La orientación del gran capital ante las próximas elecciones presidenciales
Las grandes corporaciones nacionales e internacionales, los terratenientes, los banqueros, los medios de comunicación, el FMI, son los grandes electores. Trabajan con anticipación para potenciar a los candidatos que mejor representan sus intereses, que garantizan su propiedad, mejoran su perspectiva de negocios y ganancias y respetan los acuerdos internacionales.
La elección de Octubre designará al administrador general de los negocios de los capitalistas durante los próximos 4 años. Aunque el poder real siga, como siempre, en sus manos, les interesa quién será ese administrador y harán todo lo necesario para que la oferta de candidatos se reduzca a aquellos que se disciplinan mejor a sus intereses. Y pondrán a su disposición decenas de millones de dólares para sus campañas (que luego recuperarán con creces) y todos los medios de comunicación. No olvidamos que independientemente de quién sea el próximo presidente, el gran capital conserva el control sobre la Justicia, la mayoría del congreso, gobiernos provinciales, y organismos del Estado.
Hay un interés común en todos ellos pero también diferencias. Unos promueven una brusca devaluación del peso y otros prefieren el ritmo actual; unos promueven la eliminación total de los subsidios y otros viven de los subsidios del Estado; unos dependen del mercado interno y otros básicamente de sus exportaciones; unos quieren amputar la capacidad de su Estado creyendo que por esa vía se reducirán los impuestos y otros construyen sus ganancias a costa del presupuesto del Estado; unos defienden tasas de interés bancario elevadas y otros por el contrario requieren préstamos bancarios para su actividad y quisieran que fueran subsidiados. Estas diferencias producen fricciones y choques entre fracciones del gran capital que se expresan en los partidos y frentes, y también en su interior. Contribuyen a la confusión política porque unos se presentan como adoradores del libre mercado, de la apertura indiscriminada de la economía, hablan de la libertad y la república y son patrocinados por los monopolios nacionales e internacionales. Otros que se presentan como defensores del mercado interno y de la economía nacional no tienen reparos en apoyar el programa del FMI y sus ajustes. Todos ellos no pueden proponer cómo terminar con la pobreza, con los bajos salarios, con la precarización laboral, cómo desarrollar las fuerzas productivas, cómo defender los recursos del país, todos son responsables del desastre que vivimos. Todos esos sectores y fracciones se han intercambiado en la dirección del Estado. Defienden la supervivencia del capitalismo agotado y en descomposición.
En estos últimos días los grandes capitales han avanzado en sus definiciones sobre las principales candidaturas. Han ordenado la baja de Macri, que fue presentado como un renunciamiento honorable sin que nadie haya aparecido lamentando esta “decisión”. Está fresco aun su paso por el Gobierno, tiene alto índice de rechazo en la población y no lo creen capaz de seguir adelante con el ajuste sin una fuerte resistencia de las masas que impedirán su gobernabilidad. Lo mismo puede suceder con su preferida Patricia Bullrich, que nunca ha estado al frente de un ejecutivo.
Fue muy ilustrativo el desplante de toda la banca a la ofensiva de los economistas de Juntos por el Cambio anunciando el “estallido de la bomba de la deuda en pesos”, que los bancos no debían renovar, porque si ellos son gobierno la reestructurarán, etc. Los bancos hicieron oídos sordos y refinanciaron masivamente la deuda. Un rechazo a renovar la deuda hubiera generado un gran caos financiero difícil de manejar durante los próximos meses. No se volvió a hablar del tema. Sintieron fuertemente el desaire de la banca. Ante el anuncio de Macri las acciones en la Bolsa subieron.
Larreta y su alianza con sectores del radicalismo será una alternativa posible si logra resolver la disputa interna con Bullrich a su favor.
Y consideran que Milei no está en condiciones de gobernar, que no cuenta siquiera con una cantidad de cuadros que puedan ocupar cargos importantes del Estado. No tiene a nadie a su alrededor. Pero las encuestas lo muestran llegando a disputar la segunda vuelta, como preferencia de votantes para expresar el descontento con los partidos y políticos conocidos. Las encuestas no son confiables pero empezaron a preocupar a los grandes capitalistas. El establishment lo alentó, lo financió, lo colocó en todos los medios y lo paseó por varios países para colocar temas de su interés en debate, para presionar a los partidos más hacia la derecha. Sus banderas de “prender fuego el Banco Central, dolarizar la economía”, etc. conviene a los que hoy están haciendo ajuste o los que quieren hacer uno más profundo. Pero ahora lo ven con preocupación. ¿qué pasaría si gana? Un banquero internacional alerta que podría haber una inflación del 4500% si quisiera aplicar sus ideas delirantes. Milei muestra la tendencia a la derechización de la burguesía en todo el mundo, no es un fenómeno local.
En ese cuadro Massa se había potenciado como un candidato a tener en cuenta, por sus relaciones con la Embajada, con grandes empresarios, su disposición a avanzar con la entrega de los recursos, y sobre todo por su disposición a avanzar con el ajuste, a cumplir con el programa del FMI, sin importarle las consecuencias sobre las condiciones de vida de las masas, sin importarle la reacción contra las medidas. La inflación galopante le arruinó buena parte de su capital político, pero sigue en carrera y con posibilidades. Para ellos Alberto Fernández ya está gastado y no podría soportar otro período en la presidencia, fundamentalmente por la pérdida de ilusiones en las masas, no porque no haya sido obediente con las necesidades de los grandes capitalistas.
Esos sectores poderosos operan también para que Cristina Kirchner cumpla su promesa de no ser candidata y reducir lo más que puedan la influencia de su sector en la determinación de las candidaturas. Desprecian su papel en este momento, por más evidente que sea su apoyo a la llegada de Massa al gabinete y el respaldo a sus políticas.
El argumento de la proscripción intenta ocultar la impotencia para revertir el rumbo de ajuste del Gobierno que encabeza. Los tibios comunicados lanzados fueron papel mojado con el objetivo de preservarla de la responsabilidad del desastre económico de su Gobierno.
El gran capital opera sobre los partidos, los candidatos, los frentes, para imponer sus políticas y quiénes pueden ser sus mejores representantes, ponen sus huevos en todas las canastas.
Entre todos ellos no se debe elegir cuál es “el menos malo”, o “el mal menor”, o castigar a uno votando a otro. No hay cómo “derrotar a la derecha” votando a quienes aplican los planes del FMI empobreciendo y precarizando a la mayoría, como si estas no fueran políticas “de derecha”. Toda la politiquería patronal debe ser tirada a la basura. Los trabajadores deben independizarse políticamente rechazando toda idea de que el capitalismo se puede reformar, que es posible mejorar las condiciones de vida y de trabajo sin terminar con él. La única alternativa para los trabajadores es su propia salida política: luchar por la revolución social, por el socialismo, terminar con la dictadura del capital, con su Estado, fortalecer el partido revolucionario que expresa esta estrategia.