LA «LEY DE SEGURIDAD NACIONAL» PARA HONG KONG FUE APROBADA
SOLAMENTE EL PROLETARIADO PUEDE ABRIR UNA VIA REVOLUCIONARIA A LA CRISIS
El 28 de mayo, la 13ª Asamblea Popular Nacional (APN) de China aprobó un proyecto de ley que apunta a prohibir las protestas «pro-democracia» de Hong Kong. Con 2.878 votos a favor, 1 en contra y 6 abstenciones, la Comisión Jurídica fue autorizada para elaborar la legislación, que debe ser ratificada o modificada por el Comité Permanente de la ANP.
El proyecto de ley propone prohibir “cualquier acto de traición, secesión, sedición, subversión contra el Gobierno Popular Central, robo de secretos de Estado, prohibición de organización de actividades en Hong Kong por parte de organizaciones políticas extranjeras y prohibición del establecimiento de lazos con organizaciones políticas extranjeras por parte de organizaciones políticas de Hong Kong». La ley se incorporaría a la Constitución de la Isla («Ley Básica»), sin tener que someter su aprobación al Consejo Legislativo (Parlamento de Hong Kong).
Esta imposición dictatorial tiene como objetivo evitar que la oposición burguesa lo detenga en el Consejo Legislativo, apoyada por movilizaciones populares masivas. Esto es lo que sucedió en julio del año pasado, cuando más de dos millones de manifestantes se enfrentaron a la represión y se vieron respaldados por las filiales de los bancos y compañías multinacionales, que hicieron un lock-out patronal, obligando al presidente del gobierno semi-autonomo, Carrie Lam, a retirar el proyecto de ley de extradición de perseguidos políticos y «criminales», buscado por el gobierno chino. Se recuerda que, en 2003, hubo un intento de imponer una ley «anti-subversión», archivada después de manifestaciones masivas y radicalizadas.
El régimen ahora está aprovechando la desmovilización, producto de la política de aislamiento social de la pandemia de Covid-19, para reanudar la ofensiva. Esta vez, la ley no solo no se someterá al Consejo Legislativo, sino que se ampliará en cuanto a la caracterización de los delitos.
Este paso hacia la centralización dictatorial de la «Región Administrativa Especial de Hong Kong» expone, a la luz del día, el agotamiento histórico del acuerdo de «reintegración» de Hong Kong a la soberanía china, preservando un sistema político, social, administrativo y legal semiautónomo, conocido como «un país, dos sistemas». En la situación actual, marcada por la intensificación de la guerra comercial con Estados Unidos, la supervivencia de las relaciones burguesas y la gran propiedad privada, dominantes en la isla, favorecen las maniobras del imperialismo para atacar al gobierno chino. Es por eso que la «ley de seguridad» del régimen burocrático apunta a contener las fuerzas económicas, sociales y políticas internas, sobre las cuales opera el imperialismo, en defensa de sus intereses más generales.
En las últimas semanas, se montó una ofensiva global por parte del imperialismo, para que la OMC, la ONU y otras organizaciones impongan nuevas sanciones a China. No por casualidad, el día después de la aprobación de la «ley de seguridad nacional», Trump anunció que Estados Unidos suprimiría las relaciones comerciales preferenciales otorgadas a Hong Kong, ya que no iría a reconocer ningún cambio en la situación legal y civil del territorio. Según el Asesor de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Robert O’Brien, la aplicación de la ley «causaría una desestabilización regional»
En la base de este curso de los acontecimientos está la crisis de sobreproducción, que surge del choque entre el alto desarrollo de las fuerzas productivas con el gran monopolio de la propiedad privada y las fronteras nacionales. Ya no es suficiente para el imperialismo que la burocracia abra a China a los negocios de los monopolios. Ahora, también debe romper con las bases de la economía centralizada y el comercio exterior, permitiendo que los monopolios actúen libremente para contrarrestar la ley de tendencia de la caída de las tasas de beneficio.
Son estas leyes del capitalismo en desintegración las que se reflejan como el agotamiento de la etapa actual de restauración capitalista, y que se manifiestan en la crisis política en Hong Kong, como enfrentamientos entre el movimiento por las libertades burguesas, dirigido a la plena restauración capitalista, con el régimen de dictadura burocrática del PCCH.
Pero, son los intereses de la burocracia impulsar la penetración de monopolios bajo su control, manteniendo así su poder de casta social, lo que impide que el PCCh responda a los ataques con el programa de expropiación revolucionaria de la gran propiedad capitalista presente en la isla, destruyendo así las bases económicas y sociales de las maniobras imperialistas.
En ausencia del proletariado organizado como clase independiente, el movimiento democratizante termina sirviendo al imperialismo, para operar políticamente dentro de las fronteras chinas. Y dependiendo del curso de la guerra comercial, el conflicto actual podría terminar en un choque más violento entre ambos Estados. Es en este contexto que la supervivencia del movimiento y el estatus legal y político especial de Hong Kong darían a los Estados Unidos una base para apoyar las maniobras de desestabilización del gobierno chino, así como las presiones y medidas intervencionistas.
Hong Kong ha estado bajo el dominio inglés desde la Guerra del Opio, emprendida entre 1839 y 1842, fue ocupada por los japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, luego retomada bajo control por los británicos, y finalmente regresó a China a través de un acuerdo, firmado en 1997, garantizando la preservación de una cierta autonomía: una garantía para los intereses del capital comercial y financiero. Alrededor del 95% de la población está compuesta por chinos. Estados Unidos extendió su influencia sobre la isla en el período de posguerra. El proceso de restauración capitalista en China, que ya estaba en marcha en la década de 1970, favoreció la reanudación de Hong Kong, que se convirtió en un importante centro financiero. El conflicto actual indica que China no puede garantizar la semi-autonomía. Y Estados Unidos reacciona al fortalecimiento chino en el Oriente y en el resto del mundo. Se observa, por lo tanto, que Hong Kong se ha convertido en un punto de disputa para la guerra comercial y el dominio estratégico regional. Son muchas las contradicciones. En resumen, por un lado, está la lucha contra la burocracia dictatorial china; por el otro, contra la dominación imperialista. El problema de la independencia del movimiento democrático de masas se centra en la ausencia de una dirección revolucionaria.
Es allí donde se manifiesta la gravedad de la crisis de dirección del proletariado chino. Sin su partido marxista-leninista-trotskista, el proletariado no puede guiar y dirigir la lucha democrática de las masas oprimidas, utilizada por el imperialismo, contra la dictadura burocrática, bajo el programa de la democracia obrera, el derrocamiento revolucionario de la burocracia estalinista y la conquista del poder estatal y la dirección de la economía. A su vez, el colapso del capitalismo mundial y las tendencias intervencionistas del imperialismo muestran la urgencia de que la clase obrera mundial avance en la reconstrucción de su Partido Mundial de la Revolución Socialista, la Cuarta Internacional. Solo la convergencia de la lucha del proletariado chino con la de la vanguardia mundial marxista-leninista-trotskista puede derrotar el intervencionismo imperialista, preservar las conquistas revolucionarias mundiales y reanudar la transición al socialismo, que el estalinismo contrarrevolucionario, bajo la demagogia de construir el «socialismo en un país «, traicionó y abandonó.
(Nota MASSAS nº 611 – POR Brasil)