Ante la renuncia de Cristina Kirchner a su candidatura

No quiso dejar que avanzaran los actos y movilizaciones reclamando por su candidatura cuando ya tenía decidido no intervenir. No quería quedar presa del “operativo clamor”. Es una gran desilusión para sus bases, para la mayoría del peronismo que creía que era la única que podía encarnar una política distinta y que con semejante presión aceptaría ese desafío. No es una cuestión personal. Es una confesión de impotencia del kirchnerismo y del peronismo.

No es un llamado a la resistencia y a voltear el poder que hoy encarna la Corte y buena parte de la Justicia. Parece más un acto de resignación, de no dar pelea, de derrota. Es consciente de que sectores del peronismo no se han movilizado en su defensa siquiera ante el atentado contra su vida y que eligieron el camino de someterse al poder. La intervención de la Corte en las provincias fue una clara demostración de que están dispuestos a ir a fondo con su política.

El renunciamiento de Cristina Kirchner es un factor adicional de crisis política. Por lo que su figura representa para un sector importante de los oprimidos. Porque no hay un político dentro del peronismo que se le acerque. Para ese sector “no hay salida”.

En la historia del peronismo los renunciamientos no tuvieron un carácter heroico. Por el contrario fue ceder ante la derecha, la oligarquía, el imperialismo. Ante el reclamo popular de una fórmula Perón-Evita que impulsaba la CGT desde febrero de 1951, Evita proclama su renunciamiento irrevocable en agosto. Las fuerzas armadas y los sectores más conservadores que apoyaban al gobierno rechazaban su presencia en la fórmula y en el gobierno por el peligro de una posible radicalización política. En 1955 Perón renuncia a enfrentar el golpe de la “Libertadora” cuando contaba con gran apoyo popular y también militar. Dejarle el paso libre a la derecha siempre desmoraliza y desmoviliza a las bases que tienen ilusión de que se puede resistir a sus embates bajo la dirección de sus líderes que encarnaron las banderas del nacionalismo burgués.

Para los trabajadores, para los oprimidos no hay otro camino que enfrentar y derrotar al imperialismo, a la oligarquía, a la patria financiera, a los grandes capitalistas, que son los que gobiernan la Justicia, los que disciplinan, los que castigan, para garantizar mejor sus intereses. No se los derrota en las urnas, en las mesas de negociación, ni en el Congreso. Se los derrota con los métodos de la clase obrera, levantando a todos los oprimidos, sublevándolos para terminar con esa minoría que nos oprime y hambrea, expropiando los grandes medios de producción, transformándolos en propiedad social. La clase obrera y los oprimidos no tienen cómo renunciar a esta perspectiva, la única liberadora. Para eso los trabajadores deben independizarse políticamente confiando exclusivamente en sus propias fuerzas y organización, luchando por su propio poder político.

 

(Editorial de MASAS nº435)

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