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Para defender el Astillero y la industria hay que romper con la dominación imperialista

Lamentablemente el Astillero Río Santiago atraviesa la peor crisis de los últimos treinta años. El origen está en el desvío del pago que PDVSA había realizado para la construcción del buque número 80, parte de una serie de dos petroleros encargados en 2005. Los 23 millones de dólares que debían financiar la producción fueron desvia­dos durante la gestión de Scioli. Ese hecho paralizó por completo al astillero: desde entonces quedó prácticamen­te inmovilizado y solo se llevaron a cabo tareas menores sin impacto real en el desarrollo productivo.

Con Kicillof en la provincia, ya son seis años de inacti­vidad efectiva. Y la realidad es que, desde Scioli en ade­lante, todos los gobiernos, peronistas o no, siguieron el mismo camino: frenar la producción, vaciar el astillero y profundizar el deterioro salarial. La idea de avanzar hacia la privatización nunca desapareció; simplemente se la di­simuló detrás de discursos distintos.

Los trabajadores vienen denunciando hace años la ne­cesidad de que ese dinero robado se restituya, para así terminar las obras inconclusas, liberar la grada principal y reactivar el astillero con nuevos contratos. Pero mientras tanto, desfilan gerentes involucrados en estafas, otros que rechazan trabajos estratégicos y una conducción que acu­mula irregularidades.

El conflicto más reciente estalla alrededor de la dirigen­cia de ATE Ensenada, alineada con el intendente Secco y con el gobernador. Dirigentes del sindicato se otorgaron ascensos de categoría a sí mismos, al mismo tiempo que los estatales de toda la Provincia cobran sueldos de mise­ria. Mientras los trabajadores pierden poder adquisitivo año tras año, la burocracia se asegura aumentos y privi­legios. Desde la conducción oficialista de ATE lo niegan, pero los beneficiados son, casualmente, dos dirigentes de su propio sector.

A esto se suma el proyecto de privatización presentado por el diputado libertario Castello, que avanza en plena ofensiva contra el empleo público, en sintonía con una reforma laboral destinada a precarizar aún más a la clase obrera. Frente a esto, la dirigencia de ATE responde con medidas de fuerza totalmente desconectadas de las nece­sidades reales dentro del astillero. No informan, frenan las asambleas, ocultan datos y maniobran para silenciar cualquier voz crítica.

La retención de tareas -limitada únicamente al dique de contención y a reparaciones internas- se sostiene en una demanda de recomposición salarial que sigue sin resol­verse. Mientras tanto, los trabajadores del Astillero, igual que el resto de los estatales bonaerenses, arrastran años de pérdida del poder adquisitivo sin una respuesta seria del Gobierno ni de la conducción sindical.

Todo este panorama demuestra algo evidente: la buro­cracia sindical no tiene intención alguna de defender los puestos de trabajo ni el futuro del Astillero Río Santiago. Su prioridad es sostener sus propios privilegios, aunque eso implique dejar abandonados a los trabajadores y per­mitir que el astillero se hunda.

La plata para terminar los buques para Venezuela tiene que aparecer ya. No solo es una vergüenza, es una trai­ción a nuestros hermanos venezolanos que se encuentran asediados por Estados Unidos. El nacionalismo burgués siempre termina arrodillado frente al amo imperial, por eso no es de extrañar que los peronistas sean cómplices de esta traición, que también es una traición a la indus­tria nacional. Es que los grandes Astilleros son parte de las industrias estratégicas, para garantizar la soberanía del país. El imperialismo no quiere que hagamos buques, quiere que hagamos soja y petróleo nada más. Por eso no es casualidad que ningún gobierno, por más “nacional y popular” que se diga, logre reactivarlo. Hay que romper con el imperialismo para ello, tarea que solo puede garan­tizar la clase obrera organizada, comenzando por sacarse de encima a los podridos burócratas vendepatria.

(Nota de Masas n°493)