Brasil: Sólo la organización y la lucha revolucionaria del proletariado pueden cambiar el rumbo de la barbarie contra las masas negras
Manifiesto del POR de Brasil por el Día de la Conciencia Negra – 20 de noviembre de 2023
La opresión racial, el racismo, es una manifestación de la opresión de clase, y es en este marco donde debe combatirse. El programa proletario debe explicar y demostrar esta tesis en cada oportunidad de la lucha de clases, especialmente cuando el problema racial aparece con más fuerza. El momento actual está marcado por el mantenimiento de la opresión racial en Brasil, incluso con el cambio de gobierno, y por profundos conflictos internacionales, como la guerra en Ucrania y Palestina. La opresión nacional es también opresión de clase, cuyos contornos son delimitados por la acción imperialista de un puñado de países ricos sobre el resto de los países del mundo, los países con capitalismo atrasado y semicolonial. En el caso de la masacre que está teniendo lugar en Palestina por parte del Estado sionista de Israel, el racismo hacia las masas árabes en todo el mundo ha crecido, gracias a la acción del imperialismo y a su amplia campaña mediática de difusión de mentiras. Esto impone una tarea a los que luchan por el fin de la matanza y por la autodeterminación de Palestina: luchar con los métodos de la clase obrera y otros explotados, bajo la estrategia de la revolución proletaria. Ninguna solución burguesa pondrá fin al derramamiento de sangre ni al racismo practicado contra los árabes.
La razón para retomar esta explicación principista en las primeras líneas de este Manifiesto es que una parte considerable de la izquierda ha abandonado este principio fundamental, adhiriéndose a las teorías burguesas que sitúan la opresión racial «al lado», «paralelamente» a la opresión de clase, es decir, la opresión del Capital sobre el trabajo. Las consecuencias de este abandono son múltiples y nefastas para los explotados. Pero pueden agregarse en una sola idea: que sería posible resolver la brutal discriminación de las masas negras bajo el capitalismo. Las políticas identitarias, que defienden la primacía del individuo y de sus características personales sobre la clase social, han impregnado el movimiento social como nunca antes se había visto. Creciendo como una auténtica mala hierba, han desviado a la juventud negra y blanca de la lucha de clases. Ahí radica la necesidad de que la vanguardia con conciencia de clase combata estas pseudoteorías y trabaje para organizar a los explotados bajo el programa de la clase obrera, que implica sus métodos, táctica y estrategia, la revolución proletaria y la dictadura.
Las políticas desarrolladas por el PT, el PCdoB, el PSOL y sus satélites forman parte de este problema. Sus programas específicos, como la ley de Cuotas, la creación de un Ministerio de Igualdad Racial, el Estatuto de Igualdad Racial, etc., no han hecho más que crear una máscara que apenas tapa los verdaderos problemas que sufren las masas negras y que son noticia todos los días. Continuamos siendo la mayor parte de los desocupados; las mujeres negras son las más maltratadas y las que más sufren la doble jornada; seguimos teniendo los salarios más bajos en general por el mismo trabajo que realizan los blancos; y seguimos representando la mayor parte de los que sufren la violencia y los asesinatos policiales. Entre quienes sufren las consecuencias de la tercerización y la privatización, los hombres y mujeres negros son mayoría, ya que constituyen la mayoría de los pobres del país.
Violencia policial
Pocos días antes del 20 de noviembre, un niño negro fue golpeado, amenazado de muerte y humillado por un hombre armado, que más tarde se supo que era un policía civil, con la connivencia de un diputado. El caso, que saltó a los titulares, tuvo lugar en la región paulista de Carandiru, un lugar que se ha convertido en símbolo de la opresión racial del Estado burgués, que el 2 de octubre de 1992 llevó a cabo una masacre autorizada por el gobierno de Fleury, en la que murieron 111 presos. La violencia contra este joven negro sólo expone el hecho de que no se ha avanzado nada en la solución de la opresión racial; al contrario, sólo ha empeorado.
Un estudio titulado «Pele Alvo: a bala não errra o negro» (“la bala no falla al negro”) muestra que una persona negra fue asesinada por la policía cada cuatro horas en ocho estados del país el año pasado. De los 3.171 registros analizados, 2.770 fueron de personas negras, es decir, el 87,35%. Las cifras reales son sin duda más elevadas, ya que 1 de cada 4 casos no incluye información racial. Bahía, gobernada por el PT, se situó a la cabeza de esta clasificación hace tres años, seguida de Río de Janeiro, donde los asesinatos se producen principalmente en las favelas. En este estado, la población negra se estima en un 54%, pero los asesinatos policiales de personas negras representan el 87%.
En São Paulo se ha producido un descenso en el número de asesinatos, atribuido principalmente a las cámaras corporales, pero no debemos albergar ilusiones reformistas sobre la policía. La reciente masacre de Guarujá, en la que fueron asesinadas 28 personas en pocos días, demostró que las cámaras no eran un elemento disuasorio, y que la policía pudo maniobrar con el dispositivo para cometer los asesinatos.
Otro aspecto de la encuesta que llama la atención es la barbarie capitalista de los jóvenes, ya que el 74% de los asesinados tenían entre 18 y 29 años. En Recife, la situación era aún peor. El año pasado, todos los asesinados por la policía eran negros, y el 67% de ellos tenían entre 12 y 29 años. Está claro que los gobiernos van y vienen, pero la policía, como brazo armado del Estado, sigue destruyendo a los jóvenes e imponiendo un régimen de terror en las favelas y periferias.
Encarcelamiento y privatización
La política penitenciaria de los gobiernos del PT no es nueva para nadie. En 2006 se aprobó la ley antidrogas, que sirvió de justificación para el encarcelamiento generalizado de jóvenes negros y pobres. El mayor aumento de la población carcelaria de la historia de Brasil se produjo durante los dos primeros mandatos de Lula, colocando al país en el tercer lugar, detrás de EE.UU. y China, entre los países con mayor número de presos. Ahora que han llenado las prisiones, están trabajando para entregarlas a las empresas privadas. La privatización del sistema penitenciario, que ya es una realidad en otros países como EEUU, avanza rápidamente en Brasil y muestra otra cara cruel del capital, que quiere lucrarse con las masas negras encarceladas. Se trata del modelo PPP (Public Private Partnership), con algunas peculiaridades. La primera subasta tuvo lugar en octubre para la construcción de una prisión en Erechim, Rio Grande do Sul. El hecho de que la empresa ganadora, «Soluções Serviços Terceirizados», fuera descalificada posteriormente no tiene mayor importancia, ya que está recurriendo la decisión. La clave es que en este modelo PPP el Estado gasta el triple y el capitalista cobra «por cabeza», lo que lleva a la conclusión obvia de que cuantos más presos, mejor. Bolsonaro inició el plan de privatización de las cárceles, Lula lo continúa.
Hay que decir que los planes privatizadores del gobierno del frente amplio Lula/Alckmin están vinculados al amplio proceso de privatización de diversos servicios públicos que se viene dando en los estados, algunos de ellos con la participación del gobierno federal, como en los casos de los metros de Recife y Belo Horizonte. En São Paulo, el gobernador Tarcísio ha impulsado un amplio movimiento privatizador, con el objetivo de entregar a los capitalistas el agua y el transporte ferroviario. Esto demuestra que es necesaria una campaña contra las privatizaciones, que vincule la lucha estatal con la nacional.
Cualquier forma de privatización es perjudicial para el conjunto de los explotados. Porque transfiere recursos públicos al sector privado, además de precarizar el servicio, despedir trabajadores, etc. Esto no significa, por supuesto, que haya que defender el sistema penitenciario público. Este sistema es sólo una parte del aparato del Estado burgués que sirve para encarcelar a una masa de jóvenes negros empujados a la marginalidad por los efectos del capitalismo podrido. La justicia burguesa es responsable de dar la máscara de la legalidad a este proceso de exclusión social generalizada.
Crisis de la dirección revolucionaria
La crisis de dirección se ha manifestado en todas las luchas encarnadas por los trabajadores. Ya sea en la lucha contra las guerras, la violencia policial o las políticas de privatización de los diferentes gobiernos. Las direcciones políticas de los explotados, en particular las direcciones del movimiento negro organizado, han seguido la línea gubernamental dictada por el petismo y la burocracia de las centrales sindicales. La defensa del gobierno de Lula, bajo la justificación de combatir a Bolsonaro, ha servido en la práctica de freno a la lucha de los trabajadores. La ausencia de las centrales sindicales en la lucha por el fin de la masacre en Palestina; la ausencia de un movimiento por el fin de la guerra en Ucrania; las traiciones a las huelgas del ABC, como recientemente en la GM; la ausencia de una lucha organizada y permanente contra la violencia policial y el encarcelamiento de jóvenes son reflejos concretos de esta política de subordinación de las direcciones políticas al gobierno.
La superación de esta crisis no se hará mediante ninguna fórmula. Implica la lucha cotidiana para construir una fracción clasista y revolucionaria en el seno del proletariado, de los sindicatos y de los movimientos populares, que sea capaz de retomar el camino de la lucha de las masas oprimidas.
La crisis de dirección es un proceso histórico, que se ha fortalecido desde la destrucción del partido que hizo la revolución rusa de 1917, el Partido Bolchevique, y la liquidación de la III Internacional por el estalinismo. Pasó por la incapacidad de la IV Internacional de consolidarse como dirección internacional de la clase obrera, debido al revisionismo, y dio un salto adelante a finales de los 80 y principios de los 90, con la destrucción de la mayor conquista del proletariado mundial, la URSS. Sin embargo, el programa revolucionario no ha sido destruido y sigue vivo en la lucha de la vanguardia con conciencia de clase. La necesidad de retomar esta historia, reconstruir los partidos revolucionarios en los diferentes países y reconstruir la IV Internacional está a la orden del día. Esta tarea la encarna el POR, a través del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional.