NUEVA OFENSIVA ESTADOUNIDENSE EN LA GUERRA COMERCIAL // AVANZA LA CRISIS MUNDIAL
AVANZA LA CRISIS MUNDIAL
Bajo el terrible cuadro de decenas de miles de muertes y más de 1.5 millones de infectados por Covid-19, surgen datos que muestran la caída de la economía de los Estados Unidos.
En 60 días, el PIB de EEUU volvió a caer al nivel del 2014; según la Reserva Federal (Fed), podría caer entre un 20% y un 30%, hasta finales de 2020. Las grandes empresas sobreviven con subsidios estatales o están semiparalizadas. Algunos bancos acumulan créditos insolventes. Las industrias de transporte, turismo y entretenimiento se enfrentan a la bancarrota. Miles de pequeñas industrias y empresas están en quiebra. Millones de estadounidenses no pueden pagar sus deudas. El consumo disminuyó en un 9.5%, aumentaron las colas de personas que piden alimentos, y pasó del «casi pleno empleo» (3% de desempleo), al récord histórico del 32% de desempleo, muy por encima del 25% de la Gran Depresión (1929). Según el Taller de Investigación Económica (NBER), se pierden 10 empleos por cada 3 nuevos empleos creados, y el 42% de los empleos perdidos no se recuperarán.
La crisis de sobreproducción, que ganó proyección en 2008 y no se ha revertido, al potenciarse en medio de la parálisis causada por la pandemia, acentuó en los Estados Unidos la destrucción física de valores, capitales y miles de millones de horas de trabajo, inutilizadas de la noche a la mañana. Así es como la cara de la barbarie capitalista en la mayor potencia imperialista se manifiesta en su forma más concreta y brutal.
ESTADOS UNIDOS RETROCEDE, CHINA AVANZA
En el pasado, el avance de la restauración capitalista en China sirvió para dar un respiro a la crisis de sobreproducción. Permitió que fluyeran enormes cantidades de capital-dinero acumulado de las potencias en inversiones productivas. El bajo precio de la fuerza laboral china favoreció a los capitalistas. La política restauracionista de la dictadura burocrática permitió obtener altas tasas de ganancias, poniéndole freno a la revuelta de los trabajadores.
Durante ese período (1979-2004), las relaciones chino-estadounidenses se caracterizaron como «asociación estratégica». Sin embargo, el desplazamiento masivo de capital a China estaría acompañado por una tendencia creciente hacia la regresión industrial en los Estados Unidos. Por lo tanto, mientras China aprovechaba el desarrollo interno de sus fuerzas productivas, Estados Unidos comenzaba a retroceder.
Esto se puede ver, por ejemplo, en la creciente diferenciación entre ambos países, con respecto a las exportaciones e importaciones. En 2003, el comercio bilateral favoreció a los chinos tres veces más: US$ 92.5 en exportaciones, frente a US$ 33.8 mil millones en importaciones, un «superávit» de aproximadamente US $ 59 mil millones (más del 25% en un año). Esto le permitió almacenar enormes reservas: más de US$ 500 mil millones, una cantidad superior a las inversiones extranjeras de la última década. Esto, mientras que Estados Unidos acumuló un desequilibrio extraordinario: US$ 276 mil millones, en 2017; $ 323 mil millones en 2018.
En el mercado mundial, estas relaciones bilaterales se manifiestan como un retroceso continuo de los EE. UU., que pasó del 40%, en 1950, al 20%, en 2018, y un avance constante de China, que pasó del 12% al 40%. Es por eso que el expansionismo económico chino, al romper naturalmente los límites de las fronteras nacionales y extenderse por todo el mundo, comenzó a colisionar con el imperialismo de EE. UU.
GUERRA COMERCIAL EN TODOS LOS FRENTES
La reversión de esa relación estaba en la base del programa que puso a Trump en la presidencia de Estados Unidos. Desde que asumió el mando del Estado, se ha orientado a imponer el «unilateralismo» en las relaciones mundiales: «Estados Unidos, primero». Lo que se traduce en la traba de las exportaciones y el bloqueo de las inversiones chinas; especialmente en áreas clave de desarrollo de tecnología de punta, con el objetivo de evitar que China acceda a procesos productivos y recursos tecnológicos, que puedan mejorar sus capacidades competitivas, tanto en el ámbito económico como militar.
Es parte de la política ofensiva que los Estados Unidos ahora acusen a China de ocultar información, sabotear a la OMS y evitar que los países se preparen para la pandemia. Trump incluso considera «romper todos los acuerdos», si el gobierno chino no entrega al gobierno de los Estados Unidos «informes completos» sobre la aparición del coronavirus. No es casualidad que se haya presentado un paquete de leyes al Congreso de los Estados Unidos que autoriza «al presidente a tomar medidas apropiadas contra el gobierno chino». Las medidas incluirían el bloqueo de inversiones, la restricción de préstamos y la prohibición de que las empresas negocien en las bolsas de valores, permaneciendo vigentes, hasta que China coopere «total y completamente con las investigaciones».
La «presunción de culpa» contra China tiene como objetivo acusarla de «operar», para blindar su economía y, por lo tanto, favorecer su expansión comercial, mientras que Estados Unidos enfrentaba las trágicas consecuencias del coronavirus. Entonces, ya sea que exista o no evidencia de «responsabilidad» china, y si el gobierno chino acepta o no presentarlas, lo que le importa al imperialismo es la ficción legal para preparar las condiciones diplomáticas para dar un salto en la guerra comercial.
«ENEMIGOS ESTRATÉGICOS»
Tal es la caracterización de Trump sobre las relaciones actuales entre Estados Unidos y China. Aunque, hasta 2004, China era considerada un «socio irremplazable», y la competencia comercial se ajustó a los métodos de «cooperación bilateral», desde 2008 la estrategia ha sido romper gradualmente esta «asociación» y bloquear el flujo de capital y bienes que sirven para fortalecer la economía china.
Un ejemplo del progreso de este giro se manifiesta en la rápida disminución de las inversiones estadounidenses en China, que cayó a 600 millones de dólares en 2020. Hubo una fuerte presión de la Junta Federal de Inversiones de Ahorro para la Jubilación (FRTIB) sobre los fondos de pensiones, para evitar que continuasen invirtiendo en China. Lo mismo ocurre con las maniobras diplomáticas y militares, destinadas a afectar la creciente dependencia de China de las importaciones de materias primas energéticas.
No es casualidad que el intervencionismo económico y militar de los EE. UU. se centre en las regiones en las que China busca satisfacer estas necesidades (Venezuela, Irán, África, etc.). Es por eso que las medidas económicas y diplomáticas, las operaciones de inteligencia y las campañas de prensa, para culpar a China por la pandemia, apuntan a preparar las condiciones para una ofensiva nueva y más amplia contra ese país, en todos los frentes. Ofensiva que ha obligado a China a pronunciarse en organizaciones «multilaterales», con el objetivo de prepararse para cuando la guerra comercial termine en conflictos militares, más o menos abiertos.
CONTRADICCIONES INTERNAS Y EXTERNAS
No hay forma de revertir el cuadro de desintegración de la economía norteamericana dentro de las fronteras nacionales. El intento de proteger sus monopolios, cerrar la economía nacional a la competencia de bienes más baratos (aumentar las barreras aduaneras) y reducir el precio de la mano de obra, con la destrucción de los derechos laborales de las masas estadounidenses, agrava aún más la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Las tendencias recesivas, impulsadas por la sobreproducción global, están en la base de la desintegración de la economía de la mayor potencia. Lo que es incompatible con las inversiones productivas masivas, que permiten alcanzar la tasa de explotación más alta, reduciendo el costo de producción extraordinariamente.
La interdependencia de la división del mercado mundial impide la resolución de sus profundas contradicciones, sin recurrir a una ofensiva mundial para garantizar a sus monopolios y al capital financiero un control más absoluto sobre los recursos naturales y las cadenas de producción mundiales. La guerra comercial es el camino a seguir. Es por eso que no depende únicamente de la política de Trump.
TENDENCIAS FUNDAMENTALES
La pandemia solamente profundizó y dinamizó la crisis económica mundial. Es una manifestación de la anarquía de la producción social, que se deriva de la gran propiedad privada monopolista, del gigantismo del parasitismo financiero y de la guerra comercial.
Debido a que Estados Unidos es la máxima expresión de estas contradicciones, y del grado más elevado de su interdependencia mundial, también concentra en mayor medida las tendencias para resolverlas acelerando e intensificando la lucha por el control sobre las fuentes de materias primas y territorios.
De hecho, los conflictos bélicos internacionalizados se concentran en las regiones donde se desarrolla el curso más intenso de la guerra comercial (Siria, Venezuela, Irán, etc.) y demuestran cómo la desintegración de la mayor potencia imperialista carga en su vientre las invasiones militares, nuevas guerras civiles fratricidas y la opresión más brutal de las naciones y masas semicoloniales.
Es por eso que la situación actual ha llevado a continuas comparaciones entre la nueva fase de la crisis y la que precedió a la Segunda Guerra Mundial. Evidentemente, no se trata de «profetizar» nuevos conflictos de guerra mundial, que dependen de las complejas combinaciones de factores económicos, políticos, históricos, sino de marcar el curso de la crisis mundial, que se convierte en destrucción de las fuerzas productivas. Es importante acompañar las tendencias dominantes y las leyes políticas que impulsan al capitalismo estadounidense a resolver sus contradicciones por medio de la fuerza y el impulso a la barbarie social, a gran escala.
SUPERAR LA CRISIS DE DIRECCIÓN
La barbarie social, que se manifiesta como un aumento del hambre y la miseria, la destrucción del empleo, la violencia social y política, un aumento de la opresión nacional y las tendencias bélicas, obliga al proletariado a resistir y buscar una forma de solución revolucionaria; o será empujado a una situación de barbarie, como la experimentada en las dos grandes guerras mundiales. No se puede ignorar la posibilidad de que el imperialismo pueda recurrir al renacimiento del fascismo.
Ahora que la crisis sanitaria expone abiertamente esta desagregación, y que la reanudación de las actividades colocará a los explotados frente a las traiciones de sus direcciones sindicales y políticas, es el momento de que la vanguardia que se reivindica del socialismo, guiada por el programa de la revolución y dictadura proletaria, se ponga de pie por las reivindicaciones de emergencia, erigir la democracia proletaria y avanzar en la unificación de las luchas, bajo el mismo programa y método de acción, en estrecha conexión con la tarea histórica de expropiación de los capitalistas y de derrota al imperialismo.
La situación exige que la vanguardia proletaria dé un salto en la organización independiente de los explotados, formando el partido marxista-leninista-trotskista en cada país y convergiendo como parte del objetivo de reconstruir su Partido Mundial de la Revolución Socialista, la Cuarta Internacional. Es aplicando sus métodos y tácticas a las particularidades nacionales que se progresará en la superación de la crisis de dirección, y se materializará la lucha revolucionaria del proletariado por el poder del Estado. La vanguardia con conciencia de clase debe identificar los obstáculos que la desvían de la lucha para superar la crisis de dirección mundial.
(nota de MASAS nº 610 – POR Brasil)