El abstencionismo electoral es reflejo de la crisis en curso

Las 18 elecciones realizadas previo a las PASO nacionales de agosto muestran una tendencia inocultable. Lo que hasta la víspera había sido tomado livianamente y menospreciado por la burguesía hoy son mención obligada en las editoriales de los principales medios periodísticos del país: La Nación, Página12, Clarín irremediablemente deben referirse al hecho más saliente del proceso electoral. Estamos hablando de los niveles históricos más bajos de participación electoral.

 

Características generales

No resulta una novedad señalar que históricamente las elecciones ejecutivas-legislativas tienen una convocatoria mayor que las exclusivamente legislativas. Así los procesos electorales tienden a concentrar la mayor cantidad de votantes cada 4 años a nivel nacional, fenómeno que se traslada de igual manera en las provinciales para la elección de gobernadores o intendentes. A excepción de Santiago del Estero y Corrientes que eligieron Gobernador en 2021, las elecciones 2023 corresponden a las ejecutivas.

Las legislativas de 2021 ya habían mostrado un interesante fenómeno explicado por dos circunstancias: por un lado, se señalaba justamente el hecho de ser legislativas, y el menor “compromiso” sufragista; por el otro, se intentó relacionar la baja participación con la pandemia del coronavirus en curso. Para la clase dominante, estos dos aspectos resultaban suficientes y se contentaron con cerrar allí la discusión.

Pero la realidad mostraría otra cosa. Las elecciones actuales en cada Provincia no solo comenzaron a evidenciar cierta tendencia a las victorias oficialistas (con escasas excepciones) sino el hecho aún más importante de la profundización de la tendencia de las legislativas 2021. Así, en cada una de las provincias fueron observándose participaciones muy por debajo de las del 2019 y 2015. Comparativamente el porcentaje del 77% de 2015 había pasado al 74% en 2019, para caer al 69% del año actual. Esto significa en números crudos que de los – hasta ahora – 17.000.000 de electores, más de 5 millones decidieron no votar, sin importar las multas, los chantajes, la extorsión que mediara.

No menos interesante resulta analizar ese voto, que a diferencia de poder ser capitalizado por las variantes de derecha (al estilo Milei) se han concentrado en un aumento del voto nulo y blanco. Si nos enfocamos en los cargos ejecutivos este número supera los 900.000 votos; en tanto que en las categorías legislativas supera los 1.500.000 votos, cuando en 2019 estos números fueron respectivamente 780.000 y 1.390.000. En síntesis, una menor participación aparejada a un mayor número de blancos y nulos, aunque éstos no sean demasiado considerables.

 

Contenido político del abstencionismo

Como más de una vez se ha señalado desde nuestro periódico, resultaría temerario considerar la no participación electoral como un sinónimo de politización de los oprimidos. Este engaño auto-infligido nos imposibilitaría comprender la dinámica del proceso y sus posibles variantes. No podemos descartar la efectividad de ese aparato periodístico para insuflar expectativas, o que se vean endurecidas las penas para los que no concurran a los comicios, o que efectivamente la politiquería logre convencer a la población sobre lo indispensable de emitir el voto. Los argumentos irán desde “combatir a la derecha”; “barrer al kirchnerismo”; los “40 años de democracia”; “decidir nuestro propio futuro”; o alguna otra cantinela por el estilo.

Algunas provincias han mostrado estas tendencias en mayor medida que otras. El brutal crimen de Cecilia en Chaco con las responsabilidades del propio Gobernador, que ha cobijado en su seno el entramado mafioso, se ha reflejado en una alta abstención y en un sorpresivo voto opositor, después de 15 años de victorias del PJ provincial. En Santa fe el hartazgo con la politiquería incapaz de enfrentar al narcotráfico enquistado en las instituciones provinciales, ha llevado a casi el 40% de abstención, con ciudades como Rosario con más del 60% entre abstención, voto blanco y voto nulo. Tierra del Fuego, sacudida por enormes movilizaciones obreras, no ha visto grandes bajas en la participación electoral, pero sí un enorme 25% de votos en blanco e impugnados. O las recientemente realizadas elecciones a intendente en la Ciudad de Córdoba que perforaron aún más la baja participación de las elecciones para Gobernador del 25 de junio.

El descontento, la apatía, el desinterés respecto a las elecciones es un poderoso rechazo incipiente, pero no mucho más que eso. Es reflejo del instinto que demuestra una primera comprensión sobre la imposibilidad de cambiar sus condiciones de vida desde el mero acto electoral, el convencimiento que de nada servirá votar a tal o cual, o incluso ir a votar. Sin ver aun, cuál es ese otro elemento, ese otro método por el cual efectivamente las reivindicaciones pueden conquistarse, que es la acción directa de masas, la movilización, los cortes de ruta, las tomas de fábrica y la organización de los oprimidos. Ahí aparece el rol fundamental del Partido Obrero Revolucionario.

 

Política revolucionaria vs farsa democratizante

Los revolucionarios intervenimos en las elecciones para desenmascarar su contenido político. Utilizamos cada una de las ventanas legales que nos otorga la burguesía para poder propagandizar nuestra estrategia revolucionaria, considerando la mayor atención que los períodos electorales suelen despertar en las masas. Incluso en períodos como los actuales, donde evidentemente hay una circunstancial disminución de las ilusiones democráticas, el Partido Revolucionario se ve obligado a actuar en la contienda electoral, para terminar de destruir las muchas o pocas ilusiones que aun persistan.

Esta intervención indistintamente se realiza con o sin candidatos: indudablemente con candidatos llamaríamos a votar por ellos. Pero, a diferencia del centrismo electoralista, nuestro llamado a votar por ellos estaría relacionado con un programa, con una idea y con el objetivo de destruir esas ilusiones en los caminos institucionales. Si queremos penetrar en el Parlamento, en las Legislaturas, en esas “cueva de bandidos” es para mejor demostrar que nada conseguiremos a través de ellos, que nada podemos esperar en la presentación de proyectos de ley, que ninguna confianza debe tenerse en la mera actividad parlamentaria de nuestros representantes, sino únicamente en la actividad extra-parlamentaria. Una posición diametralmente opuesta a los revisionistas del trotskismo (FIT-U, Política Obrera, NuevoMAS, etc., etc.), que no ha sido ni livianamente esbozada en casi 10 años de actividad parlamentaria.

Aunque solitariamente, este trabajo ya ha sido comenzado. Y se enfrenta contra la férrea resistencia no solo de toda la politiquería burguesa, sino también de la izquierda democratizante, interesada en arrastrar a la arena electoral al desencanto, engañando en la posibilidad de conquistar las reivindicaciones con un diputado más o una constituyente. El POR, por esto mismo, tiene un enorme desafío en el año en curso, que es el de politizar el instintivo descontento a los caminos institucionales, señalando sus límites, confrontando los métodos, delimitándose políticamente de todas las organizaciones pseudomarxistas que obstaculizan esta comprensión y clarificando el norte estratégico de la revolución y dictadura proletarias. ¡En las elecciones, votá nulo con este programa!

(nota de MASAS nº439)

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