Estados Unidos y la OTAN avanzan en la guerra contra rusia

En la cumbre del 75 aniversario de la OTAN se anunciaron medidas de guerra contra Rusia en nombre del derecho de Ucrania a incorporarse a la Unión Europea y al pacto militar del Atlántico Norte. La guerra se hizo inevitable precisamente porque la incorporación de Ucrania a las fuerzas del Occidente imperialista supuso un avance en el cerco económico y militar de Rusia.

El proceso de restauración capitalista y la desintegración de la URSS dieron lugar a profundas conmociones en Eurasia que habían estado latentes y abrieron el camino a la penetración de las fuerzas económicas del imperialismo. Entre las antiguas repúblicas soviéticas que fueron atraídas y arrastradas por EEUU y la Unión Europea, Ucrania emergió como la más estratégica. Se uniría a la Europa del Este restaurada y serviría como instrumento para aislar y cercar a Rusia, debilitada por el colapso de la URSS.

Afloraban por todas partes las raíces de la opresión nacional que no pudieron ser erradicadas en el marco de la URSS, ya que dependían de la revolución mundial y, en particular, del avance del socialismo en Europa. Cualquiera que fuera el camino de la restauración, llevaría a Rusia a ejercer la opresión nacional sobre las antiguas repúblicas soviéticas. Este proceso, sin embargo, avanzó en las condiciones de la descomposición del capitalismo, que se reanudó décadas después del final de la Segunda Guerra Mundial. El imperialismo, dirigido por EEUU, necesita controlar las antiguas repúblicas tanto como Rusia, si no más. Esta era y es la forma de subyugar a la propia Rusia y hacerse con el control de Eurasia. La estrategia de las potencias de liquidar a la URSS presuponía incorporar a Rusia al orden mundial como república burguesa vasalla.

La creación de la OTAN el 4 de abril de 1949 tenía como objetivo una guerra con la URSS. Esta fue la base de la doctrina imperialista de la “Guerra Fría” lanzada por el presidente estadounidense Henry Truman. La arruinada Europa occidental se reconstruyó bajo la intervención de Estados Unidos, que se erigió en potencia hegemónica. El objetivo era frenar el avance de las revoluciones y construir fortalezas para romper la influencia de la URSS, que había salido fortalecida de la Segunda Guerra Mundial y tenía una gran influencia en Europa Oriental y, en cierta medida, en los Balcanes.

Las contrarrevoluciones restauracionistas, especialmente en Polonia, allanaron el camino a la OTAN. Se intensificó el asedio a la URSS, que finalmente cayó en diciembre de 1991 bajo la dirección restauracionista del PCUS estalinizado, que se fracturó y dio curso a la restauración de las relaciones capitalistas de producción. No fue necesrio la conflagración de una guerra que sería protagonizada por la OTAN. La orientación inicial del imperialismo fue establecer un período de inserción de sus fuerzas económicas en el territorio de la antigua URSS y de subordinación de Rusia, que surgió del proceso de restauración como una potencia regional, cuya capacidad militar había aumentado en la Segunda Guerra Mundial, hasta el punto de crear el Pacto de Varsovia en mayo de 1955, en oposición a la OTAN. El final de la “Guerra Fría” presuponía no sólo la interrupción de la transición del capitalismo al socialismo, sino también el vasallaje económico de las antiguas repúblicas soviéticas, especialmente Rusia, siguiendo el rumbo tomado por Europa del Este.

La OTAN se mantuvo como brazo armado de Estados Unidos en Europa y el Pacto de Varsovia se disolvió incluso antes del colapso de la URSS. El resultado de este proceso histórico es que la OTAN, de 12 países fundadores, ha pasado a tener 32 miembros, con las recientes incorporaciones de Finlandia y Suecia en medio de la guerra de Ucrania. Los 75 años de la OTAN encarnan las más profundas tendencias belicistas alimentadas por el imperialismo, con Estados Unidos como buque insignia.

La clase obrera mundial, y en particular la clase obrera norteamericana y europea, tiene la tarea de levantar la bandera de la disolución de la OTAN como parte de la lucha antiimperialista y de la estrategia programática de la revolución social. Se trata simplemente de una organización militar comandada por los monopolios, el capital financiero y la industria bélica, una organización tan grande y capaz de provocar una catástrofe mucho mayor que la de las dos guerras mundiales. Un peligro que no tiene parangón en la historia.

Si se llevan a cabo las nuevas medidas para armar a Ucrania, la guerra tomará un nuevo rumbo, que es la implicación directa de la alianza imperialista y, por tanto, de la OTAN. Los cazas F-16, el sistema de defensa antiaérea Patriot, los misiles de largo alcance, la nueva base de lanzamiento de misiles en Alemania y los refuerzos de defensa en Polonia forman un conjunto orientado a una guerra de una escala mucho mayor que la que se desarrolla desde hace dos años y cinco meses en Ucrania.

Las potencias aprovecharon la cumbre de Washington para acusar a China de hacer trampas enviando materiales que sirven a la industria militar rusa. Esta señalización pretende indicar que se está preparando una contraofensiva muy potente, capaz de causar grandes daños a las fuerzas rusas. Por lo tanto, a China le correspondería simplemente observar la escalada de la guerra en Europa contra Rusia, que mañana se dirigirá hacia Asia Oriental. La OTAN, es decir, Estados Unidos, tiene la mira puesta en Rusia y China, que no tienen más remedio que reforzar su alianza. Los movimientos de ambas partes evidencian los preparativos de un enfrentamiento que podría desembocar en una tercera guerra, como ha denunciado el embajador ruso en Washington. Es en este contexto en el que la lucha de clases y la necesidad de que la vanguardia de clase luche por el fin de la guerra con el programa de la revolución social y la bandera de la paz sin anexiones pasan a primer plano. Parte de esta confrontación es la defensa de la autodeterminación del pueblo palestino y el fin del genocidio en la Franja de Gaza.

(POR Brasil – Editorial de Masas n°719)

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