El retroceso electoral del centrismo
Los augurios de verse tributario del “voto bronca” muy lejos estuvieron de cumplirse. La serie interminable de apariciones en los medios y las gigantografías empapelando las principales ciudades no tuvieron su correlato en los porcentajes finales. Los millones invertidos en las redes sociales por instalar el nombre de los candidatos no se expresaron en un aluvión de sufragios a favor de ellos. Con todo y como resultado de esto, la serie de magras elecciones provinciales presagiaron – a diferencia de lo sucedido con Milei – el retroceso del centrismo electoralista en la Argentina.
El FIT-U especialmente – pero acompañado del NuevoMAS y “Política Obrera” – ha sido impotente para canalizar el voto ante el fracaso de la política oficialista y el desencanto frente a la oposición de Juntos x el Cambio. Han visto pasar la enorme marea de descontento frente a sus narices sin poder atraerlos a sus candidatos. Sus planteos políticos han sido dejados de lado por las masas: los que llamaban a “abrazar al Congreso” en las jornadas de diciembre de 2017; los que pedían que “Macri termine su mandato”; los que llaman a “elección directa de jueces” ante la persecución judicial a opositores, difícilmente puedan entroncar contra la instintiva e incipiente desconfianza en las instituciones de la burguesía. El alto grado de domesticación del centrismo democratizante explica su actual y circunstancial fracaso.
El FIT-U y el fenómeno electoral
Hemos elaborado un pormenorizado balance de cada una de las elecciones provinciales y expuesto las principales conclusiones en las páginas de nuestro periódico en los últimos 5 meses. Observábamos con atención que el alto abstencionismo de las elecciones legislativas de 2021, lejos de convertirse en un fenómeno pasajero fruto de la pandemia del coronavirus, expresaba un embrionario descreimiento a los cambios a través de la papeleta electoral. En 2023 cada Provincia, con escasas excepciones, fue mostrando la confirmación de esta hipótesis, hasta convertirse en una firme tendencia refrendada por las PASO del 13 de agosto.
Los principales periódicos y medios de la burguesía se percataron tardíamente de la presente situación, pero no bien advertida inundaron con ríos de tinta sus editoriales para torcer el rumbo, aunque aún sin éxito. El centrismo, en ausencia de política revolucionaria, ha dejado en evidencia su vulgar seguidismo a las ilusiones en la democracia burguesa. En lugar de buscar politizar el instintivo rechazo que comienza a germinar en las masas, ha actuado alimentando las ilusiones, chocando contra esa desconfianza, buscando encauzarla hacia carriles institucionales.
“Negarse a ir a votar no constituye castigo alguno para los partidos políticos responsables de estos padecimientos. Ellos seguirán gobernando para los capitalistas” sostiene Sofía Hart (28/07/2023 Prensa Obrera). Pablo Vasco, por su cuenta en el periódico digital del MST, nos dice que “si vos elegís no ir a votar para expresar ese descontento que crece en todo el país, a ellos en realidad no les importa un comino” (27/07/2023 Periodismo de Izquierda). La izquierda electoralista se ha arrastrado durante meses en búsqueda de un voto mostrando la cantidad de proyectos de ley que han presentado a lo largo y ancho del país, sin señalar la impotencia de los mismos. Indudablemente estamos en presencia de lo que Marx y Engels llamaron “cretinismo parlamentario”. El centrismo amenaza con la lucha de clases pero busca golpear y castigar con la papeleta electoral.
El autoengaño como método
Difícilmente se pueda construir algo sólido a partir de un método errado. Los revolucionarios partimos de hablar con franqueza y exponer la realidad tal cual se nos presenta, y no como nos gustaría que ocurriese. Guillermo Lora gustaba citar profusamente la frase de Spinoza “ni reír ni llorar, comprender”, para señalar la actitud de los marxistas. Contrariamente los revisionistas del trotskismo se han encerrado en sus propias mentiras, dándose tumbos ante cada nuevo acontecimiento de la realidad y guardando celosamente de realizar sus balances y autocríticas de sus permanentes equívocos.
Durante más de dos años se han autoproclamado “tercera fuerza” para caer a un quinto lugar actualmente, sin que esto les merezca siquiera un renglón en alguno de sus balances (hasta el momento). Dice Myriam Bregman que la actual elección dio un “resultado similar al de las presidenciales de 2015 y 2019” apelando a que ningún desprevenido agarre malintencionadamente las estadísticas oficiales y la desmienta categóricamente. Para el PO existe un “un paso adelante para el FIT-U” basado en el reagrupamiento de otras organizaciones. El altamirismo dice “hemos desarrollado nuestros objetivos” aunque toda la campaña propagandizaron el “votanos ahora para discutir en octubre”. El NuevoMAS se atribuye “haber evitado rendirle pleitesía al electoralismo” aunque sus materiales hayan mostrado exactamente lo opuesto, y ni una palabra haya sido dicha de los casi 100.000 votos perdidos respecto a 2019.
El procedimiento es archi-conocido: cuando los números acompañan, ven nuevos “pisos” desde donde seguir avanzando. Cuando no acompañan (como en este caso), vislumbran una “consolidación” de nuevos militantes, locales, simpatizantes, etc. Así, el centrismo electoralista cree estar en un gradual y permanente ascenso hacia la revolución, sin contratiempos ni retrocesos políticos. Esto es ajeno al método de Lenin y los bolcheviques.
La realidad señala que el FIT-U ha conquistado 630.000 votos, que están por debajo de los 720.000 de 2019 y los 730.000 del 2015, por comparar únicamente con las presidenciales. Tanto en Buenos Aires como en CABA el FIT-U retrocedió respecto a 2019: en Buenos Aires de 320.000 votos a Gobernador pasó a 285.000; en CABA para Jefe de Gobierno de 78.000 a 67.000. El NuevoMAS pasó de 180.000 a 85.000 votos en tan solo 4 años. Es decir, los números apuntan directamente contra el discurso oficial del autoengaño, que no es más que un daño autoinfligido a la hora de comprender e intervenir sobre la realidad.
El papel del centrismo
Más allá de los votos, los marxistas utilizamos las elecciones para propagandizar nuestro programa, para advertir sobre los trucos y engaños de la democracia burguesa, para desenmascarar el contenido de clase de las herramientas que el régimen capitalista de producción ofrece. No podemos descartar que el actual retroceso del FIT-U se transforme en un elemento que logre capitalizar en algún momento el descontento, como ha ocurrido en Jujuy 2021, en Salta en 2013 o Mendoza 2015. Sin embargo, será siempre sobre la base del oportunismo, es decir, una construcción sobre arena.
Durante la campaña electoral hemos visto difundirse hasta el cansancio los slogans socialdemócratas de los revisionistas: “El voto que les duele a los dueños del poder”, “por un gobierno de trabajadores”, “la salida es por izquierda”, “la izquierda que se planta”, que tienen el mérito de no decir absolutamente nada. Ni los métodos, ni la estrategia, ni la cuestión del poder, ni la caracterización revolucionaria de las elecciones pueden reemplazarse por una frase marketinera que no aporta más que confusión.
El centrismo electoralista representa objetivamente un obstáculo para la politización de las masas, lo que confirma nuestra temprana caracterización sobre el FIT-U y las otras organizaciones que se reclaman abusivamente de la clase obrera. En el escenario actual no solo no han podido explicar el descontento, sino que han actuado para encaminarlo hacia salidas burguesas, un panorama similar a su intervención en la crisis chilena abierta en octubre de 2019. Es importante dicha mención porque la orientación de esas organizaciones dilapida la enorme energía de sus valiosísimos militantes, activistas y simpatizantes, en caminos condenados a nuevas y enormes frustraciones. El trascendental momento actual exige la clarificación política y el señalamiento estratégico como pilares de la actividad revolucionaria.