dirección revolucionaria, del partido, que exprese conscientemente la rebelión de las masas, que pueda transformar su experiencia de lucha en un programa que encarne la revolución y dictadura proletaria. Ese partido será marxista-leninista-trotskista.
Debemos intervenir en los movimientos desde la base, por el salario, las pensiones, para acabar con la desocupación, contra toda forma de precarización laboral, ayudándoles a formular reivindicaciones, politizándolas, avanzando en su organización independiente y aplicando los métodos de acción directa de las masas, en coordinación con los distintos sectores y sumándolos a la lucha antiimperialista, para liberar nuestros países, para dejar de ser semicolonias. Una lucha que necesariamente debe ser dirigida por la clase obrera, que es, consecuentemente, antiimperialista y anticapitalista. Es decir: la lucha por la expropiación de los monopolios multinacionales, contra el pago de la deuda externa, la intervención del FMI y del Banco Mundial; por recuperar los yacimientos, los mares, las telecomunicaciones, las fuentes de energía y su distribución, por acabar con los terratenientes y los banqueros; contra el aumento permanente del precio de la energía, el agua y los alimentos. Implantar un sistema estatal único y gratuito de salud y educación.
Repetimos, no existe una vía alternativa a la revolución social, que acabe con la dictadura del capital, con su Estado, y ponga los medios de producción al servicio de la gran mayoría, hoy empobrecida y empujada a la barbarie.
El programa de la revolución proletaria tiene como fundamento que por su forma es nacional, pero por su contenido es internacional. El CERCI orienta y combate en la lucha de clases bajo la bandera de los Estados Unidos Socialistas de América Latina.
A la vanguardia con conciencia de clase le corresponde luchar con todas sus fuerzas para superar la profunda crisis de dirección. El V Congreso del CERCI tiene como guía e instrumento el Programa de Transición de la IV Internacional, aprobado el 3 de septiembre de 1938. Después de 84 años, sus fundamentos marxistas-leninistas-trotskistas se mantienen con toda su vitalidad frente al capitalismo en decadencia. El esfuerzo por construir partidos revolucionarios debe dirigirse a su aplicación en las condiciones de la lucha de clases en cada país y en el marco internacional. Nuestro objetivo histórico es reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Socialista, la Cuarta Internacional.