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¿Por qué los comunistas rechazamos las privatizaciones?

El comunismo pasó de ser una utopía a un resultado científico con el desarrollo del pensamiento marxista. Cuando las condiciones materiales de producción engendraron una contradicción que sólo se podrá resolver con la socialización de los medios de producción. El capitalismo dio lugar al desarrollo de la producción social que en su desarrollo choca con la propiedad capitalista individual. La anarquía de la producción, consecuencia de la propiedad privada capitalista, da lugar crisis periódicas de sobreproducción. Estas crisis, son las fuerzas productivas rebelándose contra las relaciones capitalistas de producción, “contra su calidad de capital, esta necesidad cada vez más imperiosa de que se reconozca su carácter social”. Cada crisis da como resultado un proceso de concentración. “En los trusts, la libre concurrencia se trueca en monopolio y la producción sin plan de la sociedad capitalista capitula ante la producción planeada y organizada de la futura sociedad socialista a punto de sobrevenir”.

“De un modo o de otro, con o sin trusts, el representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que acabar haciéndose cargo del mando de la producción. La necesidad a que responde esta transformación de ciertas empresas en propiedad del Estado empieza manifestándose en las grandes empresas de transportes y comunicaciones, tales como el correo, el telégrafo y los ferrocarriles”.

“El Estado moderno no es tampoco más que una organización creada por la sociedad burguesa para defender las condiciones exteriores generales del modo capitalista de producción contra los atentados, tanto de los obreros como de los capitalistas individuales. El Estado moderno, cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista, es el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanta mayor cantidad de ciudadanos explotará… La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza, llega al extremo, a la cúspide…. La propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas no es solución del conflicto, pero alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a la solución.”

En el desarrollo extraído del Socialismo utópico al socialismo científico, Engels describe el surgimiento de la propiedad Estatal de determinadas ramas de la industria como el resultado de la rebelión de las fuerzas productivas contra las relaciones de producción. Muestra lo contradictorio de este proceso, que por un lado representa el interés general de los capitalistas para frenar el accionar de capitalistas individuales, pero al mismo tiempo sienta las condiciones para la planificación de la producción. Es así que los marxistas no nos oponemos a la concentración de la producción, nos oponemos a que sea una minoría la que se apropie de esa concentración. Los marxistas no ponemos en discusión que el Estado se haga cargo de ramas de la industria, esto es progresivo frente a someter esas ramas a capitalistas individuales. Lo que ponemos en cuestionamiento es qué clase las controla. Los revolucionarios consideramos el Estado burgués la síntesis del poder de la clase dominante y buscamos destruirlo, poniendo en pie un Estado Obrero, basado en el poder de la asambleas y consejos obreros, terminando con la gran propiedad privada capitalista.

Sin dudas es una victoria ideológica de la burguesía la polarización entre “Estado presente/Desmantelar el Estado”, representada por el peronismo y los libertarios. Porque ambos “bandos” defienden lo esencial del Estado burgués: ser el monopolio de las fuerzas represivas para defender la gran propiedad privada y la explotación del trabajo, es decir, la dictadura del capital. Ha desaparecido del escenario político la discusión de qué clase es la que controla los resortes de la economía, de qué clase es el Estado.

La diferencia entre ambos no es de clase, sino de grado: mientras unos quieren entregar abiertamente el país al imperialismo y privatizarlo todo si fuera posible, los otros piensan que algunas formas de propiedad estatal e instituciones de control deben ser conservadas a fin de desarrollar una política de conciliación de clases, negociar algunas migajas con el imperialismo sin romper con su dominación.

En los países atrasados como el nuestro, donde la burguesía como clase dominante no pudo ni podrá materializar la liberación nacional, la gran propiedad privada de la tierra y de las empresas está subordinada a los intereses de la dominación imperialista, por lo que es antinacional. La dominación del país no se ejecuta “desde afuera” o por medios militares, sino a través del control que las multinacionales tienen sobre los resortes vitales de nuestra economía.  Por esta razón a lo largo de la historia muchos gobiernos burgueses se vieron obligados a realizar estatizaciones o poner en pie empresas estatales, sea porque el capital financiero no tenía ningún interés en invertir allí (como en obras de infraestructura vitales para la población) o porque la lucha de clases impuso la necesidad de limitar en algún grado el saqueo del país y conservar la dominación general de la burguesía (como la expropiación de las AFJP).

Algunos intelectuales, por lo general de origen militar, como Mosconi o Savio, tuvieron la lucidez de comprender que inclusive en términos capitalistas no había posibilidad de desarrollo y liberación nacional sin disponer enteramente de la renta agraria, minera y petrolera. En el caso del petróleo Mosconi sostuvo la necesidad de establecer el monopolio total del Estado en la producción petrolera y gasífera.

La propiedad estatal burguesa no es progresiva en sí misma. La compra del 51% de las acciones de YPF por el gobierno de Kirchner demuestra que la YPF estatal sirvió a los intereses de Chevron y otras multinacionales. La reestatización de los ferrocarriles no revirtió el desmantelamiento de las vías y fábricas realizadas por la dictadura y el menemismo. De poco sirve tener uno de los mayores astilleros del continente si no puede producir barcos porque no hay un plan para poner en pie nuevamente la Marina Mercante del Estado.

Ante el nuevo ataque privatizador, encarnado ahora por el gobierno de Milei, defendemos la propiedad estatal, pero al mismo tiempo señalamos la necesidad de profundizar las expropiaciones y estatizaciones y, sobre todo, la necesidad de imponer el control obrero colectivo de la producción.

(nota de MASAS n°468)

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