Impulso de las tendencias bélicas
Solamente con el programa de la revolución social es posible luchar por la paz
Los choques, conflictos y guerras marcan la situación mundial. La guerra en Ucrania ha puesto al descubierto la punta del iceberg de la descomposición del capitalismo y las fuerzas ciegas de la escalada bélica mundial. Desde antes de que comenzara, la crisis de Ucrania había dado señales de que sería arrastrada por el imperialismo y utilizada contra Rusia. Estados Unidos y los aliados de la Unión Europea no podían ni pueden permitir que las antiguas repúblicas soviéticas sigan subordinadas a Rusia, que conservó parte de su poder regional tras la liquidación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) por el proceso contrarrevolucionario de restauración capitalista. Estados Unidos no puede permitir que ningún país ponga límites a su control económico, especialmente en las condiciones del colapso de la economía mundial y de su propio declive. Su formidable capacidad militar para intervenir rápidamente en cualquier región, apoyándose en la OTAN, le permite impulsar las tendencias belicistas para proteger sus intereses y en las condiciones del agravamiento de la guerra comercial con China, cuyas consecuencias han sido la reanudación de la militarización en Asia.
La invasión de tropas rusas en territorio ucraniano resultó inevitable cuando la oligarquía burguesa y el gobierno de Zelensky se disponían a romper definitivamente sus lazos con Rusia y ponerse bajo la tutela de Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN. Al ser una de las repúblicas ex soviéticas más importantes, este cambio supondría un duro golpe para el control de la vasta región en la que se asentaba la URSS, rica en recursos naturales e importante como mercado.
El 24 de febrero se cumplirán dos años de guerra sin perspectivas de solución. Ucrania está devastada, a pesar de haber sido armada y sostenida por las potencias. El fracaso de la contraofensiva prevista por las fuerzas armadas ucranianas y las dificultades internas de Estados Unidos, inmerso en una nueva carrera electoral, parecían favorecer la apertura de algunas negociaciones hacia un armisticio y la paz. El hecho de que el imperialismo hubiera incorporado a Finlandia y Suecia a la OTAN pesaba en la balanza a favor de la paz. Por el contrario, los bombardeos se han recrudecido y Francia se ha mostrado dispuesta a atender el llamamiento de Estados Unidos y Alemania para acudir en ayuda de Ucrania con armas y recursos financieros. En nombre de la «seguridad europea», Macron activará la industria bélica francesa y firmará un «acuerdo bilateral de seguridad con Ucrania», como ya ha hecho Gran Bretaña. El canciller alemán Olaf Scholz «duplicó la ayuda militar a Kiev».
Está claro que la Unión Europea ha sido llamada por Biden a hacer lo que Estados Unidos no puede en un momento de confrontación electoral con Trump. La OTAN realizará «maniobras a gran escala en las que participarán 90.000 soldados durante varios meses.» Estas decisiones indican que la escalada militar en Europa continuará su marcha ascendente. Sintomática de ello es la declaración del presidente del Comité Militar de la OTAN, el almirante holandés Rob Bauer, quien afirmó que «la alianza se está preparando para una guerra con Rusia».
La guerra de Ucrania ha pasado a un segundo plano en la actualidad internacional frente a la guerra librada por el Estado sionista de Israel en la Franja de Gaza, que el 7 de enero cumplió tres meses. Oriente Medio está sumido en una crisis alimentada por el genocidio cometido contra los palestinos. Estados Unidos ha sostenido el colonialismo sionista en la conflictiva región desde el reparto del mundo en la Primera Guerra Mundial y en la Segunda Guerra Mundial. Por eso, la cuestión de la autodeterminación del pueblo palestino es objeto de una guerra en la que participan todos los pueblos oprimidos de Oriente Medio
Mientras las autoridades norteamericanas organizan reuniones con gobiernos árabes serviles, Israel lleva su política anexionista hasta sus últimas consecuencias y aviva los enfrentamientos con Líbano, Siria e Irán, enfrentando a un país contra otro, alentando los intereses de las burguesías feudales de la región. Es bien conocido el sentido de responsabilizar a Irán por la intervención de Israel en la Franja de Gaza. La teocracia nacionalista iraní mantiene su independencia de Estados Unidos a costa de conflictos permanentes y la amenaza de guerra. Tan pronto como comenzaron los bombardeos contra los palestinos, bajo la justificación del derecho a liquidar a Hamás, la Casa Blanca apostó sus buques de guerra en el Mediterráneo frente sobre todo a Irán. Los Hutíes de Yemen comenzaron a atacar los barcos que se dirigían a Israel, manifestando así la defensa de los palestinos.
Los bombardeos de Estados Unidos y Gran Bretaña en Yemen han puesto de manifiesto que la guerra ya no se limita a la Franja de Gaza. A principios de enero, un atentado perpetrado por el Estado Islámico mató a decenas de iraníes. Irán respondió bombardeando Pakistán, Irak y Siria para atacar a la organización suní presuntamente autora del atentado. El gobierno pakistaní decidió atacar a Irán alegando que su objetivo era una organización separatista. El gobierno iraquí se mantuvo diplomático. Inmediatamente, la prensa dirigida por el imperialismo publicó el titular «Irán cruzó todos los límites hacia la bomba atómica», propagado por el Organismo Internacional de Energía Atómica dirigido por Estados Unidos. En una operación naval en Somalia, la marina estadounidense anunció que había incautado ojivas de misiles iraníes que estaban destinadas a Yemen. Aunque parezca que se trata de acontecimientos colaterales a la guerra en la Franja de Gaza, en realidad reflejan las tendencias belicistas que subyacen a la crisis de Oriente Medio y a la crisis general del capitalismo. Las potencias están ejerciendo la opresión nacional en todo Oriente Medio.
Las recurrentes guerras civiles y de intervención exterior han servido a la dominación del capital financiero, ya que no se transforman en guerras de liberación nacional y guerras civiles por la toma del poder por el proletariado. La fuerte presencia de tendencias belicistas como expresión de la guerra comercial y el agotamiento del reparto del mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial indican que el imperialismo llevará las guerras de Ucrania y Gaza hasta las últimas consecuencias. Y llevará el intervencionismo de la OTAN hasta las últimas consecuencias.
Las guerras adquieren un carácter bárbaro en la fase imperialista del capitalismo. O se transforman en guerras de liberación nacional y social, o no se logrará la aspiración de paz de los pueblos explotados y oprimidos. Las masivas manifestaciones en todo el mundo por el fin de la intervención del Estado sionista de Israel y el genocidio en la Franja de Gaza indican que sólo a través de la lucha de clases es posible derrotar la ofensiva militarista del imperialismo, Una paz sin anexiones y la autodeterminación de Ucrania dependen de la unidad de los explotados para poner fin a la guerra. Sólo con el programa de la revolución social, encarnado por el proletariado, es posible derrotar al imperialismo y luchar por la paz.
(POR Brasil – Editorial de Massas n°706)