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Ya salió “Asimilar el leninismo, historia del Partido Bolchevique”

Publicamos a continuación el prólogo de la presente edición.

El motivo de este folleto es evidente: la conmemoración del 100° aniversario de la gran Revolución Rusa, la primera revolución proletaria triunfante que cambió para siempre la historia de la humanidad. Estas páginas no pretenden ser un homenaje académico o un repaso histórico. Nuestra organización, el Partido Obrero Revolucionario, rinde su homenaje construyendo incansablemente el partido de la revolución proletaria en nuestro país, como parte de la tarea de reconstruir la IV Internacional.

Esperamos que este folleto cumpla este papel, que sea un folleto de combate. Asimilar el leninismo es fundamental para llevar adelante la obra de resolver la crisis de dirección de la humanidad, construyendo los partidos revolucionarios en todas las latitudes para dirigir los levantamientos de las masas contra la burguesía y sus gobiernos, acabando con la propiedad privada de los grandes medios de producción y convirtiéndola en propiedad social.

Es imprescindible estudiar los “clásicos” de Lenin, como el Qué Hacer, El Estado y la Revolución, o El Imperialismo. Pero tan importante como dominarlos es comprender qué papel cumplieron estos escritos en la lucha política dentro de la Socialdemocracia rusa.

Hoy, que todas las organizaciones de izquierda hacen sus homenajes a la Revolución de Octubre, corresponde a nuestro partido demostrar cuán alejadas están de las concepciones fundamentales del leninismo.

Las luchas políticas que libró Lenin al interior de su organización, que condujeron a la formación de tendencias, fracciones, rupturas y reunificaciones, también se libran, bajo nuevas formas, en nuestra lucha cotidiana por construir el partido de la revolución. Aunque hayan pasado 100 años, en esencia, las mismas diferencias que separaron a los bolcheviques de los mencheviques primero, a los defensores del partido y a los liquidadores luego, y finalmente a los internacionalistas de los socialchovinistas, se repiten en la lucha política actual. Lenin decía que, en definitiva, era el combate contra todas las variantes del oportunismo y del revisionismo, como expresiones de la influencia de la burguesía y de la pequeña burguesía en la clase obrera.

Programa

Un primer aspecto que diferencia a nuestro partido de todos los demás es que tenemos programa. Para Lenin y los marxistas de aquella época estaba fuera de duda que el programa constituía la base sobre la cual se levantaba la organización. Tan es así que Lenin escribe su proyecto de programa mucho antes de la realización del primer Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Su proyecto, redactado en 1895, acompañado por un artículo de 1896 llamado “Explicación del programa” polemizaba con la propuesta de programa de Plejanov. En los primeros tomos de las Obras Completas de Lenin podemos encontrar abundantes trabajos sobre la discusión programática, particularmente “El desarrollo del capitalismo en Rusia”.

La lucha política interna del partido, la base de las fracciones, el fundamento de las rupturas, encuentran su esencia en la lucha por cuál debía ser el programa de la Socialdemocracia. Constituye un aspecto tan esencial para Lenin que inclusive en medio de la revolución, en 1917, insistió sistemáticamente sobre la necesidad de realizar un Congreso para actualizar el programa del Partido Bolchevique. Para Lenin, el Partido Bolchevique no podía convertirse en la referencia para la construcción de la III Internacional si antes no incorporaba a su programa el análisis del imperialismo como fase monopolista del capitalismo, de guerras y revoluciones.

La III Internacional exigía a las secciones nacionales la presentación del programa de su partido. En la resolución del II Congreso de la III Internacional “Condiciones de admisión de los Partidos en la Internacional Comunista”, su artículo 15 señala: “Los partidos que conservan hasta ese momento los antiguos programas socialdemócratas deben revisarlos sin demora y elaborar un nuevo programa comunista adaptado a las condiciones especiales de su país y concebido de acuerdo al espíritu de la Internacional Comunista. Es obligatorio que los programas de los partidos afiliados a la Internacional Comunista sean confirmados por el Congreso Internacional y por el Comité Ejecutivo”.

Tal programa no podía ser un rejunte de consignas o de análisis generales del marxismo. Debía, necesariamente, mostrar de qué manera las leyes generales del capitalismo se refractan de forma singular en cada país. La destrucción del partido mundial a manos del estalinismo, y luego el revisionismo en el trotskismo llevaron a que se pierda este aspecto fundamental del leninismo. Correspondió al POR boliviano batallar por recuperar esta concepción, del partido-programa como diría Trotsky.

El programa y los estatutos forman una unidad, es decir, a un determinado análisis político le corresponde un determinado tipo de organización. A la inversa, es posible inferir el programa a partir del tipo de partido que se construye.

Todos los partidos tienen programa, pero solo el partido revolucionario explicita cuál es el suyo. En nuestro país, donde proliferan los partidos “de izquierda” y “trotskistas”, nadie, excepto el POR, dice cuál es su programa.

El centralismo democrático

Para Lenin el partido no podía tener dos posiciones públicas, sino una posición única, centralizada. Un partido que tiene dos posiciones no le sirve a nadie, no hace más que confundir, porque en realidad son dos partidos con el mismo nombre. Pero el Partido es un todo basado en su programa, y dentro de los límites del mismo, surgirán innumerables tendencias contrapuestas que se enfrentan entre sí en determinadas cuestiones.

¿Corresponde, entonces, formar un nuevo partido cada vez que surge alguna diferencia? De ninguna manera. Lenin tenía bien presente la guía de Marx y Engels, quienes habían sostenido que no pueden existir dos partidos revolucionarios, y si los hubiere, deberían unificarse. El centralismo democrático es el único principio organizativo que puede garantizar la unidad de acción del partido, la línea única, admitiendo, además, la lucha de tendencias, e, inclusive, de fracciones, dentro del partido. Parte de reconocer que, dado que la unidad del partido, su disciplina, se basan en la consciencia y en el acuerdo con las ideas, la minoría debe someterse a la mayoría. Pero al mismo tiempo la minoría debe contar con todas las garantías para dar el debate al interior de la organización para intentar ganar a la mayoría del partido.

Si no hay democracia interna, el centralismo se convierte en burocrático. ¿En qué consiste la democracia interna de una organización partidaria? Debe ser posible polemizar con la línea mayoritaria, por medio de boletines internos y el derecho a formar tendencias y fracciones. Los Congresos deben ser preparados con meses de anticipación, de forma que toda la militancia conozca las discusiones y las diversas tendencias puedan posicionarse. La conformación de las direcciones debe respetar la representación de las tendencias. Nuestro partido es el único que defiende todos estos principios y los lleva a la práctica.

Concepción de clase

En los primeros años del POSDR Plejanov sostenía que éste debía ser un partido de “la masa trabajadora y explotada del pueblo”. Lenin polemizó y derrotó esta posición, considerando que el partido debía ser un partido del proletariado.

Y justamente en el análisis de las clases que realiza nuestra izquierda es donde constatamos su abandono del marxismo. La idea de una “clase trabajadora” es una aberración sociológica que no tiene nada que ver con el materialismo histórico.

Basta leer cualquier texto al azar de Lenin para comprobar que jamás encontraremos una expresión como clase trabajadora. Lo que sí vamos a encontrar es “clases trabajadoras”, en plural. Porque el marxismo reconoce la existencia de diversas clases oprimidas. Y por lo tanto el papel de dirección de todas las clases oprimidas que le cabe al proletariado.

A nadie se le ocurriría confundir a la clase campesina con la clase obrera. La clase campesina es una de las clases de la pequeña burguesía. Pero no la única. Los campesinos son parte de las clases medias “precapitalistas”. El capitalismo ha creado, como explica Trotsky, nuevas clases medias, “un ejército de tecnócratas al servicio del capital”.Los intelectuales, los profesionales, los empleados asalariados, son parte de la pequeñaburguesía urbana. No se debe confundir la tendencia a la proletarización de las clases medias, con la clase obrera. Tal tendencia refiere a la precarización de las condiciones de reproducción de la pequeña burguesía, que pierde su autonomía y queda sujetada cada vez con más firmeza por el gran capital. La sindicalización es otro rasgo de la proletarización, es decir, que otras clases oprimidas se ven obligadas a tomar los métodos y las formas organizativas del proletariado para sí. Pero esto no los convierte en proletarios. En todo caso, acerca a las masas pequeñoburguesas a la política del proletariado.

Sin embargo seríamos ingenuos si creyéramos que es “falta de estudio” lo que lleva a nuestros “marxistas” a negar la esencia del marxismo. Es su programa electoralista, democratizante, el afán en convertirse en un partido de masas legal.

Fue justamente luego de la última dictadura cuando los partidos de izquierda abandonaron las definiciones de clase, las formulaciones de dictadura del proletariado y gobierno obrero-campesino, reemplazándolas por la vacía y confusa “estrategia” de un gobierno de los trabajadores. Estos cambios no son formales, no se trata de un cambio de palabras para ser más didáctico. Se trata del abandono del marxismo como método de análisis y transformación de la realidad, con el objetivo de acomodarse a la democracia burguesa, de no “espantar” a la pequeña burguesía de las ciudades.

Nuestro partido es el único que define con claridad las diferentes clases sociales en nuestro país, que no habla de una supuesta “clase trabajadora”, sino que distingue sin dudas entre la clase obrera y las expresiones de la pequeña burguesía. ¿Por qué son tan importantes para nosotros estas definiciones? Porque somos un partido de la clase obrera, y en la Argentina, que es un país capitalista atrasado, la clase obrera no es la clase oprimida mayoritaria de la población.

 Existen otras clases oprimidas que no son obreros. Por esta razón es necesario que la clase obrera se oriente hacia las otras clases oprimidas con su programa para dirigirlas hacia la revolución. A diferencia de todas las expresiones de izquierda, el POR sostiene la necesidad de que la clase obrera se convierta en la dirección de la nación oprimida, lo que significa que peleamos por la construcción del Frente Único Antiimperialista, que reúna en su seno a todas las clases oprimidas por el capitalismo, bajo la dirección física y política del proletariado. El POR y solo el POR sostiene que en los organismos de frente único los obreros deben tener la mayoría por sobre los demás sectores oprimidos, sin importar su número.

La clandestinidad

En la Rusia zarista la necesidad de un partido clandestino era evidente en la medida en que los partidos y las reuniones estaban prohibidos. Sin embargo, luego de la Revolución de 1905, el Zar se vio obligado a hacer algunas concesiones en el terreno de las libertades democráticas. Esto planteó un nuevo escenario al POSDR que debía aprovechar las posibilidades legales.

Surgió una tendencia, particularmente dentro de la fracción menchevique, que planteó que había que abandonar el intento de construir un partido clandestino, y volcar todas las fuerzas a la construcción de un partido legal, aunque haya que renunciar al programa, la política y las tradiciones de la Socialdemocracia. Para ellos el objetivo de construir un partido amplio, de masas, legal, era el programa en sí. Esta es la esencia del oportunismo, sintetizada por Bernstein: “el movimiento lo es todo, el objetivo final nada”. 

Entre 1908 y 1912 Lenin combatió esta corriente que denominó liquidacionista, porque buscaba liquidar al partido. La ruptura definitiva con la fracción menchevique, el ala oportunista de la Socialdemocracia, se debió a este punto.

Hasta ese momento Lenin consideraba que era una excepción de Rusia la imposibilidad de construir el partido unitariamente con el ala de derecha, como en Alemania. Pero la traición de la II Internacional al estallar la guerra mundial, que se pasó al lado de sus burguesías en la guerra imperialista, llevó a Lenin a concluir que la decisión de la Conferencia de 1912 de expulsar del partido a los oportunistas era un rasgo general del tipo de partido que había que construir para hacer la revolución en la época imperialista. Fue justamente el temor a perder el partido legal lo que llevó a los Kautsky a traicionar al proletariado. De haber tenido una política internacionalista todo el andamiaje legal de la Socialdemocracia Alemana se hubiese venido abajo, hubiese sido prohibido y perseguido (como ocurrió con los militantes que mantuvieron firmes sus principios).

La guerra mundial mostró que inclusive en los países con una democracia burguesa más desarrollada era imprescindible contar con el partido clandestino como base organizativa, y que las organizaciones legales deben ser utilizadas y aprovechadas rodeando la organización clandestina, sin disolverla.

En Rusia Lenin derrotó al liquidacionismo. En Argentina el liquidacionismo de Altamira salió victorioso. La organización Política Obrera, en la cual nuestro partido encuentra su origen histórico, tenía un fundamento organizativo clandestino, lo que le permitió continuar su militancia bajo la dictadura. A partir de la posibilidad de legalizar el partido en 1982 se lanzó el Partido Obrero, como forma de utilización de la legalidad por Política Obrera. Hasta 1984 coexistieron la organización Política Obrera, con su programa, sus estatutos y sus células, junto al Partido Obrero, con el programa y los estatutos presentados a la justicia y los círculos más amplios. Ese año se difundió una circular de Altamira que declaraba disuelta la organización Política Obrera, y afirmaba que solo había un programa y unos estatutos, los que se presentaron a la justicia, que hay un único partido y es el Partido Obrero.

Otro tanto ocurrió con las tendencias que adhieren al morenismo. Nahuel Moreno, mucho antes que Altamira, declaró que el Partido Bolchevique era una excepción histórica. En los 70, después de coquetear con el foquismo, se disolvió dentro del Partido Socialista de Coral, señalando que “la formación del partido centrista de izquierda legal es nuestro principal objetivo político-organizativo”. A partir de allí, no puede sorprendernos el devenir del viejo MAS y de todos los agrupamientos que provienen de sus rupturas.

Es tal el peso que tiene el morenismo que hasta los nuevos partidos que dicen romper con él, reproducen en esencia sus principios. Su primer y principal objetivo es conquistar la legalidad, todo lo demás no importa.

La intervención en los parlamentos

La intervención de los bolcheviques en las 4 Dumas (parlamentos) del Estado es vasta y rica. Fue sistematizada luego por la III Internacional, en la resolución “El Partido Comunista y el parlamentarismo” aprobada por el II Congreso Internacional.

Nuestro partido está a favor de la utilización de los parlamentos por los revolucionarios, tal y como enseñaron los bolcheviques: para destruir las ilusiones en la democracia burguesa. Dada esta concepción del parlamento por los revolucionarios, se desprende que la táctica no puede ser siempre igual, sino que debe subordinarse a la situación política. No es lo mismo intervenir en un momento de auge revolucionario que de contrarrevolución. La táctica que aplicaron los bolcheviques en la Duma consultiva de Bulyguin de 1905, que correspondía a un período de auge revolucionario, fue la del boicot. Esta táctica no debe confundirse con el desentendimiento por el partido, sino que se trata de una intervención activa de agitación en el proceso electoral para boicotearlo llamando a las masas a no guardar ninguna esperanza y confiar únicamente en sus propias fuerzas.

En las etapas contrarrevolucionarias, cuando existen ilusiones constitucionalistas, el partido debe intervenir en las elecciones parlamentarias para desnudar el carácter de clase de la democracia burguesa y ayudar a los explotados y oprimidos a romper con ella. En este sentido los bolcheviques y la III Internacional indicaban que no se debe intervenir en el sentido de obtener el máximo de votos, sino de realizar una campaña comunista.

Quien esté dispuesto a estudiar la experiencia de los bolcheviques en las Dumas y las resoluciones de la III Internacional, descubrirá fácilmente cuán alejados están los actuales “Frentes de Izquierda” del leninismo. 

Este folleto está dirigido a militantes marxistas, a aquellos que están empeñados en construir el partido mundial de la revolución proletaria, porque la historia del Partido Bolchevique es la historia de la lucha de Lenin por estructurar un partido centralizado, de cuadros, clandestino, de combate para dirigir la revolución y hacerse del poder, no en un país cualquiera en abstracto, sino en Rusia, en un país capitalista atrasado, con una mayoría abrumadoramente campesina. Aquí nos interesa mostrar sucintamente las principales luchas políticas que se dieron en la estructuración del Partido revolucionario y la íntima relación que existe entre la política y el tipo de organización que le corresponde.

(nota de MASAS n°466)

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