masas-490

El fracaso del Gobierno del FMI y los capitalistas más poderosos provocó una mayor catástrofe en la economía

Ellos no nos podrán sacar del pozo en que nos metieron

El experimento Milei redujo fuertemente el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones. El consumo de productos básicos no deja de caer. La prueba más contundente de que la pobreza no se reduce, crece.

Cientos de miles de puestos de trabajo se han perdido, cientos de miles están bajo régimen de suspensiones o con menos horas de trabajo o bajo amenaza. Miles y miles de empresas han cerrado por la caída de las ventas y de la producción, por la caída del consumo y también por la apertura indiscriminada de importaciones.

El Gobierno liberó los alquileres que se han vuelto impagables, como las tarifas de transporte, gas, electricidad, internet, combustibles. Muchas de esas tarifas se ajustan de acuerdo a la cotización del dólar.

La recesión ha sido provocada, no fue un accidente. Frenar completamente la obra pública, reducir el consumo, fomentar la especulación financiera, buscaba generar superávit fiscal para comprar dólares, acumulando reservas para poder pagar la deuda externa extraordinaria.

Redujo los presupuestos de salud y educación, al Garrahan y a los discapacitados y a innumerables sectores para mostrar que estaba dispuesto a sacrificar hasta lo más indispensable para tratar de generar superávit fiscal.

Este esquema fracasó completamente, no solo no compraron dólares para pagar la deuda sino que despilfarraron los dólares que provenían de las mayores exportaciones; los dólares del blanqueo impositivo del año pasado; los dólares de las exportaciones de este año y de los préstamos recibidos. ¿A dónde fueron a parar esos dólares? A las importaciones, al turismo, a la fuga de divisas, porque el esquema se fundó en un dólar barato, muy barato, que sirviera como ancla para contener los precios y mostrar que la inflación bajaba.

Los dólares se terminaron y la deuda creció en forma exponencial. Ya en abril el Gobierno salió desesperado a pedir el auxilio del FMI y EE.UU. y modificaron la política cambiaria porque estaba claro que su “modelo” estaba agotado. Trataban de mantener el esquema ficticio hasta las elecciones con la ilusión de poder tener un buen resultado.

Pero los resultados electorales fueron cada vez peores hasta la derrota contundente en Provincia de Buenos Aires. A la crisis económica se sumó la crisis política que llevó al enfrentamiento entre sectores del Gobierno y que estallaran unos tras otro todo tipo de escándalos de corrupción y narcotráfico. El Gobierno nuevamente desesperado salió a pedir auxilio al Gobierno de EE.UU., cuyo apoyo verbal sirvió de poco para contener la escalada de la cotización del dólar, del riesgo país, y la caída de los bonos y de las acciones. Desde hace varios días una delegación completa del Ministerio de Economía y el Banco Central están negociando qué migajas pueden recibir para sobrevivir a cambio de entregar lo que sea. Quién sabe cuántos días más se quedarán. Pero no les ofrecen alternativas para salvarlos. Todos les dicen que deben devaluar fuertemente para poder comprar dólares y acumular reservas, que no hay otra alternativa, aunque esa medida genere inflación y deteriore más las condiciones de vida de la población. Les recomiendan que avancen con alianzas políticas con otros sectores para poder seguir adelante con el ajuste (cuando vienen de violar todos los acuerdos y promesas con esos sectores que se alejan del Gobierno).

La apertura indiscriminada al capital financiero, levantar todos los controles y regulaciones, ofrecer nuevas privatizaciones y un sistema de promoción del saqueo no trajo nuevas inversiones del exterior sino que las inversiones se retiran del país.

Es en este cuadro de crisis que las masas resisten, se movilizan, escrachan al presidente y sus candidatos en cada ocasión que se presenta. Hasta en las zonas más conservadores aparecen protestas radicalizadas contra el Gobierno. Y ejercen fuerte presión sobre gobernadores y legisladores. La burocracia sindical de la CGT aparece paralizada frente a la creciente ola de bronca popular, esperando que se canalice a través del voto.

La burguesía no tiene respuesta. Esperan a que el Gobierno intente algún ajuste de su plan y que aparezca otra mano salvadora del FMI y de Trump. Ya han probado de todo y cada “plan” nos hunde más, con más desocupación, más precarización, más derechos que se pierden. No podemos dejar que siga en el poder. La clase obrera sí tiene un plan, un programa, para terminar con esta catástrofe, que aplicará si toma el poder por primera vez:

Salarios y jubilaciones como mínimo deben cubrir lo que cuesta la canasta familiar;

Plan de obras públicas a cargo del Estado bajo control de los trabajadores para resolver las prioridades de la mayoría,

Presupuesto necesario para vivienda, salud y educación, para ciencia y tecnología. Sistema único de salud y educación. Expropiación de todos los laboratorios farmacéuticos. Medicamentos gratis para los jubilados;

Desconocer toda la deuda externa e interna. Desconocimiento del programa y los acuerdos con el FMI. Estatización de la banca y concentrarla en un sistema único.

Estatizar el comercio exterior. Terminar con el contrabando. Protección de nuestra industria. Exportar solo el excedente luego de asegurar que toda la población este suficientemente alimentada y que las materias primas se utilizan para nuestro desarrollo industrial.

Expropiación del latifundio, de las mineras y la industria hidrocarburífera. La generación y distribución de energía deben ser estatales. Toda esa renta deberá ser utilizada para impulsar la industrialización del país generando todos los puestos de trabajo genuino que necesitamos;

Recuperar los ríos, los lagos, el mar, todos los puertos. Recuperar la industria naval y la flota mercante.

Este es un mero enunciado que muestra que los recursos existen para poder organizar la economía colocándola al servicio de la mayoría. La burguesía en decadencia, agotada, no entregará el poder voluntariamente, por el voto o por alguna decisión del Congreso. Esa ínfima minoría que detenta el poder debe ser expropiada y expulsada del poder. Con esta idea intervenimos en la campaña electoral, combatiendo toda ilusión en el voto y en las leyes, confiando exclusivamente en nuestras fuerzas, en nuestros métodos de lucha.   

(Nota de Masas N°490)