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Brasil: segunda vuelta electoral

Llamado del Partido Obrero Revolucionario a los trabajadores y a la juventud oprimida

21 de octubre de 2022 

Quedan pocos días para la segunda vuelta de las elecciones. La feroz polarización por los votos de la población en la primera vuelta se ha convertido en una auténtica guerra del todo vale. Reinan las mentiras, las falsificaciones, los engaños, las promesas, el uso de la maquinaria del Estado, las amenazas de los empresarios a sus empleados, la amplia financiación de las campañas y la predicación en las iglesias. Esta montaña de desechos, basura y estiércol es arrojada en gigantescos containers sobre la población, para dividirla entre dos candidatos que sirven a la preservación del capitalismo en descomposición y los intereses de la clase burguesa, principalmente el capital financiero, industrial, agrario y comercial. Así se ha creado una gran división entre la mayoría oprimida. Quien manda, en última instancia, en las elecciones es la minoría capitalista, que explota y exprime a la inmensa mayoría de los brasileños.

Entre la minoría explotadora se generó una división política debido a la crisis económica, la recesión, el estancamiento o el bajísimo crecimiento. En medio de las elecciones, salieron a relucir los choques de intereses entre grupos económicos que necesitan mantener la brutal explotación del trabajo, la rentabilidad y la acumulación de riqueza. Los capitalistas utilizan y necesitan al Estado, a los gobiernos y a los parlamentarios para dirigir sus negocios. Son verdaderos parásitos de la País, de las arcas públicas, de los bancos estatales y de la deuda pública.

El presidente de la República, los gobernadores, los alcaldes, los senadores, los diputados y los concejales deben, en su conjunto, servir a la gobernabilidad del capital, es decir, a los negocios de los banqueros, los industriales, los terratenientes y los comerciantes. Pero ante la crisis económica, la clase capitalista está dividida en intereses particulares. Entre los banqueros, industriales, agroindustriales y comerciantes surgen desacuerdos en cuanto a las medidas del gobierno, que pueden favorecer a unos más que a otros. En una situación de alta inflación, aumento de los tipos de interés, alto y persistente desempleo, explosión de la pobreza, disminución de la capacidad de consumo de la población, aumento de la morosidad entre la población, cierre de miles de fábricas, presión del mercado mundial, mayores exigencias de los monopolios y una guerra en Europa, como está ocurriendo en Ucrania, todo esto provoca inestabilidad y divisiones en el seno de la clase capitalista.

Por eso, los mismos capitalistas que se unieron para derrocar el gobierno petista de Dilma Rousseff, imponer la dictadura civil de Temer en el país y elegir a Bolsonaro para la presidencia de la República, se dividen ahora entre Lula y Bolsonaro. Los banqueros, industriales y terratenientes se unieron para apoyar a los gobiernos de Temer y Bolsonaro, que irían a imponer a la clase obrera y a los demás explotados la reforma laboral, las leyes de tercerización, la reforma previsional, al mismo tiempo que aumentaban los subsidios a los capitalistas.

En la pandemia también hubo una gran división en la clase burguesa sobre las vacunas, las hospitalizaciones y la aplicación de medidas económicas. El gobierno de Bolsonaro prácticamente naufragó, golpeado por la incapacidad de proteger a las masas y el fuego concentrado de la oposición, que lo caracterizó como «negacionista» y «genocida». En todos estos casos, los gobernantes acabaron descargando la crisis sobre la mayoría oprimida. Y a su vez, la oposición burguesa – que estaba bajo el mando del gobernador Doria (PSDB) y que contaba con el apoyo de la burocracia sindical, vinculada al PT, Solidariedade, PCdoB etc., que comandan la CUT, Força Sindical, CTB, UGT etc. – formaba parte de la política de mantener a los explotados desmovilizados y sometidos a las disputas entre los gobernantes.

En ese momento de trágica travesía para la familia trabajadora, los sindicatos tenían sus puertas cerradas en nombre del «aislamiento social». Las divergencias entre el gobierno de Bolsonaro y la oposición burguesa no se tradujeron en la protección de las masas. Los explotados han soportado la carga de unas 700.000 muertes, han sido golpeados por el desempleo, el subempleo y la informalidad y han sido empujados al precipicio de la miseria y el hambre.

El movimiento «Fora Bolsonaro e Impeachment» -organizado por las centrales, los sindicatos y los partidos de la oposición, con el PT a la cabeza, después de que se enfriara la pandemia- no fue para unir a los explotados en un movimiento nacional de defensa del empleo, el salario, los derechos laborales, la salud y la vivienda. No fue para derribar las contrarreformas laborales y de seguridad social. No se trataba de acabar con la subcontratación y la informalidad. No se trataba de enfrentarse al cierre de fábricas. El movimiento «Fuera Bolsonaro» fue un medio para allanar el camino hacia las elecciones.

Hemos llegado así a la guerra por el voto de los pobres, miserables y hambrientos. Lula y Bolsonaro tomaron la división política de la burguesía en la familia de la clase obrera, las fábricas, las tiendas, las escuelas, los barrios empobrecidos y las favelas. Los aparatos del Estado, de las instituciones privadas y de las iglesias se han puesto a toda máquina al servicio de la polarización, como si la contienda electoral por el poder presidencial tuviera su origen en las necesidades de la mayoría oprimida. La carrera por el voto se dirigió a las mujeres, a los estratos sociales más pobres, a los evangélicos y a los católicos, a los nordestinos y a los sureños, a los negros y a los blancos; en definitiva, se planeó para regimentar a la mayoría oprimida detrás de una u otra candidatura. Para ello, se gastaron millones de los Fondos Electorales y del Partido, y de las abundantes aportes de ricos empresarios.

Se ha formado una atmósfera contaminada y venenosa de tipo bolonarista-religioso contra el derecho al aborto. Se ha formado un ambiente conservador y reaccionario a favor de una ley para reducir la edad de responsabilidad penal, para castigar más duramente a los jóvenes y a los niños delincuentes. La sexualidad ha sido sometida descaradamente a la religión. Se fomentaron todo tipo de prejuicios. Se mintió abundantemente sobre el racismo. Y se defendió la violencia policial como si fuera una ventaja para la población.

El PT, que se proclama reformista y progresista, se vio envuelto en esta atmósfera político-religiosa, y se mostró incapaz de combatir el patriarcado religioso y el oscurantismo de su adversario electoral. Lula se plegó al imperio del voto. Acabó publicando una Carta a los Evangélicos, situándose en el campo, sobre todo, de la opresión de las mujeres. En el fondo de la ideología burguesa sobre la discriminación está la opresión de clase que sufre la inmensa mayoría, que proviene de la explotación capitalista del trabajo, y de la concentración de la riqueza en manos de la minoría, por un lado, y de la gigantesca pobreza y miseria de la mayoría, por otro.

El PT y Lula, al negarse a defender el derecho al aborto, garantizado y protegido por el Estado, se han sometido a una de las manifestaciones más odiosas de la opresión que sufre la mujer trabajadora. Ciertamente, esta posición típica de los capituladores no es nueva. La promesa de que el gobierno del PT resolverá uno de los grandes problemas económicos de la discriminación -la desigualdad salarial por igual trabajo entre mujeres y hombres- sirve de poco para ocultar esta capitulación. Los reformistas son incapaces e inconsecuentes ante la necesidad de organizar a los explotados contra todo tipo de opresión de clase.

El capitalismo en descomposición impulsa las tendencias más reaccionarias y oscurantistas frente a todas las manifestaciones discriminatorias, que recaen sobre los explotados. Y ninguna variante de la política burguesa puede contrarrestar eficazmente las innumerables manifestaciones de la opresión social apoyándose en la lucha de las masas contra la minoría opresora. Esta es una tarea que la clase obrera debe tomar en sus manos. Ningún gobierno burgués combatirá las discriminaciones inherentes a la explotación capitalista del trabajo. La ideología religiosa de la ultraderecha bolsonarista se asienta en esta base socioeconómica, al servicio de una de las fracciones burguesas y pequeñoburguesas más proclives a la política dictatorial y fascistizante. Lo fundamental, sin embargo, es la evidencia de que el PT y Lula se han mostrado impotentes para romper la espina dorsal de la ultraderecha, que de momento se identifica con el bolsonarismo. Este es uno de los peligros más visibles de las ilusiones democráticas de los explotados en las elecciones.

Las promesas de Lula, por pequeñas que sean, no se pueden cumplir. Los obstáculos económicos al crecimiento no lo permiten. Si Bolsonaro gana, continuará con los ataques a los derechos laborales básicos y la protección de los sectores capitalistas, como ya venía haciendo. En este sentido, la diferencia entre un gobierno de Lula y Bolsonaro será de apariencia y de grado. Básicamente, la clase obrera, los demás explotados y la juventud seguirán soportando el peso de la descomposición del capitalismo, que es de orden mundial. Las diferencias en cuanto al funcionamiento de la democracia oligárquica no decidirán la necesidad de que la burguesía sacrifique aún más fuerza de trabajo en beneficio del capital.

No hay otra forma de enfrentarse a estas variantes de la política burguesa que la de la lucha organizada y unida de la clase obrera y la mayoría oprimida. Este llamamiento del Partido Obrero Revolucionario (POR) -para que los explotados no se fíen de las elecciones, confíen en sus propias fuerzas, luchen por su propio programa de reivindicaciones, exijan la independencia de los sindicatos de la política burguesa y voten nulo- se desarrolló en la primera vuelta de las elecciones. En estos momentos finales de la disputa entre Lula y Bolsonaro, el POR afirma y reafirma este llamado. El POR tiene la certeza de que fue un acierto utilizar la plataforma de las elecciones, para mostrar el camino de la independencia política y organizativa de los oprimidos, frente a la disputa electoral por la sustitución de un gobierno burgués por otro, o por el continuismo.

Nos reafirmamos en el programa que hemos defendido desde el inicio de la disputa electoral. Estos son:  1) reducción de la jornada laboral, sin reducir los salarios; 2) vuelta a la contratación directa por parte de las empresas. Fin de la tercerización. Efectivización inmediata de los trabajadores tercerizados. Ningún trabajador precarizado; 3) aplicación del salario mínimo vital, calculado en función de las necesidades reales de la familia obrera. Reajuste automático de acuerdo con el aumento del costo de vida; 4) aumento general de los salarios; 5) derogación de la reforma laboral de Temer y de la reforma previsional de Bolsonaro; 6) creación de un programa de vivienda popular, controlado por los propios trabajadores; 7) estatización del sistema de salud privado y constitución de un sistema de salud único, público y gratuito; 8) fin de las privatizaciones y restructuración bajo control obrero de la producción; 9) por un poder de los propios explotados, por un gobierno obrero y campesino.

Trabajadores y jóvenes oprimidos, luchemos por este programa, con nuestra fuerza y nuestra capacidad de movilización. Ninguna ilusión en las elecciones. Anule su voto en defensa de la independencia de clase. Por la construcción del Partido Obrero Revolucionario (POR).

  

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