La reunión entre la UE y la CELAC se enfrenta con la guerra en Ucrania
Desde el punto de vista de la clase obrera, es interesante comprender las razones del fracaso de la cumbre entre la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que tuvo lugar en pleno proceso de agravamiento de la crisis mundial del capitalismo, la mayor y más profunda desde el final de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. Aunque el motivo de su convocatoria fue el reiterado intento de apertura del mercado, la sombra de la guerra en Ucrania cubrió todos sus preparativos.
En medio de las negociaciones diplomáticas, Zelensky anunció que había sido invitado por el Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a asistir al acto, pero que «algunos países latinoamericanos impedían su presencia». El gobierno español y la Unión Europea sabían que la presencia de Ucrania no sería aceptada. La invitación al margen de la CELAC sonó a provocación, que se tragó en seco. La conclusión fue no dar dimensión a la pretenciosa posición del imperialismo europeo de arrastrar a los países latinoamericanos y caribeños a apoyar la alianza creada por Estados Unidos y las acciones de la OTAN.
Los portavoces del imperialismo se quejaron de que en el comunicado final de la cumbre se había eliminado la palabra «Rusia» del borrador. Ese contenido genérico puso de manifiesto el desacuerdo de la CELAC con alinearse tras la estrategia de la OTAN de cerco a Rusia, que se está llevando a cabo avanzando sobre las fronteras de las antiguas repúblicas soviéticas.
Las críticas de los periódicos brasileños a la falta de una definición clara e inequívoca de Lula a favor de la alianza imperialista han vuelto a surgir. El embajador de la UE en Brasil, Ignacio Ybáñez, suavizó su desacuerdo con la posición brasileña en los siguientes términos: «El voto de Brasil en la ONU fue muy claro, contra la agresión de Rusia. Eso es lo que queda».
El fracaso de una reunión tan importante, esperada durante ocho años, se debió a desacuerdos comerciales. La Unión Europea no abriría su mercado a menos que las ganancias de los intercambios fueran muy superiores a las pérdidas de sus concesiones. El cebo ofrecido a la CELAC fue el anuncio de que dispondría de 45.000 millones de euros para invertir en América Latina, que se distribuirían en 130 proyectos. Sólo Brasil, Chile y Argentina podrían disponer de 3.000 millones de euros, que se destinarían a la producción de «hidrógeno verde» y a la extracción de «litio». Al no llegarse a un acuerdo, estas cantidades se evaporaron. Esto desencantó a la prensa brasileña, sierva del imperialismo, que calificó la cumbre de «anodina» (insignificante).
Es bien conocido el proteccionismo europeo ante los países semicoloniales, especialmente los que han alcanzado una proyección en la economía mundial, como Brasil, Argentina y México. Si la Unión Europea abre su mercado a las materias primas, destruirá su economía agraria. Esa es la razón principal por la que la UE exige tanto a los países latinoamericanos que cumplan los rigores de la «economía verde». La explotación del litio y del hidrógeno verde interesa a las multinacionales, que han intensificado la presión sobre los gobiernos latinoamericanos para que entreguen las fuentes naturales de materias primas, especialmente, por el momento, el litio.
La competencia estadounidense y europea con el capital chino en América Latina se ha intensificado en la última década en forma de guerra comercial. Sin duda, el capital europeo se abrirá paso a la fuerza, independientemente de un acuerdo de libre comercio entre la UE y la CELAC. En particular, en el caso de Brasil, el gobierno de Lula busca montañas de recursos para su política verde y de «protección de la Amazonia», como si el país no tuviera que pagar cara la buena voluntad del imperialismo para asegurar sus riquezas naturales.
Había otro obstáculo a los deseos de los europeos: que Lula abriera las compras gubernamentales al capital extranjero. Esto significaría que las compras y licitaciones públicas dejarían de ser monopolio del capital nacional. Según los informes, el ministro de la Casa Civil e Itamaraty se inclinaban por aceptar, pero se oponían los ministros de Industria, Agricultura, Defensa y Planificación. Caída eta pretensión europea, no quedó mucho de la cumbre.
Para no exhibir un fracaso total, se llegó a un acuerdo con representantes del gobierno venezolano de Maduro y de la oposición, que dejaba muchas dudas sobre su viabilidad. El imperialismo suspendería las sanciones económicas y Maduro celebraría elecciones «transparentes», controladas por observadores externos. Aunque Lula diga que corresponde a los venezolanos resolver sus problemas, el chantaje montado en Bruselas es típico del intervencionismo imperialista sobre las semicolonias, para las que dicta lo que es y no es democracia.
La cumbre UE-CELAC puso de manifiesto el alcance del proteccionismo, la guerra comercial y la guerra de Ucrania. Las fuerzas productivas están en fuerte colisión con las relaciones capitalistas de producción. Las fronteras nacionales tienen que reducirse por la fuerza de la guerra económica y de las armas. Los países semicoloniales tienen que renunciar a su exiguo proteccionismo. Rusia se ha lanzado contra Ucrania para protegerse de la penetración de los monopolios de las potencias en el territorio antes controlado por la antigua URSS y del cerco de la OTAN a sus fronteras. Estados Unidos intensifica su guerra comercial contra China. Y la escalada militar se proyecta en todo el mundo. El sueño del Mercosur de alzarse como una organización unida para negociar con el capital imperialista hace tiempo que se desvaneció. La elección de Lula no cambiará esa realidad. La propaganda del reformismo de que Brasil volvería a ser un actor internacional independiente es pueril.
Este proceso que refleja la descomposición del capitalismo plantea la necesidad de que la vanguardia con conciencia de clase luche disciplinadamente para superar la crisis de dirección mundial del proletariado. Las condiciones objetivas para las revoluciones proletarias están dadas. Se trata de ayudar a la clase obrera a reaccionar con su programa y estrategia revolucionarios.
(POR Brasil – Masas nº 694)