Siete meses de guerra en Ucrania: Nuevos pasos de agravamiento de la crisis en Europa y en el mundo
¡La necesidad de que la clase obrera se levante con su propio programa es urgente!
POR Brasil – Masas 674, editorial – 3 de octubre de 2022
Desde el principio de la intervención militar de Rusia en Ucrania, el 24 de febrero de 2022, estaba claro que no sería un conflicto fácil y rápido de resolver. Esto se debe a que involucró a los Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN. Los altos intereses del imperialismo se manifestaron en las condiciones d profundización de la crisis mundial, que se agravó a partir de 2008-2009.
Los factores y tendencias bélicas que despedazaron a Oriente Medio y países de Asia, como Afganistán, se han trasladado a la región bajo control de la Federación Rusa, resultado de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y al Indo-Pacífico, donde el principal problema de Estados Unidos radica en la proyección económica de China, y en la disputa por el dominio de Taiwán.
En estas condiciones, Ucrania se ha convertido en el eje de la nueva etapa de la crisis mundial. En 2004 se vio arrastrado por las presiones del imperialismo, por un lado, y por la necesidad de que Rusia lo mantuviera bajo su guarda, por otro. El hecho de que la oligarquía restauracionista ucraniana derrocara al gobierno pro-ruso e instalara un gobierno pro-Unión Europea, estableció una división interna en el país, y potenció el enfrentamiento que se venía desarrollando entre el imperialismo desde hacía tiempo, pero que adquirió nuevas dimensiones tras la desintegración de la URSS. Uno de los primeros síntomas de este proceso de crisis culminante fue la aparición de un movimiento separatista en la región de Donbass, y la anexión de Crimea y Sebastopol por parte de Rusia en marzo de 2014. Seis meses después, se firmó el Acuerdo de Minsk, cuyos términos pretendían poner fin a la guerra civil, que se había instalado en el este y el sur de Ucrania.
Estaba claro que en el territorio ucraniano se estaban desarrollando antagonismos entre las potencias occidentales y Rusia. Los dos acuerdos de Minsk de 2014 y 2015 fracasaron desde el principio. El factor fundamental era que Estados Unidos y la Unión Europea estaban decididos a incorporar a Ucrania lo antes posible, sacándola de la órbita de Rusia. Lo que posibilitaba que se convirtiera en miembro de la OTAN. Así, se establecia una protección militar ante Rusia. Más que establecer un baluarte bélico, el imperialismo daría un paso importante en su viejo objetivo, establecido desde la «Guerra Fría», contra la URSS, de fortalecer el cerco a Rusia. El fracaso de los acuerdos de Minsk, y la persistencia de Zelensky de seguir las órdenes de Estados Unidos de reaccionar ante los objetivos de Rusia de mantener el dominio sobre Ucrania desde Crimea y el Donbass, dieron lugar al dramático 24 de febrero.
La guerra ha demostrado estar más cerca de lo que el gobierno de Putin podría haber imaginado. Estados Unidos puso todo su empeño en alimentar la capacidad financiera y militar del gobierno ucraniano para resistir a las fuerzas rusas, así como en aislar a Rusia todo lo posible, económica, militar y diplomáticamente. Tras la rápida retirada de las tropas rusas de los alrededores de Kiev, la guerra se centró en el objetivo de ocupar la región del Donbass, estratégica tanto para Rusia como para Ucrania, no sólo por su desarrollo industrial, sino también por la salida al Mar Negro. Si el objetivo inicial de Putin de ganar la guerra rápidamente e imponer las condiciones de una paz que impidiera a Ucrania rendirse por completo a la Unión Europea no podía ser alcanzado, la solución pasó a ser el control de Donbass y su incorporación a Rusia. Este es el acontecimiento más significativo de estos siete meses de guerra.