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Presentación del libro “El golpe fascista y la inviabilidad de la vía pacífica al socialismo”

El 11 de septiembre se cumple medio siglo del golpe de Pinochet al Gobierno de Salvador Allende en Chile. Un acontecimiento de estas características resulta una invitación para elaborar un detallado balance de aquella experiencia y verificar su grado de asimilación.

Mucho se ha escrito a lo largo de estas cinco décadas acerca de la cuestión. La experiencia chilena indudablemente constituye uno de los puntos fundamentales de la lucha de clases en nuestro Continente. Allende fue colocado por sus contemporáneos como una revolución pacífica triunfante y un proceso de cambios profundos en el país trasandino: la posibilidad de arribar al socialismo confiando en la propia institucionalidad burguesa, intentó imponerse, inútilmente, como la principal conclusión.

La “vía chilena” fue tempranamente saludada por los stalinistas. Vieron allí la materialización de sus tesis sobre la posibilidad de la conquista del poder político a través de procesos electorales y a través de un gran frente nacional, en este caso, la Unidad Popular. El proletariado no precisaría conquistar su independencia política sino encontrar sectores burgueses afines, eufemismo que se refiere esencialmente al disciplinamiento frente a la tutela burguesa.

El castrismo cubano también prodigó abundantes simpatías a la novedosa experiencia que venía a ratificar su peregrina teoría de abandonar la utilización de la violencia. Pero también un grupo variopinto de personajes y organizaciones vislumbraba en la experiencia chilena sus más ingenuas fantasías que se condensaban en “socialismo con democracia”, grito histérico de los sectores contrarrevolucionarios, buscando oponerse, de este modo, a la dictadura del proletariado, al Estado Obrero propiamente dicho y su “autoritarismo”.

Lenta pero persistentemente, las expectativas para con su Gobierno fueron desapareciendo en las masas con el correr de los años. Los oprimidos no veían la realización de sus fundamentales demandas sino el creciente sometimiento a la política burguesa. Corrida la neblina de un primer período de ilusiones, comenzaba a verse que la única garantía de conquistarlas era a través de la lucha de clases, de los métodos de acción directa. Se planteaba en la situación política una encrucijada de fundamental importancia.

Como podrá verse en el libro que aquí presentamos, los cordones industriales, sin romper completamente con la política allendista, planteaban un incipiente camino de independencia de clase, que chocaba contra la conciliación de clases planteada por la Unidad Popular. Así se inauguraba primero una contención y luego una abierta represión a una de las más grandes gestas del movimiento obrero latinoamericano: los cordones industriales chilenos.

El golpismo en Chile venía incubándose meses antes del definitivo golpe fascista con el rearmado de la cúpula del ejército y el tanquetazo de junio del 73. De esta forma, el encarnizamiento y regimentación a la vanguardia del movimiento obrero que se lanzaba a tomar minas y fábricas, sellaría la propia suerte del Frente Popular y le allanaría el camino a Pinochet. A partir del 11 de septiembre se instauraría un régimen destinado a aplastar definitivamente los últimos vestigios de resistencia obrera y popular.  He allí la primera parte del estudio que presentamos.

 

La “vía chilena” a la luz de nuestros días

La calma superficial que acompañó la situación política chilena durante más de 45 años se trocó en su contrario. El “oasis chileno” saludado con algarabía y ejemplo a seguir por toda la clase dominante continental, fue borrado de un día para el otro, reflejando los atomizados y también profundos cambios que se habían ido operando subterráneamente en la conciencia de la población. Así, a partir de la rebelión popular inaugurada en octubre de 2019 la experiencia del Gobierno de Unidad Popular adquiriría nuevas dimensiones.

La pregunta obligada era ahora ¿cuál el grado real de asimilación de la vieja experiencia del frente popular y las vías pacíficas al socialismo? Ya dejamos enumerado previamente los sectores que expresamente saludaron el desgraciado ensayo, pero pasamos por alto a quienes, aunque inconscientemente, se convirtieron en tributarios del mismo. La práctica ha venido a demostrar que “el golpe fascista y la inviabilidad de la vía pacífica al socialismo” no fue debidamente estudiado e incorporado al bagaje de los oprimidos chilenos, pero fundamentalmente, no había sido comprendido por el grueso de la vanguardia militante del país ni de Latinoamérica.

Tal y como sucedió con algunos textos de la primera parte, fundamentalmente de Guillermo Lora, la segunda parte fue íntegramente escrita y analizada por el CERCI, y fundamentalmente su sección chilena, al calor de los acontecimientos, con todas las dificultades que ello representa. Sucede a menudo que en el fragor de la lucha y las presiones por las delimitaciones y elaboraciones vertiginosas del día a día, no pocos errores se cometen inevitablemente.

La rápida transformación de una lucha contra el aumento del boleto del subte, en una lucha contra todo un régimen político (en la consigna “no son 30 pesos son 30 años”) tomó desprevenido a no pocos. Casi desde el primer día del levantamiento, la burguesía ajustó toda su intervención para encauzar el descontento y la radicalización a los caminos institucionales de la democracia burguesa, utilizando para ello fundamentalmente a los elementos que despertaban algún tipo de expectativas en las masas. Boric, cargando con una reconocida experiencia de lucha, fue utilizado casi desde los primeros días como dique de contención.

La anulación del aumento y otras promesas por parte del Gobierno de Piñera fracasaban una tras otra para contener la creciente radicalización de las masas. El rechazo de todas y cada una de ellas obligó al plebiscito para la convocatoria de una Convención Constituyente que, junto a la pandemia del coronavirus de marzo de 2020, logró atenuar leve y circunstancialmente el proceso iniciado en octubre 2019. Esta atrevida concesión colocó la vieja discusión a la orden del día, implantando una nueva encrucijada en la situación política.

Gran parte de la población vio en la Convención Constituyente – tal y como había sucedido con la Unidad Popular de Allende en 1970 – una efectiva herramienta para lograr cambios profundos en el régimen político. Este error, aunque con profundas implicancias, es esperable en la población huérfana de dirección política y presa de largas décadas de luchas muy parcializadas; cargando sobre sus espaldas los más duros ataques a las condiciones laborales y de vida.

Este error previsible entre los oprimidos, importa una falta imperdonable entre los que se autoproclaman revolucionarios. Las más variadas tiendas políticas – los revisionistas del trotskismo – se subordinaron al canto de sirena de la burguesía chilena, entrando con armas y bagajes en los caminos institucionales que la clase dominante proponía. Poco importa las características de esta Convención Constituyente: si debía someterse a los tratados internacionales, o si era “libre” “soberana” “con poder” (o tantas otras triquiñuelas por el estilo). Lo fundamental era que esta Convención era la institución capaz de desviar la lucha de clases a terrenos democratizantes. Los revisionistas no superaron la prueba de la historia.

La sola excepción del Partido Obrero Revolucionario, sección chilena, como miembro del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la Cuarta Internacional, advirtió tempranamente la maniobra. Alertó, aun en su carácter embrionario, contra las ilusiones constitucionales y llamó a levantar la guardia frente a los intentos de colaboración de clases. Los documentos aquí colocados son fiel expresión de la acertada línea de los revolucionarios chilenos, y tan solo un botón de muestra de las decenas y decenas de artículos que se han debido dejar de lado sobre lo acontecido en estos últimos 4 años.

Por eso queda por demás en evidencia que el mero paso de 50 años no conforma un hecho anecdótico para los revolucionarios. No se trata de la mera publicación de algunos bonitos textos de tiempos pasados para su archivo y contemplación. Se trata, contrariamente, de la necesidad de su paciente y colectivo estudio, de la extracción de sus principales conclusiones, de la reivindicación de un método de elaboración que permite delimitar una guía de acción práctica.

Verificamos que no hay otro camino que la construcción del Partido Mundial de la Revolución Socialista (cuyo germen es el CERCI) para superar la crisis de dirección política, asimilando las enseñanzas de los más trágicos errores. El material que presentamos y ponemos a disposición de la militancia no se trata únicamente de un estudio invaluable sobre los orígenes, causas y consecuencias del golpe pinochetista del 11 de septiembre de 1973, sino la prueba fundamental de la victoria de un método de construcción partidario, anclado en sólidos y robustos pilares programáticos.

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