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¡VIVA LOS 70 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN CHINA!

 

El 1 de octubre, la Revolución China cumple 70 años. Hay una gran brecha entre la China revolucionaria de los años 1930 y 1940, y la China restauracionista de hoy. El proletariado del mundo y su vanguardia marxista-leninista-trotskista están obligados a asimilar la extraordinaria experiencia de la conquista del poder por la clase obrera y el campesinado.

No es necesario insistir en que cada revolución tiene sus particularidades. Sin ignorarlos, este manifiesto simplemente reivindica las leyes generales de la revolución proletaria. La revolución china era proletaria, aunque su particularidad es la inmensa presencia de las masas campesinas. Es a ese contenido histórico que se refiere la bandera “¡Viva la Revolución China!”.

 

El proceso de expropiación de la burguesía expresa el programa de la única clase socialista del capitalismo, que es el proletariado. La revolución china, a pesar de todas las contradicciones, allanó el camino para la transformación de la propiedad privada de los medios de producción en propiedad social, e inició la transición al socialismo. En esto, en general, se interrelaciona y comparte con la Revolución Rusa de octubre de 1917. Las diferencias en las particularidades objetivas de las dos revoluciones, y en cuanto a los logros programáticos y teóricos, son sensibles. El carácter y el contenido de la revolución proletaria, que creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, no solo rompió un vínculo con la dominación capitalista, sino también iluminaba el camino de la Revolución China. Hoy, la URSS ya no existe, y China está profundamente condicionada por la restauración capitalista.

 

La restauración en ambos países también tiene sus particularidades. Pero igualmente, están vinculados a la degeneración del Partido Comunista Ruso y el Partido Comunista Chino. El “comunismo nacional”, regido por la tesis estalinista de la posibilidad de construir el socialismo en un solo país y la convivencia pacífica con el imperialismo tiene su base en la degeneración del proceso de transición al socialismo, retrocesos en logros revolucionarios, y del avance de las fuerzas restauracionistas. Sobre el estalinismo y el Maoísmo, pesa la responsabilidad histórica de erguirse como antípodas al internacionalismo proletario.

 

Ciertamente no es correcto confundir el estalinismo con el Maoísmo, como si fueran uno. El estalinismo nació como un termidor de la revolución proletaria. Se levantó como una tendencia revisionista del marxismo-leninismo. El Maoísmo no era un partido completamente marxista-leninista, aunque se proclamó como tal. El hecho de que Mao Tse-tung no haya asimilado completamente las formulaciones de Marx, Lenin y Trotsky, expresados ​​concretamente en la Revolución Rusia, hizo imposible una ruptura total con el nacionalismo. Por lo tanto, ya sea por razones derivadas de la necesidad de apoyo de la URSS a China, ya sea por su convicción de que Stalin fue el sucesor de Lenin, Mao finalmente admitió al estalinismo como una influencia beneficiosa en la revolución en China. El “comunismo nacional” y los intereses particulares de las burocracias soviéticas y chinas obstaculizaron la constitución de lazos internacionalistas entre las dos revoluciones.

 

Al carecer de un terreno común para la transición al socialismo, concluyeron como oponentes. El choque entre la URSS y China en la década de 1960 casi resultó en una guerra fronteriza. Era inevitable que el surgimiento de las fuerzas restauracionistas no se limitara a uno de los dos países. Tanto en la ex-Unión Soviética, como en China, se planteó la revolución política como condición para restaurar los fundamentos de las revoluciones proletarias de Octubre de 1917 y de Octubre de 1949. Su inviabilidad dio paso a tendencias regresivas, tanto en la URSS como en China. Es bajo estas condiciones que la clase obrera y la vanguardia mundial deben hacer de los logros de la Revolución China (como se hace con los de la Revolución Rusa) un arsenal de lucha para terminar con el capitalismo.

 

Una de los fundamentos más importantes, que proviene de Revolución china, es que solo bajo la revolución proletaria es posible cumplir las tareas de la revolución democrática en un país atrasado sometido al imperialismo. Es eso lo que sucedió concretamente, aunque el Partido Comunista Chino, y su principal dirigente, Mao Tse-Tung, no encarnaron programáticamente esta ley histórica. La experiencia de la Revolución Rusa, sin embargo, ya lo había expuesto y confirmado por completo. Era predecible, por lo tanto, que esta misma ley estuviese presente en la Revolución China.

 

La caída de la dinastía Qing en 1911 resultó en la constitución de la República. Frente a él estaba el creador del Kuomintang, Sun Yat-sen, que tiene sus raíces en el movimiento de 1919. El nacionalismo del Kuomintang surgió así en el proceso de una revolución burguesa. La república y los nacionalistas, sin embargo, no pudieron llevar a cabo la revolución democrática que continuó pendiente. En otras palabras, China permaneció sujeta a los colonialistas, los campesinos se quedaron atados a los lazos de la servidumbre, y se mantuvo la fragmentación del país.

 

El Kuomintang, ya en su origen, mostró su debilidad frente al imperialismo. Por lo tanto, expresó la incapacidad de la burguesía nacional para liderar un movimiento para la independencia nacional total. Sin la consecuente lucha por esta tarea no era posible seguir adelante con la revolución agraria y la centralización unitaria del país.

 

El partido comunista fue fundado en 1921. La influencia de la Revolución Rusa y el Partido Bolchevique es sorprendente. Se daba así un paso decisivo en la revolución china, que apenas comenzaba, y seguiría un camino heroico de lucha de clases, en la que se destacaron las revueltas campesinas. Resulta que en los levantamientos de 1925-27 el estalinismo influyó a los comunistas chinos para seguir la concepción etapista de la revolución democrática, separándola como etapa independiente de la revolución proletaria. Trotsky, en su crítica a la orientación del Comintern, dirigida por Bujarin, analizaría ampliamente los peligros de la subordinación del Partido Comunista Chino al Kuomitang.

 

El nacionalismo burgués ya estaba agotado, y actuó en la dirección opuesta al avance de la revolución democrática. La represión brutal contra los comunistas dentro Kuomintang, conocida como la “masacre de Shanghai” del 12 de abril de 1927 marcó a sangre el error de caracterización del estalinismo sobre el nacionalismo, que comprometió la estrategia y la táctica. Errores que se originaron desde la concepción etapista de la revolución.

 

La obstinación del general Chiang Kai-shek de liquidar el Partido Comunista Chino, siguiendo las demandas de los terratenientes, comerciantes y naciente burguesía industrial, condujeron a su dirección a desplegar sus fuerzas en el campo. Esta separación abrió un largo período de guerra civil, que terminó con el colapso del Kuomintang en septiembre-octubre de 1949. Las revueltas campesinas albergaron a las fuerzas de Mao Tse-Tung, quien recurrió a la guerrilla frente a los terratenientes y al ejército de Chiang Kai-shek. El Partido Comunista se separó prematuramente de la clase obrera, que se desarrollaba en grandes centros como Shanghai. Tuvo que aprender luchar con el método de guerrilla, de base agraria.

 

En 1934, Chiang Kai-shek conquistó posiciones y forzó a los comunistas a emprender la conocida “Larga Marcha”. Una dura experiencia demostró que no era posible vencer al ejército del Kuomintang con las formas y métodos de guerra regular. Reforzó la línea de Mao sobre el combate a través de la guerrilla. El Ejército Rojo, que en 1937 se convirtió el Ejército Nacional Revolucionario comenzaría a utilizar tanto el método de guerra de guerrillas como la guerra convencional. En este choque, se encuentran las lecciones particulares de la Revolución China.

 

La ofensiva de Japón contra China no desvió el objetivo de Chiang Kai-shek de aplastar a las fuerzas comandadas por el Partido Comunista. Aquello frustró el intento de su dirección de establecer un acuerdo con los nacionalistas, quienes para entonces tenían detrás de ellos al imperialismo estadounidense. No faltó la iniciativa de Mao Tse-Tung para persuadir al Kuomintang de formar un Gobierno de Coalición. Inclusive la dirección del Partido recurrió a los Estados Unidos, procurando formar una alianza contra el Japón. También fracasó. Lo máximo que se obtuvo fue un enfriamiento de la guerra civil entre 1937 y 1945. No había otra vía, sino la de combatir en dos frentes: al imperialismo japonés y al nacionalismo chino, ya completamente desfigurado.

 

El Ejército Nacional Revolucionario se fortaleció en el combate anti-imperialista. Pasó a contar con un amplio apoyo de las masas. En 1943, Stalin ordena la extinción de la III Internacional. Desarma así la lucha mundial del proletariado. En China mientras tanto, Chiang Kai-shek preparaba una nueva ofensiva contrarrevolucionaria. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, la amenaza japonesa estaba superada. Llegaba, de esta forma, la hora del recrudecimiento de la guerra civil. Aún así, el Partido Comunista insistió en una solución pacífica de poder, proponiendo la formación de un nuevo Gobierno de Coalición. Lo que sería en los hechos un Gobierno de Coalición, teniendo por detrás a las potencias, principalmente los Estados Unidos. El fracaso de esa vía llevó al desenlace final entre la revolución y la contrarrevolución.

 

La negativa de Chiang Kai-shek a establecer un gobierno democrático-burgués con la participación de comunistas, típicamente al estilo de Frente Popular, junto con las condiciones sociales y militares a favor del Ejército Nacional Revolucionario, permitieron la ofensiva final de la revolución. En febrero los frentes de combate de los comunistas ganaron terreno, y para septiembre la victoria estaba asegurada. El 1 de octubre de 1949, se constituyó finalmente la República Popular China.

 

¡VIVA EL 70 ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN CHINA!

 

¡ABAJO LA RESTAURACIÓN CAPITALISTA!

 

¡EL FUTURO DE LA HUMANIDAD ESTÁ EN LA SOCIEDAD SIN CLASES!

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