CERCI

El discurso humanitario de la ONU no detiene la matanza

Sólo la clase obrera internacional puede poner fin a la ocupación de la franja de gaza

Es imperativo poner de relieve los motivos económicos y de clase de cualquier guerra. Sin este método, prevalecen las explicaciones ideológicas de los gobiernos y de loso portavoces de la burguesía. Nos enfrentamos a esta cuestión ante la guerra en Ucrania, que tiene la particularidad de tener su base en la restauración capitalista, la destrucción de la Unión de Repúblicas Soviéticas y la ofensiva del imperialismo expresada por el cerco de la OTAN a Rusia.

La caracterización de guerra de dominación era y es fundamental para que la vanguardia revolucionaria formule una posición internacionalista desde el punto de vista del proletariado. La guerra en Ucrania ha pasado temporalmente a un segundo plano frente a la guerra que libra el Estado de Israel contra los palestinos en la Franja de Gaza. Pero su importancia sigue siendo capital, ya que implica a potencias militares como Estados Unidos y Rusia.

La clase obrera europea y mundial permaneció casi paralizada, aplastada por las contradicciones de la guerra de dominación que afectaba a un país oprimido como Ucrania, arrastrada por las fuerzas contrarrevolucionarias del proceso de restauración capitalista. Los acontecimientos, sin embargo, no han dejado de demostrar que los explotados ucranianos, rusos y europeos, sobre todo, se enfrentaban y se enfrentan a la tarea de emancipar a Ucrania de las fuerzas burguesas que la imposibilitan alcanzar una autodeterminación real.

Estados Unidos ha convertido al pueblo ucraniano en carne de cañón para sus objetivos imperialistas de controlar la región que una vez perteneció a la URSS. Y Rusia no puede mantener su independencia como país restaurado por el capitalismo sin mantener la opresión nacional basada en las antiguas repúblicas soviéticas. El fin de la guerra y la autodeterminación de Ucrania no se producirán bajo ninguna de las variantes de la política burguesa. Cualquiera que sea la variante burguesa que resulte en la suspensión del conflicto, concluirá con la subordinación de Ucrania a los intereses capitalistas y, por tanto, con la intensificación de la opresión nacional y de clase.

La guerra en Ucrania ha sacado a la luz el significado más profundo de la victoria de la contrarrevolución restauracionista encarnada por la burocracia soviética, es decir, el estalinismo. Por el contrario, planteó al proletariado la necesidad histórica de retomar las posiciones conquistadas por la Revolución Rusa y la construcción de la URSS. Una «nueva Revolución de Octubre», como predijo Trotsky ante la posibilidad del triunfo de las fuerzas restauracionistas, está en el horizonte de Rusia y de las antiguas repúblicas soviéticas. El programa de la revolución social es la única vía para combatir las guerras de dominación y derrotar a las fuerzas opresoras. Con este programa y la estrategia del internacionalismo, el proletariado ucraniano, ruso, europeo y mundial podrá unirse en el enfrentamiento a las guerras de dominación y desarrollar la guerra de liberación.

La guerra en Ucrania está a punto de cumplir dos años, sin perspectivas de solución. En gran medida, esta situación catastrófica para los ucranianos se debe a la falta de unidad del proletariado bajo el programa de la revolución social. Esto expresa la profunda crisis de dirección, agravada con la liquidación de la URSS.

La intervención militar del Estado sionista de Israel tiene las mismas raíces que las guerras de opresión nacional, aunque hay que subrayar sus particularidades. Estalla en el contexto de una crisis mundial en la que la guerra de Ucrania es el síntoma más grave desde la Segunda Guerra Mundial y el hundimiento de la URSS. En Asia, la proyección de la China restauracionista, como potencia que pasó a rivalizar con Estados Unidos, es el epicentro donde se concentran los mayores peligros de guerra comercial y escalada militar.

La operación militar de Hamás en Israel, rápidamente controlada, no puso en peligro la dominación de la oligarquía burguesa sionista sobre los palestinos. Esta organización, que dirige la Franja de Gaza, no tiene poderío para librar una guerra contra Israel. Su acción consistió en mostrar hasta qué punto los palestinos no pueden soportar más el asedio económico, militar y social, así como el avance de las anexiones en Cisjordania. Fue planeado para ser contundente, pero en ningún caso sacudiría el colonialismo sionista. Hamás aprovechó la crisis política interna que sacudía al gobierno de Netanyahu para extender el control sobre el poco territorio que les queda a los palestinos.

La guerra que se desencadenó de inmediato, su extensión y su potencial destructivo pusieron al descubierto las raíces históricas de la opresión nacional, así como el alcance de la dominación dictatorial de los sionistas y el apoyo activo de Estados Unidos. Pero la decisión de destruir la Franja de Gaza, provocar una de las mayores masacres desde que se estableció el Estado sionista y reocupar el minúsculo espacio al que fue empujada y confinada una parte de la población palestina, se debió al agravamiento de la crisis mundial, que ha llevado a Estados Unidos por el camino de la escalada militar y la guerra.

El despliegue de portaaviones y refuerzos militares para apoyar a Israel demostró a China, Rusia, Irán, Siria y Líbano que su poderío estaba preparado para proteger a las Fuerzas de Defensa de Israel en sus acciones devastadoras. De hecho, los vetos de Biden a las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que buscaban una reducción de las muertes, se basaron en el arsenal bélico que el Pentágono desplegó en el Mediterráneo. Este poder real contrastaba con las volátiles maniobras de una diplomacia cargada del viejo humanitarismo burgués, del que Brasil y el gobierno de Lula han sido uno de los más comprometidos protagonistas.

El imperialismo estadounidense está ahora dispuesto a actuar desde arriba como mediador para una solución. Necesita desvincularse del genocidio y volver a hablar de democracia. Biden acaba de demostrarlo al recibir a Xi Jin Ping, que regresó a China con la etiqueta de dictador comunista. A Estados Unidos le interesa que la crisis de Oriente Medio no se prolongue demasiado, ya que tiene que continuar la guerra en Ucrania y volcar la carga contra China. Se trata de destruir toda capacidad militar para resistir a Hamás.

Las manifestaciones en muchos países bajo la bandera del fin de la guerra y el genocidio son la forma de luchar contra la guerra de dominación impuesta a los palestinos. La decisión de los ferroviarios belgas de boicotear los envíos de armas a Israel refuerza la lucha antiimperialista. Se trata de avanzar con los métodos y el programa de la revolución social y del internacionalismo proletario.

(POR Brasil – Editorial de Massas n°702)

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