El debate sobre si los revolucionarios debemos repudiar o no la persecución y el atentado a Cristina Kirchner

La Justicia oligárquica, los grandes medios de comunicación, el gran capital nacional e internacional realizan una campaña permanente de hostigamiento contra la expresidenta, que está a la vista de todos.

Se trata de la dirigente política con la mayor adhesión popular, perteneciente a un movimiento, el peronismo, que defiende la gran propiedad y la explotación del trabajo. Bajo sus gobiernos hubo represión y corrupción.

¿Podemos ser indiferentes ante semejante campaña comandada por el imperialismo y sus socios más poderosos? ¿Por qué tanta saña y odio?

Ya hemos señalado la farsa del Juicio, la importante respuesta popular y la represión sobre esas manifestaciones que tuvieron el punto más alto el sábado anterior al atentado cuando el vallado y la presencia de un vasto operativo policial generó la mayor indignación y movilización. Ante el atentado se produjo al día siguiente una de las movilizaciones más masivas de los últimos años.

La campaña no empezó ahora. Recordamos que cuando asumió Néstor Kirchner, en medio de la mayor crisis política, el diario La Nación como portavoz de los sectores más concentrados del capital le hizo saber, públicamente cuál era el programa que debía llevar adelante, de lo contrario su gobierno no sobreviviría. Entre sus reclamos exigía que se liberara a los presos militares por su participación en la represión genocida.

Se potenció en 2008 con el conflicto con terratenientes y exportadores y la negativa a entregar la telefonía a Clarin. Creció con el choque con los bancos ante la nacionalización de las AFJP. El rechazo al ALCA, impulsado por EE.UU., el rechazo de EE.UU. al control de un avión con material militar, el choque por la cuestión del memorando con Irán, los límites a la intervención del FMI. Entre tantas fricciones que llegaron a un punto elevado con la campaña electoral del 2015, utilizando el suicidio del fiscal Nisman como si fuera un asesinato perpetrado por el gobierno y acusando a candidatos de vínculos con el narcotráfico, para facilitar el triunfo de Macri.

La oligarquía local y el capital financiero, con sus medios y su Justicia, buscan imponer gobiernos totalmente disciplinados, sometidos, que no se atrevan a incrementar los impuestos o ejercer controles elementales sobre sus empresas, que avancen en las contrarreformas contra los derechos laborales, contra las jubilaciones, y contra todas las conquistas que quedan en pie. En este sentido encuentran que el kirchnerismo es un canal de expresión de un sector de las masas que expresan rechazo y resistencia a esas políticas, aunque en los hechos no las enfrenten consecuentemente. Y que es necesario destruir esa corriente, aislarla del resto del peronismo, alentando a sus sectores más conservadores.

No somos indiferentes ante estas campañas y estos ataques. No para defender las políticas del kirchnerismo que estuvieron al servicio de recomponer el Estado capitalista y garantizar la dominación de clase. Sino para defender las libertades democráticas, para rechazar la injerencia del imperialismo y los sectores capitalistas más poderosos.

Esos sectores, como en tantos otros lugares del mundo muestran una tendencia a la derechización y fascistización de los regímenes políticos ante la incapacidad de responder a los reclamos de los oprimidos que tiene su origen en el derrumbe y descomposición capitalista.

En los últimos meses asistimos a una campaña contra los más pobres para arrancarles los subsidios, para justificar el aumento de las tarifas, para terminar con los movimientos de desocupados y sus crecientes movilizaciones. Para perseguir y procesar a los que luchan. Los casos más extremos los vemos en Jujuy, Mendoza, en Chubut con la condena al dirigente del sindicato docente, en Corrientes con la persecución sobre Guillermo Galantini, en la Patagonia contra los mapuche. La persecución a Cristina Kirchner es parte del mismo proceso represivo, derechista, que debe ser enfrentado y derrotado.

¿Tenemos que diferenciar las víctimas? ¿Y defender a unos sí y otros no? Nunca ocultamos nuestras duras críticas al kirchnerismo, ni a Moyano o la burocracia de Camioneros o a Santiago Goodman de ATECh, o los dirigentes de la Tupac, o de los movimientos de desocupados, pero exigimos la vigencia de todas las libertades democráticas, para todos.

Y denunciamos la absoluta incapacidad del gobierno para enfrentar a los “sótanos de la democracia”, para avanzar con el castigo de los servicios de inteligencia, para desmantelar la Justicia oligárquica, y terminar con los grandes medios de comunicación infames, a los que se alimenta con dineros públicos.

Esos mismos medios que hicieron campaña mostrando horcas y guillotinas, mostrando ataúdes y figuras colgadas o muertas, promoviendo escraches a políticos del gobierno, lo primero que hicieron fue decir que el atentado fue una maniobra o que dudaban que fuera real, cuando ya no lo pudieron sostener empezaron a decir que era obra de “loquitos” sueltos, cuando quedó demostrado que formaban parte de un grupo, que recibía financiación, y sus vínculos con políticos y empresarios, empezaron a reclamar que se cierre la causa y que “no se la politice” como si el atentado a la vicepresidenta no fuera un hecho político de extrema gravedad.

Esta escalada de violencia se detiene con la intervención de las masas y especialmente de la clase obrera organizada, incorporando a sus demandas la defensa irrestricta de las libertades democráticas. En la base de toda esta violencia están los medios de producción concentrados en muy pocas manos, que exigen plena libertad para seguir concetrándose, para seguir acumulando enormes ganancias y destruir todos nuestros derechos.

 

(nota de MASAS nº422)

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