Crisis política en el peronismo
El aniversario 80° del 17 de Octubre de 1945 casi pasó inadvertido, como si los dirigentes políticos y sindicales no quisieran recordarlo, como si su recuerdo los incomodara. Es nada menos que la fundación del peronismo. Fue aquella intervención popular la que liberó a Perón, lo posicionó como su caudillo y le daría el triunfo electoral meses después. Perón sería presidente hasta su derrocamiento en 1955 por la Libertadora. En las elecciones de 1946 enfrentó la alianza Unión Democrática, alentada por Braden, Embajador de EE.UU., e integrada por UCR, Partido Socialista, Partido Comunista, Partido Demócrata Progresista y otros.
Estas elecciones tienen una particularidad: Cristina Kirchner, candidata del peronismo, presidenta del Partido Justicialista, fue presa y proscripta por orden de EE.UU. No estuvo en el centro de la campaña electoral del peronismo denunciar esta situación.
Fuerza Patria, es un frente encabezado por el Partido Justicialista que se presentó en 14 provincias. En 9 provincias el PJ se presentó dividido: en Jujuy, Salta, Chubut, Entre Ríos, Misiones, San Luis, Tierra del Fuego, Buenos Aires y Córdoba hubo peronistas bajo otras alianzas. Muestra una clara disgregación del partido más importante del país. Las principales banderas que levantaron durante décadas fueron abandonadas.
Estos aspectos podrían estar presentes en un balance de su frustrada intervención electoral. Su ausencia nos da un indicio de su disgregación política, de su falta de orientación, de su adaptación a los acontecimientos sin ofrecer resistencia.
Es importante el debate que se ha abierto porque hay una enorme carga de frustración y confusión en sus bases alentada por las acusaciones de los dirigentes entre sí y por culpar a las bases por “votar mal” o no ir a votar.
Cristina Kirchner escribió una carta cuestionando a Axel Kicillof por desdoblar las elecciones y perder ahora en la provincia de Buenos Aires contra La Libertad Avanza, “un error de estrategia electoral”, contraponiendo el resultado: “todos los gobernadores peronistas (Ziliotto de La Pampa, Quintela de La Rioja, Jalil de Catamarca, Jaldo de Tucumán, Insfrán de Formosa) ganaron en estas elecciones parlamentarias”.
En su análisis de las elecciones no aparecen ideas, no hay programa, no hay propuestas que se contrapongan con la política del Gobierno. Todo su énfasis gira alrededor de la mejor táctica sobre las fechas de las elecciones, lo cual puede ser correcto o no, pero no tiene mayor importancia. ¿Sobre qué bases se construye la unidad? ¿Sobre fechas y desdoblamientos? ¿Sobre quién elige a los candidatos y cuáles son los más presentables?
Se equivoca en su lectura del resultado porque no menciona que Milei sólo obtuvo 9.3 millones de votos, y califica como “alarma política y social por el creciente ausentismo e indiferencia ciudadana frente al acto electoral” producto de la “insatisfacción democrática”. No trata de entender que esa insatisfacción es producto de dirigentes políticos y sindicales borrados de las principales luchas, sin una respuesta alternativa a la ofensiva saqueadora, confiando exclusivamente en que los votos puedan frenar a Milei. De esto no hay una palabra.
Dice Kirchner: “sigo sosteniendo el valor de la unidad como instrumento político de construcción nacional, popular y democrática. Unidad a la que se debe sumar militancia con cohesión y claridad estratégica y programática”. No alcanza con el enunciado, con el título, que ya ha sido repetido muchas veces, se debe decir con precisión cuál es la estrategia, cuál es el programa sobre los que cimentar la unidad. Y no que cada uno interprete lo que le parezca. Es justamente la ausencia de programa, de estrategia, lo que debilita y va hundiendo al peronismo. No hace mención a los programas que aprobaron las 62 Organizaciones, regionales de la CGT, o la CGT de los Argentinos, desde 1957 a 1968, durante la “resistencia peronista”. Programas que tampoco la burocracia sindical reivindica.
No alcanza con decir: “…en favor de un proceso de desendeudamiento de la Argentina para mejorar la calidad de vida de las grandes mayorías nacionales con trabajo y producción”, ¿cómo desendeudar? ¿Pagando toda la deuda fraudulenta? ¿terminando con la banca y su parasitismo financiero?, ¿exigirá el proteccionismo de la industria nacional y la estatización del comercio exterior? Para “no tenerle miedo al debate y la discusión de nuestras ideas” las ideas, si las hay, deben ser formuladas con la mayor precisión acompañadas de los métodos para imponerlas, para que se transformen en fuerza material mayoritaria y no en mero discurso enunciativo.
El radicalismo fue el primer partido de la burguesía nacional y prácticamente ha desaparecido desde el desastre de De la Rúa. El peronismo, el otro movimiento/partido nacionalista burgués, pudo sobrevir a Isabel Perón/López Rega, a Herminio Iglesias, a Menem, Scioli y Alberto Fernández/Massa, pero se han quedado sin base material: La burguesía se ha convertido en una clase antinacional, sometida completamente al imperialismo y no hay posibilidad de crear o recrear una burguesía nacional.
Cristina Kirchner advierte el advenimiento de “una fuerte ofensiva para tratar de romper el peronismo y el campo nacional y popular en su conjunto”. No desconocemos esa voluntad del imperialismo y el gran capital, pero tampoco desconocemos el grado de desorientación y desintegración de esta fuerza que mantenía la tutela política sobre la clase obrera y la mayoría de los oprimidos.
Es necesario hacer consciente este proceso para que pueda ser asimilado críticamente y pueda conquistarse la independencia política.
Kirchner explica las razones del voto a Milei en el “viejo antiperonismo”, en el factor “miedo” ante las consecuencias de la “crisis política” de una derrota oficialista y la retirada del auxilio financiero de Estados Unidos”. No dice que Milei apenas necesitó del voto del 26% del padrón para ganar, porque la obligaría a explicar el retroceso electoral y división del peronismo, que quiere limitar al “error” de Kicillof.
Las políticas de unidad nacional bajo dirección peronista ya han fracasado, sometiendo a la mayoría a las políticas de una burguesía cada vez más entrelazada con el capital financiero, es cobarde e impotente.
Es necesario debatir la unidad de los oprimidos en términos programáticos, alrededor de la puesta en pie del frente único antiimperialista que lidere la clase obrera, con su política, con su estrategia de poder. El capitalismo en putrefacción no se puede reformar.
La clase obrera para poder dirigir la lucha por la liberación nacional y social necesita independizarse políticamente, abandonar toda ilusión de reformar o mejorar el capitalismo.
(nota de MASAS n°492)
