CERCI

108 años de la Revolución Rusa

En defensa de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)

Reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional

El 25 de octubre de 1917, la clase obrera rusa, aliada con los campesinos pobres, derrotó a las fuerzas contrarrevolucionarias de la burguesía interna y del imperialismo y conquistó el poder del Estado. Surgió el primer Estado obrero victorioso, proyectando los métodos de la revolución social que cobraron forma histórica con la Comuna de París en 1871. La primera revolución proletaria aplastada expuso la base de clase del Estado burgués, que es la dictadura de la minoría explotadora sobre la mayoría explotada. Al mismo tiempo, demostró la tesis del socialismo científico de que la clase obrera es la única fuerza social capaz de combatir la dominación de clase y emancipar a los explotados de toda forma de explotación y opresión. Ese fue el legado más importante de la Revolución de 1871, que estableció el marco inicial del proceso de transición del capitalismo al socialismo, y del socialismo al comunismo.

La Revolución de Octubre de 1917, desde el punto de vista histórico, fue la continuación de la transición iniciada 46 años antes por la Comuna de París. El vínculo entre la toma del poder del Estado en Francia y en Rusia puso de manifiesto la unidad mundial del proletariado, el internacionalismo y las condiciones de su organización como clase independiente y orientada por la teoría del socialismo científico y el programa de la revolución social.

El primer paso en este sentido fue la constitución de la Asociación Internacional de Trabajadores (I Internacional), dirigida por Marx y Engels, basada en el Manifiesto del Partido Comunista, concebido en 1848 como programa para la construcción del partido revolucionario del proletariado. La derrota de la Comuna puso fin provisionalmente a la I Internacional . Lo fundamental de esta experiencia es que permitió consolidar el objetivo de constituir partidos marxistas en todas partes y construir un Partido Mundial de la Revolución Socialista.

Poco después de la disolución de la I Internacional en 1876, el movimiento socialista celebró un congreso en 1889 y fundó la II Internacional. Este paso amplió el horizonte del internacionalismo proletario. La lucha de clases allanó el camino para la construcción del Partido Mundial de la Revolución Socialista. El trabajo de la vanguardia revolucionaria, orientado a organizar la lucha por el socialismo en las condiciones objetivas de cada país y a unirla en una sola fuerza bajo el programa del internacionalismo proletario, pasó a tener un alcance muy superior al de las experiencias del período comprendido entre 1848 y 1889.

El capitalismo llegaba al final de su fase liberal de desarrollo de las fuerzas productivas e iniciaba su fase superior imperialista, exponiendo sus tendencias regresivas y desintegradoras. En última instancia, se había reducido y agotado la posibilidad de reformas. El capitalismo internacionalizado alcanzaba la madurez completa de las premisas históricas de las revoluciones proletarias. En otras palabras, el capitalismo de la época imperialista no podía resolver las tareas democráticas pendientes, resultado del desarrollo desigual y combinado de las naciones. La interdependencia entre la etapa más avanzada y la más atrasada de las fuerzas productivas había dejado atrás las revoluciones democrático-burguesas y establecido las condiciones para las revoluciones socialistas. Pasó a predominar el choque entre las fuerzas productivas encabezadas por el imperialismo y los Estados nacionales. La concentración monopolista y el engrandecimiento del capital financiero parasitario, controlado por un pequeño número de países, agudizaron las contradicciones nacionales y de clase.

En estas condiciones, las potencias imperialistas desencadenaron la Primera Guerra Mundial. Ante un desplazamiento tan grande de fuerzas capitalistas en disputa por mercados, fuentes de materias primas y penetración de capitales, la dirección de la II Internacional se mostró adaptada a las presiones de las fracciones de la burguesía imperialista y subordinada al parlamentarismo. El reformismo y el pacifismo pequeñoburgués habían minado las bases originales de la II Internacional. Alemania, al haber acogido más profundamente el proceso de ruptura de la independencia del Partido Socialdemócrata, fue sede del revisionismo antimarxista, terminando por proyectar el nacionalismo chovinista.

En Rusia, la división de la socialdemocracia se destacó por el surgimiento de la facción bolchevique bajo la dirección de Lenin, lo que hizo posible la continuidad y el fortalecimiento del socialismo científico. Sus fundamentos se ampliaron teórica y programáticamente basándose en las nuevas condiciones del capitalismo, que entraba en su fase superior y última, la del imperialismo.

La guerra que arrastró a Europa a la destrucción material y la pérdida de millones de vidas humanas no guardaba ningún rasgo de progresismo como las guerras anteriores, que sirvieron para superar el antiguo régimen feudal y constituir los Estados nacionales. La unión de la resistencia de la clase obrera con el programa de la revolución social se manifestó en toda la Europa en guerra, pero fue en Rusia donde llevó al proletariado al poder en octubre de 1917, tras la revolución de 1905 aplastada por el poder monárquico y tras la primera fase de la revolución en febrero de 1917.

El Partido Bolchevique derrotó a los partidos reformistas pequeñoburgueses al constituir el programa de la revolución proletaria dentro de la clase obrera rusa e internacional. Y, finalmente, los derrotó en la práctica, dirigiendo al proletariado en alianza con los campesinos bajo la estrategia y la táctica derivadas del principio programático de la dictadura del proletariado y la revolución nacional como parte de la revolución socialista mundial. La victoria de Octubre demostró ser un logro del internacionalismo proletario. Las tareas democráticas derivadas de las particularidades de la Rusia atrasada y de la mecánica de las clases se resolvieron mediante profundas reformas bajo el gobierno obrero y campesino, la democracia soviética y la dictadura del proletariado. Este curso se estableció en las condiciones de transición del capitalismo al socialismo, que en cuanto a la forma era nacional y en cuanto al contenido, internacional.

La constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) el 30 de diciembre de 1922 unió a los pueblos oprimidos por el imperio zarista, permitió dar los primeros pasos para superar la opresión nacional y abrió una poderosa trinchera contra la dominación imperialista. La URSS fue concebida y organizada bajo la dirección del Partido Bolchevique como órgano de la lucha de clases e instrumento de transición del capitalismo al socialismo. En ese mismo campo de batalla, en 1919 se celebró el Congreso de fundación de la III Internacional. La Revolución Rusa se erigió como el principal pilar de la lucha de clases mundial. Lo que dio lugar a la organización del Partido Mundial de la Revolución Socialista.

La II Internacional reformista fue sepultada por el volcán de la revolución proletaria. La I Internacional resurgió como un puesto avanzado de la revolución social en las entrañas de la III Internacional. Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, dirigidos por Lenin y Trotsky, dieron una proyección programática y organizativa al socialismo científico, poniéndolo al alcance de la vanguardia que surgía y del proletariado mundial que despertaba. Al mismo tiempo, la burguesía internacional infligió derrotas al proletariado en varios países, entre las que destacan las de la clase obrera alemana. Internamente, en la URSS, crecieron las presiones destinadas a obstaculizar el desarrollo de las nuevas relaciones de producción y a imposibilitar la transición del capitalismo al socialismo. El potencial de las transformaciones históricas, originadas por la revolución, la construcción de la URSS y la formación de la III Internacional, impidió que las derrotas del proletariado mundial provocaran el derrumbe de las conquistas de Octubre. Sin embargo, favorecieron a las fuerzas internas restauracionistas del capitalismo. Se gestó un movimiento revisionista en el seno del Partido Comunista Ruso, del Estado Obrero y, en consecuencia, de la III Internacional. Se erigió un órgano de la contrarrevolución termidoriana restauracionista.

La burocratización del Estado obrero se manifestó como un fenómeno contradictorio con el proceso de transición del capitalismo al socialismo, es decir, con el desarrollo de las fuerzas productivas plasmadas por la propiedad social. La burocratización favoreció un nuevo tipo de nacionalismo: el socialismo nacional. Stalin y Trotsky encarnaron los dos polos de la contradicción entre el socialismo nacional y el internacionalismo proletario. Este enfrentamiento se originó ya en 1923 y se consolidó a partir de 1924, con la muerte de Lenin. En un primer momento, parecía posible resolver el conflicto a favor de los fundamentos marxista-leninistas. Pero en 1927 ya se había establecido el dominio de la burocracia estalinista, que se impuso por encima de la democracia partidaria y la democracia soviética. La dictadura burocrática se afianzó como órgano de la restauración capitalista, derrotando a la Oposición de Izquierda.

La URSS pudo mantenerse gracias al agravamiento de los choques interimperialistas, que no solo no fueron superados por la guerra, sino que se potenciaron tras el reparto del mundo, negociado por las potencias vencedoras en el acuerdo de Versalles, en 1918. La previsión de la III Internacional de la época de Lenin, de que era necesario preparar al proletariado para hacer frente a la escalada militar y que podría desembocar en una nueva guerra mundial, se cumplió. A partir de 1929, las fuerzas del imperialismo volvieron a enfrentarse en torno a un nuevo reparto del mundo. Diez años después, estalló la Segunda Guerra Mundial. En mayo de 1943, en plena guerra, Stalin disolvió la III Internacional, indicando a los aliados imperialistas que la URSS estaba bajo la dirección de una política de coexistencia pacífica. Esta línea correspondía a la tesis sobre la posibilidad de construir el socialismo en un solo país.

La liquidación de la III Internacional fue una medida contraria al desarrollo de la lucha de clases mundial, cuya orientación leninista era transformar la guerra entre Estados en una guerra civil para la toma del poder por parte del proletariado. Este curso negativo hacia la transición del capitalismo al socialismo contó con la Oposición de Izquierda empeñada inicialmente en reformar el partido y la democracia soviética. Y luego, a partir de 1933, con el ascenso de Hitler, en derrocar a la burocracia restauracionista mediante la revolución política y constituir un movimiento por una nueva Internacional.

La fundación de la IV Internacional en 1938 anticipó en algunos años la liquidación de la III Internacional. Las condiciones, sin embargo, eran extremadamente adversas. La IV Internacional se constituyó en contracorriente de las fuerzas triunfantes del imperialismo y de las fuerzas auxiliares encarnadas por la burocracia estalinista. Las derrotas de la resistencia obrera se debieron a la acción del imperialismo y de los partidos comunistas estalinizados. La naciente IV Internacional no pudo servir al proletariado, aunque el Programa de Transición se basaba en las condiciones objetivas del capitalismo en descomposición. Desde el punto de vista histórico, lo fundamental es que la IV Internacional estaba destinada a dar continuidad a la III Internacional de la época de Lenin.

La burocracia estalinista salió fortalecida de la Segunda Guerra Mundial, lo que posibilitó retrasar el proceso de restauración capitalista. La IV Internacional se fragmentó bajo la dirección pequeñoburguesa, que, presionada por los acontecimientos, recurrió al revisionismo capitulando ante el estalinismo a mediados de 1950. Ninguna de sus fracciones fue capaz de estar a la altura del Programa de Transición.

El fin de la Segunda Guerra Mundial abrió una nueva etapa de cerco imperialista a la URSS y de reactivación de las fuerzas internas procapitalistas. En la década de 1980, estas fuerzas, impulsadas por el propio Partido Comunista Ruso, levantaron la cabeza y tomaron la iniciativa de dinamizar la restauración capitalista. En diciembre de 1991, la URSS se derrumbó. El termidor estalinista, que surgió en 1924, cumplió su función contrarrevolucionaria después de casi siete décadas. La IV Internacional ya no existía como organización y la crisis de dirección se había potenciado como nunca antes se había visto. Sus repercusiones se manifestaron en las reformas procapitalistas en China, iniciadas a finales de la década de 1970.

En estos aproximadamente cuarenta y cinco años de predominio de la restauración capitalista, la crisis mundial no se ha enfriado, aunque se haya desarrollado con altibajos. La guerra en Ucrania, que se prolonga desde hace más de tres años, es el acontecimiento mundial más importante por manifestarse en Europa, expresar la restauración capitalista, demostrar la gravedad de la liquidación de la URSS, representar el renacimiento de la opresión nacional y exponer el cerco imperialista a Rusia, tanto económico como militar. Esta guerra refleja la crisis de dirección en su forma más dramática, que es la de desgarrar a la clase obrera de las ex repúblicas soviéticas y desarrollarse contando con una brutal pasividad de las masas oprimidas europeas. El imperialismo se apoya en la restauración capitalista para apuntar las armas de la OTAN a Rusia y obligar a Ucrania a someterse al capital internacional.

La intervención militar del Estado sionista de Israel en la Franja de Gaza, por su parte, envolvió a Oriente Medio en una escalada bélica de orden mundial. Al retratar el lado más dramático de la barbarie social, desencadenó un movimiento significativo de las masas mundiales. Este contrapunto con la guerra en Ucrania da una idea de la dimensión de la lucha de clases en este momento en que la Revolución Rusa cumple 108 años. Sin duda, el movimiento de las masas en Europa está marcado por la desintegración del capitalismo y, en sus entrañas, por la guerra en Ucrania. Las actuales guerras de dominación contra las que lucha la vanguardia revolucionaria tienen como trasfondo las etapas de la crisis del capitalismo de posguerra. Todo indica que la guerra comercial de Estados Unidos con China se está convirtiendo en una escalada militar. Por eso Estados Unidos está reforzando su intervención en América Latina.

En el marco de los enfrentamientos económicos y militares, surge el programa de la revolución social, al tiempo que se pone de manifiesto la necesidad de superar la crisis de dirección. Emergen, de manera sensible, los logros de la Revolución Rusa. Cada vez más, la clase obrera y los demás explotados volverán a reconocer y asimilar las experiencias revolucionarias del pasado. Entre ellas, la Revolución Rusa es el faro más poderoso de la humanidad.

El POR, como miembro del Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional (CERCI), levantó ayer y levanta hoy las banderas: En defensa de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Socialista, la IV Internacional.

¡Vivan los 108 años de la Revolución Rusa!

¡Marchemos empuñando el programa de la revolución social!

¡Levantemos bien alto la bandera del internacionalismo proletario!

25 de octubre de 2025

(POR Brasil – Massas N°751)