Bolivia: Agravamiento de la crisis económica

El gobierno obligado a aplicar una dura política de reducción del gasto fiscal y el destino de las masas cuyos ingresos se depauperan más y más

El destino de las luchas sociales durante el próximo año, que promete ser tormentoso, dependerá de la incorporación o no del proletariado enarbolando su propia política revolucionaria.

Contrastando con la campaña demagógica gubernamental en sentido de que la economía del país se encuentra saludable en medio de la crisis estructural que está estremeciendo los cimientos mismos del sistema social capitalista, el gobierno de Luis Arce –con la finalidad de sostener la precaria estabilidad económica- se ha comido todas las reservas internacionales y las utilidades del negocio de la exportación del gas; está desarrollando la invariable política burguesa entreguista de los recursos naturales al imperialismo esperando que por esa vía le puedan caer algunos centavos de renta para sobrevivir.

Hace malabarismos para mantener la subvención a la gasolina y al diésel con la finalidad de evitar una inmediata eclosión social que provocaría su inevitable caída del poder; se orienta a una durísima política de ahorro fiscal reduciendo los presupuestos de servicios importantes como son la educación y la salud; está condenado a descargar el peso de la crisis económica sobre las espaldas de los trabajadores manteniendo sueldos de hambre, buscando suprimir los beneficios sociales, sacrificando la seguridad social a largo y corto plazo, cediendo ante la presión de la empresa privada para la aplicación de una dura flexibilización laboral, etc.

No puede adoptar ninguna política que pueda mejorar los miserables ingresos de esa inmensa mayoría de cuentapropistas que constituyen ese hervidero de comerciantes minoristas que pululan por las calles, los campesinos pequeños productores que con su esfuerzo están subvencionado la miseria de este país, de los artesanos que languidecen bajo el peso del contrabando.

Ninguno de los sectores de explotados y oprimidos tienen perspectivas seguras de ver mejorar sus condiciones de vida y de trabajo; tal parece que las masas estuvieran frente a una situación sin salida y condenadas frente a una disyuntiva: o perecer o luchar para salvarse del tormento del hambre.

Los sectores más acomodados se aferran a la ilusión de salvar sus propiedades y se aferran a la necesidad de reivindicar una inexistente democracia recurriendo a los recursos legales y electorales o terminan apuntalando expresiones ultraderechistas como las de Milei en la Argentina; los más miserables que son las inmensas mayorías por el tremendo peso del precapitalismo en el país, pueden terminar, por desesperación, levantándose en las calles y arrasando con el gobierno o ser arrastrados por las capas acomodadas a la ilusión democrática.

Es un error el pensar que las diferentes capas de la clase media que, en esta brevísima coyuntura del fin de año, se oponen a las movilizaciones como la de los transportistas, se hayan derechizado, extremo que significaría que definitivamente han sido ganadas por la política burguesa y que, a partir de ahora, van a pasar a ser la base social de las expresiones de la derecha tradicional y que va a posibilitar el surgimiento de un Milei boliviano. No, la actual actitud de la clase media y también del movimiento obrero, se debe a un hecho concretísimo, el de aprovechar las fiestas de fin de año para mejorar un poco sus miserables ingresos.

La gran mayoría que constituye la clase media, no puede por sí sola encontrar una salida revolucionaria que no es otra que sepultar este sistema social agonizante.

Sin una dirección revolucionaria, las masas desesperadas pueden barrer con todo obstáculo que encuentren en el camino sin encontrar una respuesta a sus problemas de subsistencia.


EL PAÍS A LA DERIVA

El Estado está al borde de la quiebra. El principal ingreso que tenía el Tesoro General de la Nación que provenía de la exportación de gas al Brasil y la Argentina se ha acabado por el agotamiento de nuestros pozos que fueron irracionalmente explotados sin ninguna previsión de exploración para descubrir nuevos pozos, por las transnacionales que están a cargo de su explotación y se llevaron la parte del león del negocio.

El Estado no tiene dólares, tiene dificultades con la provisión normal de combustibles, el peso de la subvención a los carburantes que se importan es cada vez más pesado como el propio presidente ha reconocido, aunque señala que el mantenimiento de la subvención está garantizado y que el “proceso de industrialización” del gobierno permitirá que el país se autoabastezca con las plantas de biodiesel que se instalan y que requieren la expansión de la agroindustria del Oriente y que será un gran negocio para los agroindustriales a costa del Estado, entre otras promesa de progreso como la producción de la planta de carbonato de litio en el Salar de Uyuni y del Complejo Siderúrgico del Mutún en proceso de construcción. Sin embargo, no se conocen los cálculos económicos de estos proyectos que certifiquen su eficacia para por lo menos reducir sustancialmente la subvención estatal; tampoco los resultados proyectados de las inversiones industriales, de la tecnología a emplearse, de los costos agrícolas y de los rendimientos de los tipos de biodiésel en las condiciones particulares.

La ilusión del desarrollo de la industria del litio entregado a transnacionales chinas y una rusa y abierto a los capitales del mundo que quieran invertir en su explotación, típica política rentista de la incapacidad burguesa proimperialista, tampoco da señales de un pronto arranque.

Es evidente que hay mucho de demagogia en la propaganda del gobierno y una total falta de sinceridad sobre la situación de la crisis, hacia la población.

El que está al borde de la quiebra es el Estado, en contra posición, la anárquica explotación del oro por cooperativistas y la producción agroindustrial del Oriente atraviesan por un periodo de bonanza; pero las divisas que ingresan al país y figuran en el PIB por estos conceptos están en las mezquinas manos privadas que aportan miserias al Estado. Son parte de esos dólares, que circulan en la economía, los que permiten cierta estabilidad macroeconómica pese a la crisis del Estado.

El gobierno del MAS, por el contenido proburgués de su política, respetuosa de la gran propiedad privada, jamás se atreverá a intervenir a estos sectores, detrás de los cuales se mueven poderosos capitales internacionales.

Es en este marco que se desarrolla la politiquería burguesa. Los opositores al gobierno no sólo los de la vieja derecha racista y agotada sino ahora la fracción evista del MAS, hacen todo lo posible por poner trabas al gobierno y precipitar la crisis para que ésta estalle en la cara del gobierno, para que se hunda, y ellos sacar rédito político.

A ninguno le importa la suerte del pueblo trabajador que será el que soporte las consecuencias.

Los explotados y oprimidos no permitiremos que las consecuencias de la crisis se descarguen sobre nuestra ya intolerable miseria para agravarla más. Ganaremos las calles levantando las banderas de la lucha por un salario mínimo vital con escala móvil en caso de inflación, por trabajo, salud y educación.

Si el orden burgués ya es incapaz de alimentar a sus esclavos no merece existir, hay que destruirlo e instaurar el gobierno de obreros-campesinos i todos los oprimidos. La nueva sociedad sin patrones ni transnacionales chupa-sangres. El Estado socialista.

(POR Bolivia – MASAS 2773)

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