CERCI

100 años de la muerte de Vladimir Ilich Ulianov (Lenin)

Publicamos el discurso de Lenin en el Tercer Congreso de los Soviets, que tuvo lugar unos cuatro años antes de la constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La Revolución Rusa había triunfado dos meses y medio antes de la celebración del III Congreso de los Soviets. Se celebraron doce congresos. Lenin participó hasta el Décimo Congreso, celebrado en diciembre de 1922. Lenin murió mientras se celebraba el XI Congreso. El XII Congreso se celebró bajo la dirección de Stalin, que se había convertido en Secretario General del Partido Comunista Ruso. Es importante que la vanguardia revolucionaria y los destacamentos más avanzados de la clase obrera estudien los congresos soviéticos. Más que nunca, ante la liquidación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en diciembre de 1991, llevada a cabo por la contrarrevolución estalinista, y la profunda crisis de dirección, es obligatorio recurrir a las extraordinarias experiencias de la Revolución Rusa y, en particular, a los congresos de los Soviets.

El Tercer Congreso, que publicamos a continuación, da cuenta viva de los cambios que estaba viviendo Rusia, del carácter socialista de los mismos, de la resolución de las tareas democráticas y de la orientación internacionalista que encarna el bolchevismo y que Lenin expresó en gran medida. En particular, destacamos su afirmación de que «la victoria completa del socialismo en un solo país es imposible». En aquella época, la Revolución Rusa aún sacudía Europa y convergía con la lucha revolucionaria del proletariado en Alemania y Francia, sobre todo. En el III Congreso, Lenin estableció la relación histórica entre la Comuna de París de 1871, primera revolución proletaria, y la Revolución de Octubre de 1917, que acababa de triunfar en Rusia, y subrayó su carácter internacionalista, que significaba comenzar en un país determinado y desarrollarse en otros, desde la perspectiva de la revolución mundial.

La publicación de las formulaciones de Lenin hechas en el III Congreso de los Soviets forma parte de la campaña del POR en plena defensa de la constitución de la URSS, como síntesis de un proceso de transformación del capitalismo al socialismo y como trinchera internacional del proletariado. La reconstitución de la URSS es inevitable, contrariamente a lo que suponen los que siempre han sido sus enemigos, los que sirvieron a la contrarrevolución restauracionista y los que fueron sus defensores pero la abandonaron tras su caída. La experiencia y el programa de la URSS surgieron en las condiciones de la desintegración del capitalismo, cuando empezó a reflejar el imperialismo feroz y la fase final de crisis, guerras, revoluciones y contrarrevoluciones del capitalismo. (POR Brasil – Masas n°706)


Tercer Congreso Panruso de los Soviets de Diputados Obreros, Soldados y Campesinos Celebrado del 10 al 18 de enero de 1918

Informe sobre la actividad del Consejo de Comisarios del Pueblo 11 (24) de enero

Camaradas: En nombre del Consejo de Comisarios del Pueblo debo presentarles un informe sobre su actividad. durante los dos meses y quince días transcurridos desde la formación del Poder soviético y del Gobierno soviético en Rusia.

Dos meses y quince días representan, en total, cinco días más de los que existió el precedente poder de los obreros sobre todo un país o sobre los explotadores y capitalistas: el poder de los obreros parisienses en la época de la Comuna de París de 1871.

Debemos recordar ese poder de los obreros, ante todo, al echar una mirada al pasado y compararlo con el Poder soviético instaurado el 25 de octubre. Y al hacer esta comparación entre la anterior dictadura del proletariado y la actual, podremos ver en el acto qué gigantesco paso ha dado el movimiento obrero internacional y en qué situación incomparablemente más favorable se encuentra el Poder soviético en Rusia, pese a las condiciones complejas sin igual que implican la situación de guerra y la ruina.

Después de mantenerse dos meses y diez días, los obreros de París, que crearon por vez primera la Comuna, embrión del Poder soviético, perecieron ametrallados por los demócratas constitucionalistas, mencheviques y eseristas-kaledinistas de derecha franceses. Los obreros franceses hubieron de pagar con víctimas inauditamente numerosas la primera experiencia de gobierno obrero.

Nosotros nos encontramos en circunstancias muchísimo más favorables porque los soldados, obreros y campesinos rusos han sabido crear un aparato que ha dado a conocer al mundo entero sus formas de lucha: el Gobierno soviético. Eso es, ante todo, lo que cambia la situación de los obreros y campesinos rusos en comparación con el poder del proletariado parisiense. Los proletarios de París carecían de un aparato, no eran comprendidos por el país; nosotros nos hemos apoyado en el acto en el Poder soviético, y por eso jamás hemos dudado de que este poder gozaba de la simpatía y el apoyo más fervoroso y abnegado de la gigantesca mayoría de las masas, debido a lo cual era invencible.

Quienes adoptaban una actitud de escepticismo ante el Poder soviético, y con frecuencia, consciente o inconscientemente, lo traicionaban y lo vendían al conciliacionismo con los capitalistas y los imperialistas, han hecho ensordecer a todos con sus gritos de que en Rusia no podía mantenerse el poder exclusivo del proletariado. Como si cualquier bolchevique o partidario suyo hubiera olvidado por un solo instante que en Rusia sólo puede ser duradero un poder que sepa cohesionar a la clase obrera, a la mayoría de los campesinos, a todas las clases trabajadoras y explotadas en una fuerza única, indisolublemente unida, que luche contra los terratenientes y la burguesía.

Jamás hemos dudado de que sólo la alianza de los obreros y los campesinos pobres, de los semiproletarios, de la cual se habla en el Programa de nuestro Partido, puede abarcar en Rusia a la mayoría de la población y asegurar un firme apoyo al poder. Y después del 25 de octubre hemos conseguido en el acto, en el transcurso de unas cuantas semanas, vencer todas las dificultades y crear un poder basado en esa firme alianza.

iSí, camaradas! Cuando el partido eserista en su vieja forma -en un momento en que los campesinos no habían comprendido aún quiénes eran dentro de él los verdaderos partidarios del socialismo- lanzaba la consigna de usufructo igualitario del suelo, sin desear conocer quién cumpliría esa tarea, en alianza o no con la burguesía, nosotros dijimos que eso era un engaño. Y esa parte, que ha visto ahora que no la sigue el pueblo, que es un cero a la izquierda, pretendía que podría aplicar el usufructo igualitario del suelo en alianza con la burguesía; en eso consista el engaño principal. Y cuando la revolución rusa mostró la experiencia de la colaboración de las masas trabajadoras con la burguesía en el momento más grandioso de la vida del pueblo; cuando la guerra llevó y lleva al pueblo a la ruina, condenando a millones de seres a perecer de hambre, y sus consecuencias revelaron en la práctica la experiencia del conciliacionismo; cuando los propios Soviets vivieron y sintieron esa experiencia, pasando por la escuela del conciliacionismo se hizo evidente la presencia de un gran germen socialista, sano y viable, en la doctrina de quienes querían unir el campesinado, su parte trabajadora, al gran movimiento socialista de los obreros del mundo entero.

Y en cuanto esta cuestión se planteó en la práctica con nitidez y precisión ante el campesinado, ocurrió lo que nadie dudaba que debía ocurrir, como lo han demostrado ahora los Soviets y congresos campesinos: cuando llegó el momento de realizar de verdad el socialismo, los campesinos pudieron ver con claridad esas dos líneas políticas fundamentales: la alianza con la burguesía o con las masas trabajadoras. Comprendieron entonces que el partido que expresaba los verdaderos anhelos e intereses del campesinado era el partido de los eseristas de izquierda. Y cuando concluimos con este partido nuestra alianza gubernamental planteamos las cosas desde el primer momento de tal modo que dicha alianza se asentara en los principios más claros y evidentes. Si los campesinos de Rusia quieren llevar a cabo la socialización de la tierra en alianza con los obreros, que efectuarán la nacionalización de los bancos e implantarán el control obrero, serán fieles colaboradores nuestros, serán nuestros más fieles y valiosos aliados. No hay un solo socialista, camaradas, que no reconozca la verdad evidente de que entre el socialismo y el capitalismo se extiende un largo período, más o menos difícil, de transición, de dictadura del proletariado, y que las formas de este período dependerán en mucho de si predomina la pequeña propiedad o la grande, la pequeña cultura o la grande. Es comprensible que el paso al socialismo en Estliandia, ese pequeño país compuesto de grandes haciendas agrícolas y en el que teda la población sabe leer y escribir, no puede parecerse al paso al socialismo en un país predominantemente pequeñoburgués como es Rusia. Eso hay que tenerlo en cuenta.

Todo socialista consciente dice, que es imposible imponer el socialismo a los campesinos por la violencia y que debe confiarse únicamente en la fuerza del ejemplo y en la asimilación de la experiencia de la vida por la masa campesina. ¿Cómo considera esa masa más cómodo pasar al socialismo? He ahí la tarea que tiene planteada hoy de manera práctica el campesinado ruso. ¿Cómo puede esa misma masa apoyar al proletariado socialista y empezar el paso al socialismo? Y los campesinos han iniciado ya ese paso y tenemos plena confianza en ellos.

La alianza que hemos concluido con los socialistas revolucionarios de izquierda se asienta en una firme base y se fortalece no por días, sino por horas. Si en los primeros tiempos podíamos temer en el Consejo de Comisarios del Pueblo ·que la lucha fraccional frenara el trabajo, hoy debo decir con certeza, tomando en consideración la experiencia que proporcionan dos meses de trabajo conjunto, que en la mayoría de los asuntos adoptamos acuerdos unánimes.

Sabemos que sólo cuando la experiencia muestra a los campesinos cuál debe ser, por ejemplo, el intercambio entre la ciudad y el campo, ellos mismos establecen su ligazón por abajo, basándose en su propia experiencia. De otra parte, la experiencia de la guerra civil enseña de manera evidente a los representantes de los campesinos que no hay otro camino al socialismo que la dictadura del proletariado y el aniquilamiento de la dominación de los explotadores (Aplausos.)

Camaradas: Cada, vez que tocamos este tema, en la presente reunión o en el Comité Ejecutivo Central, escucho de cuando en cuando, de la parte derecha de la asamblea, exclamaciones de «idictador!». Sí, «cuando éramos socialistas», todos reconocían la dictadura del proletariado; incluso hablaban de ella en sus programas; se indignaban ante el «difundido prejuicio de que se puede hacer «Cambiar de criterio a la población, demostrarle que no se debe explotar a las masas trabajadoras, que eso es pecaminoso y vergonzoso,- y que entonces se entronizará el paraíso en la tierra. No, ese prejuicio utópico ha sido destrozado hace mucho en la teoría y nuestra tarea consiste en destrozarlo en la práctica.

Es imposible imaginarse que los señores· socialistas vayan a servirnos el socialismo en bandeja de plata, ya preparadito. Eso no ocurrirá. Ni un solo problema de la lucha de clases se ha resuelto aún en la historia de otro modo que no sea por la · violencia. iCuando la violencia procede de los trabajadores, de las masas explotadas contra los expl0tadores, entonces sí, entonces somos partidarios de esa violencia! (clamorosos aplausos.) Y .no nos turban lo más mínimo los chillidos- de quienes, consciente o inconscientemente, están al lado de la burguesía · o se encuentran tan atemorizados por ella, tan oprimidos por su dominación, que al ver ahora esta lucha «de clases, de un enconamiento inusitado, se ·desconciertan, lloran, olvidan todas sus premisas y exigen de nosotros lo imposible: exigen que nosotros, los socialistas, alcancemos la victoria completa sin luchar contra los explotadores, sin sofocar su resistencia.

Los señores explotadores comprendieron ya en el verano de 1917 que se trataba de «las batallas finales y decisivas», que el último baluarte de la burguesía, esta fuente principal y fundamental de opresión de las masas trabajadoras, les sería arrancado de las manos si los Soviets tomaban el poder.

De ahí que la Revolución de Octubre haya iniciado esta lucha sistemática y firme,  para que los explotadores cesen su resistencia y para que, por difícil que les resulte a los mejores de ellos, se avengan a la idea de que se ha terminado la dominación de las clases explotadoras, y que desde ahora mandará el mujik sencillo y ellos deberán obedecerle: por muy desagradable que les resulte, tendrán que hacerlo

Esto costará dificultades, sacrificios y errores, es una cosa nueva, sin precedente en la historia, que no puede leerse en los libros. Se sobrentiende que se trata de la transición más grandiosa y difícil que conoce la historia, pero de otro modo habría sido imposible realizar esa gran transición. Y la circunstancia de que en Rusia se haya creado el Poder soviético ha demostrado que la propia masa revolucionaria es la más rica en experiencia revolucionaria -cuando en ayuda de unas cuantas decenas de hombres del Partido acuden millones-, que toma por el cuello, de una manera práctica, a sus explotadores.

De ahí que actualmente haya prevalecido en Rusia la guerra civil. Se lanza contra nosotros la consigna de » iQue desaparezca la guerra civil!» Tuve ocasión de oírselo a los representantes de la derecha de la llamada Asamblea Constituyente. Que desaparezca la guerra civil… ¿Qué significa eso? ¿La guerra civil contra quién?’ ¿Contra Kornílov, Kerenski y Riabushinski, que gastan millones en sobornar a desclasados y funcionarios? ¿Contra los saboteadores que, consciente o inconscientemente, lo mismo da, aceptan ese soborno? Es indudable que entre los últimos hay gente atrasada, que acepta eso inconscientemente porque no puede imaginarse que sea posible y necesario destruir hasta los cimientos el anterior régimen burgués y empezar a construir sobre sus ruinas la sociedad socialista, completamente nueva. Es indudable que esa gente existe; pero ¿cambian por ello las circunstancias?

De ahí que los representantes de las clases poseedoras se lo jueguen todo a una carta, de ahí que éstas sean para ellos las batallas finales y decisivas y no se detengan ante ningún crimen con tal de demoler el Poder soviético. ¿Es que toda la historia del socialismo, en particular del socialismo francés, tan rica en afanes revolucionarios, no nos enseña que, cuando las propias masas trabajadoras toman en sus manos el poder, las clases dirigentes recurren a crímenes y fusilamientos inauditos en cuanto se trata de proteger sus propias cajas de caudales? Y cuando esa gente nos habla de guerra civil, le contestamos con una sonrisa; y cuando lleva su consigna a los medios de la juventud estudiantil le decimos: iUstedes los engañan!

La lucha de clases no ha llegado por casualidad a su última forma, en la que la clase de los explotados toma en sus manos todos los medios de poder para aniquilar definitivamente a su enemigo de dase, la burguesía, y barrer de la faz de la tierra rusa no sólo a los funcionarios, sino también a los terratenientes, como los han barrid0 los campesinos rusos en algunas provincias.

Se nos dice que el sabotaje que ha encontrado el Consejo de Comisarios del Pueblo entre los funcionarios y terratenientes demuestra la falta de deseo de ir al encuentro del socialismo. iComo si no hubiera estado claro que toda esa banda de capitalistas y truhanes, desclasados y saboteadores no es más que una banda, sobornada por la burguesía, que opone resistencia al poder de los trabajadores! Naturalmente, quienes pensaban que se podía saltar de golpe del capitalismo al socialismo o quienes creían posible convencer a la mayoría de la población de que podría conseguirse eso por medio de la Asamblea -Constituyente; quienes creían ese cuento democrático burgués, pueden seguir creyéndolo con toda tranquilidad, pero que no culpen a la vida si ésta lo hace trizas.

Quienes han comprendido lo que es la lucha de clases, lo que significa el sabotaje organizado por los funcionarios saben que no podemos saltar al socialismo de la noche a la mañana. Quedan aún burgueses, capitalistas, que tienen la esperanza de recuperar su dominación y defienden sus cajas de caudales; quedan aún desclasados, un sector de gente venal, completamente aplastados por el capitalismo y que no saben elevarse hasta las ideas de la lucha proletaria.  Quedan aún empleados, funcionarios, que piensan que los intereses de la sociedad consisten en defender el viejo régimen.  ¿Cómo es posible imaginarse el triunfo del socialismo de 0tro modo que no sea la bancarrota total de esos sectores, el hundimiento pleno de la burguesía tanto rusa como europea? ¿No pensaremos que los señores Riabushinski no comprenden sus intereses de clase? Son ellos quienes pagan a los saboteadores para que no trabajen. ¿O es que actúan por separado? ¿No actúan conjuntamente con los capitalistas franceses, ingleses y norteamericanos, comprando valores? Ya veremos, sin embargo, si les ayudan esas compras y no resulta que los montones de valores que compran ahora se conviertan en el más nulo e inservible papel viejo.

He ahí por qué, camaradas, nuestra respuesta a todos los reproches y acusaciones de terror, dictadura y guerra civil, aunque estamos muy lejos aún de haber pasado al verdadero terror, poique somos más fuertes que ellos —tenemos los soviets, bastará con que nacionalicemos los bancos y confisquemos sus propiedades para obligarlos a someterse—, nuestra respuesta a todas las acusaciones de incitar a la guerra civil es: sí, hemos proclamado abiertamente lo que ningún otro gobierno pudo proclamar. El primer gobierno en el mundo que puede hablar abiertamente de guerra civil es el gobierno de las masas de obreros, campesinos y soldados. Sí, hemos iniciado y libramos la guerra contra los explotadores. Cuanto más sinceramente lo digamos tanto más rápidamente terminará esta guerra, tanto más rápidamente nos comprenderán todas las masas trabajadoras y explotadas, comprenderán que el poder soviético está luchando por la verdadera, la vital causa de todos los trabajadores.

No creo, camaradas, que podamos lograr pronto la victoria en esta lucha, pero tenemos una riquísima experiencia: en el curso de dos meses hemos conseguido mucho. Hemos experimentado el intento de ofensiva de Kérenski contra el poder soviético y el rotundo fracaso de ese intento; hemos experimentado la organización del poder de los Kérenski ucranios; la lucha aún no ha ter- ‘ minado allí, pero para cualquiera que la observa, que ha escuchado aunque sea algunos informes veraces de los representantes del poder soviético, está claro que los elementos burgueses de la Bada Ucrania están viviendo sus últimos días. (Aplausos.) Es imposible dudar en lo más mínimo de la victoria del poder soviético de la República Popular Ucrania sobre la Rada burguesa Ucrania.

En cuanto a la lucha contra Kaledin —en esto, en efecto, todo descansa sobre la base de la explotación de los trabajadores, sobre la base de la dictadura burguesa— si existe alguna base social contra el poder soviético. El Congreso campesino ha demostrado claramente que la causa de Kaledin es desesperada; las masas trabajadoras están contra él. La experiencia del poder soviético, la propaganda con hechos, con el ejemplo de las organizaciones soviéticas, va dando frutos, y el punto de apoyo de Kaledin fin la región del Don se desmorona ahora, no tanto externamente como internamente.

He ahí por qué, si miramos al frente de la guerra civil en Rusia, podemos decir con plena convicción; aquí la victoria del poder soviético está total y completamente asegurada. Y la victoria del poder soviético, camaradas, se está logrando porque él comenzó desde el primer momento a hacer realidad el legado secular del socialismo, apoyándose en las masas consecuente y decididamente, y considerando como su deber despertar a los sectores más oprimidos y embrutecidos de la sociedad a la vida activa e ‘ Incorporarlos al trabajo creador socialista. He ahí por qué el viejo ejército, el ejército del adiestramiento cuartelero y de las torturas a los soldados es cosa del pasado. Condenado a la demolición, no ha quedado de él piedra sobre piedra. (Aplausos.) La democratización completa del ejército es un hecho.

Permítanme relatar un incidente que me ocurrió. Fue en el coche de un tren de Finlandia y tuve ocasión de oír una conversación entre varios finlandeses y una anciana. Yo no pude participar en la conversación, porque desconocía el finlandés; pero un finlandés se dirigió a mí y me dijo: “¿Sabe usted qué cosa curiosa dijo esta anciana? Dijo: ahora no hay que temer al hombre con el fusil. Cuando estuve en el bosque encontré a un hombre con un fusil y, en vez de quitarme mi leña, me dio más”.

Cuando oí eso, me dije: no importa que centenares de periódicos, no importa cómo se llamen —socialistas, casi socialistas, etc.—, no importa que centenares de voces nos griten con extraordinaria fuerza: “dictadores”, ‘‘violadores” y otras palabras semejantes. Sabemos que otra voz se alza ahora entre las masas populares; que ellas se dicen: ya no hay que temer al hombre con fusil, porque él protege a los trabajadores y será implacable para aplastar la dominación de los explotadores. (Aplausos.) Eso es lo que el pueblo ha sentido, y por eso la propaganda que realiza la gente sencilla y sin instrucción, cuando cuenta cómo los guardias rojos vuelven todo su poderío contra los explotadores, esa propaganda es invencible. Llegará a millones y decenas de millones de seres, y creará sólidamente lo que la Comuna francesa del siglo xix comenzó a crear, pero sólo pudo mantener por un breve período, ¡porque fue derrotada por la burguesía: creará un Ejército Rojo, socialista, algo a lo que aspiraron siempre todos los socialistas, decir, el armamento general del pueblo. Formará nuevos cuadros de la Guardia Roja, los que nos permitirán adiestrar a las masas trabajadoras para la lucha armada.

Aunque de Rusia se decía que no podría combatir porque carecería de oficiales, no debemos olvidar lo que esos mismos oficiales burgueses decían al observar a los obreros luchando contra Kérenski y Kaledin: “Sí, esos guardias rojos técnicamente para nada sirven, pero si esta gente aprendiese un poco, tendrían un ejército invencible”. Porque por primera vez en la historia de la lucha mundial se han incorporado al ejército elementos que no son los portadores del conocimiento burocrático, pero que están guiados por las ideas de la lucha por la emancipación de los explotados. Y cuando esté completa la labor que hemos iniciado la República Soviética de Rusia será invencible. (Aplausos.)

Camaradas: Este camino que ha recorrido el Poder soviético en cuanto al ejército socialista se refiere, lo ha recorrido también en relación con otro instrumento de las clases dominantes, aún más sutil y más complejo. Me refiero al tribunal burgués, que se presentaba como defensor del orden, pero que era en realidad un instrumento ciego y sutil para reprimir sin piedad a los explotados y defender los intereses de la caja de caudales. El Poder soviético procedió como le habían legado que procediera todas las revoluciones proletarias : lo demolió en el acto. Que griten cuanto quieran, diciendo que en vez de reformar el viejo tribunal lo entregamos en el acto a la demolición. Con ello desbrozamos el camino para el auténtico tribunal popular, y no tanto por la fuerza de la represión como por el ejemplo de las masas y la autoridad de los trabajadores, sin formalismos. El tribunal, que era antes un instrumento de explotación, ha sido transformado por nosotros en un instrumento de educación sobre las firmes bases de la sociedad socialista. No cabe la menor duda de que no podemos recibir de golpe semejante sociedad.

He ahí los pasos principales que ha dado el poder soviético por el camino que indica la experiencia de las grandes revoluciones populares en el mundo entero. No hubo una sola revolución en la que las masas trabajadoras no empezaran a dar pasos por este camino para crear un nuevo poder estatal. Lo lamentable es que sólo comenzaron, pero no pudieron proseguir la obra hasta el fin, no consiguieron crear el nuevo tipo de poder del Estado. Nosotros lo hemos creado: en nuestro país es ya realidad la República Socialista de los Soviets.

No me hago ilusiones acerca de que apenas hemos iniciado el período de transición al socialismo, de que aún no hemos llegado al socialismo. Pero estarán ustedes en lo cierto si afirmaran que nuestro Estado es una República Socialista de Soviets. Tendrán tanta razón como quienes denominan repúblicas democráticas a muchas repúblicas burguesas de Occidente, aunque todos saben que ni una sola de las más democráticas de esas repúblicas es completamente democrática. Esas repúblicas conceden migajas de democracia, cercenan levemente los derechos de los explotadores, pero las masas trabajadoras están allí tan oprimidas como en cualquier parte. No obstante, decimos que el sistema burgués está representado tanto por las viejas monarquías como por las repúblicas constitucionales.

Y así es ahora en nuestro caso. Estamos lejos de haber completado siquiera el periodo de transición del capitalismo al socialismo. Jamás hemos abrigado la esperanza de que podríamos terminarlo sin la ayuda del proletariado internacional. Jamás hemos tenido ninguna ilusión en este sentido, y sabemos cuán difícil es el camino que lleva del capitalismo al socialismo; pero es nuestro deber decir que nuestra República de Soviets es socialista porque hemos emprendido ese camino, y estas palabras no serán palabras vanas.

Hemos comenzado a aplicar muchas medidas que socavan la dominación de los capitalistas. Sabemos que nuestro poder debía unificar la actividad de todas las instituciones mediante un solo principio, y este principio lo expresamos con las siguientes palabras: «Rusia es declarada una República Socialista de Soviets». (Aplausos.) Esta será la verdad que se basa en lo que debemos hacer y ya hemos empezado a hacer, será la mejor forma de unificar toda nuestra actividad, la proclamación de nuestro programa, un llamado a los trabajadores y explotados de todos los países, que desconocen en absoluto qué es el socialismo o —lo que es peor— creen que socialismo es la mezcolanza de reformas burguesas de Chemov y Tsereteli, que hemos probado y experimentado durante los diez meses de revolución y nos hemos convencido de que es una falsificación, y no socialismo.

Y es por eso que las “libres” Inglaterra y Francia hicieron cuanto pudieron durante los diez meses de nuestra revolución por impedir que un solo número de los periódicos bolcheviques y eseristas de izquierda entrara en sus países. Debieron proceder de esta manera porque vieron que la masa de obreros y campesinos todos los países captaban instintivamente lo que estaban hade los obreros rusos. Porque no hubo una sola reunión en la que se recibieran can salvas de aplausos las noticias sobre la revolución rusa y la consigna de poder soviético. Las masas trabajadores y explotados han entrado ya por doquier en contradicción con los altos dirigentes de sus partidos. El viejo socialismo de estas gentes no ha sido enterrado todavía como el de Chjeídze y Terstelli en Rusia, pero ya está liquidado en todos los países del mundo, ya está muerto.

Y frente a ese viejo régimen burgués se alza ya el nuevo Estado: la República de los Soviets, la República de las clases trabajadoras y explotadas, que derriban los viejos tabiques burgueses. Se han creado nuevas formas de Estado, que ha permitido reprimir a los explotadores, sofocar la resistencia de este puñado minúsculo, fuerte por la caja de caudales de que disponía ayer y por la reserva de conocimientos que tenía ayer. Ellos transforman sus conocimientos -los del profesor, el maestro y el ingeniero- en un instrumento de explotación de los trabajadores, diciendo: Quiero que mis conocimientos sirvan a la burguesía; de otro modo, no trabajaré. Pero su poder se ha visto quebrantado por la revolución obrera y campesina, y frente a ellos surge un Estado en el que las propias masas eligen libremente a sus representantes.

Precisamente ahora podemos decir que tenemos de veras una organización del poder que muestra con claridad el paso a la supresión completa de todo poder, de todo Estado. Eso será posible cuando no quede ni rastro de la explotación, es decir, en la sociedad socialista.

Me referiré ahora brevemente a las medidas que ha comenzado a aplicar el Gobierno soviético socialista de Rusia. El paso a la nacionalización de los bancos fue una de las primeras medidas orientadas no sólo a barrer a los latifundistas de la faz de la tierra rusa, sino también a cortar de raíz la dominación de la burguesía y la posibilidad de que el capital oprima a millones y decenas de millones de trabajadores. Los bancos son importantes centros de la economía capitalista contemporánea. En ellos se concentran riquezas inauditas y se distribuyen por todo el inmens0 país, en ellos convergen los nervios de toda la vida capitalista. Estos sutiles y complicados órganos han crecido durante siglos, y contra ellos enfiló sus primeros golpes el Poder soviético, que chocó al comienzo con una encarnizada resistencia en el Banc0 del Estado. Mas esta resistencia no detuvo al Poder soviético. Conseguimos lo fundamental en la organización del Banco del Estado, y eso fundamental está hoy en manos de los obreros Y los campesinos. Y de estas medidas fundamentales, que será preciso elaborar aún durante mucho tiempo, pasamos a apoderarnos de los bancos privados.

No procedimos como habría recomendado, sin duda, los conciliadores: primero, esperar a la Asamblea Constituyente; después, quizá, confeccionar un proyecto de ley y presentarlo a la Asamblea Constituyente, informando así de nuestros propósitos a los señores burgueses para que encontraran una escapatoria que les permitiese desembarazarse de cosa tan desagradable; y, tal vez, atraérnoslos para que nos hicieran compañía y crear entonces leyes estatales: eso habría sido un «acto de Estado».

Eso habría sido la anulación del socialismo. Nosotros procedimos sin ceremonias. No temimos los reproches de la gente «instruida» o, más exactamente, de los partidarios ignorantes de la burguesía, que trafican con los restos de sus conocimientos, y dijimos: tenemos obreros y campesinos armados, que deben ocupar hoy por la mañana todos los bancos privados. (Aplausos.) Y cuando lo hayan hecho, cuando el poder se encuentre ya en nuestras manos, sólo después de eso discutiremos las medidas a adoptar. Los bancos fueron ocupados por la mañana; y por la tarde, el Comité Ejecutivo Central aprobó una disposición: «Los bancos son declarados propiedad nacional». Se efectuó así la estatización, la socialización de la Banca, su transferencia al Poder soviético.

No hubo una sola persona entre nosotros que imaginara que un aparato tan complicado y sutil como el de la banca, surgido del sistema capitalista de economía en el curso de siglos, podía ser destruido o trasformado en unos días. Jamás hemos afirmado eso. Y cuando los científicos, o seudocientíficos, movían la cabeza y profetizaban, les respondíamos: pueden profetizar lo que quieran. Conocemos un solo camino para la revolución proletaria: ocupar las posiciones del enemigo, aprender a gobernar por experiencia, de nuestros propios errores. En nada minimizamos las dificultades de nuestro camino, pero ya hemos hecho lo fundamental. Ha sido minada la fuente de las riquezas capitalistas a lo que se refiere a su distribución. Después de eso ha sido un paso fácil en extremo anular los empréstitos del Estado y derrocar el yugo financiero. El paso a la confiscación de las fábricas después del control obrero ha sido también absolutamente fácil. Cuando se nos acusaba de que al implantar el control obrero fraccionábamos la producción en talleres aislados, rechazábamos ese absurdo. Al implantar el control obrero sabíamos que habría de pasar bastante tiempo antes de que se extendiera a toda Rusia, pero queríamos demostrar que reconocíamos un solo camino: las transformaciones desde abaje para que los propios obreros colocasen los nuevos cimientos de las condiciones económicas. Y eso requiere no poco tiempo.

Del control obrero pasamos a la formación del Consejo Superior de Economía Nacional. Sólo esta medida, junto a la nacionalización de los bancos y de los ferrocarriles, que se efectuará en los días próximos, nos permitirá emprender la creación de la nueva economía socialista. Conocemos muy bien las dificultades de nuestra obra, pero afirmarnos que sólo es socialista de verdad quien emprende esa tarea confiando en la experiencia y el instinto de las masas trabajadoras. Cometerán muchos errores, pero lo fundamental está hecho. Saben que, al dirigirse al Poder soviético, encontrarán sin falta apoyo contra los explotadores. Ni una sola medida que facilite su trabajo deja de ser respaldada plena y totalmente por el Poder soviético. El Poder soviético no lo sabe todo, no puede llegar a tiempo a todo y se ve obligado a cada paso a afrontar tareas difíciles. Se envía con mucha frecuencia al gobierno delegaciones de obreros y campesinos que preguntan cómo deben proceder, por ejemplo, con estas o aquellas, tierras. Y yo mismo me he encontrado a menudo en situaciones embarazosas al ver que no tenían un punto de vista muy definido. Y yo les decía: ustedes son el poder, hagan todo lo que deseen hacer, tomen todo lo que les haga falta, les apoyaremos; pero preocúpense de la producción, preocúpense de que la producción sea útil. Pasen a los trabajos útiles, cometerán errores, pero aprenderán. Y los obreros han empezado ya a aprender, han empezado ya a luchar contra los saboteadores. Hay quienes han hecho de la instrucción una barrera que impide a los trabajadores avanzar; esa barrera será derribada.

Es indudable que la guerra corrompe a la gente tanto en la retaguardia como en el frente, pagando por encima de toda norma a quienes trabajan para ella, atrayendo a cuantos se ocultan de ella, a los elementos desclasados y semidesclasados, imbuidos de un solo deseo: «sacar tajada» y largarse. Pero debemos expulsar, alejar a esos elementos -lo peor que ha quedado del viejo régimen capitalista y que transfieren todas sus viejas lacras- e incluir en las empresas fabriles a todos los mejores elementos proletarios para crear con ellos las células de la futura Rusia socialista. Esta medida no es fácil, implica muchos conflictos, roces y choques. Y nosotros, el Consejo de Comisarios del Pueblo, y yo personalmente, hemos tenido que enfrentarnos con sus quejas y amenazas, pero sin perder la serenidad, sabiendo que tenemos ahora un juez al que apelar. Ese juez son los Soviets de diputados obreros y soldados. {Aplausos.) El fallo de ese juez es inapelable, confiamos siempre en él.

El capitalismo divide adrede a les obreros para unir con la burguesía a un puñado insignificante de las altas esferas de la clase obrera, los choques con ella serán inevitables. Sin lucha no llegaremos al socialismo. Pero estamos prestos a la lucha, la hemos iniciado y la llevaremos hasta el fin con ayuda del instrumento que se llama Soviets. Si sometemos al veredicto del tribunal de los Soviets de diputados obreros y soldados los conflictos que surjan, cualquier problema será resuelto con facilidad. Porque por muy fuerte que sea el grupo de obreros privilegiados, cuando se les coloque ante la representación de todos los obreros, ese tribunal, lo repito, será para ellos inapelable. Semejante regulación no hace más que empezar. Los obreros y los campesinos no tienen todavía confianza suficiente en sus propias fuerzas, ·están demasiado habituados, a consecuencia de la tradición secular, a esperar indicaciones desde arriba. No se han acostumbrado aún por entero a que el proletariado es la clase dominante; entre ellos hay todavía elementos atemorizados y deprimidos, que se imaginan que deben pasar por la abominable escuela de la burguesía. Este prejuicio burgués, el más repulsivo de todos, es el que más se ha mantenido, pero está desapareciendo ya y desaparecerá definitivamente. Y estamos convencidos de que cada paso del Poder soviético destacará en creciente número a personas libres por completo del viejo prejuicio burgués de que el obrero y el campesino sencillos no pueden administrar el Estado. iPueden y aprenderán a hacerlo si se ponen a ello! (Aplausos.)

La tarea de organización consistirá precisamente en promover dirigentes y organizadores de entre las masas populares. Esta labor inmensa y gigantesca está planteada hoy a la orden del día. No podría siquiera pensarse en cumplirla si no existiera el Poder soviético, este aparato selector que puede promover a los hombres.

Tenemos una ley de Estado sobre el control; pero tenemos también algo incluso más valioso: los intentos del proletariado de concertar acuerdos con las organizaciones de fabricantes para asegurar a los obreros la dirección de ramas enteras de la industria. Los obreras curtidores han empezado ya a preparar un acuerdo de ese carácter y casi lo han concertado con la Sociedad de Fabricantes del Ramo de la Piel de toda Rusia. Yo concedo una importancia particularmente grande a estos acuerdos, pues revelan que entre los obreros crece la conciencia de su propia fuerza.

Camaradas: En mi informe no me he referido a problemas delicados y difíciles en grado sumo -los problemas de la paz y del abastecimiento- porque figuran como puntos aparte en el orden del día y serán discutidos especialmente.

En mi corto informe me he señalado el objetivo de mostrar qué idea tenemos el Consejo de Comisarios del Pueblo y yo de la historia de lo que hem0s vivido en est0s dos meses y medio, cómo se ha formación la correlación de las fuerzas de clase en este nuevo período de la revolución rusa, cómo se ha formado el nuevo poder del Estado y qué tareas sociales tiene planteadas.

Rusia ha emprendido la vía certera de la realización del socialismo: la nacionalización de los bancos, la entrega de toda la tierra, íntegramente, a las masas trabajadoras. Conocemos muy bien las dificultades que nos esperan, pero la comparación con las revoluciones anteriores nos convence de que alcanzaremos éxitos gigantescos y de que seguimos un camino que asegura la victoria completa.

Y con nosotros irán las masas de los países más avanzados, que han sido divididos por una guerra de rapiña, cuyos obreros han cursado una escuela más larga de democracia. Estimamos que ando se nos pintan las dificultades que presenta nuestra obra, que cuando se nos dice que el triunfo del socialismo es posible sólo en escala mundial, ello no es más que un intento, que prueba la total desesperación de la burguesía y de sus partidarios voluntarios e involuntarios, de tergiversar una verdad absoluta. Va de suyo que la victoria completa del socialismo en un solo país es imposible. Nuestro destacamento de obreros y campesinos, que ; apoya , al poder soviético, es uno de los destacamentos del gran ejército mundial que ha sido dividido hoy por la guerra mundial, pero que aspira a la unidad, y cada noticia, cada fragmento de los informes sobre nuestra revolución, cada nombre, es acogido por el proletariado con una salva de aplausos de simpatía, porque sabe que en Rusia se está cumpliendo la causa común, la causa de la insurrección del proletariado, de la revolución socialista internacional. Un ejemplo vivo, mostrando cómo se resuelve el problema en un país cualquiera, es más eficaz que todas las proclamas y conferencias: eso es lo que estimula a las masas trabajadoras en todos los países.

Si la huelga de octubre de 1905 —esos primeros pasos de la revolución victoriosa— se extendió inmediatamente a Europa occidental y entonces, en 1905, originó el movimiento de los obreros austríacos, si ya entonces pudimos apreciar en la práctica lo que vale el ejemplo de la revolución, de la acción de los obreros en aquel país, ahora vemos que la revolución socialista madura en todos los países, no por días, sino por horas.

Si cometemos errores y equivocaciones, si en nuestro camino se producen roces, no es eso lo que tiene importancia para ellos; lo importante es nuestro ejemplo, eso es lo que les une y les hace decir: marcharemos juntos y venceremos, pese a todo. {Aplausos)

Los grandes fundadores del socialismo, Marx y Engels, que durante varios decenios observaron el desarrollo del movimiento obrero y el avance de la revolución socialista mundial, vieron claro que el paso del capitalismo al socialismo requeriría un alumbramiento largo y doloroso, un largo período de dictadura del proletariado, la demolición de todo lo viejo, la destrucción implacable de todas las formas de capitalismo y la colaboración de los obreros de todos los países, quienes deberían aunar todos sus esfuerzos para asegurar la victoria hasta el fin. Dijeron ellos que, a fines del siglo XIX, las cosas irían de tal modo que «el francés comenzará la obra, y el alemán la llevará a cabo», el francés debía comenzar, porque durante decenios de revolución había adquirido la abnegada iniciativa de la acción revolucionaria que le hizo ser la vanguardia de la revolución socialista.

Ahora vemos otra combinación de fuerzas del socialismo internacional. Decimos que es más fácil que el movimiento se inicie en los países que no están entre los países explotadores, los cuales tienen más posibilidades para el saqueo y pueden sobornar a las capas superiores de sus obreros. Los partidos seudosocialistas, casi todos ministeriales, los partidos de los Chernov y Tsereteli de Europa occidental no realizan nada y carecen de bases firmes. Hemos visto el ejemplo de Italia, hemos seguido estos días la lucha heroica de los obreros austríacos contra los bandidos imperialistas. No importa que los bandidos consigan frenar el movimiento por cierto tiempo; pero no pueden detenerlo, es invencible.

El ejemplo de la República Soviética se alzará ante ellos durante mucho tiempo. Nuestra República Socialista de Soviets mantendrá firme, como antorcha del socialismo internacional y ejemplo para todas las masas trabajadoras. Allá, conflictos, guerra, derramamiento de sangre, sacrificios de millones de seres, explotación por el capital; aquí, una verdadera política de paz y la República Socialista de Soviets.

Las cosas resultaron distintas de lo que esperaban Marx y Engels; y nosotros, las clases trabajadoras y explotadas de Rusia, tenemos el honor de ser la vanguardia de la revolución socialista internacional, y ahora vemos claramente hasta dónde llegará el desarrollo de la revolución; el ruso la comenzó, el alemán, el francés y el inglés la terminarán, y el socialismo triunfará. (Aplausos.)

(Extraído das Obras Completas, Akal y Progreso)

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