¡Fuera las manos sucias, opresoras y sanguinarias del imperialismo en los asuntos internos de Venezuela!

Solamente la política del proletariado tiene cómo enfrentar y derrotar la ofensiva del imperialismo

Las elecciones en Venezuela han suscitado la atención internacional; las corrientes ultraderechistas y el imperialismo norteamericano desplegaron todo su poderoso aparato propagandístico, anunciando la derrota inminente del régimen de Maduro y el triunfo de la “libertad” en las urnas. El anuncio de la victoria de Maduro por 51,2% agravó la crisis política.

La oposición electoral de derecha es abiertamente proimperialista, denuncia fraude del Consejo Nacional Electoral y desconoce el resultado oficial. Denunciaban fraude desde hace meses, como hicieron en cada elección, diciendo que desconocerían el triunfo de Maduro. Crece la protesta callejera respaldada por la acción internacional comandada por EE.UU. exigiendo las actas de votación como no se exige a ningún país (pedido al que se sumaron Lula, Petro, Lopez Obrador y Kirchner). El gobierno fascistizante de Milei fue uno de los primeros en reclamar la destitución de Maduro, acusándolo estúpidamente de “comunista”. Pero también los “progresistas” como Boric desconocen el resultado. Presionan así para dividir a los militares.

China y Rusia reconocieron los resultados, seguidos de gran cantidad de países. La lista mayor es la de los que piden transparencia y se den a conocer las actas.

En octubre de 2023 se estableció el Acuerdo de Barbados para la realización de las elecciones bajo inspección externa, con el objetivo de dar a la oposición condiciones de libre movimiento. A cambio EE.UU. comenzaría a suspender las sanciones económicas a Venezuela, se trató de un chantaje para determinar el curso de la disputa electoral. Le sirvió al imperialismo y sus lacayos para intervenir bajo la máscara de la “legitimidad democrática”.

Ante la maniobra preparada para desconocer el resultado de las elecciones Maduro impidió la presencia de algunos fiscales de la Unión Europea y de algunos países de Latinoamérica. Lo que anticipaba que no podría haber un comportamiento pacífico entre los contendientes. Maduro había dicho que se corría el riesgo de enfrentar una “guerra civil”, denunciando que la oposición era apoyada por EE.UU., aliados europeos y gobiernos latinoamericanos.

María Corina Machado, hija de un empresario del acero, se destacó como opositora desde la época de Chávez, contra el nacionalismo que estatizaba el petróleo y fuentes de materias primas. Buscó a George Bush para recibir su apoyo y así potenciar la posición proimperialista de sectores de la burguesía venezolana. Su programa político es el del capital financiero Conspiró todo el tiempo para derribar al chavismo. En estas elecciones colocó como candidato sustituto al exdiplomático Edmundo González y aspiraba a derrotar en estas elecciones a Maduro y en caso de no lograrlo desconocer el triunfo en todos los terrenos. Es ella quien lidera internamente el movimiento de rechazo al resultado electoral.

La policía y el ejército han sido implacables en la represión a la protesta. Ha costado más de una decena de muertos y cientos de detenidos en los primeros días. 

Al margen de cualquier consideración, los revolucionarios rechazamos, la intromisión del imperialismo en los asuntos internos de Venezuela y de todo país que se ve atacado por el imperio con sanciones económicas o bélicas.

Defendemos a Venezuela contra el bloqueo económico, los sabotajes, los golpes, el intento de asesinato de Maduro, las amenazas, la usurpación de sus reservas internacionales; el reconocimiento como gobierno paralelo y como presidente a Juan Guaidó; el Grupo de Lima constituido en 2017 con más de 15 países rechazando la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela, etc. Rechazamos todos los llamamientos de la ultraderecha local e internacional a que los militares den un golpe.

La OEA no tiene ninguna autoridad para reconocer o desconocer nada de lo que ocurre en nuestros países, es un ministerio de EE.UU. La reunión extraordinaria fue convocada para votar una resolución que exigía la “verificación de las actas electorales con la presencia de observadores independientes”, lo que significaba no reconocer la victoria de Maduro. Esa resolución no lograron aprobarla, fracasando la iniciativa.  

Rechazamos la campaña permanente del imperialismo y sus medios de comunicación masiva refiriéndose a Maduro como “dictador” y su gobierno como dictadura. Calificación que no aplican para el gobierno de EE.UU. o de Israel y tantos gobiernos autoritarios. Esa calificación apunta a legitimar cualquier golpe, atentado o incursión extranjera contra ese gobierno.

No estamos diciendo que no sea un gobierno autoritario, decimos que la calificación de “dictador” es utilizada solo contra gobiernos que no se disciplinan completamente a los mandatos del imperialismo. Buena parte de la izquierda democratizante se suma a este calificativo.

Para los marxistas todo Estado es una dictadura de clase, independientemente de las formas de su régimen de dominación. Pero no es este el sentido que le dan al calificativo. La democracia burguesa, una de las formas de la dictadura del capital, no tiene cómo desarrollarse en las semicolonias y lo que conocemos es una caricatura y en la potencias van desapareciendo hasta las formas, como una muestra de la avanzada descomposición capitalista.

Denunciamos concretamente todas las violaciones a las libertades democráticas, al derecho a la organización del movimiento obrero, a la selección de sus dirigentes y a desarrollar sus luchas, como en cualquier país donde la burguesía reprime las luchas y a los luchadores.

El imperialismo es responsable de la violación sistemática de las libertades democráticas, ha estado detrás de las mayores matanzas en nuestro Continente y en el mundo. No será de la mano de su intervención que defenderemos las libertades. Debemos delimitarnos muy contundentemente de su intervención, nuestras banderas no pueden ser confundidas.

El imperialismo ha actuado permanentemente para derribar al nacional-reformismo que osó estatizar empresas de rubros claves de la economía. Es inconcebible para los EE.UU. que un país semicolonial y débil como Venezuela pueda controlar las fuentes de materias primas. Aunque el nacionalismo chavista, llamado “Socialismo del Siglo XXI” no atentó contra la propiedad privada de los medios de producción (las expropiaciones fueron pagadas), EE.UU. y sus aliados europeos actuaron para quebrar la industria venezolana y cercaron la economía con sanciones dictatoriales. Importantes sectores de la burguesía venezolana colaboran con esta conspiración.

La agudización de la crisis capitalista a nivel mundial que se expresa en el agravamiento de la guerra comercial entre EE.UU. y China (que tiende a transformarse en bélica), aparece en esta crisis. EE.UU. no puede admitir perder influencia y control sobre su “patio trasero” y que crezca la presencia China amenazando su hegemonía. En esta disputa, EE.UU. y la U.E. exigen el alineamiento total con “occidente”, quieren un gobierno totalmente dócil y servil.

El desgaste del chavismo con las masas, la migración de más de 7 millones de venezolanos, no se explica solamente por el cerco económico, el sabotaje y las sanciones, es también el resultado de las limitaciones de su política reformista. Si bien ha sido el que más lejos ha ido con las nacionalizaciones no terminó con el régimen de la gran propiedad. Operan bancos internacionales y grandes transnacionales norteamericanas, entre ellas la Chevron, tienen negocios y explotaciones. Pese a ese desgaste, la derecha ultrareaccionaria y descaradamente proyanqui es vista con gran desconfianza por amplias capas de las masas oprimidas y los trabajadores venezolanos.

Chávez, habiendo sido un caudillo militar, facilitó el compromiso y la intervención directa de los militares en el manejo de altos cargos públicos, donde tienen las puertas abiertas para generosos negociados, con lo que han logrado mantener la unidad del ejército tras el PSUV de los chavistas. Esa relación con los militares imposibilitó hasta ahora que la oposición retorne al poder del Estado.

Para desarrollar las fuerzas productivas no es suficiente con estatizar algunos sectores, todos los grandes medios de producción deben ser estatizados sin pago, el sistema bancario debe ser único, estatal. La renta petrolera debió ser utilizada para desarrollar otros sectores industriales. Estas son medidas que sólo la clase obrera en el poder, acaudillando a todos los oprimidos, puede imponer. Al mismo tiempo decimos que la clase obrera está debilitada por la ausencia de partido revolucionario y su crisis de dirección internacional sin resolver. La ausencia de revoluciones triunfantes en el Continente también contribuyen al aislamiento de Venezuela. Esta debilidad del proletariado mundial y latinoamericano impide su intervención organizada en defensa de la bandera antiimperialista y de soberanía de la nación oprimida de no interferencia de las potencias en los problemas internos de Venezuela. 

Defender Venezuela no es sinónimo de apoyar a Maduro, aunque se diga socialista, su gobierno es nacionalista burgués, defensor de la gran propiedad privada. Pese a la extraordinaria polarización electoral, no había que votar por él. La clase obrera debe independizarse políticamente de la burguesía, tanto de su variante nacional reformista como la abiertamente proimperialista.

La izquierda centrista no acierta el rumbo, desde posiciones de apoyo crítico, llamando a votar por el chavismo, sumándose a su partido, o yendo detrás del movimiento de oposición. Lo que corresponde es enarbolar el programa de la revolución proletaria, estructurar el frente único antiimperialista bajo dirección de la clase obrera, de su estrategia.

El Comité de Enlace por la Reconstrucción de la IV Internacional (CERCI) tiene la orientación programática de la autodeterminación de las naciones oprimidas, como es el caso de Venezuela. Rechaza y combate toda interferencia de las potencias que intervienen en los asuntos internos de los países semicoloniales. Y lucha en el seno de las naciones oprimidas contra los gobiernos que sirven a los intereses del imperialismo como ocurre ahora con los que siguen los alineamientos montados por EE.UU. y la UE.

Esta posición coloca en las manos de la clase obrera, de los campesinos y de los demás oprimidos venezolanos las respuestas a la crisis política, que expresa la descomposición económica del capitalismo, el agotamiento del nacional reformismo y la necesidad de fortalecer el campo de la revolución social.

La tarea es poner en pie el partido programa de estructura bolchevique, celular, enraizado en masas proletarias, que señale la perspectiva revolucionaria: el gobierno obrero-campesino. Este es el gran desafío histórico.

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