Este nuevo Aniversario del 24 de Marzo
El poder sigue en las mismas manos que bajo la dictadura militar, una pequeña minoría que es dueña de los principales medios de producción, que Son los responsables del saqueo de nuestros recursos, el endeudamiento fraudulento y la fuga de capitales
Se ha producido un saludable debate alrededor de cuáles deben ser los ejes convocantes del próximo aniversario del golpe genocida. Hubo quienes propusieron que se centrara en el rechazo a la proscripción de Cristina Kirchner y quienes rechazaron rotundamente esa convocatoria, antes se había planteado que fuera una celebración de los 40 años de democracia. Nos parece que son temas para debatir abiertamente para ayudar a comprender en qué régimen vivimos y qué significado tiene hoy el 24 de Marzo.
No se puede evitar relacionar la dictadura militar con la cuestión del poder de ayer y de hoy y cómo se manifiesta en nuestra realidad cotidiana. Los grandes grupos capitalistas nacionales, los terratenientes, las multinacionales, que ordenaron y se beneficiaron con el golpe genocida siguen en el poder, más concentrados, mejor centralizados. Podemos observar que hay una continuidad de la dictadura del capital, bajo las formas más represivas de la historia y bajo formas democráticas.
Quienes ordenaron, financiaron y se beneficiaron con el golpe y la represión siguen impunes. Algunos pocos, honrosos juicios, siguen, pero solo contra directivos de las empresas que ya están jubilados o muertos. Sólo hubo juicio y castigo para una parte de los ejecutores de la represión, fundamentalmente por la intervención de las masas y sus organismos de derechos humanos.
¿Cuál fue el objetivo del golpe genocida? Llevar adelante en gran escala una represión contra la clase obrera, contra los trabajadores y la juventud, que había comenzado bajo el gobierno peronista con represión estatal y paraestatal como la Triple A. Liquidar físicamente a la vanguardia de esos sectores, destruir sus organizaciones sindicales, sociales, políticas, cerrar el camino de independencia política que se había abierto con el Cordobazo.
Porque esos movimientos amenazaban su Estado. Porque impedían que se lleve adelante la reforma neoliberal que ya exigía el imperialismo, de saqueo generalizado, de dominio del parasitismo bancario, de desindustrializar el país, de terminar con las empresas estatales, de ataque a los derechos laborales.
Esa profunda reforma del Estado, que comenzó con el Rodrigazo en 1975 (y sus antecedentes en las leyes de prescindibilidad, la ley de asociaciones profesionales, la reforma del código penal, sancionadas entre 1973 y 1974), se profundizó fuertemente con Martínez de Hoz bajo la dictadura, pero quien completará el trabajo será Menem en el gobierno. Bajo la democracia burguesa se llevó adelante la más profunda reforma antinacional y antiobrera, que perdura hasta hoy.
Liquidaron todas las empresas estatales, privatizándolas o entregándolas en concesión. Entregaron los recursos, los ríos, los lagos, los bosques, los puertos. Millones de trabajadores fueron despedidos. Millones de trabajadores precarizados. Esta política atravesó la dictadura militar y la democracia burguesa. No hay cómo separarla es una misma política de clase.
¿Por qué no reivindicamos la democracia burguesa? ¿Acaso nos da lo mismo una dictadura fascista que las formas democráticas? No nos resulta indiferente. Bajo la democracia burguesa el capitalismo se ve obligado hasta cierto punto a respetar algunos derechos, aunque cada vez más limitados. No están con el fusil encima apuntándonos todo el tiempo. Podemos desarrollar actividades políticas y sindicales con menos temor a la persecución, la cárcel o la muerte. Aunque siguen presentes. La democracia burguesa es el régimen de la dictadura del capital, de la explotación del trabajo que queremos abolir, de la gran propiedad privada de los medios de producción que es necesario expropiar para transformar en propiedad colectiva. Es el régimen que mantiene el sometimiento del país al dominio del capital financiero. Queremos terminar con todas las formas de la dictadura del capital.
Este año se cumplen 40 años del retorno a las formas democráticas. Las formas democráticas son la mejor forma de dominación del capital porque crean la ilusión de que es posible la conciliación de clases entre la minoría que oprime y explota, que se queda con la riqueza que producimos y la inmensa mayoría oprimida cada vez más hambreada, desocupada, precarizada. En estos 40 años hemos perdido innumerables derechos ganados en las décadas anteriores, el país es más sometido que antes. Bajo este régimen se realizó lo que la dictadura no pudo hacer, que formaba parte de su programa. Este es el balance que tenemos que hacer de este período, el más prolongado en nuestra historia sin golpes militares, con elecciones más o menos regulares. Para los trabajadores no existe democracia sindical, conculcada por burócratas y patrones con el auxilio de su Estado. Las condiciones represivas, la persecución se parece mucho a la sufrida bajo la dictadura aunque sin secuestros y muerte. Las patotas de la burocracia y de la patronal siguen actuando. Tenemos más de 5000 procesados por luchar. Las formas de reprimir son más sofisticadas.
El Nunca Más es pura hipocresía en boca de los politiqueros. Cuando la oligarquía terrateniente y los grandes capitales se vean amenazados, recurrirán nuevamente a las formas más brutales de represión si antes no terminamos con ellos. Nunca Más es una aspiración legítima de las masas a que no se repita el horror de la dictadura, pero para eso tenemos que terminar con sus bases materiales, con la gran propiedad de los medios de producción, de las tierras, de los bancos, las minas, el petróleo, etc.
El régimen político hoy no solo se apoya en esas bases materiales, en el programa del FMI que se aplica contra la mayoría, en la apropiación creciente de la riqueza que producimos. Se apoya también en el dominio de los medios de comunicación masiva que controla, la televisión, la radio, los diarios, internet, que permiten realizar una campaña permanente para justificar y defender sus políticas, para mentir, discriminar, censurar y perseguir a los que no se disciplinan a su orden. Las ideas de la clase obrera no se expresan jamás en esos medios. Los mismos medios que fueron esenciales para promover y defender el golpe. Ellos siguen haciendo su trabajo.
Se apoya en la Justicia colonizada por esos mismos sectores que garantizan la impunidad para que los dueños del poder puedan hacer su voluntad y que tengan todas las garantías. Dominan la Corte y la Justicia Federal y numerosos estamentos por debajo. Es esta Corte la que promovió el 2×1 para achicar las condenas a los represores. Los mismos sectores empresarios que se pronunciaron por el golpe del 76 son los que hoy defienden públicamente esta Corte, entre ellos la Cámara de Comercio norteamericana. Es esta Justicia que utiliza los juicios como instrumento de disciplinamiento político, que maniobra con sus juicios y condenas y que encubre nada menos que el intento de asesinato de la vicepresidenta.
Se apoya en partidos y organizaciones políticas que han abandonado hasta en el discurso las banderas nacionalistas. Y también de numerosas organizaciones que hace 50 años se reclamaban de la lucha antiimperialista y la revolución y se han transformado en vulgares pacifistas y democratizantes, partidarios de la conciliación de clases.
Se apoya en un Congreso que vota el acuerdo fraudulento con el FMI, que reconoce su deuda y por lo tanto todo el programa de ajuste y entrega que viene con él.
Se apoya en la actuación de los servicios de inteligencia para perseguir, para investigar a los partidos y organizaciones sociales, a los dirigentes políticos y sindicales y hasta los familiares del submarino hundido. Ninguno de ellos está preso. Si no actúan desde el Estado lo siguen haciendo a su sombra.
Y se apoya también en la burocracia sindical que controla los sindicatos que impide que los trabajadores los recuperen. Ellos garantizan la gobernabilidad, impedir que las masas se unifiquen y se rebelen y cuando ya no pueden se ponen a la cabeza para desviar y contener.
¿Qué queda de la democracia burguesa? ¿de qué democracia nos hablan? Votar cada dos años por los candidatos que seleccionan los grandes capitales que invierten millones en campañas publicitarias para ofrecer un candidato o para impugnar a otro. Un Congreso impotente y servicial a los mandatos capitalistas, que ni siquiera se anima a levantar el secreto bancario impositivo y bursátil para investigar la fuga de divisas. Cada vez quedan menos rasgos de democracia y se afianzan los rasgos autoritarios del régimen que tiende a convertirse en dictadura civil para poder llevar adelante los ajustes contra las masas, como sucede en tantos países.
No confundir libertades democráticas con democracia burguesa. Defendemos la plena vigencia de todas las libertades. Libertad de prensa de publicar todas las ideas sin censura. Libertad para las actividades políticas y sindicales. Desprocesamiento de todos los luchadores. Por la libertad de todos los presos políticos y sindicales. Por el pleno de derecho de huelga y movilización, etc. Libertades que son restringidas por la democracia burguesa. Somos partidarios de tribunales populares, apoyados en la movilización de masas para enjuiciar todos los crímenes contra el pueblo que las justicia burguesa jamás tomará en sus manos.
Hablar de “derecha” a veces oculta la naturaleza de clase de los fenómenos que analizamos. Es mejor analizar qué sectores sociales representa. Los enemigos irreconciliables de los trabajadores y los oprimidos en general son los grandes terratenientes, los banqueros, las multinacionales, los grandes capitalistas, sus intereses son contrarios, son antagónicos, con los nuestros. O se gobierna para ellos o se defiende el interés de la mayoría. Detrás del cuco de “la derecha que puede volver a gobernar” se oculta un programa de derecha: el del FMI y del gran capital, de los que saquearon y saquean el país y que meten ajuste tras ajuste contra los oprimidos.
El mejor homenaje a los 30.000 detenidos desaparecidos, es retomar todas sus banderas, todas están vigentes. Tomar la lucha por cada una de las reivindicaciones de los trabajadores y los oprimidos para unificarlas en un pliego único, para unificar la lucha, confiando exclusivamente en nuestra propia organización y nuestros propios métodos de lucha, en la acción directa de masas. Levantar todas las banderas de defensa de la nación oprimida frente al imperialismo, de ruptura con el FMI y las multinacionales, de desconocimiento de toda la deuda. De luchar por la revolución social, por el poder propio de los oprimidos, un gobierno obrero y campesino, conquistando por primera vez la democracia para las masas. Ese es el terreno para enfrentar y derrotar a la derecha. Es en esa lucha que viven y vivirán los 30.000, nuestros compañeros.