106º aniversario de la Revolución de Febrero en Rusia
A continuación publicamos un manuscrito de Lenin fechado el 12 de marzo de 1917, que quedó inconcluso. El valor de este documento es que expone momentos cruciales de la revolución burguesa de febrero de 1917. Fue dirigida a los obreros cuando Lenin aún estaba exiliado en Suiza. En ese mismo momento Lenin presentó un informe, que fue leído en la Casa del Pueblo de Zurich, en una conferencia en la que estaban presentes trabajadores suizos.
El informe se titula «Las tareas del POSDR en la Revolución Rusa». En este informe, Lenin destaca su concepción del carácter burgués de la Revolución de Febrero, que aparece en el fragmento transcrito a continuación «La revolución en Rusia y las tareas de los obreros de todos los países». Muestra que el proletariado derrocó al régimen feudal-zarista, exigiendo «paz, pan y libertad», avanzaba hacia la transformación de la guerra imperialista en guerra civil. Indica así «la contradicción esencial de esta revolución, que hace de ella sólo la primera etapa de la primera revolución engendrada por la guerra imperialista». Lenin lo expone en el informe «Las tareas del POSDR en la Revolución Rusa “: “1) el Soviet de diputados obreros, como gobierno revolucionario, declara inmediatamente que no está ligado por ningún pacto del zarismo ni de la burguesía; 2) publica, inmediatamente,estos canallescos pactos de rapiña; 3) ofrece abiertamente el armisticio inmediato a todos los beligerantes; 4) propone como condición de paz la liberación de todas las colonias y de todos los pueblos oprimidos; 5) declara que no confía en ninguno de los gobiernos burgueses y que exhorta a los obreros de todos los países a derrocarlos; 6) declara que puesto que las deudas de guerra fueron contraídas por la burguesía, deben ser pagadas por los capitalistas”. Lenin concluye: «He aquí la política que atraería a la mayoría de obreros y campesinos pobres hacia el Soviet de diputados obreros. La confiscación de las tierras de los terratenientes quedaría asegurada. Esto no sería todavía el socialismo. Sería la victoria de los obreros y campesinos pobres, que aseguraría la paz, el pan y la libertad. ¡Por tales condiciones de paz también nosotros estaríamos dispuestos a librar una guerra revolucionaria! Llama a los presentes a dar un: ¡Viva la revolución rusa! ¡Viva la revolución obrera mundial que ha comenzado!!». Creemos que con estos pasajes se completa el manuscrito inacabado «La revolución en Rusia y las tareas de los trabajadores de todos los países».
A mediados de marzo de 1917, Lenin escribió la «Carta de despedida a los obreros suizos». Así, el mayor arquitecto bolchevique de la Revolución de Octubre de 1917 se dirigió a Rusia para guiar al partido hacia la transformación de la revolución burguesa de febrero en revolución proletaria. Este proceso tuvo lugar hace 106 años. Su validez histórica se hace más acuciante en las condiciones actuales en las que la contrarrevolución restauracionista ha triunfado, y que tiró abajo a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en diciembre de 1991. En este mismo momento, se recrudece la guerra en Ucrania, lo que obliga inevitablemente a la vanguardia revolucionaria a recurrir a las conquistas de la Revolución Rusa y a sus fundamentos programáticos. (POR Brasil – Masas nº682)
LA REVOLUCIÓN EN RUSIA Y LAS TAREAS DE LOS OBREROS DE TODOS LOS PAISES (Lenin, marzo de 1917)
¡Camaradas obreros! La predicción de los socialistas que permanecieron fieles al socialismo y no sucumbieron a la histeria brutal y salvaje de la guerra, fue correcta. La primera revolución, engendrada por la rapaz guerra mundial entre los capitalistas de varios países, ha estallado. La guerra imperialista, es decir, la guerra por el reparto del botín entre los capitalistas, y por la estrangulación de las naciones débiles, empieza a convertirse en guerra civil, es decir, en guerra de los obreros contra los capitalistas, en guerra de los trabajadores y los oprimidos contra sus opresores, contra zares y reyes, contra terratenientes y capitalistas, ¡en una guerra por la completa liberación de la humanidad de las guerras, de la miseria de las masas, de la opresión del hombre por el hombre!
A los obreros rusos les ha tocado el honor y la suerte de ser los primeros en comenzar la revolución, es decir, la única justa y legítima gran guerra, la guerra de los oprimidos contra los opresores.
Los obreros de Petersburgo han derribado la monarquía de los zares. Luchando heroicamente contra la policía y las tropas zaristas, los obreros iniciaron la insurrección inermes ante las ametralladoras, y consiguieron ganar para su causa a la mayor parte de los soldados de la guarnición de Petersburgo. Lo mismo aconteció en Moscú y en otras ciudades. Abandonado por sus tropas, el zar tuvo que rendirse: abdicó en su nombre y en el de su hijo. Propuso entregar la corona a su hermano Miguel.
A causa de la vertiginosa rapidez de la revolución, del apoyo directo prestado por los capitalistas anglofranceses, de la insuficiente conciencia de clase de la masa obrera y popular de Petersburgo, a causa de la organización y preparación de los terratenientes y capitalistas rusos, éstos lograron adueñarse del poder. En el nuevo gobierno ruso, el “Gobierno provisional”, los puestos más importantes —la presidencia del consejo y los ministerios del Interior y de Guerra— han ido a manos de Lvov y Guchkov, es decir, a manos de los octubristas, que ayudaron con todas sus fuerzas a Nicolás el Sanguinario y Stolipin el Verdugo a estrangular la revolución de 1905, a fusilar y ahorcar a los obreros y los campesinos que luchaban por tierra y libertad. Las carteras menos importantes se adjudicaron a los kadetes; la de Relaciones Exteriores a Miliukov, la de Instrucción Pública a Manuilov, la de Agricultura a Shingariov. Y un puesto insignificante, el de ministro de Justicia, fue adjudicado al verboso trudovique Kérenski, cuya colaboración necesitan los capitalistas para aquietar al pueblo con vacuas promesas y engañarlo con frases retumbantes, para “reconciliarlo” con el gobierno de los terratenientes y los capitalistas que en alianza con los capitalistas de Inglaterra y Francia quieren proseguir la guerra rapaz, una guerra para la conquista de Armenia, Constantinopla y Galitzia, una guerra para permitir que los capitalistas ingleses y franceses puedan quedarse con lo que han robado a los capitalistas alemanes (todas las colonias alemanas de África), y, al mismo tiempo, recuperar el botín del cual se apoderaron los asaltantes capitalistas alemanes (parte de Francia, Bélgica, Serbia, Rumania, etc.).
Es evidente que los obreros no podían depositar su confianza en semejante gobierno. Los obreros habían derrocado la monarquía zarista luchando por la paz, el pan y la libertad. Ellos comprendieron inmediatamente por qué los Guchkov, Miliukov y Cía. conseguían arrebatar al pueblo trabajador los frutos de su victoria. Lo consiguieron porque los terratenientes y los capitalistas rusos estaban bien preparados y organizados, porque tenían de su parte el poder del capital, la riqueza, no sólo de los capitalistas rusos, sino también de los ingleses y los franceses, es decir, de los capitalistas más ricos del mundo. Los obreros comprendieron inmediatamente que para luchar por la paz, el pan y la libertad, las clases trabajadoras, los obreros, soldados y campesinos, tenían que organizarse, apretar filas, unirse independientemente de los capitalistas y en contra de ellos.
De esta manera e inmediatamente después de derrocar a la monarquía zarista, los obreros de Petersburgo crearon su organización propia, el soviet de diputados obreros, e inmediatamente comenzaron a consolidar y desarrollar esta organización, a crear soviets independientes, de diputados soldados y campesinos. A los pocos días de la revolución, el Soviet de diputados obreros y soldados de Petersburgo contaba ya con más de 1.500 diputados obreros y campesinos vestidos con uniforme de soldado. Ese soviet gozaba de tal prestigio entre los ferroviarios y toda la población trabajadora, que comenzó a convertirse en un verdadero gobierno popular.
Y hasta los amigos y protectores más leales de Guchkov y Miliukov, los perros guardianes más leales del rapaz capitalismo anglo-francés, Robert Wilson, corresponsal del periódico capitalista inglés más rico, The Times, y Charles Rivet, corresponsal del periódico capitalista francés más rico, Le Temps; hombres como éstos, que cubrían al Soviet de diputados obreros de los más furiosos insultos, se vieron forzados a admitir que en Rusia había dos gobiernos. Uno, reconocido por “todos” (en realidad, por todos los ricos), el gobierno de los terratenientes y capitalistas, el gobierno de Guchkov y Miliukov. El otro, reconocido por “nadie” (de las clases ricas), el gobierno de los obreros y campesinos: el Soviet de diputados obreros y soldados de Petersburgo, que pugna por crear en toda Rusia soviets de diputados obreros y soviets de diputados campesinos.
Veamos ahora qué dicen y qué hacen ambos gobiernos:
- ¿Qué hace el gobierno de los terratenientes y los capitalistas, el gobierno de Lvov-Guchkov-Miliukov?
Este gobierno lanza a diestra y siniestra las promesas más vehementes. Promete al pueblo ruso la más amplia libertad. Promete convocar a una Asamblea Nacional Constituyente para fijar la forma de gobierno de Rusia. Kérenski y los dirigentes kadetes afirman ser partidarios de la república democrática. Los Guchkov y Miliukov son inimitables en gestos revolucionarios teatrales. Su maquinaria publicitaria trabaja a toda marcha. Pero, ¿cuáles son los hechos?
Mientras prometía al pueblo libertades, el nuevo gobierno negociaba en realidad con la familia del zar, con la dinastía, la restauración de la monarquía. Ofrecía a Miguel Románov la regencia, es decir, ser zar provisional. La monarquía habría sido restaurada en Rusia si los Guchkov y Miliukov no hubieran sido contenidos por los trabajadores, quienes marcharon por las calles de Petersburgo bajo las consignas “¡Tierra y libertad!” y ‘^¡Mueran los tiranos!”, quienes junto con los destacamentos de caballería, se congregaron en la plaza delante de la Duma desplegando banderas con la inscripción: “¡Viva la república socialista en lodos los países!” Miguel Románov, el aliado de los Guchkov-Miliukov, comprendió que en esa situación era más prudente renunciar a la regencia y esperar que la Asamblea Constituyente lo instalara en el trono, y Rusia sigue siendo —transitoriamente— una república.
El gobierno dejó en libertad al antiguo zar. Pero los obreros impusieron su encarcelamiento. El gobierno quiso entrega Nicolás Nicoláievich Románov al alto mando del ejército. Poro los obreros impusieron su destitución. Es innegable que los grandes terratenientes, los Lvov y los Guchkov, se entenderían con un Románov o con otro gran terrateniente cualquiera, si no existiese un Soviet de diputados obreros y soldados.
El gobierno declaró, tanto en su manifiesto al pueble como en el telegrama dirigido por Miliukov a todos los representantes de Rusia en el extranjero, que se mantendría fiel a todos los tratados internacionales concertados por Rusia. Estos tratados fueron concertados por el zar destronado. El gobierno no se atrevo a hacerlos públicos: 1° porque está atado de pies y manos al capital ruso, inglés y francés; 2º porque teme al pueblo, que despedazaría a los Guchkov y Miliukov si se enterase de que los capitalistas quieren sacrificar en la guerra a otros cinco o diez millones de obreros y campesinos rusos para conquistar Constantinopla, estrangular a Galitzia, etc.
¿Qué valor tienen todas las promesas de libertad si el pueblo no puede conocer cuáles son los tratados del zar terrateniente por los cuales los capitalistas quieren seguir derramando la sangre de más y más soldados?
¿Qué valor tienen las promesas de toda clase de libertades y hasta de una república democrática, para un pueblo amenazado de hambre, un pueblo al que se quiere llevar con los ojos vendados al matadero, para que los capitalistas rusos, ingleses y franceses puedan desvalijar a los capitalistas alemanes?
Al mismo tiempo, el gobierno de los Guchkov y Miliukov abiertamente reprime por la violencia todas las tentativas de los obreros rusos para llegar a un entendimiento con sus hermanos, los obreros de otros países: el gobierno no deja salir de Rusia el periódico Pravda, que se publica de nuevo en Petersburgo desde la Revolución, ni el manifiesto lanzado en Petersburgo por el Comité Central de nuestro partido, el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, ¡¡ni las proclamas del diputado Chjeídze y su grupo!!
¡Obreros y campesinos! ¡Pueden quedarse tranquilos: les han prometido libertad. . . libertad para los muertos, para los que murieron de hambre, para los masacrados en la guerra!
El nuevo gobierno en ninguno de sus programas dice ni una palabra acerca de tierra para los campesinos, o de aumento de salarios. Hasta hoy, no se ha señalado fecha para la convocatoria de la Asamblea Constituyente. No se ha convocado a elecciones para la Duma municipal de Petersburgo. La milicia popular es puesta bajo la autoridad de los zemstvos y de los organismos urbanos autónomos elegidos solamente por los capitalistas y los terratenientes más ricos, conforme a la ley de Stolipin. Los gobernadores son elegidos entre los terratenientes. ¡Y esto es «libertad”
- ¿Qué hace el gobierno de los obreros y campesinos y qué debe hacer?*
(Tomado de las Obras Completas, Lenin, tomo XXIV, página 390, Akal Editor)