LA VANGUARDIA CON CONCIENCIA DE CLASE TIENE LA TAREA DE CONSTRUIR EL PARTIDO REVOLUCIONARIO EN LOS ESTADOS UNIDOS.
El levantamiento popular en los Estados Unidos se produce en un momento en que las direcciones reformistas buscan acomodarse con la burguesía racista, y demócratas y republicanos maniobran para poner fin al movimiento. Después de que demócratas y republicanos anunciaron un proyecto de cambios en la policía, Trump tomó la iniciativa. Su plan fue inmediatamente apoyado por la Orden Fraternal de Policía. La discusión entre las fuerzas de la política burguesa tiene lugar en torno a cómo frenar la violencia policial contra los negros, pero sin eliminar o limitar demasiado su poder represivo. Manipulan con la ilusión de que es posible transformar la policía que mata negros en una policía civilizada y humanitaria. La policía no es sino un brazo armado de la burguesía blanca racista. Nada de lo que se haga para atender tal o cual medida del movimiento hará cambiar la situación opresiva que sufren los negros y los inmigrantes. La experiencia con los derechos civiles, alcanzados en los años sesenta y setenta, indica que no basta con solamente incluir a las masas negras en el orden jurídico. Lo fundamental es que la discriminación racial y la consiguiente violencia policial se asientan en la explotación del trabajo y el régimen capitalista de propiedad privada.
Es importante comprender que, al estar en el epicentro de la crisis económica y sanitaria, los Estados Unidos se presentan como un indicador de la reanudación de la lucha de clases. Las convulsivas manifestaciones, que se apoderaron del país y se extendieron por todo el mundo, marcan la ruptura del aislamiento social. La cuarentena burguesa interrumpió el acenso de la lucha de masas en diferentes países, en particular en América Latina. En la coyuntura actual, la reanudación de la lucha indica que el terror más profundo impuesto por la burguesía a las masas ya no ha sido capaz de encerrarlas, y a su vez indica también que la reanudación espontánea de la lucha se enfrenta a otro obstáculo: la crisis de dirección.
Antes de la pandemia, la acción unitaria de la burguesía mundial para reducir el valor general de la fuerza de trabajo, a través de las contrarreformas y el aumento de la opresión en general, se encontró con varios puntos de resistencia, como Francia, España, Irán, Chile, Bolivia, Ecuador, Colombia, Argentina y Brasil. El alto desarrollo de las fuerzas productivas, sumado a la anarquía de la producción social, inevitablemente culmina en una excesiva producción, causando conmociones constantes, cuyos momentos más agudos se observan en las crisis, como la que comenzó en 2008, que es la base de estos levantamientos en todo el mundo.
Anunciada la pandemia y el aislamiento social impuesto, las masas se contuvieron. Bajaron la guardia, presionados por la brutal campaña burguesa de que era preferible perder las condiciones de trabajo y los salarios, pero no la vida. Una gran parte de las masas se adhirió a la responsabilidad de acatar individualmente el cumplimiento del aislamiento social, soportando los efectos de las contrarreformas y haciéndole frente a nuevos recortes salariales, más despidos e inaccesibilidad al sistema de salud. Así, cargando con la peor parte de su miseria, siguieron las órdenes de la burguesía y procuraron el aislamiento, en la medida de lo posible. Vale la pena señalar que partes de la clase obrera fueron obligadas a mantener en funcionamiento la producción capitalista.
Es así que, el 26 de mayo, se rompe la pasividad de los explotados en la mayor potencia imperialista. Resulta que la pandemia, al acelerar la crisis económica, aumentó los antagonismos de clase a escala mundial. Pero es en Estados Unidos donde se manifestaron las contradicciones del sistema capitalista descompuesto, que encuentra su base en las camadas sociales más oprimidas: la juventud y la población negra y latinoamericana.
El asesinato de George Floyd fue el detonante de la revuelta, pero sus bases materiales se encuentran en las miles de personas asesinadas por el nuevo virus, la mayoría de ellos negros y latinoamericanos. Fundamentalmente, se encuentran en los más de 40 millones de desempleados, en la reducción de salarios, en el peso de las deudas impagables, en las amenazas de desalojo, etc.
Es en estas condiciones que las masas juveniles estadounidenses ganaron las calles, en 50 estados del país y en más de 430 ciudades. Manifestaciones que se extendieron rápidamente a las principales avenidas de otros países: Reino Unido, Alemania, Francia, Holanda, Suiza, Canadá, Nueva Zelanda, Corea, Japón, Brasil y Jerusalén. La rápida proyección mundial indica elementos comunes en los movimientos de los diferentes países. El problema racial ha sido el canal a través del cual los problemas sociales en los Estados Unidos resonaron, debido a sus particularidades nacionales.
El estallido de la lucha de clases, en la principal potencia imperialista, prueba que el surgimiento de las masas se impone objetivamente. El instinto de supervivencia y el mantenimiento de las condiciones mínimas de existencia social guían el desencadenamiento del movimiento, pero, en sí mismo, no pueden decidir el curso y su resultado. Está al alcance de las masas la apropiación del método de ocupación de las calles, pero les es imposible levantar un programa de independencia de clase, sin el partido revolucionario. La crisis económica mundial más profunda del capitalismo evidencia la gravedad histórica de la liquidación de la Tercera Internacional por la burocracia estalinista, así como la disolución de la Cuarta Internacional por el centrismo revisionista del marxismo-leninismo-trotskismo.
A pesar de esto, son los elementos objetivos comunes, en diferentes países, los que obligan a las masas mundiales a buscar respuestas unitarias: es por eso que hay tantas manifestaciones al mismo tiempo en diferentes partes del mundo. La ausencia del partido internacional del proletariado facilita a las direcciones reformistas y oportunistas canalizar el movimiento hacia falsas soluciones parlamentarias y, por lo tanto, hacia la disolución de la unidad y la cohesión de las masas, que espontáneamente salieron a las calles.
Las salidas electorales, judiciales y culturales ya son ofrecidas al movimiento. Deben ser estrictamente rechazadas por su contenido burgués. No habrá gobierno electo, ni medidas restrictivas a la acción policial, ni símbolos formales que resuelvan el problema del racismo, pobreza y miseria. Las vidas de los explotados están cada vez más en riesgo, mientras persista el decadente modo de producción capitalista. No existen posibilidades materiales de reformas del capitalismo.
Para combatir la barbarie que se extiende, las masas movilizadas en todo el mundo deben levantar la defensa de los empleos, los salarios y las conquistas laborales. No debemos perder de vista el hecho de que el estado actual de las cosas: desempleo, miseria, hambre, asesinatos, son crímenes de la burguesía. Los cientos de miles de muertes por el nuevo virus también se deben a la burguesía parasitaria, que no puede defender la vida de sus esclavos asalariados.
La consigna para impulsar agitaciones en el camino de la independencia política y la lucha de clases es la defensa de los empleos y los salarios. Pero solo la vanguardia organizada en programa-partido, marxista-leninista-trotskista, es capaz de unificar las banderas y reivindicaciones democráticas y vitales de las masas, bajo la estrategia de la revolución y dictadura proletaria. No hay otra forma de detener la barbarie sino acabar con el capitalismo. Solamente así el despertar de la clase obrera como clase consciente dará como resultado un paso firme en la reconstrucción de la IV Internacional, la guía en la lucha para avanzar en la transición del capitalismo putrefacto al socialismo. Un solo paso que la vanguardia con conciencia de clase dé para construir el partido marxista-trotskista contribuirá enormemente para superar la crisis de dirección mundial.
(Nota de MASSAS – Brasil nº 612)