81 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE LA IV INTERNACIONAL
81 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE LA IV INTERNACIONAL
La IV Internacional fue fundada el 3 de septiembre de 1938. Reunidos en París, los delegados aprobaron el Programa de Transición para la Revolución Socialista. El nacimiento de la Cuarta Internacional reflejó la crisis de 1929. El 1 de septiembre de 1939, un año después de su fundación, Alemania inició la Segunda Guerra Mundial. Otra fecha de máxima importancia es el 20 de agosto de 1940, cuando Trotsky fue asesinado por un agente de la policía política de Stalin. La fundación de la Cuarta Internacional y la muerte de Trotsky, como se ve, tuvieron lugar en medio de la conflagración bélica, que superaría a la Primera Guerra Mundial en todos los aspectos. Es sintomático que Stalin ordenó la extinción de la Tercera Internacional en junio de 1943, meses antes de la Conferencia de Teherán, donde se reunió con Roosevelt y Churchill en noviembre de ese mismo año. La guerra terminaría en agosto de 1945. La resistencia de Japón a admitir la derrota sirvió de motivo para que Estados Unidos experimentara con la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki.
La Primera Guerra Mundial provocó una situación revolucionaria en Europa, estimuló la revolución proletaria en Rusia, golpeó a la Segunda Internacional y obligó a los marxistas-leninistas a fundar la Tercera Internacional. Sus primeros cuatro congresos de 1919 a 1922 constituyeron el programa del Partido Mundial de la Revolución Socialista de la era del capitalismo imperialista. La guerra, la polarización de la lucha de clases mundial y la formación de la Tercera Internacional, proyectaron el socialismo científico de Marx y Engels, permitieron las nuevas formulaciones de Lenin, fortalecieron los pilares del programa revolucionario internacionalista y favorecieron la construcción de una vanguardia mundial en todas partes. La confirmación de las tesis leninistas sobre la guerra imperialista y su incorporación a las bases teóricas y programáticas del Partido Mundial de la Revolución Socialista, que fue la III Internacional, dio un salto de calidad en los fundamentos del internacionalismo, contenidos en los principales escritos de Marx y Engels, principalmente en el Manifiesto del Partido Comunista y en el Socialismo Utópico al Socialismo Científico. La Revolución Rusa y la III Internacional surgieron en medio de la Primera Guerra y la lucha del proletariado contra los horrores del capitalismo en ruinas.
La grieta en los cimientos del capitalismo debería consolidarse y expandirse con el fortalecimiento de la III Internacional, con el avance de los partidos comunistas, sus secciones y los nuevos logros del proletariado en el campo de la lucha de clases. Solo así podría la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) ser capaz de enfrentar el asedio del imperialismo, avanzar en la transición al socialismo y ser un pilar de las nuevas revoluciones y el internacionalismo. Un debilitamiento de esta tarea histórica, permitiría una desviación del internacionalismo marxista-leninista en la URSS, que podría ser fatal para la ampliación de la grieta mundial causada por la primera revolución socialista victoriosa.
La III Internacional se constituyó sobre los escombros de la II Internacional, corrompida por el revisionismo. Lenin libró una lucha intensa y sistemática para mantener la unidad programática y práctica de la Revolución Rusa con la revolución mundial. Estaba claro que sin el avance del proletariado contra las trincheras del imperialismo y la burguesía en general, no sería posible mantener el Estado Obrero y la transición al socialismo en la URSS. Es necesario comprender la importancia del hecho de que la III Internacional haya nacido en 1916, en la forma del programa internacionalista, aplicado a la situación de la guerra mundial, cuando Lenin concluyó que la II Internacional había muerto para el proletariado en Europa y, en especial, para la revolución que se estaba gestando en Rusia. Es por eso que su fundación organizativa en 1919 fue respaldada por el bolchevismo y la revolución de octubre de 1917.
Trotsky se apoyó en esta experiencia y en el ejemplo de la conducta inflexible de Lenin frente a las desviaciones y la negación de los fundamentos marxistas del internacionalismo. La degeneración estalinista del Partido Comunista de la Unión Soviética y, en consecuencia, de la dirección del Estado Obrero llegaría a la III Internacional. El resultado sería la burocratización, la revisión programática y la descomposición del Partido Mundial de la Revolución Socialista. La tesis de Stalin sobre la posibilidad de construir el socialismo en un país daría un golpe a la continuidad programática de los Primeros Cuatro Congresos de la Internacional Comunista, su base democrática centralista y el método colectivo de dirigir la Internacional. La imposición del centralismo burocrático en sus secciones y la subordinación de sus direcciones nacional a la burocracia de Stalin serían desastroso. Los partidos comunistas asumieron el reemplazo del centralismo democrático por el centralismo burocrático. Perdieron así la capacidad de comprender las particularidades de la revolución en cada país como una expresión de las leyes generales. La política dictada desde Moscú a la III Internacional y a las secciones llevaría a su alejamiento cada vez más amplio del marxismo y el papel histórico del partido en la dirección de la revolución proletaria. Los partidos comunistas finalmente siguieron el zigzag del tercer período, izquierdista, de 1928 a 1934 y el período del frente popular de 1934 en adelante. El izquierdismo llevó a los comunistas de Alemania a negarse a constituir el frente único con la socialdemocracia para unir a la clase obrera contra el ascenso de Hitler. El oportunismo, a su vez, los llevó a una colaboración de clase en Francia, España, etc. El resultado general fue subordinar a la clase obrera a las disputas interburguesas y, en particular, fortalecer el campo de la contrarrevolución, como España.
Es sobre la base de estos eventos y el desarrollo de la política revolucionaria por la Oposición Internacional de Izquierda que Trotsky se volcó por la necesidad de modificar la posición anterior de recuperar la III Internacional. Era hora de fundar la IV Internacional. Esta evaluación se realizó tan pronto como Hitler llegó al poder en 1933. En mayo de 1935, se publicó la Carta abierta para la creación de la IV Internacional. La Oposición de Izquierda Internacional Bolchevique-Leninista pasó a llamarse, a partir de 1933, la Liga Comunista Internacional. El cambio se debió a la conclusión de que ya no se trataba de funcionar como una fracción de la III Internacional, con el objetivo de recuperarla. La Liga Comunista tenía por objetivo avanzar en la caracterización que la Tercera Internacional había muerto para la revolución socialista y que la tarea a partir de entonces era constituir la Cuarta Internacional.
La Carta Abierta para la creación de la IV Internacional comienza exponiendo la razón fundamental de la ruptura. “El ascenso de Hitler al poder, que no encontró la menor resistencia por parte de los dos «poderosos» partidos obreros -uno de los cuales, para colmo, tiene su base de apoyo en la URSS- ha desenmascarado inapelablemente la putrefacción interna de las internacionales Segunda y Tercera”. Lo que condujo a la conclusión: “La burocracia gobernante de la URSS ha llegado a la conclusión definitiva de que la Internacional Comunista es incapaz de prestarle la menor ayuda frente al peligro de guerra y que, al mismo tiempo, constituye un estorbo para la diplomacia soviética. La dependencia humillante, verdaderamente servil, de la Internacional Comunista con respecto al estrato superior soviético se revela nítidamente en la reciente declaración de Stalin en la que aprueba la política de defensa nacional del imperialismo francés... La postración, derrumbe y putrefacción de las Internacionales Segunda y Tercera dejan al proletariado carente de dirección revolucionaria y conducen a las masas pequeñoburguesas hacia la desesperación. Los dirigentes en bancarrota intentan atribuir la responsabilidad del triunfo del fascismo a la «pasividad» del proletariado; así, la calumnia complementa la traición política. “. (…) “Así, el estallido de una nueva guerra conducirá forzosamente a una nueva traición, que eclipsará a la del 4 de agosto de 1914.”. … “La nueva época requiere una nueva internacional. La primera premisa para obtener el éxito en este camino es la fuerte consolidación nacional e internacional de los auténticos revolucionarios proletarios, los discípulos de Marx y Lenin, sobre la base de un programa común y bajo una bandera común.”.
La posición de Trotsky era celebrar una conferencia lo antes posible para decidirse sobre la creación de la Cuarta Internacional. En julio de 1936, se organizó el Movimiento por la IV Internacional. El 3 de septiembre de 1938, se reunió en las proximidades de París, la Conferencia de fundación de la Cuarta Internacional. Se observa que era importante madurar, dentro de las agrupaciones que formaron la Liga Comunista Internacional, la discusión del programa. Había una plena conciencia de la debilidad organizativa de la nueva Internacional. Al mismo tiempo, se comprendía de que se trataba de la defensa del internacionalismo proletario en las condiciones de la degeneración estalinista del Partido Comunista de la Unión Soviética, la transformación de la III Internacional en un apéndice de la burocracia de Moscú, del período convulsivo abierto por la crisis económica de 1929 y la Segunda Guerra Mundial que se acercaba. El Programa de Transición de la IV Internacional se convirtió en la base de la reconstitución del Partido Mundial de la Revolución Socialista. La Conferencia de su fundación tuvo lugar en condiciones completamente diferentes de aquellas en las que se fundó la III Internacional. La posterior crisis de la IV Internacional, ya en los años 1950 y 1960, que la fragmentó, no afectó absolutamente en nada los fundamentos históricos y programáticos de la IV Internacional. Pero reveló la fragilidad de sus secciones y la incapacidad de su dirección para desarrollar las bases del Partido Mundial de la Revolución Socialista.
La extinción de la Tercera Internacional a instancias de Stalin y bajo su agente Dimitrov el 9 de junio de 1943, confirmó físicamente la predicción de Trotsky de que esta organización se había convertido en un obstáculo para la diplomacia del gobierno estalinista con las potencias imperialistas. Existe un vínculo indisoluble entre esta decisión y la celebración de la Conferencia de Teherán, el 28 de noviembre de 1943. Esa conferencia, que reunió a Roosevelt, Churchill y Stalin, resolvió las primeras acciones y anexiones como resultado de la previsible derrota de Alemania. Stalin rompió por completo con el programa bolchevique-leninista sobre la guerra imperialista, que condenaba el intercambio y la anexión. Se concluyó la ruptura del estalinismo con el internacionalismo proletario. En agosto de 1935, Trotsky analizó la política revisionista que destruiría la III Internacional en el artículo “El Congreso de Liquidación del Comitern”. Afirma: “El Séptimo Congreso de la Comintern, que en el momento de escribirse estas líneas aun no había concluido sus deliberaciones, pasará a la historia, tarde o temprano, como el congreso de liquidación de la Comintern”. Por eso, explica Trotsky, se dio “la liquidación del programa, los principios y los métodos tácticos establecidos por Lenin”. Así se preparó “la abolición total de la Internacional Comunista como organización independiente”.
La semejanza entre lo que sucedió con la Segunda Internacional antes de la Primera Guerra Mundial y la Tercera Internacional en la Segunda Guerra Mundial es extraordinaria. La alianza de Stalin con Estados Unidos, Inglaterra y Francia implicaba que la Tercera Internacional estalinizada no aplicaba la línea establecida por los bolcheviques para volver las armas contra los gobiernos y las facciones imperialistas en guerra. Trotsky se refiere a los “comunistas chovinistas”, quienes pasaron a utilizar el argumento de que la URSS estaba en peligro y, por lo tanto, justificaron este tipo de alianza. En el artículo “Lenin y la guerra imperialista” del 30 de diciembre de 1938, demostrará que el imperialismo se ha vuelto “más violento y opresivo“, mientras que “el fascismo es su expresión más completa” y que las “las democracias imperialistas se degradaron mucho más y evolucionan natural y orgánicamente hacia el fascismo”. De manera que se aplicaban plenamente los fundamentos leninistas de la teoría sobre la guerra imperialista. Trotsky concluyó, refiriéndose a la III Internacional: “Durante diecisiete años los principios de Lenín conservaron toda su fuerza. Recién hace cuatro o cinco años tomó forma la política comunista-chovinista. Por lo tanto, el argumento de la existencia de la URSS es falso”.
En marzo de 1939, Trotsky volvió a la pregunta en el artículo “¿Qué hay detrás de la oferta de Stalin de llegar a un acuerdo con Hitler”. Señaló el peligro de la bandera desplegada por el estalinismo de la “defensa de la democracia”. Un acuerdo que ocultaría el carácter de clase de la guerra y los gobiernos conducirían a la clase obrera al engaño. El hecho de que el Estado Obrero estuviera en una etapa avanzada de degeneración burocrática no podía llegar a un acuerdo con una de las facciones del imperialismo sin comprometer la lucha de clases contra su propia burguesía. Cualquiera que sea el acuerdo, no resultaría en defender los logros de la revolución en la URSS, sino en “los intereses de la camarilla gobernante del Kremlin y en detrimento de los intereses de la clase obrera internacional”. Seis meses después, el 4 de septiembre de 1939, Trotsky caracterizó el acuerdo de Ribbentrop y Molotov como “una capitulación de Stalin al imperialismo fascista, con el objetivo de salvaguardar la oligarquía soviética”. Tan pronto como se firmó el pacto germano-soviético, Alemania invadió Polonia. Las consecuencias para la III Internacional fueron evidentes, ya que sacó a la luz el abandono completo del leninismo. El comienzo de las operaciones militares destacó los motivos reales de la Segunda Guerra Mundial. La explicación estalinista de que este fue el choque entre las democracias y el fascismo se vino abajo. Stalin había llegado a un acuerdo con el dirigente del nazifascismo. En el artículo “¿Quién es el culpable de haber comenzado la segunda guerra mundial?”, el 5 de septiembre de 1939, Trotsky dedujo que la “la guerra actual, que sus protagonistas comenzaron antes de firmar el Tratado de Versalles, surgió como producto de las contradicciones imperialistas”. Demostró que “el rearme de la Alemania nazi hubiera sido imposible sin la ayuda directa de Inglaterra”, de modo que “los antagonismos disimulados pero profundos entre las democracias fueron el trampolín de Hitler”. En contraste con la directriz de Stalin, Trotsky declaró “La tarea de los auténticos representantes de la clase obrera y las naciones oprimidas no consiste en ayudar a un sector imperialista en contra del otro, sino en hacer comprender a las masas trabajadoras de todos los países el sentido reaccionario de la guerra presente, en elevar su programa (federación socialista mundial de naciones) y en prepararse para sustituir el régimen del saqueo por el de la cooperación internacional“.
La Cuarta Internacional celebró una conferencia de emergencia, del 19 al 26 de mayo de 1940, en Nueva York. Discutió y aprobó el “Manifiesto de la Cuarta Internacional sobre la guerra imperialista y la revolución proletaria mundial“. Se basó en la advertencia de Lenin: “El imperialismo arriesga el destino de la cultura europea. Después de esta guerra, si algunas revoluciones no triunfan, vendrán otras guerras ”. El Manifiesto restableció la premisa y el principio leninista, afirmando que “la tarea establecida por la historia no es apoyar una parte del sistema imperialista contra la otra, sino poner fin al sistema en su conjunto”. Afirmó: “El triunfo de los imperialistas de Gran Bretaña y Francia no sería menos terrible para la suerte de la humanidad que el de Hitler y Mussolini. No se puede salvar la democracia burguesa. Ayudando a sus burguesías contra el fascismo extranjero los obreros sólo acelerarán el triunfo del fascismo en su propio país”. Bajo el lema “¡Esta guerra no es nuestra!”, El Manifiesto concluyó: “A diferencia de la Segunda y la Tercera Internacional, la Cuarta Internacional no construye su política en función de los avatares militares de los Estados capitalistas sino de la transformación de la guerra imperialista en una guerra de los obreros contra los capitalistas, del derrocamiento de la clase dominante en todos los países, de la revolución socialista mundial“.
Trotsky no vivió para responder al giro de Stalin en junio de 1941 cuando Alemania anuló el acuerdo de no agresión y atacó a la URSS. La alineación con Estados Unidos e Inglaterra concluyó con una nueva repartija del mundo en las Conferencias de Yalta y Potsdam de 1945. Confirmó completamente el análisis de la Cuarta Internacional de que Stalin y su burocracia violarían los fundamentos programáticos del leninismo. El Programa de Transición y el objetivo de reconstruir el Partido Mundial de la Revolución Socialista resultaron correctos. El fortalecimiento circunstancial de la Unión Soviética y la constitución de las llamadas Repúblicas Populares, que en gran medida fueron el resultado de la repartija, así como la reconstrucción capitalista de Europa bajo los auspicios de los Estados Unidos, bloquearon el desarrollo de la Cuarta Internacional. Los partidos comunistas de todo el mundo consumieron la ilusión de que Stalin tenía razón en su tesis sobre la posibilidad de construir el “socialismo en un solo país”. El importante hecho histórico de que la URSS no fue derrotada evitó que fuera destruida por el imperialismo. Si hubiera sido derrotada, se transformaría en una semicolonia. La Cuarta Internacional, en todo momento, defendió a la Unión Soviética, mientras luchaba continuamente contra la política de Stalin. Sin embargo, la victoria no sirvió al proletariado mundial. El nuevo reparto del mundo consolidó la hegemonía norteamericana. Esta hegemonía permitió establecer un nuevo hito de aislamiento de la Unión Soviética, que finalmente se desintegró en la década de 1990.
No hay duda de que la liquidación de la Tercera Internacional fue parte de la subordinación de la URSS a la política de guerra del imperialismo. La incapacidad de la Cuarta Internacional para consolidarse y avanzar después del asesinato de Trotsky causó y retrasó en gran medida la tarea de superar la crisis de dirección revolucionaria. En los 81 años desde la fundación de la IV Internacional, el Comité de Enlace se levanta con la bandera de reconstrucción del Partido de la Revolución Socialista Mundial. La construcción del Partido Obrero Revolucionario en Brasil y el fortalecimiento de las secciones del Comité de Enlace son la condición para impulsar esta tarea, ya que las innumerables corrientes centristas que aún afirman el trotskismo han abandonado el Programa de Transición.
Estamos en medio de la reanudación de la profunda crisis del capitalismo, que en 1929 dio paso a la Segunda Guerra Mundial. La vanguardia tiene el deber de dedicarse por completo al objetivo de establecer el partido marxista-leninista-trotskista. Las condiciones objetivas de la revolución proletaria están totalmente dadas. No se puede decir lo mismo de las condiciones subjetivas que corresponden a la existencia de los partidos revolucionarios y la Internacional. Esta es la contradicción indicada en el Programa de Transición, que empeoró después del asesinato de Trotsky y la disolución de la IV Internacional. Sin embargo, lo fundamental de la situación actual es que la crisis mundial del capitalismo impulsa la lucha del proletariado y de los demás explotados, abriendo el camino para superar la crisis de dirección.
¡VIVAN LOS 81 AÑOS DE LA IV INTERNACIONAL!
¡RECONSTRUIR EL PARTIDO MUNDIAL DE LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA!
(traducido de MASSAS nº 594 – Brasil)