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EL CORONAVIRUS AGRAVÓ FUERTEMENTE LAS CONDICIONES DE VIDA Y DE TRABAJO DE LA MAYORÍA

LAS DIRECCIONES SINDICALES SIGUEN BORRADAS

 

Todos los días nos informan sobre la evolución de las curvas de contagiados, de muertos, aquí y en todo el mundo. Y poco y nada se informa de otras curvas, que nos preocupan mucho más.

 

La curva de la desocupación y subocupación crecientes en medio de la pandemia. Si ya antes de que apareciera el virus sufríamos las consecuencias de la recesión de la economía y de todos los ajustes que nos habían hecho, esta situación se agravó fuertemente. La caída de la producción y de las ventas es histórica. Pese a las prohibiciones de despidos decenas de miles de trabajadores han perdido sus puestos de trabajo en estos últimos meses. Y se siguen cerrando fuentes de trabajo.

 

Nos preocupa la curva de los precios, de la inflación creciente. Especialmente en los productos alimenticios, de higiene y salud. Por esa vía siguen destruyendo nuestros ingresos.

 

Y también la curva descendiente de nuestros ingresos. La CGT, que actúa como gerencia de personal de las empresas, aceptó en nombre los trabajadores una reducción del salario de los que no estaban trabajando diciendo que así nos conservarán los puestos de trabajo y que nos garantizan un mínimo. Un mínimo que no está en función de lo que cuesta la canasta familiar sino un mínimo en función de lo mínimo que antes cobrábamos y ya no alcanzaba.

 

La rebaja salarial no alcanza sólo a los trabajadores que no estaban trabajando, también a los trabajadores de la salud por ejemplo, con la excusa de que las empresas tienen menos ingresos porque han dejado de atender para reservar las camas para el coronavirus.

 

Y encima los trabajadores que permanecen empleados son mostrados como “privilegiados” por el sólo hecho de tener recibo de sueldo, descuento para jubilación, obra social y un ingreso a fi n de mes. Ciertamente tienen una situación destacada respecto de la mayoría de los oprimidos que no tienen garantizado ningún ingreso, no tienen plan de salud, ni perspectiva de jubilarse algún día. Pero sólo una minoría de los trabajadores registrados cobra un salario que alcance a cubrir lo que cuesta la canasta familiar. La gran mayoría de los trabajadores vive en la pobreza porque no le alcanza para cubrir los gastos mínimos e indispensables.

 

El confi namiento y aislamiento social puso en evidencia el grado precariedad en que se vive y hasta qué punto ha llegado la informalidad. La etapa actual de contagios afecta a los más pobres entre los pobres, en las villas y barrios donde son muchas las personas que comparten una vivienda o un baño, donde no hay agua potable. Es imposible mantener el aislamiento en esa situación por eso se expande tan rápidamente. Encima las “ayudas” del Estado llegan tarde y mal, cuando llegan. A los turistas que llegaban del exterior los aislaban en buenos hoteles, a los habitantes de los barrios los dejan en sus propias casas donde es más posible que el virus continúe propagándose.

 

El virus dejó en evidencia la miseria criminal de empresarios vinculados a la salud que no garantizaron las condiciones mínimas en clínicas y geriátricos, exponiendo a los pacientes y a los trabajadores sin los más mínimos cuidados. Y también de empresas que no garantizan condiciones de seguridad e higiene.

 

Es una demostración que la salud pública tampoco puede quedar en manos de las empresas y los gobiernos. Somos los trabajadores los que tenemos que imponer cómo se trabaja y cómo se garantiza el transporte. Somos los trabajadores los que debemos cuidar de los trabajadores que están en situación de riesgo, para que no los obliguen a trabajar ni los despidan, ni les rebajen sus salarios.

 

El gobierno parece estar descubriendo que gran parte de los trabajadores y jubilados no tiene cuenta bancaria, que la mayoría percibe sus ingresos total o parcialmente en negro, y que una masa enorme de trabajadores que vive de changas. Va improvisando y cometiendo errores por no conocer la realidad profunda que viven las masas, generando un mayor malhumor en esos sectores que reciben promesas que no les cumplen. Esta situación es insoportable.

 

Las organizaciones sociales realizan un trabajo de contención militando en los comedores, realizando tareas que el Estado abandonó o nunca se preocupó en realizar. Desde hace mucho tiempo se han “institucionalizado” para amortiguar la bronca popular.

 

Así como debemos recuperar los sindicatos para pelear por todas nuestras reivindicaciones, para pelear por salario y contra los despidos, también debemos volver a dar a las organizaciones sociales el contenido de lucha que caracterizaron su pasado.

 

Debemos imponer ya un plan de obras públicas, que resuelva las 500 mil de viviendas que hacen falta por año, los hospitales, las escuelas. Un plan basado en una gran empresa nacional de construcciones utilizando todas las instalaciones, maquinaria, equipos de las empresas que quebraron o quedaron inhabilitadas por los escándalos de corrupción. Un plan ferroviario, para producir las locomotoras, vagones, rieles y todo lo que haga falta para reconstruir toda la red. Desde el Estado, bajo control obrero colectivo.

 

La gran batalla es por imponer el trabajo para todos, terminar con toda forma de precarización e informalidad, terminar con el trabajo en negro parcial o total. Todo el trabajo debe ser distribuido entre todos los trabajadores, que nadie quede sin su puesto de trabajo. Sólo se podrá imponer por la lucha generalizada de trabajadores ocupados y desocupados, de los sindicatos y los movimientos que alguna vez se reivindicaron como piqueteros. Debemos poner un punto final al retroceso y recuperarnos como clase. La burguesía utiliza la pandemia para ajustar bestialmente nuestras condiciones de vida y de trabajo.

 

Los trabajadores aisladamente buscan ganar las calles para resistir, hacer sentir sus reclamos, para frenar despidos y cierres de empresas, para cobrar salarios. No hay otra forma de defender los derechos avasallados por las patronales. La burocracia no sólo le da la espalda a las luchas, aislándolas, sino que las denuncia para que las repriman. Es la hora de avanzar en poner en pie el movimiento de lucha desde las bases, coordinándonos, formando comités, preparando las mejores condiciones para dotarnos de una dirección que esté a la altura de las luchas que habrá que dar.

 

(nota de MASAS nº 370)

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