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Francia convulsionada por las revueltas populares

Francia fue sacudida recientemente por la enorme lucha de varios meses, huelgas generales y extraordinarias movilizaciones contra la reforma jubilatoria impuesta dictatorialmente por Macron. Antes fueron los “chalecos amarillos” y grandes huelgas contra las políticas del gobierno.

Ahora, el asesinato por la policía del joven francés, de origen norafricano, Nahel Merzouk de 17 años, el pasado 27 de junio, conmovió Francia. Su acompañante contó que los policías le pegaron primero culetazos con la pistola antes de abrirle fuego a quemarropa. El hecho fue filmado.  En las barriadas pobres de las grandes ciudades conocen esta forma de actuar.

Dos semanas antes un policía había matado a Alhoussein Camara de 19 años. En una historia de cientos de muertes en operativos de jóvenes, y la mitad en las periferias de París, Lyon y Marsella, tres de las ciudades más afectadas por las revueltas populares.

La respuesta inmediata fueron movilizaciones multitudinarias pidiendo justicia. Con furia, como nunca se había visto. Hay muchos antecedentes de asesinatos de jóvenes seguidos de estallidos en las últimas 3 décadas. Las revueltas del 2005 duraron semanas.

5.000 autos quemados, más de 1.000 edificios atacados, incendiados o saqueados, 250 ataques a comisarías, en cinco días, según el ministerio del Interior, que desplegó más de 40.000 policías por noche. Fueron detenidas más de 2.000 personas, muchos menores de edad, por protagonizar estallidos de rabia y caos.

Casi todo lo que representa el Estado fue atacado: comisarías, intendencias y casas de intendentes, colegios, transportes públicos, centros de asistencia social, bibliotecas públicas. Cada institución con una bandera nacional fue blanco de una furia.

Se combinaron con saqueos a centros comerciales, concesionarias de autos, motos, tiendas de teléfonos, ropas de marca cara, supermercados, armerías. Mucho de espontaneidad y también grupos organizados con citas coordinadas por redes sociales. Aparecieron las ganas de pelear, de devolver la violencia recibida a diario en todas sus formas. Dos sindicatos de la policía afirmaron: “estamos en guerra”. (Tomado parcialmente del informe de Marco Teruggi para P 12).

La respuesta popular se radicaliza y extiende cada vez más como se radicalizan los discursos de odio racista de las derechas que se combina con el accionar también racista de la policía.

Estamos ante una profunda crisis que se profundiza cada vez más. Crece la desigualdad, el desempleo, la precarización en uno de los países de capitalismo más desarrollado. La decadencia y descomposición están a la vista. La burguesía está empeñada en arrancar una por una todas las conquistas de los trabajadores, conquistadas durante décadas de lucha, para sobrevivirse.

Se nota que la izquierda no está a la altura de la impresionante rebelión popular, está desarmada políticamente. Teruggi dice que “hace tiempo que las barriadas cambiaron locales comunistas por predicadores del islam” y que también “crece el descreimiento, creció la abstención”, graficando la complejidad del retroceso político.

La respuesta de los oprimidos en todos los terrenos es cada vez más radicalizada y pone de manifiesto la necesidad de una dirección revolucionaria, el partido, que la oriente, que la centralice, que lleve la lucha hasta el final, hasta liquidar el Estado, su base material, que es la gran propiedad de los medios de producción, para imponer un gobierno obrero que comience la edificación de una nueva sociedad. No hay cómo reformar el capitalismo que está agotado y que nos empuja a la barbarie.

(Nota de MASAS nº438)

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