Brasil y la guerra en Ucrania

El encuentro de Lula con Biden consta de un punto fundamental, que es la exigencia de Estados Unidos de que Brasil se alinee con la coalición, y por tanto con la OTAN, en su esfuerzo bélico contra Rusia, que se libra en suelo ucraniano. La posición de neutralidad a la que aspiran el recién nombrado gobierno y el Partido de los Trabajadores (PT) será cuestionada en la reunión que se celebrará en la Casa Blanca.

La reciente visita del canciller alemán, Olaf Scholz, a Brasil, tuvo como objetivo discutir con Lula el envío de municiones para los tanques Leopard, y evidentemente un alineamiento con la coalición imperialista encabezada por Estados Unidos. La noticia de que Lula no accedió a la petición de Scholz vino acompañada de la información de que el gobierno brasileño tendía a la neutralidad y a la posición de servir de mediador entre las partes en conflicto.

Pero el canciller aleman consiguió que Lula cambiara su versión de los hechos. Anteriormente, Lula había justificado, en cierto modo, la invasión de Ucrania por Rusia, debido al asedio sufrido por la OTAN. Ahora, el presidente brasileño ha cambiado su versión de la historia, eximiendo de responsabilidad a Estados Unidos y a su coalición europea. Es con esta nueva fisonomía que Lula escuchará la propuesta de Biden de alinear a Brasil detrás de las fuerzas imperialistas que han hecho de Ucrania carne de cañón.

Es muy probable que sea cierta la noticia de que se ofrecerá al gobierno brasileño la propuesta de activar las relaciones comerciales en torno a la industria militar y la producción de productos de alta tecnología, vinculando a Brasil a las cadenas de producción avanzada controladas por los monopolios norteamericanos, como es el caso de los semiconductores. La Base de Alcântara, que ahora es utilizada por Estados Unidos, sigue siendo una incógnita en el juego de presiones, que pasa por la guerra comercial de Norteamérica contra China y el nuevo impulso a la escalada militar dado en las condiciones de la guerra en Ucrania.

Poco antes de la reunión de Lula con Biden, un caza derribó un globo chino que sobrevolaba territorio estadounidense. Según las autoridades chinas, el artefacto había perdido su rumbo. El Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, canceló un viaje a China, y Biden propagó la idea de que Estados Unidos había sufrido una violación de su soberanía. Este episodio muestra el recrudecimiento de la guerra comercial emprendida por el Estado estadounidense contra el avance chino para ganar espacio en el mercado mundial.

La penetración de productos chinos en América Latina y la creciente dependencia de la agroindustria y las materias primas minerales de China viene provocando reacciones de Estados Unidos y la Unión Europea. Es en las condiciones de recrudecimiento de la guerra comercial y de potenciación de la escalada de la escalada militar impulsada por la guerra en Ucrania que Lula se enfrentará a la crisis económica, que ha sacudido la estabilidad política en Brasil. Se puede comprobar hasta qué punto la descomposición del capitalismo mundial ha afectado a América Latina y a Brasil, que posee un tercio de su Producto Interior Bruto (PIB).

La prolongación de la guerra en Ucrania y la ampliación del cerco económico a China tienden a desgarrar aún más las relaciones mundiales. Es por ello que se torna más visible el espectro de una pre-guerra mundial. El peregrinaje del presidente de Ucrania por los parlamentos europeos, urgiendo un mayor volumen de armamento avanzado, sigue la estrategia del Pentágono de prolongar la guerra hasta agotar las fuerzas de Rusia, que de momento ha recuperado la iniciativa en la región de Donbass, a la espera de la llegada de los tanques alemanes y británicos.

Finalmente, Alemania cedió a la presión de Estados Unidos para enviar tanques Leopard. El siguiente paso será enviar cazas. Lo que hará que la intervención de la OTAN sea más directa, y más propensa a tornar la guerra más amplia, yendo posiblemente más allá del marco de Ucrania. Es sintomático que el presidente de Francia haya declarado que el suministro de cazas es posible. Hasta hace poco, la negativa a la petición de Zelensky se debía al riesgo de que la OTAN se implicara directamente en el conflicto y allanara el camino a una confrontación abierta con Rusia.

La guerra cumplirá un año el 24 de febrero. Todo indica que la retomada por parte de las fuerzas rusas de una parte significativa de Donbass no supondrá el fin del enfrentamiento. Las nuevas sanciones económicas contra Rusia anunciadas por la Comisión Europea y la mayor concentración militar de las Fuerzas Armadas de Ucrania corresponden a la escalada bélica en pleno apogeo.

El gobierno de Lula se enfrenta a este cuadro de creciente barbarie capitalista. Podrá maniobrar durante un tiempo bajo la orientación de la neutralidad, pero ante el agravamiento del enfrentamiento bélico, se verá presionada por poderosos sectores de la burguesía nacional y los generales para alinearse detrás de Estados Unidos y su bloque europeo. La primera señal fue condenar a Rusia y eximir de responsabilidad al imperialismo, cuando, en realidad, las potencias han convertido a Ucrania en carne de cañón, para alcanzar objetivos expansionistas y anexionistas. No podíamos esperar otro comportamiento de Lula y del PT, que han encarnado plenamente la política burguesa de dominación de los explotados. Inevitablemente, se inclinarían hacia posiciones proimperialistas.

La lucha de la vanguardia con conciencia de clase es unir al proletariado bajo la bandera del fin de la guerra y por una paz sin anexiones, que garantice el desmantelamiento del cerco de la OTAN a Rusia, imponga la autodeterminación a Ucrania, detenga la escalada militar e impida el curso de una conflagración general. Esta lucha sólo puede tener lugar bajo el programa de la revolución y del internacionalismo proletario. El Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional (CERQUI) llama a la vanguardia revolucionaria a luchar en este terreno de clase.

(POR Brasil – Editorial, Massas 682, 12 de febrero de 2023)

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