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Huelga general en Bélgica, Portugal e Italia


Señales de reacción de la clase obrera y otros trabajadores a la crisis capitalista y las contrarreformas montadas por los gobiernos

Entre septiembre y principios de diciembre, Europa se vio sacudida por huelgas, bloqueos, manifestaciones y enfrentamientos con la policía en Francia, Grecia, Bélgi­ca, Portugal e Italia. Tenían en común la respuesta a las contrarreformas gubernamentales. En nombre del equili­brio presupuestario, la burguesía exige que los gobiernos determinen un aumento de las horas de trabajo, un cre­cimiento de la productividad y una reducción del gasto público en salud, educación, pensiones y vivienda. Son parte de las contrarreformas, cambios en las leyes labo­rales y medidas contra los inmigrantes. Los cambios en la legislación que regula las jubilaciones y las pensiones implican un aumento de la edad y los aportes.

La economía de la Unión Europea y el Reino Unido sufre estancamiento y retroceso en el marco de las rela­ciones capitalistas globales. Ha ido perdiendo capacidad industrial y aumentando el parasitismo financiero.

La crisis de 2008-2009, que tuvo como epicentro a Esta­dos Unidos, golpeó duramente a los países europeos. Lue­go vino la pandemia, que alimentó aún más los bloqueos económicos y las deudas públicas. El estallido de la gue­rra en Ucrania en 2022 y las sanciones impuestas a Rusia por Estados Unidos amplificaron el declive de la industria europea, ultradependiente de fuentes de materias primas, principalmente gas procedente de Rusia. Por un lado, la burguesía europea y sus gobernantes se han vuelto orgá­nicamente dependientes de EEUU desde el final de la Se­gunda Guerra Mundial; por el otro, no tenían otra manera que entrelazar su economía con China, que ha ascendido a segunda potencia desde los años 2000.

El Viejo Continente viene sufriendo el proceso de desin­dustrialización y superposición de sectores de servicios. El período del llamado “bienestar social” había terminado y la burguesía pasó a la ofensiva para liquidar los viejos logros de la clase obrera y de otros trabajadores. Se espe­raba que la creación de la Unión Europea proporcionara un poderoso impulso a las fuerzas productivas. Las con­tradicciones del capitalismo en la era imperialista fueron responsables de socavar las ventajas de reducir las barre­ras comerciales, lo que resultó en el favor de Alemania y Francia, sobre todo. La salida del Reino Unido de la Unión Europea fue alentada por EEUU, que utiliza a In­glaterra como instrumento del capital financiero.

El retorno a un gasto militar estratosférico ha obligado a la Unión Europea e Inglaterra a aumentar la deuda pú­blica, que ha alcanzado niveles insoportables. Después de Japón y Estados Unidos, que tienen una deuda pública correspondiente al 214,1% y al 119,3% del Producto In­terior Bruto (PIB), respectivamente, viene la Zona Euro con una media del 91,4% del PIB. Grecia, 154,2%; Italia, 135,8%; Francia, 113%; Bélgica, 103,90%; Reino Uni­do, el 99,8% y Alemania, el 62,20%, cifras calculadas en 2024. El aumento de la deuda europea seguirá avanzan­do. En parte, debido al gasto militar. Los gobiernos, in­dependientemente de su orientación política, recurren a contrarreformas precisamente en un momento en que ha aumentado la brecha entre la minoría rica y la mayoría pobre. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la deuda pública mundial crecerá un 2,8% en 2025, superando potencialmente los 100 billones de dólares. La previsión es que en unos años la deuda pública de Francia podría alcanzar el 128,4% del PIB y la deuda de Alemania podría saltar al 75% del PIB.

Las huelgas generales que comenzaron en Grecia en sep­tiembre continuaron en la segunda mitad de 2025 en Fran­cia, Bélgica, Portugal e Italia. El movimiento de protesta contra las contrarreformas de Macron acabó impulsando la crisis política. La sustitución de varios primeros minis­tros refleja la quiebra del gobierno de centroderecha, que avanza con dificultad. La huelga general en Italia del 12 de diciembre, organizada por la Confederación General del Trabajo Italiana (CGIL), se declaró contra la política del gobierno de derecha de Georgia Meloni, que presentó un presupuesto que favorece a los sectores más ricos de la población, priorizando el gasto militar y sacrificando inversiones en salud, educación, pensiones y vivienda. En Bélgica, el gobierno atacó duramente la seguridad social y llevó a cabo recortes presupuestarios en los servicios sociales para los desempleados y los trabajadores que padecían enfermedades profesionales. La huelga de tres días de finales de noviembre, apoyada por grandes ma­nifestaciones, fue un grito para combatir el presupuesto antiobrero del primer ministro Bart De Wever.

Las huelgas y protestas en Europa indican que la buro­cracia sindical está bajo una tremenda presión por parte de las masas explotadas. Se está viendo obligada a romper la inercia que se impone mediante la política de colabo­ración de clases. En este contexto, la contradicción entre las iniciativas de movilización que tuvieron lugar en el pasado reciente en defensa del pueblo palestino y pasivi­dad ante la guerra explosiva que se desarrolla en Ucrania. Los dirigentes de la Unión, por regla general, siguieron y siguen las posiciones de los gobiernos y de la OTAN, que sirve como brazo armado de EEUU. Los enfrentamien­tos con los gobiernos por el presupuesto y las contrarre­formas ciertamente indican un curso más avanzado de la lucha de clases en Europa. Esto pone absolutamente de relieve la crisis de liderazgo y la necesidad de superarla.

EEUU, bajo la administración Biden, fomentó la gue­rra en Ucrania, buscando su anexión a la Unión Europea. Ahora, bajo la administración Trump, están forzando el fin de la guerra con el plan de compartir territorio ucrania­no. En Oriente Medio, la Casa Blanca dictó la paz en los cementerios a los palestinos. En América Latina, Trump instaló un asedio militar a Venezuela y actúa con el objeti­vo de derrocar al gobierno de Nicolás Maduro.

Los pueblos explotados y oprimidos alrededor del mun­do enfrentan una ofensiva mundial por parte del imperia­lismo y las burguesías nacionales que han lanzado contra­rreformas antiobreras y antipopulares. Por eso, en esencia, la lucha de clases en Europa tiene un alcance global.

La crisis de dirección corresponde al vacío dejado por la ausencia de una política internacionalista que unifique las luchas de las masas en todos los sectores en defensa de su propio programa de demandas y una orientación clasis­ta frente a las guerras. Las fuerzas productivas altamente desarrolladas no encajan en las relaciones de producción capitalistas, ni en la camisa de fuerza de las fronteras na­cionales. El orden mundial construido tras la Segunda Guerra Mundial se desmorona y da paso a la proliferación de conflictos de todo tipo.

De estas contradicciones emerge el programa de la revo­lución social, las tareas de recuperar las conquistas perdi­das y la necesidad de unificar a los explotados en la lucha de clases contra la clase burguesa históricamente exhaus­ta. Sobre estas bases se asienta la lucha por la reconstruc­ción del Partido Mundial de la Revolución Socialista, la Cuarta Internacional.

Publicado en Massas N° 754 de Brasil