CERCI

Ataque frontal de EEUU a Brasil

Sólo la clase obrera puede defender la soberanía nacional

La guerra comercial de Estados Unidos golpeará ahora amplia y profundamente a la economía brasileña si Trump logra su objetivo. El arancel del 50% destruirá el volumen, el valor y la variedad de las exportaciones a Estados Unidos. Inicialmente, como parte del plan general de aumento de aranceles, lanzado en los primeros días del gobierno republicano, Brasil vio ante un aumento generalizado del 10% y el 25% sobre el acero y el aluminio. Estos aranceles bastaron para afectar significativamente a las actividades económicas dependientes del comercio exterior con Estados Unidos. El gobierno de Lula se mostró cordialmente dispuesto a negociar. Mantuvo numerosas reuniones con representantes estadounidenses y nada cambió.

El primer ataque a Brasil, en el marco del ataque global, fue en realidad un ensayo. Trump había calculado que Brasil era y es parte de la estrategia de guerra comercial, que tiene a China en el centro. Como mayor economía de América Latina, junto a México y Argentina, tendría que someterse y alinearse con los cambios en la política exterior estadounidense, que adquirió una forma y un contenido más agresivos con la caída del demócrata Biden y el regreso de Trump al poder. El conflicto con México sigue escalando. Argentina se adaptó inmediatamente bajo la política francamente antinacional de Milei. Esto no significa que Trump esté del todo contento con la burguesía argentina.

Recientemente, el 9 de julio, Brasil se vio envuelto en una segunda fase del plan del imperialismo estadounidense. La carta que gravaba a Brasil con el 50% ni siquiera pasó por canales diplomáticos. Llegó al gobierno de Lula por medio informal de la red informal Truth Social. El desprecio al gobierno de Lula expresaba realmente la arrogancia de Estados Unidos hacia Brasil.

A diferencia de México y Argentina, Brasil, como país latinoamericano, ocupa un lugar importante en la organización y funcionamiento de los BRICS. Esta posición se alcanzó precisamente porque Brasil estableció y desarrolló amplias relaciones comerciales con China desde el momento en que se inició el proceso de restauración capitalista en ese país asiático. El mercado chino acabó convirtiéndose en un ancla para las exportaciones brasileñas y, en consecuencia, se abrió como un importante canal de importación para las manufacturas chinas. La economía brasileña, que dependía en gran medida de la exportación de productos agrícolas y minerales (commodities), potenció sus fuerzas productivas en las condiciones de proyección de China como segunda potencia económica mundial. Y, al mismo tiempo, en las condiciones del declive de la hegemonía estadounidense.

En esta ecuación contradictoria, es necesario considerar la victoria de la contrarrevolución que llevó al colapso de la URSS y puso a Rusia en una posición de colisión con los intereses del imperialismo estadounidense y europeo en Eurasia. La guerra de Ucrania se convirtió en el acontecimiento militar más importante después de la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos ha llegado a considerar a China y Rusia como sus dos rivales más importantes en el contexto de su declive.

La presencia de estas dos potencias militares en los BRICS establece una línea divisoria en los enfrentamientos mundiales. El G7 y el G20 han ido perdiendo importancia. El BRICS se ha expandido y desafía la hegemonía de Estados Unidos, estructurada desde los acuerdos de Yalta y Potsdam. No es casualidad que Trump se enfureciera por la discusión en el BRICS sobre el poder del dólar sobre las relaciones mundiales y su manejo imperial por parte de Estados Unidos.

El apoyo de Lula a este movimiento liderado por China ha sido condenado por el imperialismo estadounidense. En una escala más amplia, Trump incluye en su arsenal el hecho de que el gobierno de Lula no apoye el asedio de la OTAN a Rusia y que condene como genocidio la matanza del pueblo palestino llevada a cabo en la Franja de Gaza por Israel con el apoyo abierto de Estados Unidos. En la misma línea, el gobierno brasileño censuró los bombardeos estadounidenses e israelíes contra Irán. Estas posiciones eran comunes a las de China y Rusia, y algunos de los otros miembros del BRICS. Bajo el gobierno de Trump, se ha vuelto aún más intolerable para Brasil no alinearse clara y absolutamente con la estrategia estadounidense para hacer frente a la crisis global del capitalismo. El modelo que encaja a la perfección con la bandera del «America first» es el del servilismo a lo Milei en Argentina.

El gobierno Lula, a diferencia del gobierno Bolsonaro, ha dado preferencia a los vínculos con los BRICS, no porque se oponga a los Estados Unidos por motivos ideológicos o antiimperialistas, sino porque China se ha vuelto más favorable a los intereses económicos de Brasil. La burguesía brasileña, por su parte, ha aceptado este rumbo, aunque accidentado, debido a que la mayor parte de sus exportaciones son consumidas por el gigantesco mercado chino.

No hay duda de que el crecimiento de las inversiones de capital chino en Brasil y América Latina ha sido más favorable para sus fuerzas productivas que las de Estados Unidos. Es innegable que la Nueva Ruta de la Seda ha despertado el interés de una parte de la burguesía brasileña y latinoamericana. La expansión económica y comercial de China por el mundo choca con el orden mundial subordinado a los fundamentos económicos de Estados Unidos. Esta es la base de la escalada de la guerra comercial liderada por Trump.

El hecho de que la ultraderecha haya perdido las elecciones de 2022 frente a un exponente del nacional-reformismo, ha desconcertado las relaciones entre Estados Unidos y Brasil. La defensa de Trump a Bolsonaro y su entorno frente a la causa abierta por el Tribunal Supremo (STF), que se encamina a la condena y encarcelamiento del expresidente, es una forma de alentar y levantar a una fracción de la gran burguesía contra el Gobierno de Lula. Nada mejor que imponer el impuesto del 50% a las exportaciones, que afecta en gran medida a la agricultura, al agronegocio y, por lo tanto, a la fracción burguesa ruralista.

Trump intenta potenciar la crisis política, que ya es grande, ampliando las divisiones interburguesas que caracterizaron la polarización en las últimas elecciones. Bolsonaro se ha identificado con los ataques de Trump y está cargando con la justa culpa de ser «traidores a la Patria». Todo indica que no hay posibilidad de que la condena de Bolsonaro sea revertida. Este resultado estaba ciertamente en los cálculos de Trump.

Es sintomático que, junto al mega-arancel, Estados Unidos haya lanzado una investigación comercial contra Brasil. Esto incluye el conflicto sobre la regulación de las “Big Techs”. Ahora ampliado al sistema de pago PIX. La amplitud de las demandas del imperialismo norteamericano indica que Trump está empeñado en llevar al extremo el curso de colisión de Estados Unidos con Brasil. La profundización de la crisis política es favorable a los objetivos de Trump y al avance de la reorganización de la derecha en las condiciones del debilitamiento de la ultraderecha.

Lula y sus partidarios han recurrido a la bandera burguesa de la «unidad nacional». La posibilidad de alimentar aún más la división interburguesa es grande. No por casualidad, el gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas, inició un movimiento paralelo con los grandes capitalistas y la embajada de EEUU. Lula creó el «comité gubernamental», centralizado por Alckmin, para dar expresión a la «unión nacional». Las asociaciones empresariales recomendaron evitar las represalias. Los representantes de las centrales sindicales dijeron estar preocupados por los puestos de trabajo. Como resultado, no se alcanzó ningún plan de negociación con el gobierno estadounidense. Los primeros pasos sugieren que la tormenta crecerá a medida que se acerque la fatídica fecha del 1 de agosto.

La declaración de Lula a la nación pareció firme y blanda. Acorralado por tanta presión, el gobierno no tuvo nada que ofrecer a los exportadores, que mostraron las cifras de la crisis que se avecina y las consecuencias que recaerán sobre el empleo. El ataque a la soberanía de Brasil es flagrante. La imposición de aranceles aduaneros es un golpe a la economía nacional. La exigencia de exculpar a Bolsonaro de la acusación de intento de golpe de Estado es el resultado de la intervención de Trump en la política interna de Brasil. Las consecuencias económicas recaerán, sobre todo, en las espaldas de los trabajadores. Todo el problema está en manos de la burguesía y sus gobiernos.

La clase obrera y el resto de los explotados están al margen de estos terribles acontecimientos. Las centrales sindicales, sindicatos y movimientos debían movilizar y organizar a los explotados independientemente de las maniobras de los gobiernos, partidos burgueses y asociaciones empresariales. Las direcciones sindicales burocráticas y colaboracionistas esperan órdenes del gobierno de Lula, del PT, del PSOL y de otros aliados. Se alinean detrás de la bandera burguesa de la «unidad nacional» y esperan la llegada del terremoto anunciado. Sin embargo, sólo la clase obrera puede contrarrestar los ataques frontales del imperialismo norteamericano y defender la soberanía nacional.

La burguesía, dependiente como es de Estados Unidos, no atacará a su capital, que ha saqueado la semicolonia brasileña durante siglos. Ni siquiera quiere que el gobierno de Lula haga uso del «derecho a la reciprocidad».

Por el contrario, el programa de la clase obrera es la expropiación, la nacionalización y la transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social. Este fundamento básico de la revolución social corresponde al lugar del proletariado como clase capaz de oponerse a toda forma de opresión. Brasil se enfrenta a la acción y a los métodos de la opresión imperialista. La tarea de la vanguardia con conciencia de clase es luchar dentro de los sindicatos y movimientos para establecer el frente único antiimperialista.

El Partido Obrero Revolucionario defiende que los sindicatos convoquen inmediatamente una Jornada Nacional de Lucha, que sirva de punto de partida para organizar la lucha de los explotados sobre la base de su propio programa y estrategia revolucionarios.

(POR Brasil – Massas n°744)