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Ya salió “Concepción marxista de la educación, volumen I”

Los escritos que presentamos en esta publicación constituyen los pilares programáticos para la intervención revolucionaria en el terreno educativo. Día a día nos enfrentamos a una crisis educativa que tiende a profundizarse y que se manifiesta de mil maneras, en escuelas que se caen a pedazos o explotan, en un proceso de privatización que no parece detenerse, en la deserción estudiantil, en la frustración cotidiana de los docentes, en que nos encontramos con estudiantes forzados a memorizar fórmulas, fechas, nombres que parecen no tener aplicación alguna en la vida cotidiana.

Los marxistas no nos contentamos con respuestas que arañen la superficie de los fenómenos, sino que buscamos dilucidar cuáles son sus raíces, sus bases materiales, económicas, a fin de comprender cuáles son las contradicciones que encierran y las fuerzas vivas que actúan para transformarlos. En el caso de la crisis educativa afirmamos sin ambigüedades que es expresión de la decadencia capitalista, de la caducidad de la burguesía como clase dominante para desarrollar las fuerzas productivas y dar respuesta a las necesidades imperiosas de las masas.

Como solía decir Guillermo Lora (dirigente del POR de Bolivia) para derrotar a la burguesía físicamente, primero hay que derrotarla políticamente. La burguesía y sus gobiernos tienen bien en claro cuál es el programa que quieren aplicar en educación, son bien conscientes de ello. Los oprimidos, si queremos luchar y vencer, tenemos que ser tan conscientes como nuestros enemigos de clase acerca de cuál es el programa que proponemos para transformar la educación y la sociedad.

La burguesía, en su etapa ascendente, fue capaz de realizar las más fabulosas revoluciones, reflejó y defendió un tipo particular de educación. Le correspondió, por ejemplo, a la burguesía levantar los postulados de separación de la Iglesia del Estado o la masificación de la educación pública. Sarmiento decía que el obrero que no sabe leer es incapaz de estudiar las instrucciones y rompe las máquinas. He ahí la base material, la necesidad económica, que llevó a la burguesía a desarrollar la educación como la conocemos hoy en día: la voluntad de proletarizar a toda la población para poder explotarla.

Hace mucho tiempo ya que la burguesía dejó de ser una clase revolucionaria y se convirtió en una clase reaccionaria. En los países atrasados como el nuestro ha renunciado hasta de palabra a defender el desarrollo industrial y la soberanía nacional. Se encuentra completamente sometida al imperialismo. Su decadencia como clase dominante se expresa en los altos niveles de desocupación, en la pobreza generalizada de las masas, en el cierre de las industrias y en el saqueo de los recursos naturales. Todo ello impacta de lleno en la educación, que dejó de ser una necesidad para esta clase para convertirse en un gasto innecesario. Buena parte de los fenómenos que sintetizamos bajo el título de “crisis educativa”, como el ahogo presupuestario de las escuelas públicas, la privatización o el cierre de las escuelas técnicas, tienen como base material este retroceso del programa burgués en educación.

Sin embargo, la crisis educativa es mucho más profunda y hunde sus raíces en la misma sociedad de clase. El capitalismo se levanta sobre la división del trabajo manual e intelectual, condenando a la clase obrera a ser puro músculo y a los intelectuales a ser pura cabeza. La escuela no puede escapar a esta división que se halla en la base misma de la sociedad y que se refleja como divorcio entre la teoría y la práctica.

El desarrollo del capitalismo ha engendrado desde sus mismas entrañas a la clase capaz de resolver estas contradicciones inherentes. La clase obrera, por el lugar que ocupa respecto a los medios de producción, por estar despojada de toda propiedad, se convierte así en la única portadora de un programa antagónico al de la descomposición burguesa, buscando aumentar el poder de la sociedad sobre la naturaleza, colocándola en beneficio de nuestro desarrollo. Este proletariado no se contenta tan solo con tomar lo que el programa burgués tenía de progresivo, sino que, para resolver estas contradicciones, su propia situación y, con ello, la barbarie que asola a todas las clases oprimidas de la sociedad, debe necesariamente sepultar el capitalismo y erigir su propio régimen social: el comunismo.

Frente a la actual escuela burguesa que responde a la exclusiva necesidad de crear individuos serviles, dóciles al mando y obedientes, el proletariado levanta la necesidad de crear un nuevo individuo, íntegro, armónicamente desarrollado, en palabras de Marx, omnifacético. Un individuo capaz de desenvolverse en todas las ramas de la producción y la administración.

Para los fundadores del comunismo científico la educación está llamada a convertirse en un poderoso auxiliar de la superación de la sociedad de clase, permitiendo la rotación de los individuos por las diferentes ramas de la producción, es decir, uniendo teoría y práctica a partir de la vinculación de la escuela con la producción social.

Por más que le pese a los reformadores de toda calaña, y fundamentalmente a los docentes que día a día llevan adelante sus tareas con una vocación militante, convencidos de que su trabajo puede cambiar la sociedad, los marxistas debemos decir con toda claridad que no es posible cambiar la sociedad a partir de la educación, sino que la nueva educación será producto de la nueva sociedad.

El camino para superar la crisis educativa es el de la revolución proletaria, que expulse del poder a la burguesía decadente y siente las bases para la creación de la sociedad comunista a partir de la estatización de los grandes medios de producción, de las tierras, de las minas y el petróleo.

El POR de Bolivia y las revistas Hombre Nuevo

No podemos dejar de destacar el inmenso papel que han cumplido el Partido Obrero Revolucionario de Bolivia y Guillermo Lora que rescataron del ostracismo todas estas valiosísimas enseñanzas, volviendo a colocar los pilares programáticos fundamentales sobre la educación. Tal es así, que la revista “Hombre Nuevo” editada a partir de 1995, aparece como una elaboración teórica de igual magnitud que la de los fundadores del socialismo científico. Guillermo Lora analiza el problema educativo desde tantos ángulos que casi no deja problema sin responder.

Para ello trabó combate contra los utopistas y reformadores, siempre tan interesados en las herramientas “técnico-pedagógicas”, ignorando el origen del problema. En todo momento, priorizará la cuestión del conocimiento, de la ligazón entre teoría y práctica en la producción social, por sobre todas las herramientas aparentemente innovadoras o progresivas a las que conceptúa tan solo como un apéndice, una herramienta secundaria. Así le declara la guerra, como estrategia inconducente, a los vanos intentos de alfabetizar al campesinado, ya que dicha herramienta se encuentra disociada de su propia praxis y sus propias condiciones. En igual sentido, anticipa maravillosamente la futura crítica a la llamada “educación a distancia” que elaborará el POR de Brasil, sentando las bases para avanzar en su delimitación y desentrañar a qué motivos obedece su impulso por los organismos internacionales.

En esto de prever los futuros debates y asentar los pilares programáticos, tratará con notable precisión la respuesta de la educación intercultural, como panacea de los utopistas.  Ésta, por no poder borrar los intereses contrapuestos entre opresores y oprimidos acaba rindiéndose ante las murallas de la estructura capitalista. Explica que por más vestidos indigenistas con las que se disfrace, es una herramienta del imperialismo, y que desde sus manos sirve para remachar las cadenas de las culturas oprimidas, confesando su sumisión a las condiciones existentes, a las que lo más que alcanza es a señalar sus “imperfecciones”. En épocas de plurinacionalismos y de fútiles intentos de resolver los problemas de las naciones-clase, de los pueblos oprimidos en el estrechísimo y putrefacto marco capitalista, sus artículos actúan como guía para todo ulterior debate.

En su combate contra las reformas pedagógicas de la burguesía, Lora no se engaña ni deja engañar a nadie. Nos enseña desde esas páginas que es preciso que los revolucionarios desenmascaremos los intentos inútiles por una nueva educación producto de la vieja y putrefacta sociedad. Esto confirma, que el material que el lector tiene en sus manos, no es ni puede ser un punto de llegada, sino de partida para la conformación de una militancia revolucionaria capaz de desenmascarar a los impostores y reformistas.

Como ejemplo a lo que se acaba de anotar, el marxista boliviano introduce una importante discusión sobre la impotencia de las respuestas burguesas a la evidente disociación entre teoría y práctica. Estos impostores y farsantes reformistas conceptúan los talleres en las escuelas y los laboratorios como la tan mentada unidad entre teoría y práctica. Una y otra vez repetirá Guillermo Lora que no hay ninguna posibilidad de nueva educación allí, porque continúa de espaldas a la producción social, al proceso colectivo, por tanto, lo más que puede hacer es repetir algunas generalidades. Permanece como un proceso enteramente desligado de la compleja y riquísima realidad. La propia experiencia demostró y sigue demostrando, que estos laboratorios o talleres-escuelas, a pesar de sus innumerables intentos, no ha engendrado ni al hombre nuevo, ni mucho menos a la nueva educación. Por esto mismo, es incapaz de engendrar una nueva sociedad.

Habiendo postulado todo lo precedente, se detiene a lanzar una seria advertencia para los desprevenidos. Combate a los que creen que se debe esperar de brazos cruzados esa nueva sociedad, aceptando mansamente la educación actual, aguardando el despertar de la clase obrera, ignorando y desestimando los problemas urgentes de los estudiantes y trabajadores de la educación. Muy por el contrario, reivindica la necesidad de ganarse a estos sectores a la política revolucionaria, esclareciendo las raíces objetivas de sus reclamos y problemas circunstanciales, que tan a menudo aparecen como fenómenos extraña y erróneamente explicados. Dirá que solo el resultado de la lucha cotidiana, de la que como Partido estamos seriamente empeñados, utilizando cada posibilidad para extenderla y profundizarla, permitirá ligar las bases materiales de estos problemas con la explicación paciente sobre su única salida posible, es decir, el programa revolucionario del proletariado, el que es preciso traducir al sector educativo.

Lora, como Marx, ubica que el gran interesado de la cuestión educativa es el proletariado, por encarnar las leyes progresistas de la historia de la humanidad. Pero ese interés no excluye, sino todo lo contrario, a buscar arrastrar al conjunto de los oprimidos bajo su perspectiva, acaudillando a maestros, estudiantes, y a toda la comunidad educativa. No entregará esta nueva escuela como regalo caído del cielo, ni puede hacerlo. Su deber como caudillo de la revolución es inscribir como auxiliares del proceso revolucionario al resto de los oprimidos a su lucha transformadora.

Sobre las tareas actuales

Como marxistas, y pretendiendo ponernos a la altura de las conquistas programáticas que nos precedieron, estudiándolas, asimilándolas y también buscando profundizar y continuar en su avance, nuestras tareas revisten una importancia trascendental. Ya en el pasado hemos editado valiosísimo material buscando traducir las leyes generales a las particularidades educativas, ajustando nuestras caracterizaciones. Nos valemos de las más diversas herramientas en ese camino, prueba de ello son nuestros materiales que están al alcance de todo aquel que quiera conocer nuestra actividad revolucionaria. En eso seguimos a nuestros maestros que buscaron hacer teoría y no solo comentar circunstancias particulares, pudiendo decir exactamente lo contrario cuando los vientos soplen en sentido contrario, como el centrismo nos tiene acostumbrados.

Eso no quiere decir que no hayamos tenido que dar combate a expresiones locales (nos referimos a Argentina) sobre la crisis de la educación. Por el contrario, tanto las revistas Hombre Nuevo que aquí editamos con nuestros propios artículos, como las revistas de la Púrpura más recientemente, dan cuenta del permanente intento de dar respuestas concretas, afirmándonos en nuestros postulados programáticos. No creemos estar exagerando cuando afirmamos, que tal y como sucede con los famosos artículos de Guillermo Lora, logramos anticiparnos varios años a debates actuales sobre la educación. Así se verá en algunos artículos aquí rescatados que los fenómenos de la privatización, el desfinanciamiento y los miserables salarios docentes, obedecen a causas muchísimo más profundas que la simple lógica de tal o cual gobierno.

Sucede que la escuela, y con ello la educación, vive y evoluciona en el marco de la lucha de clases, siendo expresión de ésta, de las relaciones de producción y de los períodos de ascenso y descenso de las clases dominantes de su época. Este complicado, y aparentemente contradictorio proceso, queda científicamente retratado en la amplísima y magistral obra de Aníbal Ponce que se encuentra al final de esta publicación. Así demuestra que la función de los militantes revolucionarios consiste en hacer teoría, en mostrar la terrenalidad de sus análisis justamente en la realidad social, dando respuestas científicas a fenómenos novedosos. Para eso precisamos un método -eso es el materialismo dialéctico- y un programa -eso es el marxismo.

Porque el futuro de la clase obrera, y con ella de la especie humana en su totalidad, depende de la formación de la futura generación, es que estamos vivamente interesados en dar respuestas políticas precisas, discutiendo las bases objetivas de la educación actual. Porque estamos vivamente interesados en evitar sumergirnos completamente en la barbarie que asola a la humanidad hoy día, y poder contraponerle, no una escuela utópica o una salida fantasiosa, sino nuestra propia concepción de clase, revolucionaria, extraída del análisis científico y del propio descubrimiento de las leyes sociales hoy bloqueadas por la estructura económicas, y sus enormes posibilidades de desenvolvimiento.

Por estas razones el material que se tiene presente aquí es una más de las herramientas de lucha con ese norte revolucionario, para el trabajo cotidiano que libramos como revolucionarios profesionales.

Congreso de la Púrpura

Los primeros días de febrero se realizará el Congreso de la Agrupación Púrpura de trabajadores de la educación del POR. Dicho evento tiene como temario la situación política internacional y nacional, la concepción marxista de la educación y un informe de las regionales sobre la intervención sindical.

El objetivo fundamental de este Congreso es el fortalecimiento programático de las ideas que conforman el programa para la educación. Si bien nuestro programa se enmarca en el programa general del partido, es necesario explicar por qué la nueva educación sólo será posible como consecuencia de una nueva sociedad.

En general las agrupaciones de izquierda desprecian la formación política y suelen agruparse en torno a consignas reivindicativas relacionadas con exigencias de presupuesto ligados a reclamos salariales o edilicios. Como agrupación y como militantes también sindicales somos parte de cada uno de esos reclamos y explicamos la importancia de las consignas transicionales para romper con el economicismo de las corrientes sindicalistas.

Sin embargo, los reclamos presupuestarios son deficientes para dar respuestas políticas que expliquen la causa de la crisis educativa y los llamados problemas pedagógicos. Es por ello que este próximo Congreso tiene como objetivo el fortalecimiento programático de los militantes de nuestra organización, aspecto que entendemos es central ya que el programa se hace carne en la militancia activa. En el próximo periódico informaremos las resoluciones adoptadas.

(Nota de MASAS n°473)