Nadie habla de las verdaderas causas de la crisis económica boliviana
El debate nacional abierto sobre el destino de la crisis económica debe transcender el límite de lo inmediato. No se trata sólo de estabilizar algunos indicadores macroeconómicos para enfrentar la subida generalizada de precios y la falta de dólares en el mercado, sino de ver más allá. Avizorar una salida real al estancamiento bicentenario de su economía y, de manera definitiva, conquistar el desarrollo integral y sacarnos del hoyo de la pobreza y del atraso precapitalista. Interrogante que nos obliga a entender lo que es Bolivia en cuanto a sus formas de producción y distribución del excedente desde su nacimiento hasta nuestros días.
Después de casi dos décadas de una economía alimentada por la venta del gas que significó un movimiento económico extraordinario en la historia económica del país (entre el 2005 y 2019 circularon en la economía unos 250.000 millones de dólares y el Estado recibió más de 42.800 millones de dólares por concepto de renta hidrocarburífera, que el masismo derrochó en gran parte en gastos superfluos y no productivos). Ya sin gas que vender, la economía se hunde, se visibiliza la ausencia de un aparato industrial diversificado y un mercado interno fortalecido. El 60% de los productos que consumimos son importados.
Bolivia se incorporó tardíamente al capitalismo mundial, resultando una estructura económica capitalista atrasada y combinada. Desarrollo capitalista en los enclaves mineros de occidente y últimamente la agroindustria ligada a capitales extranjeros en oriente, combinada con formas de producción precapitalistas como el minifundio en el campo y los talleres artesanales en las ciudades. Los capitales foráneos nos convirtieron en exclusivos proveedores de materias primas condenándonos al extractivismo de por vida, para depender de la miserable renta minera, petrolífera y gasífera que dejan las transnacionales. Por lo que hoy, todos esperamos que el litio y los nuevos pozos de gas o petróleo, según el gobierno, descubiertos y a descubrirse, se conviertan en flotadores salvavidas para seguir sobreviviendo como sociedad boliviana. Somos un país donde prevalece un patrón de acumulación extractivista de materias primas a manos de inversores extranjeros, y es esta la característica de nuestro aparato productivo que no ha cambiado; cosa sobre la que ahora, en el 2025, ninguno de los candidatos presidenciales ni economistas burgueses hablan. Reduciéndose a plantear medidas paliativas o de parche para controlar la inflación y déficits fiscales actuales, pero sin plantear respuestas de fondo a la crisis estructural e histórica de nuestra economía.
Como consecuencia de la aplicación del modelo neoliberal de la década de los ochentas y noventas, y la aplicación del modelo económico masista desde casi dos décadas, lo más importante de la economía boliviana se entregó a los capitales foráneos. Asentados en la extracción del oro en la Amazonía y los Yungas, en la gran minería privada de occidente, en la agroindustria del oriente, en el sector hidrocarburífero y en la banca privada nacional, son todas estas grandes y contadas empresas extranjeras ligadas al mercado mundial, los que reciben y tienen los dólares en sus manos. Por lo tanto, son los que se benefician de la actividad productiva apropiándose del excedente económico boliviano y la ganancia generada.
La respuesta de los economistas neoliberales tanto de las candidaturas de la derecha tradicional como también de las candidaturas masistas proburguesas, es la salida por el desastre. El levantamiento de la subvención a los hidrocarburos terminará destrozando la economía de las grandes mayorías, y la privatización de todas las empresas públicas productivas terminará entregando toda nuestra economía a manos privadas extranjeras profundizando el saqueo. Los planteamientos liberales, en los países de economía de capitalismo atrasado son definitivamente inviables porque no promueve el desarrollo sino más bien un mayor sometimiento a los intereses del capitalismo monopolista. Son sinónimo de entreguismo a ultranza, remachando la condición de semicolonia y patrio trasero del imperialismo como fuente de materias primas y mano de obra barata.
BOLIVIA SEGUIRÁ SIENDO POBRE Y ATRASADA, MIENTRAS NO NOS LIBEREMOS DEL DOMINIO DE LOS INTERESES CAPITALISTAS FORÁNEOS Y NATIVOS. LO QUE IMPONE LA NECESIDAD DE CONSUMAR LA REVOLUCIÓN PROLETARIA, PERMITIENDO LA INDUSTRIALIZACIÓN DE LA ECONOMÍA Y EL BIENESTAR DE LAS FAMILIAS BOLIVIANAS.
(Masas No. 2836 – POR Bolivia)